[12]
[12]
Son las nueve y media de la mañana y el sol ingresa por la ventana en la cocina donde mi familia desayuna, todos juntos después de mucho tiempo.
Se pueden escuchar los pajaritos cantar afuera y alguna que otra chicharra anunciando un día con mucho calor.
Mamá, contenta de tener a sus dos hijos juntos y en la misma mesa, hablaba de lo ocurrido en la semana con mi tía y algún chisme que le comento ayer el almacenero. Mis hermanos escuchaban con una sonrisa algo cansina en sus caras, debido a que de una manera u otra ya habían escuchado la misma historia dos o tres veces, pero ninguno tenía el corazón para decirle que estaba dando vueltas en círculo con su relato...otra vez.
Yo me siento en la punta de la mesa observando el retrato familiar que forman. La alegría que siento al verlos en una situación normal y cotidiana vuelve el ambiente cálido.
Ya no me siento pesada cuando estoy cerca de mi hermano. Al despertar está mañana, él sollozó derramando las lágrimas que no había soltado en todo este tiempo.
Se desahogo llorando e insultando a la vida, dejando que el dolor acumulado se transforme de un mar a una laguna, de dolor a nostalgia.
Quizás fuera esa la razón por la cual me sentía de esa manera cuando estaba en su presencia, y al sacarlo de su sistema (más o menos) dejó de cargar la energía negativa que me afectaba.
O simplemente, el desahogo que llevé a cabo en aquel lugar fuera la razón... ¿Quién sabe? Tal vez un poco de ambas.
El reloj de la cocina marcaban las diez y veinte cuando noto a mi hermana salir de mi cuarto con la ya conocida caja en sus manos.
Dejé de lado lo que me encontraba haciendo en aquel momento (espiar al vecino guapo de enfrente quien lavaba su auto, un Ford Mustang de los 90’ color negro que, según escuché por ahí, era un regalo de su abuell. Que no usara camisa no era para nada el motivo de mi embelesamiento. Claro que no). Entonces seguí a mi hermana cuando ingresó en la habitación en la que había estado está madrugada. Lo encontró sentado en la cama revisando algunas piezas de computadoras que se extendían exparsidas sobre esta.
Levantó la vista encontrándose con su mirada. Ella levantó una ceja interrogante pero decidió no preguntar qué hacía.
—¡Hey, grandulon! —dijo en su lugar apoyándose en el escritorio—. Tengo algo para ti.
—Lo sé —suspira dejando de lado una placa de circuitos. Pasa sus manos por si cara para volverse hacia ella —. Ok. Vamos a ver qué quería decirme la peque.
Ella asiente y abre la caja donde sólo quedaban dos sobres ademas de las cintas y plumas.
—¿Solo quedan estas?— pregunta cuando toma la suya —. Hiciste bien ti trabajo, entonces.
—Si —sonrie tristemente volviendo a cerrar la caja —. Solo me queda esta. Todavía estoy pensando cómo encontrarlo.
Mi hermano asiente y juega con el sobre en sus manos. Su expresión es algo temerosa, lo observo tragar y tomar una profunda respiración. Cuando acabó de prepararse mentalmente, se concentró en abrir el sobre y desplegar la hoja.
“M#####:
Vale, estoy enojada...furiosa contigo. ¿En verdad tenías que gritar a los cuatro vientos cuan inútil e infantil soy? Fue completamente humillante la forma en que me trataste enfrente de esas personas; bien, vale, eran familia y amigos... pero eso no quiere decir que estuviera bien.
Comprendo (porque realmente lo hago) que estes enfado con tus propios problemas, los cuales tienes aunque digas que no... aun así, eso no te da derecho a tomarla conmigo.
Fue horrible y humillante... quedarme ahí parada sin poder decir nada por miedo a echarme a llorar de pura vergüenza y enfado. Incluso me pareció vivir un deyabu de aquél día...con la diferencia que está vez si puedo huir.
No quiero verte. No quiero ver a nadie. Solo quiero desaparecer.
Quisiera ser lo suficientemente valiente para decírtelo en la cara, pero no puedo. Realmente me dolió... de la misma manera en que duele cuando siempre termino recibiendo los golpes de los cambios de humor de todos. ¿Por qué no puedo gritarles: ¡Cállate! cuando lo que dicen me lastima?.¿Por qué?.
Ahora me encantaría encontrar un lugar donde nadie me conozca ni crea conocerme...quiero ser yo misma por una vez en la vida.
Quiero dejar de fingir.
Por eso hago esto...
Me voy.
Y
o solamen
”
Deja de leer levantando la vista hacia nuestra hermana. Sus ojos están brillantes y húmedos mientras parpadea más de lo necesario.
—Ella...ella— su voz se quiebra.
Mi hermana se precipita a su lado. Las placas y la caja dejadas de lado. Ella lo envuelve en sus brazos también afectada al verlo de aquella manera.
«Yo...» no sé qué más decir.
Sus cabezas juntas llenas de los rizos que todos heredamos de mamá. No dicen nada por mucho tiempo, sencillamente se prestan fuerza mutuamente.
Me siento extraña desde lo ocurrido en aquel lugar blanco, simplemente no sé muy bien que sentir...en estos momentos solo pienso en que desearía poder estar con ellos y acompañarlos en aquel abrazo. Como antes, cuando éramos pequeños y volvamos comentas para hacer feliz a mamá, cuando practicamos con el yo-yo, o cuando nos divertimos los días de llovía con los juegos de mesa. Nostalgia. Cálida y fría. Tristeza y felicidad.
Algo borroso y blanco llama mi atención sobre el verde de la alfombra. Y me doy cuenta de que el sobre se encuentra en el suelo frente a los pies de él. Seguramente se le cayó cuando ella lo abrazo.
—Es...— él comienza separándose de ella y pasando la manga de su camiseta por los ojos rojos—. Es de aquella vez en que peleamos y se fue...
—La mayoría — contestó suavemente se aclaró la garganta—. La mayoría son relativamente viejas, bueno todas lo eran...la mía también era de ese día.
—¿Por qué las tenía?.
—No tengo ni idea — juega con sus manos mientras habla—. Creo que ni ella misma se acordaba que las tenía guardadas. ¿Puedo leerla?.
Se la pasa con la mano algo temblorosa para que pueda leerla mientras él se termina de reponer.
Los observó atentamente, él intenta controlar su respiración y volver a interpretar el papel del hermano mayor fuerte. Y ella lee con El ceño fruncido concentrada en cada palabra escrita.
—¿Ahí termina? — se pregunta extrañada al acabar, dándole vueltas a la hoja sin encontrar nada pues está se encuentra en blanco.
—¿Esta sin acabar? — la observaba confundido.
—Que raro —le devuelve la hoja explicándole—. Todas estaban acabadas. Literalmente todas empiezan y acaban de la misma manera. Pero esta, está se siente inconclusa.
—¿Inconclusa? — piensa mi hermano. Sonrió o algo parecido. Me pregunto: ¿Qué pasará por su mente?.
—Sí. Como si acabara en el inicio de una frase.
«Cerca» murmuro para mí misma «Tal vez si puedan encontrarlo después de todo».
Mi hermano mira al alrededor y encuentra con su vista el sobre a sus pies y lo nota. Lo mismo que había llamado mi atención hacía abajo hace apenas unos minutos atrás.
—Espera — le dice mientras lo levanta del suelo—. Creo que había otra cosa en el sobre.
Bajo la sorprendida mirada de nuestra hermana, retira del sobre un pequeña hoja amarilla de libreta.
“Siempre estaré agradecida por todo lo que haces por mí.
Puedo enojarme. Puedes enojarte. Pero sé que no lo haces con maldad y como vez...mi enojo dura taan poco. Eso no quiere decir que lo olvide...pero como ves, aquí estoy. Hace unos días atrás, cuando apenas llegué al hotel, lo primero que deseé hacer fue llamar y decir: lo siento. Siento actuar como una niña malcriada como dijiste y siento ser tan orgullosa como para pedir perdón. Aunque tú también debes pedir perdón, ya sabrás tú solito el porqué...pero para iniciar, esa no era la manera correcta de tratar el tema.
Y gracias, porque debido a que de una forma u otra abriste mis ojos, pude entender que dependía mucho de ustedes. Este viaje me enseñó a apreciar todo lo que haces por mí, hermano. Pero también aprendí a encontrar mi propia voz y a ser más valiente, luchando por mi punto de vista y mis opiniones. Ya no más huir de las confrontaciones para mí.
Conocí a alguien aquí. Alguien que me ayudó a entenderme y aprender a confiar en mi.
Te quiero, hermano. Siempre te querré no importan las peleas, no importa nada más. Nunca, nunca jamás lo olvides.
Para la próxima, viajemos en familia... Nos vendría bien a los cuatro. Es un lugar hermoso y todos nos merecemos unas vacaciones.
#
”
Muy pocas veces tuvimos una discusión o pelea que durará más de unas horas sin hablarnos, además de las típicas riñas entre hermanos solo para molestar que a veces teníamos los tres. Específicamente con mi hermano solo recuerdo tres grandes discusiones.
La primera fue cuando tenía trece o catorce años y estaba iniciando una pequeña incursión por el mundo de la escritura y los libros. Recuerdo que había comenzado a escribir aquella historia (tan mala que en estos momentos no llega a mi memoria siquiera de que iba) tenía más de veinte hojas de carpeta escritas a mano guardadas en una bolsa para que no se me traspapele con las demás cosas de la escuela. Vergüenza si alguien las descubría. En aquel tiempo, los niños no tenían celulares (y los celulares solo servían para llamar y enviar mensajes) por lo que nos divertimos con lo que teníamos, un gran patio y mucha imaginación. Hasta que un día descubrimos que en la computadora de papá (la única de la casa) se podía hacer muchas más cosas además de lo que él hacía en Word y Excel. Cosas más divertidas como jugar (habló del buscaminas, pinball y solitario) y dibujar (paint). Era una maravilla. Desde ese descubrimiento comenzamos a turnarnos para poder usarla, siempre que papá no la necesite. Con los años fuimos entendiendo mucho más, nuestro hermano como el genio que es, iba siempre un paso adelante y compro juegos para la PC. Luego llegó la época del Internet ¡Bendito seas! Y las cosas se complicaron un poco. Todos queríamos más tiempo en la dichosa computadora, y así ocurrió este conflicto, mi hermano utilizaba el internet para hacer sus tareas, pues había descubierto que Google tenía más respuestas que el viejo Encarta que papá había instalado para nosotros. La cuestión aquí es que él comenzó a acaparar la PC y a dejar de importarle los turnos.
Por un tiempo, a mi hermana y a mi, no nos importó ya que podíamos jugar a otras cosas afuera con todo el patio para nosotras. Pero cuando ella se iba a casa de sus amigas y me encontraba sola...bueno, digamos que se sentía frustrante que mi hermano fuera tan insensible al no respetar los horarios establecidos. Por lo que pensé «Si él lo hace, ¿Porqué yo no?». Y lo hice.
Mi hermana se había ido, era mi turno en la PC, por eso, después de almorzar me precipité al estudio de papá y llegué primero a la comoda silla negra de escritorio (era de las que tienen rueditas y giran sobre su eje ¡Divertido!). Él me observó con un ceño fruncido y dijo algo sobre una tarea de historia pero yo lo ignore argumentando que era mi tiempo, que él ya había tenido casi toda la semana la computadora y si no había hecho aquel trabajo antes ¿Qué había estado haciendo?.
Él se puso rojo de enojo o vergüenza (en verdad, supe después, había estado usando la computadora para hablar por MSN con sus amigos), con los brazos cruzados comenzó a soltar un montón de escusas y exigencias que, si tengo que ser honesta, me entraron por un oído y saliendo por el otro. Lo ignore abriendo mi juego en la partida que había dejado.
Lo escuché alejarse dando fuertes pisadas mostrando su frustración. ¡Había ganado! Sonreí contenta para mí misma... «Que ingenua».
Él regresó algunos minutos después con algunos papeles en la mano. Por un instante creí que me pediría que por favor busque alguna información que le faltaba para acabar su tarea. Hasta que hablo, con aquellas cuatro simples palabras.
—Dejame o lo rompo.
Fue ahí cuando lo observé bien, en sus manos estaban mis hojas con la primera historia que alguna vez escribí. Por mi mente pasaron un montón de cosas en aquellos segundos; pero yo tenía un punto que demostrar. Él no podía hacer lo que le plazca y pasar por sobre mi, no importaba cuanto amenace no me movería de allí.
Por ello fingía no darme cuenta de las lágrimas haciendo imposible ver el juego enfrente de mi, mientras escuchaba las hojas rasgarse.
¿Por qué él hizo eso? Aún hoy no lo comprendo...pero dolió tanto que al acabar mi hora, me levanté tome los trozos de papel del suelo y me encerré en mi habitación con cinta para armar aquel rompecabezas que se había convertido mi historia.
No hable con él hasta dos o tres días después. Aquél día, cuando llegue de la escuela y subí a mi cuarto para encontrarlo acabando de arreglar todas las hojas que había destrozado. Su rostro con tristeza y culpa.
—Lo siento — susurró y se acercó a abrazarme —. Intenté arreglarlo, no lo volveré a hacer.
Qué les puedo decir, era una niña bastante blanda, por ello lo perdone. Pero nunca olvidé.
«Supongo que es una de las razones por las que odio las confrontaciones». Pienso «de una manera u otra se termina haciendo daño a alguien».
La segunda vez fue cuando tenía ventiuno. Me encontraba tan ocupada con algunos problemas en el trabajo y la vida en general, que olvidé renovar el contrato de alquiler (a pesar de que el dueño me avisó muchas veces). Una tarde llegué al apartamento y me encontré con el hombre en la puerta avisándome que debía sacar mis cosas para la mañana siguiente porque los nuevos inquilinos llegarían pronto.
Con la boca abierta sorprendida y algo confusa «aunque debería haberlo visto venir», llamé a mi hermana para que me ayude con su novio a llevar las cosas a casa de mamá. Esa misma tarde con ayuda de ellos (y su auto) pude acabar rápido y a la mañana siguiente solo llevaría las restantes bolsas caminando.
Tuve la mala suerte que aquella mañana mi hermano se encontrara en casa con algunos amigos (sinceramente no recuerdo bien quienes se encontraban allí, porque no tuve el tiempo suficiente como para darles una segunda mirada). Una vez llegué a la sala, él se acercó a mí con grandes zancadas.
—¿Qué sucedió? — demandó—. ¿No te dije toda la semana que hablaras con el dueño?.
—Err...bueno si, pero...
—¿Por qué tienes que estar siempre con la cabeza en las nubes? — me interrumpió —. ¿Es que no puedes ser una adulta? Sigues siendo una niña malcriada ¿Qué hubieras hecho si no tuvieras la casa de mamá? Ahora estarías en la calle.
Me mordí los labios aguantando las ganas de decirle que se callara. Sentía la miradas de todos puestas en mi.
Me quedé paralizada escuchando lo que continuaba diciendo sin escucharlo realmente.
Solo deseando escapar de allí y esconderme en algún rincón alejada de todos. ¿Por qué simplemente no le decía lo que pensaba? ¿Por qué?.
Aún continuaba hablando cuando pasé por su lado y me dirigí a mi habitación. Por supuesto, él me siguió deteniendo me antes de cerrar la puerta en su cara.
—Te estoy hablando — me dijo serio —. No puedes seguir así. Apenas acabaste la escuela, aún no sé cómo lo has hecho si te saltabas todas las clases. Luego abandonaste la universidad, ambas por estúpidas razones y ahora esto... ¿Qué sucede contigo? ¿Es por papá?.
Lamentablemente en ese momento no pude aguantar las lágrimas y mi hermano creyó erróneamente que lloraba por mi padre y que todo lo que hacía mal en mi vida era culpa de su repentina muerte. No era así. Quiero decir, si, me encontraba triste y dolida por ello como cualquier ser humano que pierde a un ser amado; pero en verdad mi vida era un desastre incluso antes que ocurriera todo aquello.
¿Y las lágrimas que salieron? Eran del enojo contenido. La sangre me hervía. Obviamente me encontraba enojada, ¿Él se atrevía a darme un discurso paternalista a mi?. ¡Por favor!.
—No. Tu no entiendes — negué con la cabeza e intente que mi voz se comprendiera a través de los hipidos y sollozos —. Tu no entiendes y no lo entenderás.
—¿Entender qué...?.
No le respondí. ¿Qué puedo decir? Me gusta el misterio y que las personas encuentren solos las respuestas. Si nadie lo había entendido aún, era porque en el fondo yo no quería que lo hicieran.
—Nada de eso tiene que ver con esto — cambié de tema volviendo a lo sucedido aquella mañana —. No puedo creer que me vengas con ese discurso siendo tú el que aún vive con mamá y.. — más sollozos e hipidos. Realmente es horrible llorar cuando se está enojado —... y no tiene lo que es necesario para buscar un lugar donde quedarse... — tomé aire y solté la última oración rápidamente antes de perder el valor —...Solo te quieres desquitar conmigo porque no puedes enfrentar tus propios problemas.
—Yo no tengo problemas y lo sabes — se ofende.
—¿No tienes problemas? — le miro incrédula —. Entonces ¿Por qué te molesta tanto que yo vuelva?.
—El problema no es que vuelvas. ¡Él problema es cómo vuelves! ¡Eres un desastre!.
Podía ver desde mi posición como la gente en la sala intentaban disimular que no escuchaban cada palabra que decíamos.
Estaba segura que hablarían de esto luego. ¡Odio esto!.
—¡Vale! — le dije cerrando la puerta lenta y suavemente, hasta escuchar un click —. Eso fue horrible — susurré apoyándome en la puerta.
—¡Hablaremos de esto después!.
Sus palabras fueron lo último que escuché antes de sentirlo alejarse de mi habitación y caminar por el pasillo.
El nudo en mi pecho se apretaba de una manera en que me dificultaba respirar.
Sentía tanta importancia y angustia. ¿Por qué las personas simplemente piensan lo peor de mi?.
Necesitaba escapar. Necesitaba encontrarme lejos de todos. Necesitaba huir.
Por ello, tomé una bolsa con solo lo esencial para pasar unos días lejos y sin que nadie lo notara salí de casa.
Caminé sin ningún apuro hasta la parada de colectivos. Una vez allí, un poco más tranquila y calmada, llamé a mi jefe y pedí unos días libres; me concedieron una semana con la condición de que trabajara horas extras cuando regresara.
Solo les avisé a donde fuí a mamá y mi hermana (mamá exigió una vídeo llamada para comprobar que no estaba siendo secuestrada), y a mi hermano le volví a hablar una vez estuve devuelta. Las cosas se arreglaron.
..
La tercera vez fue relativamente reciente y por razones igual de idiotas que las anteriores; o por lo menos eso es lo que creo que pensarán ustedes al estar escuchando mi relato.
Estábamos almorzando en familia, mi hermana había vuelto a casa luego de la ruptura con su novio y la novia de mi hermano tenía una reunión importante con su familia, por lo que solo éramos nosotros cuatro.
Creo que hablábamos de política, la nueva película de superhéroes que se estrenó recientemente, o una mezcla de ambos. La cuestión es que de alguna manera acabamos hablando de bebés y matrimonio.
¿Cómo saltamos de A y B hasta Z? Aún no lo sé, pero creo que mamá es la culpable aquí.
—Yo les cuidaré a los niños mientras ustedes salen por ahí con sus parejas — decía nuestra progenitora con una sonrisa encantadora.
—Por supuesto mamá — le dijo mi hermano sonriendo.
—Bueno es el único que tiene una posibilidad real de tener descendencia en estos día — mi hermana murmura para mi, aunque los otros también la escucharon.
—¡Iugh! — me estremecí —. Pensar en él intentándolo me quita el apetito — bromeé riendo con mi hermana.
—Niñas — nos retó. Nosotras siempre seríamos “niñas” para los ojos de mamá no importa que ya teníamos más de veinti y pico de años —. No sean tontas, ustedes ya encontraran al hombre indicado.
—Por supuesto, mamá — contesta mi hermana con una sonrisa algo triste.
—Esos no existen — les dije jugando un poco con mi ensalada —. Todos los hombres son unos idiotas.
—¡Oye! — se quejó el único hombre de la mesa —. No todos son iguales. Yo, personalmente no soy un idiota.
Con mi hermana nos dimos una mirada de esas que solo las hermanas comprenden.
—Por supuesto que no lo eres, cariño — mamá le dió una palmadita en el brazo. Rodé los ojos ante la sonrisa orgullosa que apareció en los labios de él.
—Eres el peor de ellos — a mi lado se escuchó una risa siendo sofocada con pan. Él clavó su mirada ofendida en mi.
— Bien, entiendo que algunos hombres sean unos hijos de...
—La boca — mamá lo interrumpe.
— ...pero hay algunos que si valen la pena intentar conocer.
—Tiene un punto ahí, hermanita.
—Lo que sucede es que ni siquiera lo intentas...
— ¡Vamos! — levanté mis brazos al aire —. ¿Cuando esto se transformó en una charla sobre mi?.
—Desde que parece que vas a quedarte para vestir Santos — se burla él y mamá jadea.
—Nadie va a quedar para vestir santos — exclamó con los ojos bien abiertos—. ¡No digas eso!.
—Pero es verdad — continuó —. Incluso ella tuvo un par de novios — señaló a mi hermana que se quedó mirándolo a medio comer una papa —. Es preocupante que a tu edad no...
—No voy a hablar esto contigo.
—Admite, peque — dijo suavemente mi hermana a mi lado—. Que deberías estar más abierta a la posibilidad de salir y conocer personas.
—¡Mamá! — me quejo buscando apoyo.
— Hija, cada uno tiene su tiempo y no se puede forzar al amor...
—¡Ven! — les sonrío triunfante —. Graci...
— Pero no eres una princesa, ni una dama victoriana encerrada en un castillo — me interrumpió —. No puedes esperar aquí sentada a que alguien te encuentre.
Mi boca cae abierta. ¿En verdad esto estaba ocurriendo?. Desde cuándo todos estaban en mi contra.
—Si quieres, tengo algunos compañeros del trabajo que puedes intentar conocer — sugirió él.
—¡Esa es una idea estupenda! — mamá aplaudió como si hubiera acertado los seis números de la lotería.
—Yo puedo ayudarte con el vestuario, un cambio de imagen ¿Qué dices? — acotó mi hermana.
—Seria estupendo que puedas conseguir un buen hombre y te establezcas.
—Basta — me puse en pie tirando mi silla en el proceso —. No quiero salir con nadie ¿Ok?.
—Y ahi vas con tus berrinches de nuevo — mi hermano se recostó en la silla y se cruzó de brazos .
—No es un berrinche. ¿Se puede saber que bicho les pico a todos? ¿Por qué de repente todos están interesados en mi vida amorosa?.
—Solo es algo que estuvimos pensando — mi hermana habla tomando de mi mano —. Mamá tiene planeado ir de viaje por unos meses con la tía y él tonto esté ya casi ni viene a casa mucho menos ahora que se encuentran bien con su novia... Yo...yo me tomé un tiempo pero seguramente las cosas se arreglaran y volveré a irme...
—No veo donde eso que tiene que ver conmigo.
—No queremos que te quedes sola, triste y abandonada — mi hermana dramatiza.
—No estoy sola. No necesito a nadie. Soy feliz como estoy. ¿Dónde está su alma feminista? Hoy en día no sé necesita a un hombre para ser feliz.
—No se necesita pero de vez en cuando te alegra el alma — sonrió —. Dicen que sirven para desestresarse.
Mi rostro se volvió rojo al comprender sus palabras, mi hermano soltó una carcajada y mamá solo negaba con la cabeza.
—Bien, bien, niños — mamá aplaudió dos veces llamando al orden —. Sabemos que harás lo que quieras, querida. Solo estamos conversando...
—Humm... bien — gruñía mientras volvía a acomodar mi silla en la mesa.
Ya a media tarde, me encontraba en el patio terminando de pintar las uñas de mis pies cuando mi hermano me encuentra.
—¡Hey! — saludo sin levantar la vista de lo que hago — ¿Qué se te perdió?.
— Nada, solo quería hablar...
—Ajam...¿Qué quieres?.
—¿Por qué piensas que quiero algo? — se ofende sentándose a mi lado en el suelo.
—¿Te olvidas que soy tu hermana y te conozco?.
—Bien — puso los ojos en blanco —. Es sobre lo de conocer personas y salir.
—Otra vez con eso...estoy bien.
—Solo digo que es un poco extrovertida que a tu edad nunca tuviste un novio o novia.
—¿Es acaso un crimen?.
—No. Realmente fue una suerte en los años de escuela... No tuve que amenazar a tantos idiotas...
—¿De nada? — pregunto confundida — supongo que eso es cosa de chicos...
—Pero el caso es que tengo un amigo soltero al cual le encantaría...
—¿Cuántos años crees que tengo?.
—¿Eh?.
—Ya pasaron hace mucho los días en que tus amigos estaban buenos, hermanito — sonrío inocente —. Ahora son todos igual de viejos y feos qué tú.
—Ja, ja. Muy graciosa. Estoy hablando en serio.
—Yo igual, la respuesta es no.
—¿Por qué? ¿Por qué eres tan cerrada? — pregunta incrédulo—. ¿Sucedió algo alguna vez? ¿Alguien te hizo o dijo algo extraño?.
—No. No. No es nada de eso.
—Es que no se me ocurre más razones por la que últimamente eres tan cerrada y solitaria.
—Solo déjenme en paz — suspiro cansada. En verdad no me ocurre nada extraño, simplemente no deseo estar con nadie.
—Eso es lo que siempre dices cuánto ocultas algo.
—¿Es una intervención o algo por el estilo? — le pregunté. Cómo respuesta rodó los ojos —. ¿No debería estar aquí toda la familia si fuera así?
— Primero que nada, mamá está ocupada y nuestra querida hermana se encuentra intentando olvidar que quiere llamar a su novio ahogando su pena en orgullo y películas de zombies — enumera —. Y segundo, no es una intervención... A no ser que necesites una.
—No seas idiota — le doy un empujón en el hombro —. Ni que fuera a narcóticos anónimos o cosas así.
—Nunca se sabe — se encoge de hombros divertido.
—¿A sí que mirando películas de zombies? — vuelvo al trabajo de mis uñas.
—Si... Yo digo que las cosas se solucionarían si se juntan a hablar.
—Como si no conocieras a nuestra hermana — resoplo —. Por supuesto que se solucionaría con eso, pero es demaciado orgullosa como para admitir que se precipitó al pedir un tiempo.
—Ya que hablamos de eso ¿Tú sabes que sucedió para que decidiera separarse? — me preguntó en un susurro acercándose como si temiera que ella nos pudiera escuchar desde su dormitorio.
—No se separaron oficialmente — aclaro de igual manera —. Solo se tomaron un tiempo.
—Para mí es un claro : “goodbye, nos vemos en otra vida”.
—Por ello eres un idiota — ahora él me empuja suavemente mientras río —. Pero contestando a tu pregunta... No tengo ni idea de que sucedió.
—Hay veces en que me dan ganas de tomarla de los hombros y decirle: sólo habla con él.
—Bueno, tú no eres el mejor ejemplo para dar consejos de parejas — terminé con el esmalte.
—Me ofendes — lleva una mano a su pecho—. ¿Por qué dices eso?.
—Engañaste a tu ex-novia.
—Eso...
—No digas que estabas borracho porque no es escusa — me adelante interrumpiendo —. En una fiesta besaste a su mejor amiga enfrente de ella.
—Ella me dijo que no iba a ir.
—Como dije, idiota — digo cantando infantilmente.
—Sé que no es excusa — se cruza de brazos resoplando —. Además ¿Qué sabes tú de relaciones? Nunca has tenido ni un novio.
—¡Eso no tiene nada que ver!.
—Entonces ¿Por qué no quieres conocer a más gente?.
—Otra vez con lo mismo — murmuro entre dientes —. Mira, no quiero salir con nadie porque no tengo ganas.
—Solo te pido que lo intentes, mi amigo...
—¡Basta! No. No, quiero escuchar —tapo mis oídos negando.
—Ahora estás siendo infantil — frunce el ceño —. Siempre taan infantil... madura de una vez, mujer.
—Bien. Tu no sabes todo de mi —me pongo de pie y él me imita —. Para empezar si tengo una vida y si quiero enamorarme así que deja de intentar emparejarme con tus estúpidos amigos.
—No es necesario volverte una perra — se cruza de brazos actuando como si fuera superior—. Te hemos preguntado amablemente por mucho tiempo y tú solo eres antipática con todos. Es normal que nos preocupemos.
—Su preocupación es afixiante. ¡Ya déjenlo! — grito.
—No lo voy a dejar — dice seriamente —. Por que eres mi hermana y no puedo dejar de preocuparme por ti.
—¡Arggh! — levanto los brazos al aire —. ¡Bien! Preocúpate todo lo que quieras — le digo tomando mis zapatos y caminando de regreso a la casa —. Me da igual, mientras me dejes en paz.
Luego de calzarme me dirigí a la puerta principal, en el camino me encontré a mi hermana.
—¿Dónde vas, peque? — preguntó.
—Lejos... — murmuro pero al llegar al picaporte me detengo tomando una suave respiración —. Lo siento. Quiero chocolate. Voy a comprar — le aviso dándole una forzada sonrisa — vuelvo pronto.
En el camino al negocio recibí un mensaje de mi hermano diciendo lo siento y un emoji con ojitos suplicantes.
Sonreí. Ya más calmada me detuve a contestarle.
Yo: Siento actuar como una idiota también.
E: Parece ser de familia.
Yo: Solo para que te quedes tranquilo... Sí salí con algunos chicos, pero no valía la pena presentarlos ya que no sentía nada por ellos...
E: Estoy más tranquilo al saber que puedes cuidarte sola...
Yo: Soy fuerte e inteligente ;).
E: Segura que no te interesa conocer a mi amigo???.
Yo: Olvídalo. Cuando quiera conocer a alguien yo misma lo encontraré... Pero gracias.
E: Bien. Te quiero. Tráeme ositos de goma para mi.
Rodé los ojos y le envié un sticker de oso polar cargando corazones.
Guardé mi celular y retomé mi camino. Compré el chocolate mama y para mí, para mí hermana gomitas de menta y para mí hermano le conseguí una bolsa de ositos de goma.
Nunca llegué a casa.
Solo caminé media cuadra y me detuve en la esquina. No recuerdo mucho más que el sonido de neumáticos quemando el asfalto y un fuerte choque. Luego el dolor en todo mi cuerpo cuando algo caliente me empujó con fuerza contra la vidriera del negocio a mi espalda. Él vidrio se rompió en cientos de pequeños cristales. El auto que me había llevado puesta había ingresado al local de ropa de hombre y yo quedé tendida sobre un maniquí vestido con ropa más cara que toda la que tenía en mi armario.
1.3 millones de personas al año mueren en accidentes de tránsito en el mundo. Entre 20 y 50 millones sufren traumatismos o quedan con una discapacidad de por vida. Es un número muy grande aunque una persona común no le da mucha importancia a no ser que algún familiar o conocido desgraciadamente sea un número más.
En mi caso fue solo un accidente. El conductor del auto rojo sufrió un infarto luego de ver a su mujer con el amante del otro lado de la calle. Todo sucedió tan deprisa que no tuvo tiempo a nada. Su pie quedó en el acelerador y al cruzar la calle un autobús lo chocó enviándolo justo en mi dirección.
Dramático y casi de telenovela ¿Verdad?. Pero sucedió. No hubo más víctimas mortales que el pobre señor y yo. Aunque resistí tres o cuatro días en el hospital...
Mi hermano cierra los ojos respirando lentamente luego de leer la segunda carta. Creo que necesitaba escuchar algunas de las cosas que he escrito ahí.
—Creo que estoy mejor ahora — le dice a nuestra hermana. Ella le sonríe —. Solo un poco.
—Ella sabía cómo eres. Sabía que siempre te preocupas en cuidarnos.
—Quería que fuéramos los cuatro juntos de vacaciones.
—Si...bueno — desvía la mirada—. Hace años que me preguntaba si tenía una semana libre pero yo no podía en el trabajo y los días de vacaciones los pasaba con mi novio.
—A mi también me preguntó y le contesté lo mismo —miró la carta en sus manos.
—Ahora me siento culpable — ella se pone de pie y camina a la ventana —. Nosotros intentamos que conociera personas nuevas e hiciera amigos para que no esté sola y ella solo quería tener unas vacaciones en familia.
—Diciendolo así yo también me siento mal.
—Queria que fuera feliz...
—Era feliz — murmura él.
—¿Cómo lo sabes? No leíste esas cartas... Ella sonaba tan sola y confundida en algunas...
—Ella era feliz — repite obstinadamente.
— ¿Cómo lo sabes?.
— Lo sé porque era una persona que siempre buscaba el lado positivo a todo y no importaba cuan enojada estaba con uno siempre era amable y te sonreía minutos después.
—Eso no quiere decir que fuera feliz...
—Ella se rió conmigo esa última vez, estábamos hablando y a pesar de que no le gustaba lo que le decía había alegría en sus ojos.
Mi hermana se seca las lágrimas con la manga de su jersey y vuelve a su lado.
—Se fue furiosa de casa pero estoy seguro que al entrar por la puerta lo hubiera hecho con una sonrisa y me habría pedido que hiciera algo estúpido para entregarme los dulces que le pedí — su voz es un susurro ronco.
—La puedo imaginar riendo mientras corre por la casa con la bolsa de ositos de goma intentando escapar de ti...
—Y mamá gritandonos por correr dentro de casa...
«Estoy segura de que eso es lo que habría ocurrido» les digo pensando «Le hubiera dicho que le daba los ositos solo si dejaba de ser tan entrometido en mi vida amorosa y que tendría que cocinar tres fin de semana seguidos solo lo que a mí me guste. El diría que estaba bien mintiendo y yo lo sabría».
—Ella era feliz — reafirma —. No importa que tan mal pudo haber sido su adolescencia sin que nos diéramos cuenta. Estoy completamente seguro de lo que digo, hermanita.
Asiente abrazándolo con fuerza. Nuevamente, quisiera unirme a ellos.
—Bueno... Volviendo al tema de las cartas — ella se aclara la garganta rompiendo contigo el abrazo con los ojos algo rojos —. Todavía hay que encontrar a ese misterioso hombre.
—Esta bien... — se estira recogiendo las piezas esparcidas por la cama —. Acomodo esto y te veo en su cuarto.
Ella asiente y se retira dejandolo solo. Una vez la puerta se cierra, deja de fingir acomodar las cosas y cubre si rostro con ambas manos.
—Maldita sea— lo escucho decir —. Ojalá pudiera cambiar aquel día y traerte devuelta, pequeña.
«Como dijiste anoche» me siento en el lugar que dejó mi hermana «Es lo que es».
«Hay cosas que no se pueden cambiar». Le acaricio la espalda intentando darle ánimo. Su cuerpo se tensa al segundo y su cabeza se levanta. Susurra mi nombre de manera interrogante.
—¿Estás aquí?.
«Si».
—Me estoy volviendo loco.
«Si». Dejavu.
—Si estás aquí — habla en un punto distante de la habitación —. Quiero que sepas que...
Lo observo tragar e intentar continuar hablando pero el nudo que sé siente en la garganta no le deja hablar. Lo sé porque yo estaría igual.
—Te quiero — suspira finalmente —. Te quiero, pequeña. Nunca, nunca jamás olvides eso.
Con esas simples palabras me llenó te tanto cariño y me conmovió más que si hubiera soltado un gran discurso.
Hay veces en que la simplicidad es la mejor opción.
«Te quiero, hermanito».
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro