Capítulo 9
YoonGi permite dejarse ser arrastrado por los aires sin saber qué tiene el villano en mente, pero puede sentirlo cuando de pronto es arrojado contra uno de los edificios antiguos con los cuales se estrella, pero los viejos materiales se rompen ante el impacto de su cuerpo. Intenta detener el golpe sosteniéndose con una telaraña, pero de todas formas termina golpeándose contra una ventana y el muro que le sigue a esta. Min intenta vanamente recuperar el aire en su sistema mientras se intenta levantar, pero nada le depara sobre la bomba que le lanza el Duende desde la distancia.
La explosión le saca un grito de dolor cuando una vez más termina impactando contra una de las viejas columnas y su traje termina de romperse en ciertos lugares. El Duende Verde llega hasta allí, bajando de su planeador y viéndolo aún con furia detrás de su máscara.
—Desgracia, desgracia, desgracia, es lo que tú elegiste. —Min se levanta, sintiendo su cuerpo fallarle y el dolor consumirle por completo, el contrario se acerca hacia él y puede deparar lo que sigue. —Te ofrecí mi amistad, y me escupiste en la cara. —Golpe tras golpe es lo que continúa, YoonGi intenta esquivarlos o detenerlos de manera inútil, el Duende aún tiene toda su fuerza y los puños o patadas solo provocan que pierda más sangre.
Trata de detenerlo a que se acerque con una telaraña, pero ya son inútiles en una pelea cuerpo a cuerpo, y él siente como si lo hubiera arrollado un tren. Con una última patada que le hace impactar contra el concreto, cae sobre los escombros, pero al intentar sacar otra telaraña su brazo es pisado por el villano.
—Fue la última telaraña que tejiste, Hombre Araña. Si no hubieras sido tan egoísta, la muerte de tu amiguito habría sido rápida y sin dolor, pero como me has hecho enfadar, voy a acabar con él divirtiéndome lentamente. —YoonGi apretó los dientes, sintiendo la furia hervir en su sangre. No dejaría que eso pase, nunca. —Jimin y yo, vamos a pasar un buen rato juntos, mientras tú mueres solo. —Ríe, levantando un arma con una variada cantidad de filosas cuchillas, dispuesto a matarlo.
—No está solo. —Entonces una tercera voz los sorprende a ambos, el capitán HyungSik está allí, y con una escopeta en mano le dispara al arma del Duende logrando lanzarla lejos de en donde se encontraban. YoonGi se levanta rápidamente del suelo mientras comienza a pelear nuevamente con el hombre. Hay golpes, esta vez fuertes y certeros que pueden llevarlo al piso de solo imaginar que a Jimin pueda sucederle algo por su debilidad, pero en un importante descuido, el Duende Verde saca otra de las bombas y la lanza. Pero no hacia él.
—¡Capitán! —Exclama Min, pero fue demasiado tarde cuando explotó, y provocó que ambos se estrellaran contra una de las columnas. YoonGi se levanta, y con con ayuda de una viga, se columpia hasta tomar al Duende y golpearlo contra un muro, golpea su estómago, su rostro, una y otra vez. Su propio traje está completamente arruinado, su máscara deja ver la mitad de su rostro enfadado y su cuerpo tiene cortes y heridas que no dejan de sangrar, pero no puede parar, tiene que matarlo para acabar con esto. No puede haber más gente herida por su culpa.
—¡YoonGi, e-espera! ¡Soy yo! —El Duende Verde le obliga a detenerse, sube sus manos en señal de alto y su voz se oye diferente. El hombre se saca la máscara verde, y no puede creer lo que está viendo, era JaeHyun, el padre de su mejor amigo.
—Señor Jeon...
—YoonGi qué bueno que eres tú.
—Mató a todas esas personas en el balcón...
—¡El Duende Verde lo hizo, yo no tuve nada que ver! Ya no dejes que se apodere de mí, te lo suplico, ¡protégeme! —Su rostro está deformado en una mueca de terror, pidiendo clemencia, parece alguien completamente distinto a quien había conocido alguna vez. Ahora muchas de las cosas que JungKook le había contado parecen tener sentido.
—Pero usted...quiso matar a mi tía Jin y también a Jimin. —El peli-mentolado se muestra totalmente incrédulo.
—Pero a ti no...yo quise evitarlo, pero no podía hacerlo. Yo jamás te haría daño. Lo supe desde un principio que si algo llegaba a pasarme, solo contigo podría contar, sabía que tú me salvarías, Min YoonGi, y lo has hecho. Se lo agradezco mucho a Dios. Dame la mano. Cree en mí, como yo creí en ti. —El joven baja la mirada hacia la mano que se le era extendida y vuelve a mirar a aquellos ojos cansados en los cuales brilla una maldad oculta de la cual no termina de fiarse.
—No creeré jamás en una persona que trató de matarme a mí y a las personas que amo.
—Buen viaje, Hombre Araña. —Casi como un detonante, la expresión de Jeon cambió por completo. Y su sentido arácnido le hizo saber que nada de lo que siguiera estaría bien. Saltó increíblemente rápido mientras oía el planeador a su espalda cortar el aire por su gran velocidad hasta llegar a clavarse justo en el abdomen de JaeHyun. YoonGi expandió sus ojos con impresión al verlo agonizar.
—YoonGi...que no se entere JungKook. —Fueron sus últimas palabras antes de morir a mano de su propio planeador.
—¡Capitán! —Min sale de su trance y rápidamente corre hacia donde se encontraba el cuerpo moribundo del señor Park, queriendo asegurarse de que se encontraba vivo. Se agacha a su costado, viendo la sangre predominando ciertas partes de su torso.
—El Duende...
—Tranquilo, tranquilo, lo detuvimos. Lo voy a sacar de aquí. —Intenta una y dos veces, pero el dolor del hombre parecía ser mucho mayor quien se queja en cada una de las ocasiones. —Oiga, oiga, escúcheme, míreme, no se de por vencido, ya viene la ayuda, ¿si?
—Tienes que haberte ido para cuando lleguen.
—No, no lo voy a dejar solo. —Niega, no puede dejarlo allí solo al padre de su chico, ni al hombre que llegó a sacrificarse para ayudarlo a derrotar al villano.
—Me equivoqué contigo, YoonGi, la ciudad te necesita. —Sus palabras son a penas un murmullo, pero el peli-menta llega a escucharlo, viéndolo fijamente mientras lo acompaña. —Vas a tener enemigos, habrá gente que salga herida, a veces las personas que quieres. Asique prométeme algo, ¿si? Saca a Jimin de tu vida, prométemelo, ¿eh? Prométemelo.
YoonGi asiente lentamente sintiendo sus ojos humedecerse, mientras observa al contrario cerrar sus ojos en paz. Y odia que sea cierto, está allí porque la vida de su tía y de Jimin fue amenazada, supieron quién era él y encontraron sus puntos débiles con sencillez. Este día Jimin pudo haber muerto, pudo haber ocurrido si no llegaba a tiempo, si no lograba matar al Duende también habría sucedido.
Y ahora HyungSik también yace muerto junto a JaeHyun, por haber sido incapaz de haber podido salvarlo.
Aún en la oscuridad de la noche, logra internarse de manera sencilla en el hogar de los Jeon. Lleva el cuerpo en brazos hasta poder dejarlo reposar sobre uno de los sofás de la sala. YoonGi lo observa unos segundos, sintiendo una extraña tranquilidad en la cual espera que JaeHyun pueda hallar después de haber pasado por ese final. Pero suaves pasos le obligan a subir la mirada, en ningún momento esperó que JungKook aparecería en ese momento por la puerta de la sala, su rostro estaba completamente deformado en una mueca de indignación y horror.
—¿Qué has hecho? ¡¿Qué has hecho?! —El castaño busca un arma de manera temblorosa entre los cajones que tiene a mano y le apunta rápidamente, pero su brazo tiembla en negación.
—¡Espera JungKook! —Alza las manos, intentando detenerlo a lo que fuera que tiene pensado. —Soy yo, soy YoonGi. —De forma rápida se quita la máscara dañada, revelando sus cabellos mentas lo que solo confunde todavía más al contrario que era su amigo.
—¡¿Qué mierda, YoonGi?!
—JungKook, yo no-no maté a tu padre, él era el Duende Verde. Lo siento mucho, en verdad, nunca habría querido que las cosas fueran de esta manera. —Jeon se acercó los pasos que les restaban, su mirada fija en el que fue alguna vez su padre mientras su brazo cada vez perdía fuerza y el arma era olvidada. Estando cara a cara, Min pudo distinguir todo el dolor detrás de sus orbes, logrando llegar a sentirse culpable por el reciente suceso. —JungKook...lo lamento.
—Vete YoonGi. —El nombrado iba a replicar algo, pero no tuvo el valor para hacerlo. —Vete, no quiero verte.
Y no tuvo más elección que hacerlo, dándole una última mirada de preocupación y añoranza al castaño, antes de darse media vuelta e irse por el balcón por el cual habían ingresado. Dejando atrás a un chico con esperanzas rotas y sin más personas en quienes confiar.
El sol comienza a salir por el horizonte lentamente cuando dan las cinco de la madrugada. YoonGi puede dejarse caer sobre aquellas escaleras de emergencia y da el último suspiro que su cuerpo es capaz de dar. Sus músculos están cansados y su cuerpo muy mal herido, el cansancio de sus ojos es reflejado y su traje roto comienza a helarle los huesos. Le envía un rápido mensaje a su tía Jin que aún permanece en el hospital antes de guardar su móvil en la mochila y tocar suavemente la ventana frente a él.
Dentro, se encuentra Jimin acurrucado entre sus sábanas en la oscuridad de su habitación, hay papel higiénico llenando su mesa de noche, y sabe que no ha dormido porque al más mínimo golpe se levantó de un salto, casi asustado, pero que corre de todas formas hacia la ventana y la abre de par en par. Sus ojos rojos e hinchados se expanden con horror al verlo y no tarda en volver a romper en llanto.
—Y-YoonGi... —solloza, dándole su espacio para que pudiera entrar a la habitación. El arácnido rápidamente lo hace, y atrae al menor en un fuerte abrazo con el que exhala todo el aire que tiene retenido. Después de aquella noche jodida, poder estar con él es como flotar en el cielo.
—Estoy aquí, Jiminnie...de verdad lamento lo de tu padre, no-no pude salvarlo yo...
—E-Está bien, hyung, no es tu culpa, —niega inmediatamente, dándose la vuelta, —cámbiate y por favor dime qué te ocurrió.
Min hace lo dicho, se quita su arruinado traje y se pone las prendas que trajo en su mochila, ocultando las heridas de su piel, pero siente paz. Ambos se acurrucan en la cama de Park, cubriéndose del frío de la madrugada pero abrazándose y teniéndose cerca.
—¿Y bien?
—En realidad no quieres saber.
—Por favor.
—Tengo un disparo en la pierna y el resto son moretones o heridas por los escombros. Pero no te preocupes, bonito, ¿mh? Quiero distraerte de lo malo.
—¿Qué no me preocupe? ¡¿Cómo que un disparo, YoonGi?! Hay que ir al hospital.
—No, —niega varias veces, dejando un beso en los cabellos anaranjados, —te acostumbrarás, estaré bien.
—En realidad no quiero hablar de lo de mi padre aún, hyung, solo sé que el funeral será en la tarde, —mustia, acostado sobre el pecho del peli-menta mientras hace figuras en él. —Gracias...gracias por haberme salvado hoy, sé que pudiste ahorrarte mucho solo salvando a los niños. Estaba muy asustado.
—No tienes nada que agradecer, no te iba a dejar morir, nunca, siquiera puedo creer que hayas estado en peligro por mi culpa, todo fue instintivo.
—Deja de culparte por todo, hyung, eres solo un chico de diecisiete y te hiciste responsable de salvar vidas. Todos están agradecidos contigo, y me incluyo.
—No todos...yo, —traga en seco apartando la mirada hacia otro sitio, —fui a ver a JungKook porque su padre también murió, —aquello le saca una exclamación de sorpresa a Park, —no digas nada pero su padre era el Duende Verde, era algo casi inevitable. Era él o yo...
—Me alegra que no hayas sido tú. —Murmura, acariciando la pálida mejilla mientras ambos se miran a los ojos. —No me alegra que muera gente, pero él hizo mucho daño, a ti, a nosotros, y a la ciudad. Creo que él debería haberlo visto venir, sabía los peligros en los cuales se metía al hacer estas atrocidades. A veces suceden cosas malas por un bien mayor.
YoonGi lo mira mientras asiente lentamente, sintiendo el peso del día sobre sus hombros cada vez más fuerte.
—¿Dormimos?
—Sí, hyung, estoy agotado.
Finalmente, ambos se funden en un abrazo mientras sus ojos se cierran lentamente, amando la calidez y cercanía que se brindaban. YoonGi quiere disfrutar aquel momento como todo lo que le queda en ese mundo, porque aunque haya ido en busca de dar apoyo y consuelo, las palabras de HyungSik siguen dando vueltas en su cabeza y las palabras que tiene que decirle al menor para terminar lo que sea que tengan son cada vez más confusas y dolorosas.
No quiere dejarlo, pero sabe que es su deber para evitar dañarlo en el futuro. Tal como dijo, a veces suceden cosas malas por un bien mayor.
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