🔮... capítulo veintidós
─¿Estás segura de que quieres hacer esto? ─preguntó Evan, deteniéndose delante del edificio. Era la cuarta vez que se lo preguntaba desde que habían salido de casa y Nessa estaba comenzando a creer que realmente tenía miedo.
De acuerdo a lo poco que le había dejado saber, él pertenecía a una larga línea de personas que dedicaron su vida a proteger a los brujos. A sus amigos les gustaba decir que eran como hadas, aunque esto sonase raro dado a que esas criaturas únicamente existían en las leyendas celtas, pero tenía mucho sentido una vez que se ponía a pensar en la forma que Evan usaba la magia, una muy distinta a la suya. Porque mientras ellas obraban de manera imperfecta, él lo hacía grácil, con una agilidad especial. Cada vez que miraba hacia arriba, sus ojos parecían brillar con destellos de oro, las puntas de su cabello se encendían con el Sol, haciendo parecer que lo que sea que lo estuviese rodeando fuese como un alo celestial.
Nessa no creía en los ángeles caídos, a pesar de que su mundo era como una cajita de sorpresas donde no sabría exactamente qué más encontrar, y él siempre se refería a sí mismo como un conjurador, lo cual se le acercaba. No obstante, continuaba confundida sobre el por qué él seguía sin querer revelar mucho sobre su especie, así como su miedo inexplicable a una persona tan sencilla como su padre.
─Tarde o temprano tendrá que saber que estamos saliendo, y es mejor que se entere formalmente que de otra manera ¿No lo crees así?
─Pues si me lo preguntas, prefiero el tarde ─respondió─ En serio, ando más ocupado pensando en cómo se lo tomará... y también en cómo escapar de aquí sin que me alcance una bala.
─Tonto ─Nessa se burló, todavía con la bolsa de plástico en sus manos─. Solo mantente cerca de mí y nada malo te pasará. O eso creo.
Evan se volteó rápidamente hacia ella, con tal brusquedad que su cabello se movió como un estandarte.
─¿Y eso qué significa?
─Nada ─ella dejó escapar una risita traviesa y se sostuvo de su brazo
─¿Entramos ahora?
Tras corresponder a su entusiasmo, él asintió, cautivado por la diversión que su rostro parecía transmitirle. Nessa tenía esa sonrisa que además de ser hermosa, también escondía algo de inocencia. Un rasgo nada común en una bruja y razón por la que Evan se encontraba completamente hechizado. Ella ni siquiera tuvo que intentarlo, ya lo tenía en sus manos desde el inicio, y creía saber el por qué, solo que prefería no averiguarlo.
─¡Papá! ─la escuchó gritar, y entonces su sonrisa de idiota se borró para abrirle paso a una interrogante ¿En qué momento habían entrado a la comisaría?
El lugar estaba lleno de oficiales. Algunos sentados en sus respectivos escritorios, otros comiendo donas o tomando café negro, pero por alguna extraña razón, todos parecían mirarlo como si fuera una cosa extraña. Una mosca a la que debían eliminar para ser más gráficos, y ahora que lo pensaba, quizás todos tenían algún tipo de complot entre ellos para proteger a la hija del sheriff que habían visto crecer.
Benjamin Queen acababa de colgar el teléfono cuando vió entrar a su hija. Parecía cansado, pero no lo suficiente como para no mostrarse feliz de verla.
─¡Qué agradable visita! Justo lo que necesitaba hoy ─exclamó, abriendo sus brazos para recibirla y dejar un beso sobre su cabello─ ¿Qué haces aquí, cielo?
─Vinimos a traerte el almuerzo ─ella le mostró la bolsa que traía y el olor de la salsa inundó sus fosas nasales─. Tacos de pollo con picante. Fui al puesto especialmente a comprarlos para ti.
El Sr. Queen se relamió los labios como un niño, extendiendo sus manos para que le pasara la bolsa:
─Moría por probar uno de estos. Qué delicia. Tengo a la hija más atenta del mundo, sí señor ─aplaudió, haciendo que Nessa se sintiera complacida. Le gustaba ayudar a su padre aún si eso solo significaba llevar un plato de comida a su trabajo para alegrarle el día─. Pero espera un segundo ¿Vinimos? ¿Por qué me hice la idea de que hablaste en plural?
─Porque lo hice, de hecho ─con una mirada inocente, Nessa señaló al chico que esperaba pacientemente sentado en la entrada de la comisaría, quien les dio una nerviosa sonrisa cuando se percató de que lo estaban observando.
El sheriff dejó escapar un profundo suspiro, seguido de un leve carraspeo de garganta que sirvió como advertencia para que Evan pegara un brinco de su silla y fuera a posicionarse al lado de Nessa. La pelinegra casi que podía sentir sus nervios haciéndole cosquillas en la nuca, pero, aun así, él no se dejó intimidar demasiado.
─Hola, Sr. Queen ─saludó Evan, dando cortos vistazos al cinturón del mayor, como si esperara que en cualquier momento este fuera a apuntarle con su pistola.
─Fairfax ─la expresión del sheriff era seria, mucho más amenazante que calmada─. Supongo que tú y mi hija tienen algo que decirme ¿O no?
─No señor. Oh perdón, sí señor.
El mayor asintió:
─Muy bien, estoy esperando.
Evan abrió la boca, como un pececito que busca aire, pero tan rápido como supo que no tenía ningún discurso preparado se mantuvo en silencio. Nessa entornó los ojos:
─Nosotros estamos...
─¡Saliendo! ─la interrumpió Evan de golpe─ Sí, eso creo... O no. Estábamos esperando decirle para hacerlo oficial.
Ella abrió mucho los ojos, impresionada por ese repentino arranque de valentía. Era increíble que Evan pudiera enfrentarse a una criatura monstruosa en medio del bosque, meterse en la casa de un desconocido en medio de la noche y ver un cadáver colgando de la punta de una noria, pero no ser capaz de sostener una conversación con el sheriff sin que la lengua se le enredara por el miedo.
Las facciones del Sr. Queen se endurecieron de a poco, mientras este respiraba regularmente, analizando la información cuidadosamente.
─Por favor no vayas a decir nada raro ─le pidió su hija, pero este hizo una mueca.
─Solo iba a decir que es preferible él que cualquier otro de los mequetrefes con los que has salido ─resaltó, todavía con sus ojos de depredador sobre el muchacho─. Me parece que no tengo que pedirte especialmente que la cuides, porque está demás.
─Por supuesto.
─Todo chico que se considere mi yerno debe hacerlo o de lo contrario no me importaría usar mi nueva HK...
─Suficiente por hoy, papá ─se entrometió Nessa, pero antes de marcharse tenía algo más que hacer─ ¿Crees que pueda hablar un minuto contigo en privado?
Tras esto, ella le pidió a Evan que esperara solo un momento en lo que su padre la guiaba a su oficina y ambos se sentaban en las sillas frente al escritorio. La puerta estaba abierta, pero nadie se atrevía a pasar a menos que el sheriff lo permitiera.
─No digas que lo dije, pero me agrada el muchacho ─dijo, causando que ella elevara ambas cejas.
─¿Porque te tiene miedo?
─El respeto y el miedo son dos palabras muy distintas, cariño. A los chicos hay que enseñarlos para que sepan que no deben cometer equivocaciones. Esa es la rutina que me creé cuando trajiste el primero a casa ─Nessa suspiró al escucharlo, menos mal que la actitud de su padre no había afectado en sus relaciones─ Muy bien ¿De qué querías hablar?
Los ojos de la pelinegra se abrieron, recordando la otra razón por la que había ido hasta allí. Inmediatamente se puso a registrar en su bolso de la escuela y sacó de allí una foto que dejó en las manos de su padre. Era un recorte para ser más precisos, que mostraba a una chica de más o menos la edad de Nessa. Sus ojos eran oscuros, dándole el toque de madurez que le faltaba a ese rostro de niña que poseía. Cabello negro corto, piel pálida y adorables facciones latinas.
─¿Esto es...
─Su nombre es Teresa Reyes ─le dijo─. Estudiaba en mi preparatoria por el tiempo en el que tú comenzaste a trabajar en la comisaría. Me preguntaba si... ¿De casualidad no sabes dónde puedo encontrarla?
Él pareció en un principio extrañado, luego su entrecejo se frunció, como si estuviera intentando recordar, hasta que dio con un dato que no sabía si le sería de interés.
─En aquel entonces eran muy pocos los adolescentes que se buscaban problemas, no como ahora, pero sí recuerdo algo sobre esta chica ─le dijo─ Recuerdo que ese día sus padres vinieron a poner una denuncia, alegando que un chico se la había llevado a la fuerza de su casa. Aunque muchos rumoreaban por ahí que las cosas no sucedieron de esa forma y que la joven había decidido escaparse con su hija.
─¿Hija? ─Nessa lo miró, destellos de curiosidad brillando en sus pupilas─ ¿Teresa Reyes era madre?
─Sí. Por aquellos años la taza de crímenes fue muy baja a comparación con la cantidad de embarazos adolescentes que hubo. Teresa Reyes no fue la excepción. Recuerdo que tu madre me comentó una vez que se había encontrado con ella en una cita para ver al ginecólogo cuando estaba embarazada de ti. Me dijo que ella era solo una niña a quien sus progenitores le prohibieron ver al padre de su bebé. Eran personas muy estiradas, no me extraña en lo absoluto que se haya ido. Nunca más se volvió a saber de ella ni tampoco de la familia, y el caso quedó olvidado.
Nessa se quedó pensativa. Su mente se había puesto a dar vueltas sin siquiera quererlo, pero toda esa información cayó sobre ella como un balde de agua fría, haciéndola sacar conclusiones unas detrás de otras.
─Cariño... ─su padre la llamó, provocando que ella se sobresaltara─ ¿Estás bien? ¿Por qué te interesa tanto saber de esta persona?
─No es nada, papá ─negó para mostrarle que no debía preocuparse─. Es solo que... en el anuario había una foto suya con los padres de Meredith y Harper, y pensé que si la buscaba, quizás podría averiguar qué fue lo que realmente pasó con ellos.
─Realmente no entiendo estos casos que te creas, pero si te sirve de algo, el propio Elliot McGregor y Kenna, la esposa del alcalde, dijeron que se habían ido. Los dejaron a cargo de las bebés y desaparecieron del mapa. Es normal el abandono cuando los adolescentes se sienten muy presionados por tan temprana responsabilidad. Lo que sí me resultó extraño fue que se marcharan el mismo día.
─Claro, gracias papá ─le dio una forzada sonrisa, recogió la foto y besó su mejilla antes partir.
Afuera, Evan no se atrevió a preguntarle por qué había salido de allí tan callada. Suponía que después ella le contaría con más calma, pero por el momento ambos tenían una reunión a la que asistir. Sin embargo, Nessa no dejaba de pensar en todo lo que le había dicho su padre, especialmente aquello que tenía que ver con Teresa Reyes. Si eso era cierto, entonces Nessa nunca había sido la bruja que el Sr. Sanderson estaba buscando. Había otra chica por ahí, probablemente sin saber de su verdadera naturaleza y ellas nunca la encontrarían a menos que dieran con el paradero de esa mujer. Desafortunadamente, no tenían otra pista que las guiara a menos que se dirigieran a sus padres, y apostaba el mundo a que Harper y Meredith no estarían de acuerdo.
Así que por el momento tan solo se quedaría con eso y la seguridad de que, donde sea que estuviese, debían encontrar a esa otra bruja y advertirle del peligro que corría.
●●●
La primera cosa que extrañó al trío de lobos al llegar al viejo caserón de la Abuela Blake, fue encontrar el pequeño estudio de Meredith atestado de piedras por casi todos lados. Con colores llamativos, brillantes, otras un poco más feas, violetas, negras, grises y hasta con aspecto de haber sido arrancadas de un arcoíris. También había velas encendidas, pero en menor cantidad, cuyo aroma era agradable y poco dulzón.
Felicity pareció reconocer el olor a romero y fresas que se paseaba por el ambiente, igual que el aromatizante de baño que solía comprar su madre en el supermercado. No le hizo falta mirar a su hermano para saber que él lo había notado también, pero Noah estaba más concentrado en observar cómo la pelirroja continuaba colocando las rocas por distintos lugares de la habitación.
No lucía mal. De hecho, daba una imagen muy armoniosa de aquel sitio, que no cabía duda que era una guarida para brujas, pero eso no lo hacía menos extraño.
─¿Por qué haces todo esto? ─preguntó al fin, siendo ignorado olímpicamente─. Son solo rocas, no creo que a nadie le importe si las pones en el jardín.
─Para tu información lobito, no son piedras, sino cristales ─Meredith se reincorporó y echó su flamante melena hacia atrás─ ¿Ves este collar? Tiene un rubí en el centro. Me gustan porque es un cristal de empoderamiento, energía y fuerza.
─¿Están queriendo decir que todas esas piedras son mágicas?
─No mágicas ─respondió Harper, quien había estado sentada aplastando una serie de hierbas con un maso─ Las gemas son usadas no solo en la brujería, pero incluso por psicólogos. Lo han llegado a conocer como gemoterapia. Canalizan las vibraciones frías y atraen abundancia, y también tienen propiedades curativas.
─Son formaciones naturales de la tierra y nosotros las utilizamos para encontrar equilibrio. En este caso... ─Meredith les mostró una serie de cristales que habían encima de la chimenea, justo al lado de una vela dorada y otra verde─ Usamos cristales de jade y citrino para honrar a la diosa Diana, permitiendo que nos regale de su fuerza cada día.
─Creí que eso de los dioses era cosa de religiosos ─aportó Nate.
─Oh, pero todas las religiones tienen su verdad. Tu puedes llamarlo como quieres, cada persona tiene derecho a elegir en qué creer.
─Así como están los que no creemos en absolutamente nada ─suspiró Felicity con los brazos cruzados.
Harper se volteó hacia ella.
─Tengo curiosidad por saber una cosa, pero no se me había ocurrido preguntarles hasta ahora ¿De dónde provienen los hombres lobo?
─Ou, no otra vez ─ella se volteó hacia su hermano─ Noah se sabe la historia mejor que yo ¿No es así, Noah?
─¿Eh? ─este levantó la cabeza, algo perdido─ ¿De qué hablamos?
─La historia de la tribu. La que nos repiten todo el tiempo.
─Ahh, ya. Pues verán, se dice que los licántropos descendemos de una línea antigua de indios cherokee que dedicaron parte de su vida a proteger a la Madre Naturaleza. Esta, en recompensa, les otorgó el don de convertirse en aquella criatura que su cacique escogiera, y Koda, que era su nombre, pidió treinta días para pensar hasta que una noche, mirando la Luna Llena, tomó su decisión. Él quería ser poderoso, intuitivo e inteligente como un...
─Lobo ─terminó Meredith, y al instante, la habitación se inundó con las risas de todos, justo en el momento que dos personas más irrumpían dentro.
─Hola a todos. Sentimos llegar tarde ─pronunció Nessa casi a la carrera, yendo directo hacia la mesa para comenzar a hojear el Libro de las Sombras sobre ella.
Evan se quedó junto a la manada, saludando a Nate con un escueto «¿Qué tal?».
─¿Dónde estaban ustedes dos? Son casi las dos de la tarde ─se quejó Mer, dándole un disimulado vistazo al libro por encima del hombro de la pelinegra. Inmediatamente, Harper la tomó por el borde de su blusa para ponerla en su lugar.
─Una cita con la policía, tacos y una pistola ─respondió el castaño, cuyo corazón todavía latía con más fuerza de lo normal. Nate abrió mucho los ojos.
─Suena divertidísimo.
Nessa continuó pasando página tras página. Algunos de los hechizos parecían pequeños y arcaicos, otros eran como algo sacado de un moderno libro de brujas: Un encanto para curar heridas. Para hacer que el clima cambie. Para conquistar hombres. Para cambiar su suerte. Para apartar del mal. Para bendecir a un recién nacido.
Para la protección contra cualquier amenaza, leyó al fin en una página amarillenta que había sido marcada por ella con un banderín de lana.
─Lo he encontrado ─anunció después de un minuto, provocando que todos se giraran hacia ella─. Pero como me temía, necesitamos de varios ingredientes para llevarlo a cabo.
─Todos podemos apoyar en la búsqueda si hace falta ─dijo Felicity, dando un paso al frente con su cabello castaño claro reluciendo bajo el reflejo de una vela.
─Me apunto. Esto será realmente interesante ─la apoyó su hermano.
Nessa tomó el libro entre sus manos y paseó su mirada por cada uno de ellos.
─Hay cosas aquí que fácilmente podemos sacar del supermercado, como la albahaca, el agua de lavanda, la pimienta negra y el polvo de anís.
─Déjame eso a mí ─saltó Meredith, haciendo sonar la punta de su tacón contra la madera del suelo─ Y también las velas que utilizaremos para realizar el ritual. Los olores tienen que ser especiales.
─Muy bien. Pero como ya decía, otras hierbas tendremos que buscarlas en el bosque.
Harper levantó la mano:
─Si me dejas, soy muy buena reconociendo plantas. Solo me tienes que dar la lista.
─El bosque es un lugar muy peligroso ahora, Harper ─la interrumpió Evan─. Especialmente para una bruja que sin su aquelarre se encuentra indefensa.
─Evan tiene razón. De ninguna forma vamos a permitir que lo hagas tú sola ─lo apoyó Nessa, siendo interrumpida por otra voz.
─Yo puedo ir con ella ─Nate dio un paso al frente, ofreciéndose a sí mismo como voluntario y provocando que el rostro de Harper se iluminara.
─¿Estás seguro?
─¿Por qué no? ─se encogió de hombros─ Sé que vosotras tenéis poderes, pero yo también puedo pelear.
Después de que la hija del sheriff asintiera en aprobación, ambos intercambiaron una mirada. Harper agradeciéndole y este dedicándole una sonrisa atractiva que a Felicity le resultó algo extraña.
No sabía qué estaba pasando, pero no le gustaba.
─Un diente de lobo ─continuó, y rápidamente la cabeza de los hermanos Corrigan giró en su dirección.
─¿Es acaso eso posible? ─cuestionó Meredith, volviendo a inclinarse para asegurarse de que era eso lo que verdaderamente pedía, pero la traducción de Nessa apenas era legible.
Ella asintió:
─Lo que oyes. Vamos a tener que pasar por tiendas de artículos cherokee si queremos encontrar algo como...
─Nosotros podemos conseguirlo ─interrumpió Felicity, y todas las miradas recayeron de vuelta en ella, incluída la de su hermano.
─¿A sí?
─Sonará asqueroso, pero mamá guardó nuestros colmillos luego de que se nos cayeran en la primera transformación ─explicó la fémina─ Solo necesitamos revisar su habitación y tomar uno.
Noah asintió:
─Vale, esa no me la sabía.
─Muy bien ─aplaudió Meredith─ Si eso es todo lo que necesitamos, entonces...
─No tan rápido Mer ─Nessa suspiró─, aún nos queda saber dónde rayos conseguiremos el polvo de hada.
Después de pasar segundos analizando tales palabras, automáticamente todos miraron a Evan, quien a sabiendas de que eso sucedería, alzó ambas manos como si se estuviera rindiendo.
─Vale, eso no es tan sencillo como creen.
─¿A qué esperas, Tinkerbell? ─lo empujó Nate─ Despliega tus alas y deja que tu polvo mágico caiga.
─Oigan que para obtener el polvo de hada se requiere de otro tipo de hechizo. Más sencillo claro está, pero necesitamos mezclar mi sangre con otro grupo de cosas.
─Descuida, lo haremos juntos ─Nessa puso una mano en su hombro y este la acarició con cariño antes de llevársela a los labios─ Mientras tanto, cada uno debe de tener los ingredientes para la tarde de domingo. Si hacemos el hechizo de protección y tenemos éxito, quizás podamos pensar en uno de rastreo para atrapar a la bestia.
Todos asintieron, mostrando su acuerdo, y una voz ajena se escuchó en la puerta del fondo.
─¡Oh Meri, me he tomado el atrevimiento de preparar algo para tus amigos! ─avisó la abuela Blake─. Supuse que estarían hambrientos después de la reunión y he horneado unos pasteles que están deliciosos.
─Wow, yo quiero ─dijo Noah, y sus ojos brillaron con emoción.
Meredith rodeó a la regordeta anciana por los hombros y le besó la mejilla:
─Muchas gracias, nana. Bajaremos en un momento. Solo déjanos recoger todas estas cosas.
─No se tarden, estaré llevando los jugos a la mesa del patio ─advirtió la mujer, recibiendo la sonrisa de todos en recompensa.
Nessa pensó que luego podría contarle la verdad sobre lo que había investigado a sus amigas, en un momento donde las tres estuvieran solas, sin comprometer lo que sabía de sus padres.
En el jardín, el Sol brillante de la tarde iluminaba la hierba y la superficie del agua en el pequeño estanque. Había una mesa de madera cubierta con un mantel cuadrado bajo el techo del porche y en ella se sentaron todos. El olor a harina con vainilla recién horneada se paseó por cada uno, atrapándolos mientras compartían ese momento.
Noah fue a robar una galleta, pero Meredith apartó su mano de un manotazo mientras se encargaba de rellenar su propio plato bajo la expresión sonriente de Harper, quien no separaba los labios de su vaso de jugo de naranja. Nate y Evan se daban golpecitos en los hombros, al igual que dos niños inmaduros, de vez en cuando despeinándose a propósito como si solo quisieran fastidiar a Nessa, cuyos regaños eran ignorados completamente.
La manda y el aquelarre de Salem interactuando unos con otros, pensó Felicity apoyada en el umbral de la puerta. Sintiendo que podría quedarse una eternidad observándolos.
Entonces, sus ojos volvieron a dar con la figura menuda de Nessa, con su cabellera larga y negra moviéndose graciosamente en lo que ella intentaba huir de Evan. Ambos riendo a la vez, abrazándose el uno al otro para ir hacia la mesa y unirse a sus amigos.
─No puedes interponerte entre ellos. Nada puede ─escuchó que una voz murmuraba a sus espaldas, y cuando se giró, allí estaba la abuela Blake.
La anciana la miró con un dije de lástima, pero Felicity se mostró confundida:
─¿A qué se refiere?
─Sus caminos tenían que cruzarse eventualmente. Para bien o para mal.
La chica lobo desvió sus ojos de vuelta a la pareja, y entonces, lo comprendió. Era obvio. Solo había que mirarlos para saber que ellos estaban unidos por algo mucho más fuerte que una simple atracción. Y eso, de alguna forma, le rompía el corazón.
─Lo siento mucho, mi niña ─susurró Ginny, posando la arrugada mano sobre el hombro de su chaqueta─
Pero la verdad es esa. El destino es inevitable y el suyo fue escrito hace muchísimo tiempo.
La anciana le dedicó una amarga sonrisa, pero Felicity continuaba sin separar sus ojos de la escena. Evan era la persona que Nessa quería. Felicity no tenía oportunidad alguna, jamás la tuvo, ellas solo eran amigas.
Las mejores amigas, volvió a pensar. Esta vez con un dolor inexplicable en el pecho. Quizás ya era hora de dejarlo ir.
─¡Fliss, ven con nosotros! ─la llamó ella desde su lugar, y la castaña sonrió, pero con una sonrisa apagada que nadie notó.
Iba a ser mucho más difícil de lo que creía, pero haría el intento de olvidar. Por su bien y por el de sus amigos. Si no quería terminar echándolo todo a perder.
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