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🔮... capítulo veinticuatro

Era como estar viendo una película en cámara lenta y a la vez estar allí, formando parte de todo.

Los pasos de Meredith eran el único sonido que se oía por aquella calle vacía, haciendo eco a través del silencio. Sus tacones rojo radiante relucían bajo la luz de las farolas mientras ella se las arreglaba para no dejar caer la bolsa de plástico que traía encima. Pero de pronto, la sensación de estar siendo observada chocó contra su nuca, paralizándola.

La saliva en el hueco de su garganta era ácida, pero la incertidumbre que recorría su cuerpo lo era aún más y ella se preparó para correr en el momento que un sonido siseante atravesó el canal de sus oídos y tomó forma de la gran silueta de un hombre al final de la calle.

Zaass

Nessa y Harper se reincorporaron de golpe, con sus respiraciones ahogadas en medio de su agitación.

Las manos de Meredith todavía sostenían fuertemente las suyas, pero ella lloraba con grandes lágrimas resbalando de sus mejillas.

—Iba a por mí —sollozó, emitiendo un chillido patético entre hipo e hipo.

Sus huesos todavía temblaban de solo recordarlo y el aliento se le quedaba atascado en la garganta con cada intento que hacía por contarles lo que había sucedido. Por esa razón, decidió mostrarles a través de sus recuerdos, para hacerlas sentir lo que ella sintió en ese momento.

Fue horrible. Solo hacía falta mirar su cara de horror para saberlo y ninguna de ellas nunca había visto a Meredith llorar con tanto miedo. Realmente creyó que no llegaría a escapar de allí con vida.

Instintivamente, ambas la rodearon con sus brazos, permitiendo así que su compañía y su calor la calmaran. Harper la sostuvo y acarició su espalda, mientras Nessa aferraba su cabeza a su pecho, aspirando el aroma de su pelo. Todo el llanto que Meredith no había sido capaz de liberar en medio de aquel encontronazo se desataba ahora delante de sus amigas.

—Está bien. Todo está bien ahora, estás a salvo aquí con nosotros. No te preocupes —susurró la apellidada McGregor, sintiendo que las lágrimas de la pelirroja le mojaban el camisón.

«Pero pudo no ser así» pensó Nessa. Ellas no habían estado con Meredith cuando todo ocurrió ¿Y si por un leve descuido esta hubiese acabado muerta? No quería ni imaginarlo.

—Sucedió demasiado rápido... y yo no fui capaz de usar mis poderes porque estaba demasiado asustada. Era como si no pudiera reaccionar. Mi mente decía muévete, pero mi cuerpo estaba paralizado de pies a cabeza.

Horribles visiones del cuerpo de Elizabeth Warren enterrado bajo la tierra fría llegaron a la mente de Nessa y ella negó. No iba a permitir que eso ocurriera con sus amigas.

—Esto no puede pasar de nuevo —dijo, ganándose la mirada de las otras dos— Tenemos que hacer algo...

—Claro que no sucederá. El ritual está listo para iniciarse —agregó Harper, ganándose una negación por su parte.

—No me refiero a eso. El hechizo solo nos protegerá del daño físico, pero cualquiera que intente herirnos directamente con otro hechizo puede revertirlo.

—¿Eso quiere decir que no seremos del todo indestructibles? —cuestionó Meredith, usando un tono bajo y preocupado en su voz.

—No completamente, claro está.

—Diosa, protégenos —Harper se llevó las manos a la cara, angustiada— A estas horas tendría que haber terminado de estudiar para un exámen de biología, pero mi cabeza me duele muchísimo.

—La mía dejó de preocuparse por la escuela hace mucho, puesto que hay cosas más urgentes que solucionar ahora —murmuró Mer— ¿Es que acaso soy la única que quiere saber por qué quieren matarnos?

Las tres se mantuvieron en silencio.

A Nessa le hubiera gustado decirles algo para hacerlas sentir menos estresadas, pero no se le ocurría nada. Además, las cosas se estaban volviendo demasiado complicadas como para tener algún pensamiento positivo. Dos brujas habían muerto, una de ellas fue atacada ¿Qué lado bueno podía tener eso?

—¿Saben? No he leído mucho sobre cazadores, pero me cuesta creer que después de tantos años vinieran a parar exactamente a Salem —Harper encogió sus labios—. Es decir ¿Por qué no antes? ¿Por qué precisamente ahora?

—Puede que ni siquiera fuera por nosotras —le siguió Mer— ¿Y si solo lo hizo porque también quiere cazar a la bestia?

Nessa frunció el entrecejo, no por confusión, sino meditando ante el argumento de su compañera. Casi que podía imaginarlo como una historia de cuentos: El cazador buscando a la criatura monstruosa que huyó y dio a parar a la ciudad de las brujas. Sí, tenía sentido que fuera así.

—Estoy cansada de basarme solo en argumentos y preguntas —suspiró Harper— Necesitamos respuestas. Alguna referencia sobre cazadores que estuvieron anteriormente en el pueblo.

—Quizás nuestros antepasados hallaron alguna vía para deshacerse de ellos. No podemos dejar que sigan aniquilando más brujas.

—Ni siquiera sabemos si somos las últimas.

—Chicas —Nessa las interrumpió, mirándolas con incertidumbre— Ayer estuve hablando con mi padre. Él me contó sobre Teresa Reyes y me dijo que antes de desaparecer ella había tenido un bebé.

Ambas brujas ladearon un poco la cabeza, asimilando sus palabras.

—Eso quiere decir...

—Que obviamente no somos las únicas —dijo Nessa, acabando la frase que había iniciado Meredith—, y así como ahora sabemos de ella, no dudo que también hayan muchas más. Puede que ni siquiera en el estado de Massachusetts, sino en otros lugares.

—Pero, por el momento, debemos preocuparnos por salvar nuestro pellejo aquí y ahora —interrumpió la castaña— Por eso mismo debemos iniciar el ritual ahora.

Nessa asintió:

—Tienes razón. Vamos.

La habitación de Mer estaba vacía, o por lo menos, el suelo estaba limpio y desnudo, a excepción de un círculo dibujado con tiza blanca. Había una serie de velas situadas en el centro, formando un anillo alrededor de un vol que contenía varias cosas. La abuela Blake ya debía de estar durmiendo, lo cual lo hacía el momento perfecto para proceder.

Meredith apagó todas las lámparas de la habitación, dejando como única luz la flamante llama de las velas, colocadas especialmente para seguridad, poder y sabiduría.

—Aquí están todos los ingredientes unidos —Harper tomó el vol entre sus manos y lo mostró, provocando que un olor embriagante de distintos tipos de hierbas se colara por sus fosas nasales. A una de ellas incluso le entraron ganas de estornudar— Es una mezcla que incluye romero, albahaca, agua de lavanda y polvo de anís.

Nessa trató de encontrar su lugar mientras ellas se organizaban, tomando cada una su posición dentro del círculo.

—¿Quien de ustedes guiará? —preguntó, puesto que todavía se sentía muy insegura para ser ella quien lo hiciera.

—Puedo hacerlo por ti —dijo Harper, extendiendo las manos para recibir el Libro de las Sombras y colocarlo a un lado del caldero— Ahora todas debemos recitar el cántico para comenzar.

Las tres se arrodillaron dentro del círculo, formando las puntas de un triángulo imperfecto. Cada una se fue pasando la daga de mango plateado para pinchar la punta de su dedo anular y, con la sangre que salió de este, dibujar sobre el suelo el símbolo de su aquelarre. Un pentágono de cinco puntas.

—Divina diosa, escucha el llamado, haz que todo mal se vaya de nuestro lado.

Seguidamente, Harper se puso en pie y tomó una vela de las que habían alrededor para ponerla en alto por encima de sus cabezas.

Todas centraron su atención en ella, como si fuera el Sol en el cielo.

—En esta noche, yo invoco al poder del fuego para que me proteja de todo aquel que quiera dañarme, ya sea de forma física, mental, emocional o espiritual

Ella se giró hacia donde estaba Meredith y extendió la luz en su dirección.

—¡Nada del Sur puede dañarme!

Nessa se obligó a creer que esa pequeña llama la rodeaba como una pared de fuego, protegiéndola de todo mal y envolviéndola al igual que una cálida frazada. La voz de Harper volvió a escucharse:

—¡Nada del Oeste puede dañarme!

Su cabello chocolate parecía prenderse salvajemente con el brillo del fuego y su sombra en la pared era un fantasma que se hacía más grande a medida que caminaba dentro del círculo.

—¡Nada del Norte puede dañarme!

Entonces la pared de luz creció, lo mismo en intensidad que en poder, cubriéndolas dentro de aquella quieta habitación, con las flamas de los candiles bailando violentamente.

—¡Nada del Este puede dañarme!

La pelinegra sintió un escalofrío, pero este fue rápidamente aliviado por la sensación del fuego, como si realmente estuviera allí.

Hubo unos segundos de silencio, solo interrumpidos por el sonido del vol cuando la bruja hundió sus dedos en el líquido aceitoso y de olor fuertísimo. Este goteó. Deslizándose por sus uñas en lo que ella acercaba la mano a su cara para trazar un círculo en su frente. Luego hizo lo mismo con la frente de Meredith, y por último la de Nessa. Esta sintió que la pósima estaba muy caliente, tanto que le quemó cuando hizo contacto con su piel.

—Diosa Diana, te suplicamos que nos cubras con tu manto protector.

Cuando la joven McGregor terminó de pronunciar estas palabras, les pidió a sus compañeras que se unieran a ella en el centro. Las tres se tomaron de las manos alrededor del caldero, con los ojos cerrados. Nessa se imaginó la pared de fuego rodeando no solo su propio cuerpo, sino a todo su aquelarre, como si fueran una sola.

Acto seguido, escuchó cómo Harper culminaba con el hechizo:

Guardianes del Este, Sur, Oeste y Norte

Poderes del Aire, Fuego, Agua y Tierra.

Gracias por unirse a mi círculo

Desplieguen su protección sobre nosotras ahora y siempre

Este es mi comando, y que así sea.

Una a una, las tres fueron abriendo los ojos.

—¿Funcionó? —Meredith hizo una mueca, pues la mancha de ungüento en su frente comenzaba a molestarle.

—Creo que sí. Cumplimos todo al pie de la letra.

—No todo —Nessa volvió a interrumpirlas. Ella revisó en su abrigo y sacó el colmillo que los mellizos Corrigan habían conseguido para ella.

Harper y Meredith lo miraron con desentendimiento.

—No leí que necesitáramos de esa herramienta en específico ¿Para qué la tienes?

—Para esto —sin aún salir del círculo, Nessa se agachó y hundió la punta del colmillo en la pócima para escribir algo en el suelo.

Eran tres nombres: Felicity, Noah y Nathaniel.

Rápidamente sus amigas parecieron comprender, sintiendo una ola de sensaciones positivas dentro de su pecho. Más específicamente en sus corazones.

—Ellos han cumplido con su parte del trato, y ahora es nuestro turno de demostrar cuán agradecidas estamos por eso —murmuró la pelinegra— Y en el fondo, saben que no les desagradan del todo ¿No es así?

En medio del silencio, Meredith se abrazó a sí misma por encima de la tela que cubría su cuerpo en forma de un abrigo de lana. Los mechones de cabello pelirrojo se le escapaban de la coleta, cayendo delante de su cara.

—Felicity puede ser muy pesada a veces, pero tiene carácter y eso me agrada —pronunció, escueta, pero sinceramente.

—Yo conozco a Noah desde que éramos niños. No es un mal chico, solo necesita apoyo para vencer sus demonios —continuó Nessa, y Harper sonrió inconscientemente.

—A mí me gusta que Nate intente hacerme reír... aunque sabe que no se le dan bien las bromas.

Las tres ya sabían qué hacer. Un acto desinteresado que no les costaría nada, mas que ofrecer su escudo para que este se ampliara hacia las personas por las que comenzaban a sentir cierta simpatía.

Decididas, volvieron a juntar sus manos y dejaron que fuera Nessa quien las guiara con las palabras:

Hago uso de la magia que me ha sido dada

Para dar de mi protección a esta manada

Los bosques lloran, las flores crecen

Infortunio y mal desaparecen

A ese lobo que la luna ha elegido

Por el poder de este aquelarre será bendecido.

Nessa pensó que su escudo era como una burbuja de helio impenetrable, la cual se iba haciendo cada vez más ancha y abarcaba los corazones de sus amigos, los licántropos, para que no pudieran ser perturbados. La diosa de la Luna estaba con ellos, de eso no cabía duda, y aunque todavía le resultase un tanto extraño creer en todos esos mitos, tenía la seguridad de que una fuerza superior los guardaba con su escudo de vida para mantenerlos seguros.

Harper estrechó cariñosamente su mano cuando el ritual hubo terminado y la pelinegra abrió los ojos para ver que esta la miraba con admiración, de la misma forma en la que Nessa solía verla a ella siempre. Entonces, Meredith sonrió, y antes de siquiera darse cuenta, la tres estaban mirándose unas a otras, haciéndola pensar que ellas eran parte de algo mucho más grande.

—Quería darte las gracias, Ness —murmuró la pelirroja, por un momento apagando el brillo de sus ojos dorados. Nessa creía estar alucinando ¿Realmente Meredith Blake le estaba agradeciendo?

—¿Por qué? No he hecho nada.

—Eso no es verdad. Sin tí no habríamos podido cerrar el aquelarre y nos encontraríamos indefensas ante el peligro de los cazadores —agregó Harper.

—Además, nos permites destacar, a pesar de ser tú quien estudia el Libro de las Sombras. Eso es más de lo que alguna vez Jess hizo por nosotros.

—¿Cómo? —Nessa frunció el entrecejo— ¿Ella no las dejaba guiar los rituales?

—Jessica era nuestra líder, ella era quien nos guiaba, y lo que decía era ley —respondió Meredith con normalidad, pero con una pizca de resentimiento en su voz— "Yo nos he descubierto" solía decir, eso le daba el crédito para ser la voz de mando.

El entrecejo de la hija del sheriff volvió a arrugarse con molestia, a la vez que sentía calor en sus mejillas ¿Cómo era eso posible? ¿No se suponía que los miembros de un aquelarre debían tener las mismas opiniones? Los votos de Meredith y Harper eran igual de importantes que los suyos. E incluso si en algún momento decidían hacer de una su líder, esta tendría que contar con lo que ellas tuvieran para decir.

—Eso está mal.

—Por ley, cada aquelarre debe escoger a su propio líder —dijo Harper.

—Pues aquí no será así. Somos como los tres mosqueteros ¿Verdad? Tenemos que tomar una decisión unánime con la que todas estemos de acuerdo, porque de esa manera es como funcionan los buenos equipos.

Ellas asintieron, pero estaba claro que haber mencionado a los muertos trajo algún tipo de pesar a sus personas. Nessa nunca había querido preguntarles tanto por su relación con Jessica hasta ese momento.

—Ya es tarde. Vais a quedaros a dormir aquí —dijo Meredith segundos después, sin siquiera preguntarles qué pensaban acerca de la idea. Ella simplemente asumió que no se irían solas con tal oscuridad.

Harper parecía muy a gusto, pero Nessa estaba azorada por la facilidad con que hizo la oferta. Pronto ella estaba llevando uno de los camisones de la pelirroja, que por ser ella, le llegaba más abajo del trasero y su estatura no la ayudaba mucho en cuanto a la talla.

Mientras las veía preparar la cama, la pelinegra se aferró a una frazada, sin saber a dónde dirigirse.

—Esto hum... ¿No tienes otra sábana para poner en el suelo? —cuando ella hizo esta pregunta, las otras la miraron con extrañeza.

—Tu no vas a dormir en el suelo —rio Harper después, estando ya recostada en la cama.

—Entonces ¿Dónde?

—Aquí —Meredith palmeó un rincón a su lado— El colchón es grande y nosotras somos muy delgadas, hay suficiente espacio para las tres.

—No quiero molestar.

—Oh, no seas tonta. Ven, acuéstate.

Meredith acarició la cama al lado de ella, cerrando sus ojos mientras Harper apartaba la manta para que Nessa pudiera gatear hasta ellas y recostarse justo en medio de las dos. No se sentía incómodo. De hecho, era agradable y la sensación de soledad se había esfumado por una que le transmitía completa seguridad.

—Dulces sueños, Nessa —escuchó que Harper decía, al tiempo que Mer se movía sobre la cama para darle la espalda.

Ella simplemente cerró los ojos, demasiado cansada por todo, y se quedó dormida allí, con una de sus amigas mirando al lado contrario para que no escuchara sus ronquidos y la otra aferrada a su brazo al igual que a un muñeco de felpa.

Las cortinas de la habitación no se movían debido a que las ventanas se encontraban cerradas, pero una silueta fantasmal las seguía observando desde el cristal, con su cabello rubio irrandiando luz propia y su rostro frío como un témpano de hielo. Transmitiendo odio.

Algo no le estaba gustando a Jessica, y creía hacerse una idea de qué se trataba.

●●●

Evan tocó la tierra que pisaba con su mano abierta, percibiendo a través de esta lo turbio y agitado que se encontraba el corazón del bosque a esas horas de la noche. Podía escuchar el murmullo de las ramas con dirección al Este y sintió una ligera, pero reconfortante, brisa salada proveniente de la costa a muchos kilómetros.

Se puso en pie otra vez y la maleza se extendía tras su espalda, profunda y de algún modo misteriosa. Las hojas de encaje esmerilado estaban tranquilas, danzando al compás del viento. El suspiró y sostuvo la energía en su interior mientras se dedicaba a meditar con los ojos cerrados, siendo capaz de sentir todo aquello que las criaturas y seres vivos del bosque percibían por igual, como si un cordón de oro saliera de él y tocara a cada uno de ellos.

Una luna amarilla, algo más de la mitad llena, estaba creciendo por encima de las copas y Evan tuvo la incómoda sensación de ser espiado cuando se quedó observándola.

—¿Para qué me pediste venir? —escuchó una voz femenina que apareció de la nada.

Él se volteó y vio a Felicity delante suyo, con las manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta de cuero. Su cabello castaño claro estaba trenzado y sus ojos iluminados del color del más misterioso océano.

La cara de la mujer lobo era la misma de siempre: intrigada y orgullosa, con los pómulos altos y la boca cerrada.

—Necesito tu ayuda —la enfrentó, así como ella lo estaba desafiando.

Tras esto, Felicity puso los ojos en blanco con algo de fastidio.

—Evan, seamos sinceros el uno con el otro. Nunca me has agradado ¿Qué te hace pensar que iba querer ayudarte?

—Es importante —resaltó—, para proteger a las brujas.

Fliss suspiró, sabiendo que no podría irse con esa excusa de fondo. De todas formas, si no le hubiese interesado no habría ido allí en primer lugar

—¿Qué es lo que quieres?

—Necesito que te tomes esto —él te extendió un frasco, con un líquido púrpura en su interior. Felicity pudo pensar en eso como una pócima o algo así, pero cuando lo bebió, este le supo a una mezcla entre arándanos y tierra.

Quiso vomitar nada más tragarlo, pero tras emitir una mueca de asco, sus sentidos sobrenaturales se activaron. De repente, todos los olores a su alrededor se hicieron más fuertes, así como la sensibilidad de sus oídos.

—¿Qué es eso que me has dado? —exigió saber, recordando la enseñanza de Alicia, el pastel y la palabra Cómeme.

—Solo hazme saber si tú también lo sientes.

Ella no supo de qué precisamente le estaba hablando, pero al instante, captó un aroma nada peculiar en el aire. Musgos, perfume y carbón. Tal parecía ser que la persona que lo poseía deseaba ser encontrada.

—Lo tengo, pero está algo lejos de aquí —anunció— Vas a necesitar un coche para seguirme.

—No importa. Estaré justo detrás.

Pronto, los dos echaron a correr por el bosque, tratando de no perderse de vista por igual. Felicity era rápida —además de la mejor olfateadora de la manada—, no perdería el rastro a menos que estuviera en otra ciudad. Por supuesto, sus poderes sobrenaturales la ayudaban a superar a Evan en rapidez y agilidad, permitiéndole sobrepasar cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. No obstante, él no se quedaba muy atrás. No era un hombre lobo, pero sus poderes le permitían ganar velocidad cuando la carrera se iba haciendo más larga, lo que sorprendió tremendamente a Felicity.

¿Qué otro secreto les estaría ocultando?

Finalmente, llegaron hasta un claro donde los árboles se encontraban más cerca unos de otros y Fliss se concentró en calmar sus respiraciones en lo que escuchaba el sonido del agitado corazón del castaño a su lado.

Este miró hacia la luz roja que provenía del claro, y fue entonces cuando los dos vieron la misma figura delante de la hoguera. Su cabello dorado como los rayos del Sol eran abrazados por la luz del fuego, pero la mujer estaba de espaldas, de forma que ninguno de los dos pudo verle el rostro.

Ella abrió los brazos, extendiendo sus manos, como si quisiera invocar un poder que iba más allá de las potentes llamas

—Sorores meas ad me terra —pronunció con voz ronca, una que fue aumentando su volúmen a medida que iba repitiendo la misma frase.

«Sorores meas ad me terra»

—¿Qué está haciendo? —susurró Felicity en su oído, haciendo que la piel de Evan se crispara.

—Un conjuro —respondió—, para encontrar al aquelarre.

La voz de la mujer siguió pronunciando el cántico repetidamente, pero no se volteó en ningún momento. Parecía estar concentrada, con sus dos pies clavados en el suelo al igual que estacas.Ella era consciente de que estaba siendo observada, pero eso no le importó.

«¿Será una cazadora?» se preguntó el chico, y de ser así ¿Por qué fue su olor lo que los llevó a ella? ¿Qué clase de plan traía entre manos? Definitivamente, si no formaba parte de un clan, podía tener todas las respuestas que ellos estaban buscando.

—No puedo verla —protestó Fliss— Deberíamos ir más cerca.

—Felicity detente —Evan la detuvo sujetando su brazo— ¿Escuchas eso?

La mujer lobo aguzó sus oídos. El ruido chillón y constante se acercaba de forma repetitiva, siendo casi insoportable, pero muy evidente de reconocer.

—Sirenas —murmuró— ¿Qué habrá pasado para que la policía necesite tantas patrullas?

En lugar de recibir una respuesta o una opinión, Evan se mantuvo en silencio, concentrado en el ruido como si quisiera escuchar a distancia cuál era la razón de todo ese jaleo.

Luego, tomó a la chica lobo del brazo para volver a dirigirse hacia la fogata con el objetivo de acercarse y atrapar a la mujer misteriosa con un hechizo de contención, pero había un problema...

Cuando ambos se voltearon, ya ella no estaba allí.






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