🔮... capítulo veinticinco
El salón estaba sumido en la oscuridad cuando Raven llegó a casa esa noche, después de haber pasado toda la tarde trabajando en la juguetería de su tía Agatha. Las nubes habían cubierto el cielo en su totalidad, producto del implacable viento que movía la copa de los árboles en una tonada casi susurrante, impulsando hojas y haciendo que su bicicleta cayera al suelo de la acera.
A sus oídos llegó el sonido repetitivo de la campanilla del porche mientras él revisaba su mochila, chocando su mano contra un paquete de caramelos.
Un solo farol en toda la calle para iluminar su camino. Parecía ser que ya se había acostumbrado a esto.
"Carajo" maldijo, siendo consciente de todo el desorden que traía encima. Finalmente dando con su llave segundos después, cuando ya el frío comenzaba a calar bajo su ropa. Desde afuera, las sombras siguieron sus pasos hasta que la puerta chirriante se cerró tras su espalda, haciéndolo saltar tras el impacto.
Él pensó que sus padres no estarían, pues todo parecía igual de solo y abandonado que siempre. Los viajes de trabajo solían durar varios días y era en esos momentos cuando le hubiera gustado encargar una pizza en Pablo's, acompañado de una coca cola para ver la televisión hasta muy tarde. Desafortunadamente, se dio cuenta de que había alguna falla en la luz cuando tocó el interruptor y todo se mantuvo en la misma lobreguez.
Otra ráfaga de aire nocturno bailó alrededor de la casa, concentrándose en cada partícula de polvo que hizo resonar las antiguas tejas del techo, como si quisieran advertirle entre quejidos bajos: Él está muy cerca.
Raven revisó su celular una vez más, esperando tener algún mensaje de Nessa que confirmara su salida de mañana, pero el buzón estaba vacío. Desde que ella se había juntado con esas dos chicas, prácticamente solo la veía en los pasillos, como si no tuviera tiempo para nada más. Solo esperaba que no hubiese olvidado su promesa.
Tras deshacerse de su abrigo, comenzó a caminar hacia su cuarto con el objetivo de terminar una presentación importante. Sin embargo, algo lo detuvo.
No habían sido las ventanas, ni tampoco el techo. El ruido era más fuerte, similar al golpe de una piedra contra la puerta. Su entrecejo se arrugó ligeramente, al tiempo que recogía la linterna de la mesa y se encaminaba a inspeccionar, asegurándose de que ningún ladrón se hubiera colado en su patio.
Extrañamente, todo lucía en orden de una forma muy espeluznante como pasaba en las películas de terror; la calma antes de que terminara habiendo una víctima en la casa solitaria.
"Boberías" se dijo, era su imaginación.
Excepto que pudo haber jurado que las puertas del granero estaban cerradas cuando se fue esa tarde. Bien podría haber pasado ese detalle por alto. Todo en ese lugar era tan oscuro, tan quieto, pintado con la gama de colores más tristes que pudieran existir en la ciudad. Anunciando la llegada inminente del mal a su puerta.
El aire y las hojas fueron la banda sonora que inició la cuenta regresiva desde el momento que puso un pie sobre la tierra húmeda del patio, fuera de los contornos del que habría sido un lugar seguro de no ser porque su curiosidad venció todas las barreras que le hubiesen impedido salir afuera.
Raven volvió a escuchar el sonido sordo de sus pasos contra la madera del piso, preguntándose si era él quien lo estaba creando o solo era un producto de su perturbada imaginación en medio de aquel vacío inexplicable que devoraba su hogar. No quiso buscar más explicaciones y regresó al interior de la casa intentando no pensar en ello a la vez que aseguraba puertas y ventanas.
Nada allí podría asustarle. Ni siquiera sus propios pensamientos.
Sin embargo, aun creyendo que estaba a salvo, Raven tenía la vaga sensación de que algo ocurriría.
Y no se equivocaba.
Dos golpes en la puerta, ruidosos y certeros. No pudo haber sido el viento. Tal vez había alguien afuera, así que se acercó a revisar.
Un ojo vio por la mirilla y no había absolutamente nada; todo estaba tranquilo y silencioso... hasta que creyó ver una sombra atravesando el lugar como una nube negra. Su piel se erizó y su cuerpo se tensó al instante.
—No tengas miedo. Todo está en tu cabeza.
Abrió la puerta cargándose de valentía, salió al porche y no había nada.
Seriamente creyó que todo había sido producto de su mente engañosa, caminando un poco más afuera con el viento como única compañía. Apenas dio media vuelta cuando sintió que algo lo tomaba de la camisa con fuerza, lanzándolo por los aires hasta aterrizar sobre el césped y parte del suelo pedregoso. La cabeza le dolía, no le había dado tiempo ni siquiera de gritar; pero estaba espantado, aterrado como nunca en su vida.
Se llevó una mano a la cabeza y esta sangraba. Tembloroso, miró hacia arriba, captando el brillo de un par de ojos rojos y un rugido aterrador surgió de aquella abominación que tenía delante; similar a un animal horrendo que tenía su atención puesta en él.
Lentamente, Raven fue retrocediendo, pero esa no fue una buena elección.
—¡Ayuda! —quiso gritar cuando tomó su pierna y sus garras se clavaron en él, desgarrando la tela y la carne a su paso.
Se miró con horror, su cuerpo dolía como el infierno. Quiso huir con la poca fuerza que le quedaba, logrando escurrirse para ir cojeando hacia el granero. Las hojas resecas tronaban bajo sus zapatos y no tan lejos se escuchaba el sonido de estas al ser barridas.
Aquella fue la última vez que pudo jurar que estaba vivo.
Supo que no podría escapar cuando volvió a caer, bañado por la oscuridad y cubierto por aquella figura enorme y deforme. Cerró los ojos y pensó en Nessa, rogaba porque no se lamentara, ya que no podría verla a la mañana siguiente.
Las garras impactaron contra su abdomen; haciéndolo gritar con todas sus fuerzas. La sangre emanaba a borbotones, salpicando las paredes y el olor inconfundible aumentó sus ansias de más.
Pronto ya no quedaría nada.
Las patas de garras afiladas como cuchillas abrieron su cuerpo desde el esternón, rasgó parte de su cara cuando se inclinó y desfalcó su interior sin ningún remordimiento, regando sus órganos sobre el barro. La piel morena se enterraba en sus dientes, regocijándose como si hubiera logrado su cometido. Con el hocico rojo, se había saciado hasta llegar a los huesos.
El cuerpo de Raven, tendido, expuesto e irreconocible, estaba siendo abrazado por la oscuridad de su última noche.
●●●
El sonido del teléfono hizo que abriera los ojos de golpe, tanteando con sus manos alrededor para ver si lograba encontrarlo.
—Solo cógelo —gimió la pelirroja a su lado, todavía medio dormida cuando Nessa divisó el trasto encima de la mesita junto a la cama.
Ella la empujó y esta rodó sobre la cama hasta caer de cueces al suelo envuelta en la sábana de algodón, permitiéndole así llegar hasta el objeto que no dejaba de vibrar y cuya música solo hizo que Meredith volviera a caer rendida sobre la almohada.
Apenas un hilo de luz traspasaba las cortinas que seguían cerradas, probando que ya estaba amaneciendo cuando ella colocó la bocina en su oreja.
—Hola papá ¿Qué pasa?
Transcurrieron solo segundos, pero en medio de esto, las otras pudieron ver cómo su cara dejó de ser chata y sus labios se fueron abriendo con lentitud. Ya no creía ser capaz de escuchar el pitido de la voz del sheriff en su oído, simplemente estaba allí, paralizada, con un sabor amargo en la garganta que podría haberla hecho vomitar de no ser porque se sentía demasiado ida.
Ella palideció, creyendo escuchar la voz de las chicas preguntando qué ocurría. Pero en lugar de responder, el celular dio a parar contra la superficie del piso.
Cuando por fin dio en sí, sus pies ya estaban recorriendo las calles de Salem a una velocidad antinatural. El corazón le martilleaba con fuerza dentro del pecho, haciéndola respirar frenéticamente mientras sentía cómo el aire frío de la mañana la arrastraba consigo por el asfalto.
Sin detenerse, Nessa continuó corriendo hasta llegar al frente de la casa de los Logan. Sus pies y su pecho ardían por el esfuerzo, haciéndola jadear bajo el cielo gris que se había tragado al Sol, y el balanceo de las ramas de los árboles era tan bajo, que daba la impresión de estar escuchando las teclas de un triste piano en la lejanía.
Ella vió a todas las personas rodeando la casa. Algunas murmurando y otras llorando. El perímetro estaba rodeado por cintas de color amarillo y la ambulancia junto con los coches de la policía estaban aparcados por toda la manzana.
«¿Qué fue lo que pasó?» podía escuchar. «Sus padres no estaban en casa» «Pobre joven» «No merecía esto».
A lo lejos, vio a la madre de los mellizos Corrigan abrazando a Felicity y Noah contra sí, asustada de lo que sea que hubiese pasado. Mientras su esposo, Chase, se acercaba para ver cómo sacaban el cadáver de la casa.
Nessa tragó en seco, deseando desde lo más profundo de su ser que no fuera él, que no estuviera muerto. Pero reconoció el anillo que colgaba de la mano que no había sido cubierta por la sábana, y entonces explotó.
De su garganta escapó un grito desgarrador, tan lastimero como el de un animal herido. Sus ojos se llenaron de lágrimas y cayó de rodillas contra el asfalto de la calle.
Había tenido el instinto de correr detrás de él, pero el agarre de alguien la mantuvo fija en su sitio.
A pesar de sus protestas, Harper y Meredith la siguieron sujetando. Dejándola llorar descontroladamente mientras la abrazaban con la sensación de que sus lágrimas le sabían a sangre. Ella se aferró a sus brazos, sintiendo que eran el único soporte que tenía en esos momentos, mientras horribles imágenes del cuerpo de Raven aparecían en su cabeza.
Lejos de esa escena, un afectado Evan se las había arreglado para colarse con el sheriff en la escena del crímen, y a pesar de que este le pidió que se marchara, él insistió en que no estorbaría.
Ahora miraba fijamente la pared del granero. Manchada con la sangre de su amigo por todos lados. Al igual que si fuera una pintura macabra con un mensaje que no era para él, pero que igualmente enfrió su sangre como si lo fuera.
«Sanguis non dimittet peccata tua»
La sangre no perdonará vuestros pecados.
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