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🔮... capítulo veinte

Cuando el Sol se ocultó tras el horizonte, el interior de la habitación púrpura de Nessa desprendía una luz tenue que venía del pequeño tocador junto al espejo. Allí, enfundada en un vestido de terciopelo negro que le llegaba hasta las rodillas, terminaba de darse los últimos toques antes de que su pareja llegara. Su piel desprendía un embriagante olor a jazmines, y su pelo, recogido en una coleta sencilla, parecía haber sido peinado con estrellas.

Un desorden tremendo de brochas, sombras y labiales se encontraba ante sus ojos.

─Eleva el rostro, eso es ─ordenó Jessica, poniendo su cabeza muy cerca del hombro de Nessa─ Mm, no puede ser que después de tanta base todavía se te noten las pecas. Pásate el colorete.

Sin protestar, ella así lo hizo.

Desde que había decidido ser quien la ayudara a prepararse para el Baile de Halloween, Jessica no le permitió opinar ni esto ni aquello en cuanto a su aspecto porque se negaba a dejarla arruinar el encanto de la imagen que tenía en mente. La obligó a tomar un baño caliente con un montón de fragancias que compraron en el Centro Comercial, algunas que contenían romero e incluso polvo de pétalos de rosa que hacían al agua más espumosa. Nessa nunca se había sentido tan cálida y limpia en su vida como cuando salió del cuarto de baño envuelta en su kimono blanco, e incluso en ese momento, ya Jess la esperaba con emoción desbordante para seguir con su tarea.

─¿Sabes? Podrías pedirle algo de agua de lavanda y tomillo a las chicas si quieres que tu cuello huela bien. Yo lo usaba en el baño todo el tiempo. Te deja la piel muy perfumada ─agregó la rubia, aspirando el aroma que traían los paquetes de pupurrí encima de los estantes.

Nessa saltó:

─En el Libro de las Sombras hay algunos métodos de belleza también. Estuve leyendo y...

─No hables ─le cortó rápidamente, su voz sonaba apresurada─ La primera regla de cuando estás preparándote es permanecer siempre con la boca cerrada, así no te arruinas el maquillaje y yo puedo concentrarme.

Habían pasado casi media hora en medio de instrucciones desconcertantes, pidiendo que mirara hacia arriba, luego hacia abajo y después ordenándole que usara tal y tal color en los ojos.

─Iluminador de almendras, ya mismo. Tienes pómulos lindos y hay que resaltarlos venga.

Con un ojo cerrado y el otro abierto, Nessa tuvo tremendas ganas de reírse. Eso era divertido aparte de todo.

─Muy bien, ahora ponte un poco de sombra clara y brillo de labios nude ─Jessica suspiró con las manos tomadas al igual que una niña─ No te olvides de poner una gota de perfume detrás del lóbulo de la oreja.

Minutos después, la rubia la obligó a voltearse para quedar frente a ella delante de la cama y chasqueó los dedos con un sonido muy similar a la explosión de una burbuja de chicle.

─Perfecta ─al escucharla, Nessa se obligó a sonreír.

─Estás disfrutando esto ¿No es así?

─Desde que era una niña y robaba los vestidos de mi madre del ático para probármelos ─respondió─ Las chicas y yo solíamos hacer esto también. Nos veíamos en mi casa y nos arreglábamos juntas antes de cada fiesta.

Nessa casi que podía imaginarse a las tres en una misma habitación, riendo, escuchando música e intercambiando piezas de ropa.

─Meredith era quien siempre se encargaba del peinado y Harper solía encontrar las mejores aromas ─continuó con un toque de nostalgia en su voz─. Deben seguir haciéndolo de seguro.

La pelinegra recordó que Harper le había dicho que se verían en su casa para arreglarse, pero ella se negó porque Evan la recogería directamente en la suya.

─Ven. Vamos a ponerte los zapatos ─Jessica tomó sus manos, la obligó a sentarse en la cama y luego a ponerse de pie de nuevo─ Ahora sí que estás lista.

Finalmente, cuando el trabajo estuvo hecho, Nessa pudo dejar que sus brazos descansaran al lado de su cuerpo y miró el resultado, con Jessica justo a su lado. El cristal reflejaba a una chica encantadora, de cabello oscuro y ondulado como el de una princesa. El brillo leve de su rostro pareció resplandecer cuando lo volteó un poco, dándole un aire más delicado.

Ella pensó que no podía ser, porque su cara nunca había tenido esa luz, ni esa chispa que hacía a sus ojos más profundos. Simplemente le costaba reconocerse.

─Mira eso. A que nunca pensaste verte así de fabulosa, Queen.

Ella asintió, viendo su delgado cuello, sus hombros al descubierto y la sonrisa boba que no la abandonaba.

─Mi rostro está diferente.

─Es por el rubor. Te hace más misteriosa.

─Puede ser. Gracias a tí luzco como una modelo.

Jessica estalló en risas.

─No amor ¡Luces como una bruja! Regocíjate ─exclamó.

Nessa se sintió afortunada de alguna forma. Antes había creído que Jessica Sanderson era una zorra que le gustaba sentirse superior a los demás, pero no era cierto ─o no del todo─, porque también era muy generosa con las personas que conocía.

─Todavía siento que te falta algo, pero no sé qué es.

De pronto, Nessa creyó tener la respuesta.

─Mi collar ─dijo.

Registró dentro de un gabinete y sacó la cadena con la estrella de obsidiana negra que hacía un contraste perfecto con su cabello. Jessica asintió, como si estuviera muy de acuerdo con su elección, y entonces, el timbre de la casa sonó.

─Ahí llegó tu galán. No lo hagas esperar.

─¿No vendrás? ─preguntó Nessa, volteándose antes de salir de su habitación.

─Solo quería darte algo de privacidad, querida. Ya me verás allá.

─Adiós entonces.

Ella soltó un leve jadeo mientras bajaba las escaleras con los nervios a flor de piel. Evan estaba allí en la entrada cuando se detuvo en el descanso. Su padre lo había acorralado y ambos hablan sobre algún tema que ella no podía escuchar, pero a juzgar por la mirada severa del Sr. Queen, seguro le estaba advirtiendo a qué hora debía traerla de vuelta a casa.

No obstante, cuando carraspeó ligeramente para captar su atención, la sonrisa miedosa que tenía el chico en su cara se esfumó.

Por un largo momento Evan se mantuvo observándola, omnubilado, y eso hizo que una eufórica sonrisa se colara entre los labios de Nessa. Bien había dicho Jess que esa noche se vería irresistible.

─Estás fantástica, cariño.

─Gracias, papá.

-Quizás demasiado.

El Sr. Queen le dedicó una mirada asesina al chico de apellido Fairfax, pero este seguía sonriendo a Nessa.

─Estás... ─él se detuvo─ Preciosa.

Ella tuvo que tomar aire para obligarse a hablar otra vez:

─Tu tampoco estás mal.

Esa noche Evan llevaba una camisa que había pertenecido a su padre por debajo de una chaqueta. Traía el cabello ni tan peinado ni tan alborotado, y a pesar de que vestía de negro, su figura parecía destilar luz por todos lados.

El Sr. Queen bufó con cierta molestia.

─Confío en que no dejes que ningún chico se le acerque.

─Voy a intentar apartarlos a todos, sheriff. Quédese tranquilo. ─respondió Evan, y Nessa sintió que su acelerado corazón se calmaba un poco.

Él le sonrió, y con toda galantería, le ofreció su brazo para que ella se sostuviera. Ignorando la expresión fulminante del Sr. Queen.

─¿Nos vamos?

Tras decir esto, ambos salieron juntos con sus manos tomadas hacia la noche que les esperaba.

●●●

Como Evan no tenía auto y tampoco logró convencer a su padre para que le prestara el suyo, ambos caminaron hacia la escuela entre charlas animadas y besos fugaces que en la presencia del Sr. Queen no pudieron darse, y muy a pesar de que era un largo camino, la noche parecía fresca, agradable y llena de magia.

El gimnasio, en especial, era otro mundo totalmente distinto. Harper y los demás miembros del club estudiantil se habían encargado de transformarlo por completo y el resultado era increíble. Todo lucía como un sueño, el tejido azul oscuro, las luces titilantes y los adornos elevados por encima de sus cabezas eran como un jardín de estrellas. Abajo, en las paredes, habían murciélagos, calabazas y fantasmas por todos lados, conmemorando el día que se celebraba y junto a la mesa del ponche se colocó un pequeño mural en honor de Jessica Sanderson y Elizabeth Warren, donde las personas podían dejar una foto o un recuerdo suyo.

Nessa buscó a su alrededor a cualquier otro de sus amigos, al tiempo que Evan se dedicaba a fulminar con los ojos a todos los chicos que parecían mirar a su acompañante con algo más que solo sorpresa.

Era cierto que la joven Queen lucía particularmente hermosa esa noche, aunque de un tiempo para acá también estaba algo cambiada y todos lo percibían, hecho que la hacía sentir algo abrumada. Nunca había recibido tanta atención en toda su vida.

Rápidamente vislumbró un rizado cabello rojizo cuya dueña iba enfundada en un vestido largo ajustado. Era Meredith, que tras encontrarla en medio de los demás estudiantes, se despidió de las chicas de su equipo de porristas para ir hacia ellos con una expresión de ¡Al fin os encuentro!

─Comenzaba a pensar que ya no vendrían ─ella estaba radiante, hablándoles con una naturalidad salvaje─. Esto es tan aburrido cuando no traes pareja.

─¿Dónde está Harper? ─preguntó Nessa, sin notar rastro de la castaña por ningún lado.

Meredith resopló:

─Debe de estar buscando a Matt por algún lado. Yo salí antes de casa y los vi llegar, pero después los volví a perder de vista.

─El baile está genial, realmente se esforzaron ─agregó Evan, analizando todo alrededor.

─¡Mirad, ahí llegaron los mellizos! ─gritó Nessa, señalando hacia la entrada del gimnasio.

En efecto, Noah y Felicity estaban en un rincón cercano a las vigas. Ella llevaba un vestido del color del vino y él un traje cuya corbata combinaba de forma ideal. Ambos reaccionaron en torno al ¡Hola! de Nessa, y por un momento, ella pareció darse cuenta de algo.

─¿Dónde habrán dejado a Nate? ─cuestionó Meredith como si acabase de leerle la mente.

─No lo sé ─respondió.

Felicity estaba un poco aliviada de haberlos encontrado, pues de esa forma evitaría centrarse en las preguntas incómodas sobre su persona que lograba escuchar debido a sus poderes sobrenaturales. Ella agradecía que ninguno de ellos hubiera preguntado nada.

─¿Habéis notado que el Profesor Stanton está buenísimo? ─comentó Meredith.

Automáticamente posaron sus ojos en el hombre rubio de porte elegante que estaba bebiendo de su vaso. Él no vio a las tres chicas examinándolo, puesto que toda su atención parecía estar centrada en vigilar a los estudiantes.

─Pues, la verdad, ni siquiera tuve tiempo de fijarme porque me quedé dormida en su clase ─aportó Nessa, provocando que la menor de los Corrigan la mirara extrañada.

─¿Fuiste tú la del ronquido?

─Vaya que los chismes corren rápido en este instituto.

Meredith suspiró:

─Como sea ¿Debería pedirle para bailar?

─Meredith... ─dijo Nessa─ Es nuestro profesor.

─¿Y eso qué? Se les permite también divertirse.

─Tendría que haber imaginado que esa clase de idea vendría de tí ─Evan negó con su cabeza. Ellos escucharon el bufido de la pelirroja, que taconeó impaciente con sus zapatos.

─Pues bien ¿Alguno de ustedes va a bailar? Porque yo sí.

Entre todos se miraron y Meredith tomó a los hermanos Corrigan de las manos para ir con ellos hacia la pista. Una canción pop bailable se escuchaba de fondo y todas las personas estaban allí, moviéndose despreocupadamente, algunos muy bien y otros sin avergonzarse.

─¿Qué tal si nos unimos? ─sugirió Evan con una sonrisa y Nessa estuvo a punto de decirle que no tenía idea, pero él ya la había atraído consigo hacia el centro.

Con una naturalidad casi increíble, la hizo dar una vuelta antes de recibirla nuevamente en sus brazos, y Nessa quedó impresionada con lo fácil que esto parecía dársele. Ellos se movieron juntos, barridos por el efecto de la música. También vislumbraron a Raven junto a la chica que era su pareja y los invitaron a unírseles, disfrutando de la fiesta sin percatarse de que algo más estaba a punto de ocurrir.

●●●

Mientras tanto, Nate había decidido exiliarse a sí mismo en las escaleras del pasillo, un poco aturdido por el retumbar de las bocinas en sus sensibles oídos.

A esas horas aquel lugar estaba desierto, ya todos estarían en el gimnasio, probablemente pasándoselo mucho mejor que él en esos momentos, y es que a su corta edad había tenido muchas decepciones en su vida, empezando porque nunca había conocido a su padre. Luego, estaba el hecho de que su madre nunca quiso hablarle sobre el tema, pero todos sabían que Mercy García no era una mujer de un solo hombre. Por esa razón, Nathaniel encontraba algo de estabilidad emocional cuando estaba con Felicity. Ella era su hogar, el único donde se sentía bien realmente y perderla había sido un golpe demasiado fuerte.

Ahora estaba allí, fumando un cigarrillo que ni siquiera disfrutaba, mientras el sonido de la misma música se iba entremezclando con el llanto de alguien más. Silenciosamente, se asomó por el muro de las escaleras y se percató de que Harper McGregor se había detenido en medio del pasillo, con sus manos cubriendo su rostro angustiosamente.

Ella lloraba, y el sonido de sus sollozos le oprimieron el corazón.

─Har... ─esa voz, pertenecía al chico rubio que la había seguido hasta allí. Nate pudo reconocerlo como su novio Matt, quien traía el cabello alborotado y la camisa algo arrugada.

Él intentó acercársele, pero la castaña lo apartó de un manotazo.

─¿Por qué tenías que hacerme esto? ─le dijo, y Nathaniel pudo hacerse una idea de lo que acababa de ocurrir.

─La respuesta es mucho más sencilla de lo que crees.

Ella lo observó, confundida, como si acabara de tener una de las peores noches de su vida.

─¿De qué estás hablando?

─Harper, siento que nuestra relación murió hace mucho. Creo que nos hemos acostumbrado demasiado a la idea de estar juntos que no nos dimos cuenta cuando todo se volvió tan monótono.

Ella continuaba estática, pálida, sin poder dar crédito a sus palabras.

─Yo te quería, pero...

─¿Y por eso tenías que ir y traicionarme de la forma en que lo hiciste? ─le recriminó.

─Me aburrí de tí, Harper ─dijo Matt, sin siquiera titubear antes─ Y con eso espero que sepas que hasta aquí llegamos siendo novios.

Habría querido pedirle una explicación que tuviera más sentido que solo eso, o por lo menos que le diera otra excusa que valiera la pena, pero no. Harper solo tomó un profundo suspiro, intentando no mostrar de su dolor más que las saladas lágrimas que se deslizaban por su rostro, y sin decir nada, se marchó de allí.

Matt no se movió de su lugar hasta que la vió desaparecer por el pasillo, pero cuando dio media vuelta para regresar a la fiesta, su rostro impactó contra el puño de Nate.

─Imbécil ─murmuró, dejándolo allí en el suelo, quejándose por su tabique torcido.

Él no podría estar más orgulloso por lo que acababa de hacer, pero en ese instante se encontraba más preocupado por cómo estaría ella después eso. No fue difícil seguir el olor de su perfume hasta el aparcamiento, fuera del instituto, donde todo era oscuro y vacío.

La encontró en la parte trasera de su coche, encorvada y con la frente apoyada a la ventana contraria. Sus hombros se movían ligeramente como si tuviera hipo, y entonces, él abrió la puerta.

La castaña dió un respingo, sobresaltada, pero Nate se apresuró en calmarla.

─Tranquila, soy yo ─le dijo en baja voz, viéndola tragar grueso.

Quizás era un mal momento. Quizás ella quería estar sola... pero él no podía irse. Salir de una relación de tanto tiempo y de forma tan abrupta era horrible, pero ninguna chica merecía que le hicieran lo que Matt le había hecho.

Nate la observó, y a pesar de lo destrozada que se encontraba, ella lucía hermosa más allá de la descripción. Como un rayo de luz de luna que, de alguna manera, había escapado para vagar por aquel sitio.

─Él no te merecía ─dijo segundos después, y era cierto.

Harper volvió a sollozar y se arrojó a los brazos de Nate. Él, aunque sorprendido en un inicio, simplemente la sostuvo y acarició su espalda.

Ella necesitaba irse a casa, necesitaba estar en su habitación. Ya no quería ir al baile que tanto esfuerzo y tiempo le tomó, solo deseaba que aquel sentimiento desapareciera. Era una tonta, lo sabía, pero no le quedaba de otra porque nadie más estaba allí para consolarla. Sin embargo, de algún modo, la presencia de Nate hizo sentir a Harper que no estaba sola.

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