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🔮... capítulo uno

Atherton, Salem
Actualidad

Siendo ya otoño, las calles de la pequeña ciudad americana eran propensas a la humedad, mas no recibían ningún otro avistamiento de lluvia que no fuera la caída de las hojas secas por sobre los portales, jardines y aceras; acompañadas del frío viento del Norte que se escabullía por cada recóndito rincón, incluso de esos en los que nadie se atrevía a asomarse.

A esas horas, y solo por estar cerca de Gallows Hill, las personas no solían salir mucho. Tenían la extraña tradición de irse a dormir a tempranas horas de la noche. Algunos, inclusive, lo hacían con el anochecer. Por tanto, el escalofriante silencio que abundaba en la mayoría de los vecindarios era algo a lo que los jóvenes ya se habían acostumbrados. Siendo ellos los únicos que violaban la ley impuesta por sus familias y se escapaban por el ventanal de sus habitaciones para reunirse en pandillas, ir a fiestas que se llevaban a cabo junto al lago o cometer alguna broma de la que se arrepentirían a la mañana siguiente.

Sin embargo, cuando el reloj marcó las doce en punto de la madrugada del 10 de octubre, lo único que podía escucharse en el vacío barrio de Atherton era el incomparable sonido de un par de tacones haciendo eco a través de la brisa.

Jessica Sanderson nunca iba a ningún sitio sin su abrigo de cachemira malva, y esa vez no era la excepción. Ni siquiera para mostrar la bonita pieza de estreno que llevaba debajo, viéndose opacada por el color, que era mucho más llamativo que los mechones dorados que escapaban de su semirecogido moño.

Cualquiera que la viera pasar a esas horas se estaría preguntando el por qué una chica indefensa se encontraría sola en medio de la nada, caminando en silencio como si no tuviera una dirección exacta a la que dirigirse. Aunque lo cierto era que por ese lado se equivocaban, puesto que Jess nunca hacía nada sin tener un propósito de primera.

Usando sus adorables ojos para mirar hacia todos lados, se quedó sentada en una de las bancas que habían sido ubicadas en la parada del bus, muy cerca del bosque que rodeaba la ciudad.

Si no se equivocaba, el bus debía que arribar en menos de quince minutos, pero la calle estaba tan vacía que le era casi imposible imaginar que algo más pudiera pasar.

El aire estaba extrañamente revuelto en esa zona de la ciudad. Mayormente porque provenía de las montañas, y Jess era capaz de definir cuan calmo o agitado estaba tan solo haciendo contacto con su piel. Por lo que, cuando sintió que una ligera ráfaga le golpeaba el rostro con ferocidad, no se sorprendió al notar que algo no andaba muy bien.

«Debe ser el clima» pensó ilusamente, guiándose por su instinto más humano.

Acto seguido, buscó su celular en el fondo de la mochila tras sentirlo vibrar insistentemente. Desbloqueando la pantalla con una imagen de su banda pop favorita para ir directamente a las notificaciones.

"No salgas afuera"

Su entrecejo se arrugó con cierta gracia, negando para sí misma mientras le daba una rápida respuesta.

"¿Es en serio? No estoy de humor para bromas hoy, así que mueve tu gran trasero y esperamos donde acordamos la última vez.

Creo que la he encontrado"

Si tan solo hubiera hecho caso de la advertencia a tiempo... tal vez habría tenido la oportunidad de contar a la mañana siguiente lo que vio salir de la maleza mientras regresaba por donde mismo había venido, pero como decidió no prestarle atención, tan solo se mantuvo mirando el mensaje despreocupadamente hasta que escuchó un ruido que no pudo pasar por alto.

Era similar a lo que pasaría en cualquier película de terror barata, cuando una supuesta fuerza del mal comienza a acechar a su presa de forma lenta y calculadora, memorizando su imagen dentro de su perturbada cabeza hasta visualizarla hecha pedazos.

La de melena rubia tragó grueso, tomando valor suficiente para voltearse de golpe y encontrarse con la profunda oscuridad que imponía el bosque a sus espaldas. Se había estado sintiendo observada desde que puso un pie en aquella esquina, y lo primero que pasó por su cabeza fue que se trataba de cualquier pervertido detrás de los arbustos.

Sin embargo, no era un hombre lo que había estado observándola todo el tiempo.

Lo supo cuando escuchó otro pequeño crack que le heló los huesos, al tiempo que una enorme figura se alzaba desde las sombras, mostrando el brillo de unos infernales ojos rojos que parecieron desgarrarle el alma desde la lejanía, haciéndola temblar como una hoja, y mucho más cuando escuchó el eco de su gruñido taládrandole los oídos.

Notó las venas que se marcaban en su piel flácida por el frente, como si la sangre que corría por ellas fuese negra en su totalidad. Podía ver cómo sus músculos se deformaban; frunciéndose bajo el pelaje. Era tan alto como un Álamo, y le sacaba varios pies de altura a su figura menuda y pequeña.

Era como una bestia del inframundo, con expresiones rabiosas y atemorizantes.

Corre

No supo si había sido la voz de aquella cosa hablándole a través de alguna especie de conexión astral, pero lo que sí asimiló era que sonaba muy terrorífica para ser humana.

Porque un ser así no podía tener humanidad. No completamente...

La criatura soltó un rugido estridente al mismo tiempo que se levantaba en sus dos patas traseras para quedarse parado, y los instintos de Jess solo la llevaron a moverse con tanta rapidez que ni siquiera se molestó en mirar una vez más antes de echar a correr en dirección contraria a la carretera.

¿Por qué todos los ilusos siempre pensaban que el bosque era la mejor opción para esconderse?

Nunca sabremos cuáles fueron sus verdaderas intenciones al hacerlo, pero muchos sabemos que cuando el miedo crece, nuestros sentidos no reaccionan.

Como era de esperarse, no pudo llegar tan lejos como hubiera querido. La bestia era mucho más veloz de lo que imaginaba, y lo podía oír acercarse con pasos cada vez más agigantados.

Percibía la adrenalina en su cuerpo y a su corazón bombear con fuerza, sus propios latidos resonaban en sus oídos y sus jadeos desesperados parecían acortarse. Sabía que no hallaría una salida, no cuando aquella sombra parecía aparecer por cualquiera dirección a la que mirara.

De repente, algo se cerró en torno a su pierna y tiró de ella hasta hacerla caer de cueces sobre la tierra seca. Un grito aterrador surgió desde lo más profundo de su garganta, pero supo que nadie iría a salvarla.

Sintió las lágrimas bañar sus mejillas a medida que esperaba por el inminente final, cerrando sus ojos con fuerza para no mirarlo cuando el filo de las garras perforó la carne debajo de sus costillas.

Sí. Ella no llegaría a casa esa noche, ni ninguna otra.

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