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🔮... capítulo treinta y uno

Nessa siempre se sentía culpable luego de decir una gran mentira. Tanto que, tarde o temprano, terminaba soltando la verdad de dientes para afuera. Debido a eso, la parte más difícil de ocultar un gran secreto era tener que mentirle a su padre sobre la cantidad de tiempo que pasaba fuera de casa, y aunque el Sr. Queen no había terminado de creerle del todo sobre lo del día anterior, cuando supuestamente pasó toda la tarde con sus amigas, se sentía algo aliviado de que Nessa tuviera nuevas compañías en las cuales apoyarse luego de la muerte de Raven. Incluso si una de ellas era el joven Fairfax, tenía que admitir.

Sin embargo, eso no hacía que el sabor amargo desapareciera de la garganta de Nessa. Una vida oculta no era algo fácil con lo que lidiar, y tampoco el hecho de tener que engañar a su propia familia. No obstante, se obligaba a pensar que lo hacía por su propio bien. Para protegerlo de lo que sea que se escondiera en la oscuridad. Incluso de sí misma.

Esa mañana había llegado al instituto con un dolor de cabeza peor que el del día anterior, y por alguna justificada razón, las miradas que todos los demás estudiantes le dedicaban le resultaron molestas. Ella pensó que, incluso pareciendo un desastre, el encanto que le fue otorgado después de su iniciación nunca desaparecería.

Harper McGregor y Meredith Blake la esperaban delante de su propio casillero. La primera de brazos cruzados, hablando con la pelirroja que se apoyaba en la puerta metálica. La expresión de ambas cuando la vieron fue de igual vacío, pero con una pizca de alegría.

Nessa se encogió de hombros. Ya no sabía qué hacer. No creía ser merecedora de su atención. No después de cómo se había comportado en el cementerio con ellas y el resto de los chicos. Había estado mal y se arrepentía, pero no tenía idea de cómo demostrarlo. Aunque no hizo falta.

Los labios de Mer, tan rojos como una cereza, se curvaron un poco y los ojos oscuros de Harper parecieron prenderse al igual que luciérnagas cuando se acercaron para abarcarla en un gran abrazo. Sin esperar a que ella reaccionara.

Y Nessa, de repente, se sintió como en casa. Dejó que su mejilla descansara sobre la melena suave de Harper, a la vez que Meredith unía sus frentes con cariño.

Ellas estaban allí para reconfortarla, para consolarla en un momento difícil y para apoyarse las unas en las otras. Porque eran hermanas, y eso era lo que las hermanas hacían.

-Lo siento -logró articular en medio de un susurro.

-¿Por qué? -cuestionaron al unísono.

-Yo lo supuse desde el principio, inconscientemente -respondió- Que la magia negra tiene un efecto distinto en mí. Me usa para destruir.

Eso era cierto. No tenía sentido negarlo por mucho que quisiera. Nessa buscó en el rostro de sus amigas una reacción, aterrorizada por lo que podría ser.

-Casi les cuesto la vida -dijo, incapaz de dejar de pensar en lo que había pasado-. Todo esto es culpa mía, y lo siento mucho.

Harper puso su mano en la espalda de Nessa:

-Estamos juntas en esto -dijo- Y estamos bien. Eso es lo que importa.

-No. Me dejé dominar por la oscuridad ¿Y quien dice que no pueda volver a pasar? -sollozó- Carajo, solo quiero ser buena.

-Eres buena -dijo, abrazándola por detrás, colocándola entre ella y Mer- No puedes empezar a dudar de eso.

-Tu antepasada es la maligna, no tú-dijo la de apellido Blake.

Ella agradeció su apoyo. Tenían buenas intenciones, pero la verdad era que ninguna podía estar segura de lo que significaba para Nessa la habilidad de realizar magia negra. Mucho más después de saber que era descendiente de una de las peores brujas que hubieran pisado alguna vez Salem.

Después de una larga llamada telefónica y varias horas intentando asimilar tal información, cada una supo que era el momento de ponerse sus verdaderas armaduras. Los cazadores podían ponerse una runa en el trasero y esperar, que ellas necesitaban exigir las respuestas que hacía tiempo se habían negado a buscar por miedo.

-Iré a hablar con la abuela Blake esta misma tarde -Meredith inhaló, mordiéndose los labios con nerviosismo- Y esta vez deberá responder sin acertijos. Descubriré de una vez por todas por qué mi padre decidió sacrificarse y no contarle nada a mi madre.

-Lo mismo para mí -le siguió Harper- Papá no podrá huir más de la verdad una vez que lo enfrente. Tendrá que explicar cómo es que dejó a mi madre hacerlo sola.

-Sí, bueno, yo tengo lo peor -dijo Nessa- Mi madre está muerta y no tengo forma de saber más sobre mi pasado. Ni siquiera sé si mi padre alguna vez supo que ella era una bruja, o si él lo es -apretó sus ojos con angustia- ¡Qué cosa tan complicada cuando no sabes quién eres en realidad!

-Puedes venir conmigo -sugirió Mer- La abuela oculta muchas cosas, pero sabe de brujería más que nadie en esta ciudad. Además, me voy suponiendo que necesitaré algo de compañía luego de lo que sucederá.

Nessa suspiró y le dedicó un asentimiento.

-Gracias.

-Entonces, es todo -dijo la pelirroja- Luego de esto volveremos a retomar nuestra búsqueda de hechizos y acabaremos con ese bicho de una vez por todas.

-Y los cazadores. No nos puede faltar -saltó Harper, recordando lo más importante.

Las tres asintieron a la vez, y entonces, Nessa se dió cuenta del por qué ellas estaban susurrando tan bajo. Todos los chicos a su alrededor pasaban y se quedaban mirando, como si quisieran escuchar lo que sea que estuvieran hablando entre ellas; y las chicas, envidiosas, parecían escanearlas con los ojos. De repente, se sintió más como una hormiga que una bruja, alegrándose de llevar unos jeans limpios y el suéter que Harper le había regalado, teñido de suaves franjas de amarillo limón y blanco. Nada demasiado llamativo.

-Muy bien -dijo Mer- Tengo clase de Historia con el Profesor Stanton a primera hora.

Ella y Nessa dieron un primer paso para salir del foco de los demás, pero de nuevo volvieron a detenerse.

-Harper ¿No vienes?

-Adelántense -hizo un gesto con la mano- Las alcanzaré después.

La castaña se había quedado mirando hacia un punto del extenso pasillo, el cual ninguna de sus amigas había notado a excepción de ella. Allí estaba Nate, charlando animadamente con Zoey. La chica maja de cabello rubio y un año menor que se había presentado como próxima protagonista del musical de Navidad. Harper podía suponer que, por sus gestos y risas (tan altas como el grito de una cacatúa), ella no estaba tomando sus palabras como una simple conversación.

Y eso la molestaba.

Los rasgos de la bruja se endurecieron cuando la vio acariciar su brazo en un gesto inocente, pero que claramente escondía otras intenciones, y Nate no se apartaba. Todo lo contrario, se quedaba allí enseñando esa sonrisa tan... suya que le hacía temblar las piernas a cualquiera.

«Hombres. Todos son iguales» Harper pensó que estaba exagerando demasiado, pero igualmente no pudo apartar esa sensación ácida de su estómago. Él no tendría por qué estarle sonriendo de esa forma a otra chica, aunque a decir verdad ¿Qué se lo impedía?

Ella apretó los ojos con fuerza y negó para sí misma ¿Qué rayos le estaba pasando?

Tuvo que obligarse a apretar los labios para bloquear tales pensamientos. Quizás su ruptura con Matt la había vuelto más paranoica de lo que nunca había sido. Si, eso debía ser.


●●●


Cuando Meredith y Nessa llegaron a la Gran Casa de la abuela Blake, se la encontraron leyendo tranquilamente en uno de los sillones de tapicería de su salón.

-Nana...

La anciana se volvió sobresaltada, mirando con desaprobación a Mer. Ella era robusta y regia, y en su cara alzada Nessa podía detectar cierta semejanza con la oscura belleza de Meredith. Su pelo era algo rojizo, pero quizá teñido, porque desde la raíz podían notarse algunas canas blancas.

-¡Oh Meri, niña traviesa! No tenía ni idea de que estabas aquí -exhaló, poniéndose en pie rápidamente- Cuando eras pequeña hacías lo mismo, te escondías detrás de la puerta para sorprenderme y me sacabas unos sustos tremendos.

-Buenas tardes, Sra. Blake -dijo Nessa después, recibiendo una cálida mirada por su parte.

-Hola querida ¿Cómo has estado?

-Bien. Entre lo que se puede.

-Abuela -interrumpió Meredith-, necesitamos hablar contigo. Es importante.

-Todo siempre es importante, Meri. Recuerdo que con tu padre era exactamente lo mismo. Cada vez que me decía algo como eso era de preocuparse.

Meredith intercambió una mirada con Nessa.

-Esta vez es en serio -suspiró- Nosotras... necesitamos que nos hables de la maldición de las tres brujas.

El silencio fue absoluto. Únicamente roto cuando el libro que sostenía la anciana en sus manos cayó estrepitosamente contra el suelo y ella explotó.

-¿¡Quién os ha dicho eso!? -les preguntó con voz alterada- ¡NO! Es más, no me digan. No quiero saber.

-¡Pero abuela..! -jadeó Mer.

-¡He dicho que no quiero! -gritó- No me gustan ese tipo de bromas, sobretodo ahora. ¿Es que acaso ya no hay suficientes problemas? ¿Ya no fue suficiente con sus padres? Mi propio hijo Jeremiah, la pobre e inocente Rebecca y la generosa joven Christine... no, no quiero hablar de eso ¡Fuera de aquí las dos!

-Sra. Blake, no tenemos a quien más recurrir -Nessa estaba suplicando con las manos tomadas.

-Oh abuela, por favor escucha. No es una broma -empezó Mer impotentemente, pero fue inútil.

-No quiero escucharos más. Marchense, o me veré en la obligación de llamar a tu madre. -la abuela batía una mano como si las estuviera espantando para que se fueran, con sus ojos tan rojos como si tuviera fiebre.

-¡Por favor, Sra. Blake! -repitió Nessa por última vez. Ella la comprendió desde el momento que hizo la mención de su hijo, lo que la obligó a avanzar de nuevo hasta que se encontró a sí misma en frente de la anciana- Sé que debe ser muy doloroso para usted recordar el pasado, pero nosotras realmente necesitamos saber. No queremos quedarnos de brazos cruzados cuando existe una antigua escritura que nos condena por algo que no cometimos nosotras. Por favor, ayúdenos y deje de ocultarnos la verdad. Ya perdió a su hijo, no se permita perder a su nieta también por miedo.

La Sr. Blake respiraba rápidamente a través de su nariz. Ella se había enfurecido más que nunca, y sus labios eran una fina barra de color rojo en toda su cara.

-Por favor -pidió Meredith, y de repente, todo se había vuelto tan tranquilo que podía oír la inestabilidad de su propia voz.

-En mi mente sabía que este día llegaría, pero nunca me preparé emocionalmente para enfrentarlo ¡Oh cielos! -La mujer cambió de expresión, torciéndose de dolor con la mano apoyada en su pecho.

-¡Abuela! -gritó la pelirroja, corriendo para ayudar a la rígida anciana a sentarse en una silla.

-¿Debo llamar a un médico? -preguntó Nessa.

-¡No! -negó la abuela Blake, levantando la cabeza- No es nada. Estoy bien ahora.

Hubo un largo silencio mientras la abuela de Mer la miró y luego a la hija del sheriff, quien se obligó a devolverle la misma expresión penetrante. Luego cerró los ojos y lentamente se inclinó en la silla.

-Sus padres no sabían que existía una maldición. De hecho, no lo supieron hasta que ustedes nacieron. Ellos siempre habían sido amigos, siempre iban juntos a todos lados. Sus poderes eran apenas algo sin importancia, nunca usaban la magia. Apenas... -con un ataque de tos, la abuela de Meredith cambió la posición ligeramente y sus ojos se opacaron con la memoria- Realmente me resultó extraño que las tres quedaran embarazadas a la vez. La novia de Jeremiah, Kenna. La madre de Harper, Christine, una muchacha tan inteligente como bonita. Y la otra chica, esa que era que casi no recuerdo...

» Al principio, cuando lo supimos, estábamos todos tan felices. Pero las cosas se volvieron mucho más sombrías cuando vosotras nacieron -siguió- Recuerdo el miedo en los ojos de Jeremiah cuando se dio cuenta de que su pequeña podía prender fuego a las cortinas sin acercarse a ellas, y supo que no era correcto.

Una sensación electrizante corrió por el cuerpo de ambas chicas, pero no se podían mover. Solo alcanzaban a escuchar la voz carrasposa de la mujer, el único sonido, salvo el siseo delgado del techo en esa silenciosa sala.

-Siempre creí que las historias que mi bisabuela me contaba eran solo una leyenda, pero me dí cuenta de que erais vosotras por la diferencia de edad. Tres niñas nacidas el día seis de meses consecutivos -Ginny dio tres golpecitos encima del reposabrazos- Nadie creyó la historia al principio. Sus padres estaban asustados, pero preferían hacerse los tontos para evadir lo que significaba.

-¿Qué hay de Rebecca Sanderson?

-Ella no.. -negó ante la interrogante de su nieta- Becca anunció su embarazo antes y lo llevó a término perfectamente. Pero ellos creyeron que la maldición incluía a su hija, lo cual no era así. Era a otra bebé.

-Esa era yo ¿No? -los ojos de Nessa se iluminaron al ver como la anciana asentía, llevando sus manos a la cabeza como si intentara recordar algo más.

-Tu madre te ocultó hasta el último momento, pero ya no recuerdo su nombre ¿Cual era? ¿Cual era?

-Maria -le dijo- Maria Queen, de soltera Suarez.

-No, niña. No -ella siguió negando sin mirarla- El sheriff y su esposa ni siquiera eran de Salem. Ellos se mudaron apenas tres años antes. No podrían tener relación alguna con la leyenda y mucho menos con los sobrevivientes de la caza de brujas.

Poco a poco, el entrecejo de Nessa se fue arrugando lentamente. Una duda se instaló en su cerebro, de la cual sabía que no le gustaría conocer respuesta. No obstante, fue incapaz de detener a sus propios labios.

-Entonces...

-Yo fui quien te puso en su puerta aquella noche -la interrumpió con voz temblorosa- Su esposa y su hijo habían muerto en el hospital, durante el parto, y él estaba devastado. Ví una oportunidad y supe que te cuidaría en cuanto te viera. Eras una bebé muy linda y no tenías a nadie más.

Abruptamente, como si otro espíritu se hubiera apoderado de ella, Nessa se apartó de su lado con una mano cubriendo sus labios. Ya no había brillo en sus ojos, solo una capa fina y cristalizada por las lágrimas. Ella ahogó un sollozo, mientras varias imágenes de su pasado se adueñaban de su mente y sus recuerdos. Todo lo que creía ahora era tan confuso y distorsionado.

-¿Eso quiere decir...? -logró articular, aún dándoles la espalda- Que mi padre no es realmente mi padre, y la mujer a quien he extrañado todos estos años no es realmente mi...

-Tu madre, tu verdadera madre... era Teresa Reyes -continuó la mujer- Yo la asistí en su propio parto porque sus padres no querían exponerse a llevarla a ningún hospital. Naciste por agua, en una bañera, gritando como toda una luchadora. Recuerdo que cuando te ví quedé asustada. Pude sentir un poder en tí que nunca antes había visto, y entonces lo supe... la Muerte te había bendecido. Era mejor mantenerte lejos de la magia.

No podía creerlo. No. Era mucho que asimilar.

Meredith quiso abrazarla por los hombros, pero ella se apartó. La Sra. Blake le dedicó una mirada lastimera, como si realmente le estuviera diciendo que lo sentía.

-Ella te llamó Agnes -le dijo- Pura, como si con eso pudiera compensar el mal con el que naciste.

La pelinegra resopló, caminando rápidamente hasta caer otra vez junto al sillón. Su cara estaba desfigurada debido a su angustia, imposible de consolar.

-¿Por qué vio esa clase de poder en mí? -cuestionó casi llorando, pero su tono de voz seguía siendo firme.

-Eres la única descendiente directa de Tituba. Ella hizo un trato con la Muerte a cambio de cobrar venganza contra su propio aquelarre, y así como ella fue consumida por la oscuridad, tú estás condenada a pasar por lo mismo.

-¿Y qué hay de mí, nana? ¿Cuál es mi condena? -Meredith estaba inquieta en su sitio, percibiendo la dureza del suelo bajo sus doloridas rodillas.

Ella sintió las arrugadas manos de su abuela acunarle el rostro mientras la observaba, como si estuviera luchando para no desmoronarse.

-Muchos conocieron a Anne Hale por ser la hija de un juez, pero su verdadera historia era mucho más retorcida. Ella quería belleza eterna, pero para eso necesitaba corazones jóvenes, puros, rebosantes de sangre y los niños... los niños eran perfectos.

Casi como si sus manos tuvieran veneno, la pelirroja se quedó quieta, horrorizada. Sus ojos ahora estaban muy abiertos y el color miel era sustituido por una fina línea dorada. La bilis subió y bajó por su garganta.

-Ella era una asesina de ángeles. Una vez se los llevaba al bosque, nadie nunca más los volvía a ver -murmuró- Su aquelarre la castigó con la locura, para que su alma no volviera a tener paz nunca más en su vida. Y así sucederá contigo eventualmente.

¡Qué antepasado tan horrible! Fue lo que pensó Nessa, quien en medio de su propio sufrimiento, pudo ver cómo Meredith se doblaba en silencio y miraba hacia la nada misma dentro de aquellas paredes. No tenía expresión en el rostro, y tampoco parecía querer pronunciar palabra alguna ¿Cómo podría? Acababa de enterarse que estaba siendo culpada por algo que alguien había hecho hacía cientos de años. Algo que ni siquiera era su culpa.

-Ven, pequeño mío, te llevaré lejos al sendero de las brujas -cantó- Ven, pequeño mío, es tiempo de jugar aquí en mi jardín de las sombras... Es la canción que cantabas cuando era pequeña, antes de irme dormir -ella estaba mirando a su abuela con reproche- ¡Tú lo sabías y jamás dijiste nada!

-Meredith, tu padre no hubiera querido que te martirizaras por tal cosa.

-Pero lo estoy haciendo ahora, y me encuentro más asustada que nunca. Por la diosa ¿Qué hice? ¿Qué está mal conmigo para que me castiguen de esa forma?

La cabeza de Meredith se dejó caer sobre el regazo de su abuela y sollozó mientras esta acariciaba su larga melena roja. Nessa las veía, sin ánimos de levantarse e irse lejos de aquel lugar que ahora le resultaba tan sombrío como agradable. Quizás porque sabía que no podría ver a su padre y continuar con la boca cerrada. O quizás porque ahora estaba demasiado cansada para hacerlo. Así que solo se quedó allí sentada, con el rastro del llanto todavía marcando su cara y escuchando a la Sra. Blake preguntar si querían una galleta.


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