🔮... capítulo treinta y seis
Ella dio dos pasos hacia atrás, un poco mareada, pero aún con los ojos muy abiertos. El Sr. Stanton intentó acercarse cuidadosamente, con cautela, como si estuviera enfrentándose a un cachorro salvaje. Sus ojos azules ligeramente apagados y el color negro de sus cabellos siendo bordeado por la luz que provenía de los ventanales.
—Está bien. No voy a hacerte daño —pronunció este en baja voz— Además de que si sales corriendo ahora mismo de aquí, ambos estaríamos en bastantes problemas.
—¿Usted...?
—Envié la nota, sí —respondió sin miramentos, observando por encima de su hombro para asegurarse de que nadie la hubiese seguido— ¿Estás segura de que viniste completamente sola?
—Y si fuera así ¿Por qué tanta curiosidad por saberlo? —atacó— ¿Acaso quiere amenazarme? ¿Asustarme? ¿Matarme? Eso no pasará.
William Stanton abrió mucho los ojos, sacudiendo la cabeza con horror.
—¿Matarte? ¡Claro que no! —exclamó— Como ya le dije, Srta. Queen. Solo quiero ayudar. He estado estudiando a las brujas por mucho tiempo, pero ni siquiera tenía idea de que pudieran quedar más cuando llegué a Salem y siento que muchas de las cosas que están sucediendo tienen algo que ver con ustedes ¿No es así?
Nessa continuaba mostrando su cara de pocos amigos, intentando lucir peligrosa, pero sin lograrlo del todo, ya que su estatura y su rostro apenas le daban el aire intimidante que quería lograr y que obviamente él poseía más que ella.
El Sr. Stanton tomó asiento en el buró del profesor, señalando un pupitre a varios pasos del suyo como para invitarla a sentarse igual. Nessa continuó estática en su sitio.
—Sigo sin confiar en usted —pronunció, haciéndolo suspirar.
—Puedes sentarte. Prometo que no haré nada para dañarte, jamás me atrevería.
Todavía con los brazos cruzados, intentó mantenerse impasible y segura allí de pie, pero pasados unos segundos, cuando se dió cuenta de que él no hablaría hasta que ella estuviera serena, no le quedó de otra que caminar hacia la silla. Acto seguido, fijó sus oscuros ojos en él con desconfianza.
—¿Cómo llegó a esta ciudad? —interrogó, como mismo había aprendido de su padre en la comisaría— Es decir, su objetivo ¿Desde el principio fue porque quería descubrir a las brujas? ¿O solo se dió cuenta porque... porque sí?
Sabía que ese no era el mejor interrogatorio que hubiera podido llevar a cabo, pero realmente se estaba esforzando.
—Vine aquí buscando una vida nueva —respondió el adulto después de unos segundos— Mi padre tenía una casa céntrica que me dejó al morir hace dos años y desde ese momento decidí que ya era hora de regresar. Solo que ciertas complicaciones me lo estuvieron impidiendo desde el inicio.
—¿Cuales?
—Deudas, gastos, dinero... siempre es sobre lo mismo.
—¿Cómo es que supo que soy una bruja?
—Otros no se darían cuenta, pero yo sí. Vuestro encanto es incomparable. —respondió, y Nessa sintió un repentino color en sus mejillas— Las personas no dejan de perseguirte desde que te uniste al aquelarre ¿No es así?
Era cierto. Aquella sensación de estar siendo observada fijamente mientras caminaba por los pasillos del instituto, con algunas personas pasando por su lado y siempre preguntando cómo estaba no habían sido normales antes de conocer a Meredith y Harper.
Antes, de hecho, era un cero a la izquierda.
—Sin ofender, Sr. Stanton. Pero esto todavía se me hace demasiado extraño —articuló, siendo consciente de sus ojos reparadores sobre ella.
El Profesor Stanton dejó escapar una risa entre labios, tan baja que resultó atractiva, enviando una corriente electrizante por toda su espina dorsal.
—Pues a mi no me extraña en lo absoluto. Yo tampoco estaría tan tranquilo a decir verdad. Me sorprende la madurez con la que logras enfrentarlo y, sobretodo, tener las agallas para atreverte a venir sola hasta aquí sin saber quién envió ese papel.
Vale, el profesor tenía un punto a su favor. Puede que ella tuviera toda la valentía que se hacía falta para llegar hasta allí, dispuesta a hacer algo que valiera la pena para ayudar a sus amigas, pero todavía se sentía algo asustada por lo que pudiera suceder después de eso. Más con él observándola de esa forma... como si fuera la criatura más interesante de todo el planeta.
Agitó su cabeza de un lado a otro para dejar su mente en blanco, apretando los ojos por unos segundos.
—Vale, ya nos estamos desviando a la típica charla terapéutica de profesor/alumna y eso no es a lo que vine —le cortó— Dijo que podría ayudarme ¿Cómo?
El Profesor Stanton se enderezó en su silla, inclinando un poco la espalda hacia atrás para ganar más altura.
—Si me dejan, puedo ayudaros a capturar a la persona que está haciendo todo esto —le dijo— Empezando por el animal.
—¿Habla de...
—La misma criatura que ha estado matando a todas las brujas de la ciudad.
—Es imposible. De ninguna forma podremos contra eso —exclamó, ganándose una risa corta por parte del pelinegro.
El Profesor Stanton le dio esa mirada que ponen todas las personas eruditas al darse cuenta que están delante de un principiante.
—Srta. Queen. Permítame decirle que si investiga un poco más sobre el poder, se dará cuenta de que nada es imposible cuando se trata de la magia.
—Entonces ¿Qué más nos queda?
Él suspiró, tomándose un instante para meditar, y mientras lo hacía ella pudo darse cuenta de que su entrecejo se arrugaba cuando pensaba. Los labios presionados en una fina línea. El mentón ligeramente inclinado cuando se apoyaba en su puño. Aquellas facciones afiladas que transmitían cierto peligro.
—Te diré lo que haremos...
Al final, Nessa tuvo que tomar la decisión personal de no contarle a nadie más de lo que ella y el profesor habían hablado esa tarde, yéndose a la cama en la noche con la misma espina pinchando la vena de la culpa. Pero ¿Culpa por qué? ¿Por no contarle nada a sus amigos? ¿Por estar confiando demasiado en una persona que apenas sabía que tenía conocimiento sobre ese mundo? Su súbita ingenuidad la desconcertaba, pero todo aquello se esfumaba cuando evocaba la expresión del mayor en su memoria.
Tuvo que cubrirse con todas las sábanas del armario para hacerse la idea de estar en búnker hasta la mañana siguiente, cuando el mismo sentimiento la persiguió hasta la escuela. Donde se dió cuenta de que habían convocado una asamblea a primera hora, a la que todos los estudiantes se estaban dirigiendo.
Ella encontró a Harper y Meredith esperándola con un asiento libre en el centro, hacia donde se abrió paso mientras las veía sonreírle sin mostrar los dientes. No con emoción, sino más bien, preocupadamente.
Una vez allí, dejó que sus ojos recorrieran la multitud, lentamente, hasta sentir que su corazón se aceleraba cuando encontró a Evan charlando con otra chica del club del coro, quien estaba cerca de él de una forma muy exagerada. Los celos comenzaron a emerger como agua hirviendo dentro de su cuerpo, y por eso apartó la cara, concentrándose en sus amigas. Harper estaba, extrañamente, bastante callada. Como si al igual que ella tuviera algo que esconder. Muy al contrario de Meredith, quien no disimulaba sus risitas en lo absoluto.
A pocos metros, Felicity se había unido a su hermano y Nate en las filas delanteras a mitad de camino del escenario, con su cabello más claro que antes. Disimuladamente, se volteó en dirección de Meredith, tal y como si pudiera sentir su presencia en aquel inmenso lugar, saludándola con una media sonrisa que ella apenas pudo devolver. Una cosa que sí notó Nessa fue que ninguno de ellos parecía preocupado. Sino que ella era la única a la que las manos parecían temblarle.
El auditorio estaba más lleno de gente de lo que nunca había visto. Los grupos de estudiantes se apiñaban en la parte de atrás y en cada fila de salida. El zumbido de la emoción que Nessa percibió en el pasillo se había trasladado hasta allí, donde se intensificó como agua turbulenta, pero una vez que el Director Gordon tocó el micrófono para silenciar a la multitud, esa energía inquieta se redujo a un aburrimiento de bajo nivel.
Excepto porque su voz, al dirigirse a todos, se escuchaba bastante sombría.
—Estudiantes, como muchos de vosotros ya deben de saber, la policía encontró otro cadáver en la ciudad. Esta vez en las afueras de nuestra institución —la piel de Nessa se crispó cuando escuchó esto, como mismo la de Mer y Harper— Muchos de nosotros extrañaremos a la Sra. Hale, y realmente lamento todo el dolor que debe sentir su familia en estos momentos. Espero que ustedes también lo hagan.
Entre las tres intercambiaron miradas, sintiendo que dejaban de escuchar todos los sonidos a su alrededor y algo en el aire comenzaba a apestar. «Todo es mental» se obligó a repetir Nessa una y otra vez. Hasta que sus respiraciones volvieron a normalizarse.
El director finalizó su anuncio minutos después:
—El punto de esta reunión es que... estaremos suspendiendo las clases por las próximas dos semanas hasta que los oficiales y los federales logren atrapar al culpable, o en este caso a la criatura. Ya se ha llamado al control de animales para que presenten de su ayuda, pero mientras tanto, les aconsejo a cada uno de vosotros que se queden en casa hasta que esto se arregle. Ninguno de nosotros se encuentra seguro aquí.
Cuando todos comenzaron a marcharse, ella tuvo que sostenerse del brazo de Harper hasta llegar a la salida, donde tuvieron que esperar porque la gran cantidad de estudiantes en la puerta la ahogaba.
—Otro cuerpo. Esta vez con la marca. —murmuró Meredith, mordisqueando nerviosamente su bella manicura— Las próximas podríamos ser nosotras.
—¡Por Dios, Mer! No digas eso —la regañó Harper.
—¿Qué? Es cierto...
Y mientras ellas discutían, la pelinegra se dejaba apoyar en la pared para no caer al suelo. Preguntándose qué habría sentido la Sra. Hale en el momento de su muerte ¿Acaso sus estudiantes la recordarían? Imaginaba que ahora mirar su perfil de Instagram resultaría perturbador. También pensó en Evan y en qué estaría haciendo para no encontrarse a su lado sirviéndole de apoyo. De seguro estaba con esa chica de la asamblea...
—¿Vamos a quedarnos en tu casa hoy? —Harper agitó su mano delante de ella, despertándola— ¿Nessa?
—Oh, si claro —saltó— No lo he olvidado, Harper. Lo prometo.
—¿Te encuentras bien?
—Es solo el shock. Ya se me pasará.
Pero no era solo eso, y ella se enfocaba en esconderlo para que no pudieran ver la duda en sus ojos. Así que agachó la cabeza, con la excusa de que se sentía mal. Al mismo tiempo, tan solo a unos metros de donde se encontraban ellas, Evan Fairfax estaba apoyado en la pared, guitarra en mano, mirando hacia todos lados en busca de alguien en específico.
Uno de sus pies estaba más separado del otro, dándole una mejor pose, la cual se vio afectada cuando Felicity Corrigan pasó por su lado y se lo llevó a rastras hacia la salida.
—La Srta. Alberts tampoco vino hoy —le dijo cuando llegaron al exterior, en un lugar del aparcamiento donde tenían mayor privacidad— Debe sospechar que ya sabemos quién es.
Evan movió su cabeza, asintiendo, pero no muy seguro.
—Tal vez.
Felicity, quien había comenzado a reconocer cada una de sus expresiones, se cruzó de brazos.
—Evan ¿Qué estás pensando?
—Dijiste que la habías seguido hasta su casa ¿O no? —la mujer lobo asintió— Pues iremos juntos.
—Definitivamente has perdido la cabeza. —rio, como si acabara de contarle el chiste más tonto del mundo. Pero él no bromeaba, y lo descubrió segundos después.
—Busca a tu hermano. Mientras más seamos, menos posibilidades tendrá de escapar.
—¿Y qué hay sobre las brujas?
Él negó rotundamente:
—Dejémoslas fuera de esto. Así estarán más seguras.
—Sin ellas no tendremos oportunidad de enfrentarla —resaltó Fliss.
El castaño, deteniéndose a medio camino de su bicicleta, vaciló antes de que liberar una risita llena de ironía. Levantando el semblante una vez más bajo la luz del Sol, la cual hizo que sus ojos desprendieran un inusual brillo dorado.
—Se te olvida algo —le recordó— Yo también tengo mi propia magia.
●●●
Mientras revisaba las viejas y amarillentas páginas del Libro de las Sombras, Nessa no pudo evitar fijarse en todos los símbolos que se habían dibujado, al igual que si fuera un cuaderno escolar. Eran muchos, muchos de ellos. Desde una luna triple para representar a la Diosa Madre, hasta el símbolo del dios astado. Similar al ciervo que con su cornamenta cuida de las puertas del Inframundo.
«Es como si Artemisa y Hades hubieran tenido un hijo» pensó para sus adentros, desechando tales tonterías después. Aún se le hacía difícil creer que deidades como esas podían realmente existir, pues toda su vida se había considerado a sí misma como una persona atea, que siempre tenía una explicación científica para todo, y no debía de ser muy diferente de sus amigas.
Harper y Meredith tampoco creían en dioses cornudos, solo en la Diosa, a quienes ellas llamaban Diana (por parte de la castaña) o Gaia y Madre Tierra (según Mer). También creían en los Atalayas como sus guardianes, y la fuerza de la naturaleza, pero nada más.
«Supongo que todas tenemos formas distintas de ver las cosas» se dijo. Sus dedos se deslizaron por la siguiente página, y un dibujo en específico la hizo fruncir el entrecejo.
A su cabeza llegaron imágenes de un pentáculo hecho de sangre dibujado en el pecho de las víctimas, encerrado en un círculo perfecto ¿Por qué ahora que lo miraba se parecía más al pentagrama del libro? Pero no un pentagrama normal, sino un pentagrama invertido. "Símbolo del satanismo" las palabras vinieron a su cabeza sin que ella las reconociera "Brujas malditas. La sangre no perdonará vuestros pecados".
¿Donde había escuchado esa frase antes?
—¡Nessa! —Meredith sonaba muy molesta— He estado hablándote por cinco minutos y no me has prestado atención.
—¿Ah sí? ¿Qué estabas diciendo?
—Ya da igual —resopló— Por lo menos no estás como Harper, que no deja el móvil de lado y se la pasa sonriendo como una idiota.
—¿El qué? —la aludida se reincorporó sobre la cama, completamente despistada. Las mejillas de Mer se pusieron tan moradas como una ciruela.
—Lo que faltaba —lanzó una mirada al cielo— ¿Es que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para ignorarme? Una muy silenciosa y otra demasiado sonriente. Debería preocuparme, pero ya tengo demasiados problemas encima.
La habitación estaba muy quieta, y a pesar que en el fondo se escuchaba una canción de Bruno Mars, el ambiente era bastante aburrido. Nessa se puso a pensar, en un intento por encontrar algo interesante que hacer o decir, hasta que lo descubrió cuando miró hacia abajo, al Libro de las Sombras.
—¿Quieren probar algo nuevo?
—Uhh —Meredith miró por encima de su hombro, interesada en lo que sea que se le hubiera ocurrido— Me gusta cómo suena eso. Cuenta.
Nessa les mostró la parte del libro que había estado leyendo.
—Muy bien ¿Veis esto de aquí? Es una triqueta —señaló— Simboliza la vida, la muerte y el renacimiento. Está formada por tres arcos iguales que significan: igualdad, eternidad e invisibilidad.
—El Nudo de la Trinidad —Harper la miró atentamente, aunque dudosa— Pero ¿Para qué quieres usarlo?
Buena pregunta ¿Para qué? No tenía ni idea. Solo quería probar.
—No tengo idea.
—¿No será muy peligroso?
—Aquí dice que lo peor que nos puede suceder es caer en un trance que dure máximo diez minutos. Despertaremos con un poco de dolor de cabeza, pero nada más. La madre de Jessica era muy específica en cuanto a estas cosas. Así que ¿Qué dicen? ¿Nos atrevemos?
Para ese entonces, ya Meredith había sacado una tiza de su bolso y estaba dibujando el símbolo en el suelo.
—¡Yo digo que sí! —aplaudió cuando terminó, haciendo que las motas de polvo blanco desaparecieran en el aire.
Nessa se apresuró en ir a encender algunas velas para colocarlas alrededor, y Harper no tuvo como resistirse, puesto que su curiosidad también la estaba matando por dentro. Las tres se sentaron una en cada punta de la triqueta.
—Muy bien, ahora solo concéntrense en el símbolo. Intentad conectar con su energía. —les dijo Nessa, y ambas cerraron los ojos, tratando de seguir sus órdenes— Despejad vuestras mentes, respiren y solo déjense llevar.
Segundos después, ninguna de las tres sentía nada de nada.
—Vale. No se están concentrando —espetó la hija del sheriff.
—Estoy completamente concentrada —rebatió Meredith en respuesta—Quizás lo dibujé mal.
—O quizás deberíamos conectar entre todas —dijo Harper a modo de sugerencia.
—Har, creo que sabría si necesitáramos-
La castaña no las dejó seguir hablando, simplemente agarró sus manos de un solo movimiento y automáticamente entrelazaron sus dedos cuando sintieron que una energía distinta las transportaba lejos de allí.
Nessa pudo sentir que sus manos hervían allí donde estaban sujetas, empujándola a separarlas, pero ella no lo hizo. De ser así, la energía del círculo se rompería y a saber qué podría pasar.
Una mano invisible las empujó con tal fuerza por la espalda, que ellas se enderezaron de golpe. Sus frentes en alto y las bocas entreabiertas. Imágenes de alguien corriendo a través del bosque llegaron a sus sueños, con la oscuridad tragándose cada espacio. Ellas podían sentir el peso y la falta de aire en los pulmones mientras avanzaba más y más adentro, hasta perderse. Era como si estuvieran viviendo la escena. Como si ellas fueran esa persona y pudieran sentir todo el miedo y el cansancio que recorría sus huesos. Algo estaba detrás, haciendo un sonido bajo y potente, amenazante, al igual que un león cuyas patas tienen la fuerza suficiente para abrir grietas en el suelo que pisa.
Y ellas podían ver a través de sus ojos.
Vieron una cabellera rubia, que luego descubrieron que pertenecía a Jessica. Desde el instante que cayó al suelo, hasta cuando liberó su último grito de agonía y la escena cambió. Ya no era ella, ahora era una mujer colgada, con sus pies oscilando en el aire y las gotas de sangre cayendo desde la punta de sus zapatos.
Elizabeth Warren. Tan pálida como una paloma, y su rostro paralizado.
Luego estaba la sangre, salpicando las paredes y un cuerpo oscuro acercándose para dibujar en ella la primera letra de una frase extensa. Con la sombra de una criatura más grande detrás suyo, expectante, y con la mandíbula mojada por la saliva.
Cuando la última visión llegó a su mente, ellas no descubrieron lo que era hasta que vieron una mano tiesa como una garra, humana, y el celular que colgaba de esta pertenecía a alguien. La Sra. Hale.
Despertaron con sus voces atoradas en la garganta, sin ser capaces de reaccionar más que a sus propios temblores. Nessa miró a Harper y Meredith, igual de asustadas que ella. Sus pieles reaccionando a las malas sensaciones que se paseaban alrededor, como fantasmas.
—¿Habéis visto eso? —logró formular segundos después. Las velas se habían apagado y la habitación estaba completamente a oscuras.
La pelirroja, con sus ojos muy abiertos, apenas fue capaz de separar los labios:
—¿Eso era...
—Si.
—¡Que horror! —ella negó con su rostro desfigurado— Pobre Jessica, qué manera tan horrible de morir...
Harper y Nessa se arrastraron hasta ella, abrazándola por los hombros. En parte para tranquilizarla y también a ellas mismas.
—Nunca me llegué a preguntar qué habría sentido en ese momento. Si estaría terriblemente asustada, o pensaría en que nosotros no fuimos a ayudarla —susurró— Ella me hizo muchas cosas, pero seguía siendo mi amiga, y a veces me culpo de no haber estado allí cuando todo sucedió.
—No puedes culparte. Es un error —le dijo Nessa, recordando las palabras que le había dicho Evan en su casa— No estaba en tus manos salvarla, así como no está en las nuestras cambiar las cosas.
—No debería ser así —negó— Estuve pensando hace unos días en como todo se ha complicado tanto en tan poco tiempo, y nosotras seguimos siendo las mismas muchachitas que apenas tienen un mínimo conocimiento de lo que pueden hacer ¿Cómo seremos capaces de enfrentar algo así?
Harper tragó duro y tocó la cadena de cuarzo en su pecho.
—Podemos cambiar eso, sé que podemos. Pero tenemos que apoyarnos unas a otras. Crecer como aquelarre. Unirnos. Confiar. Ser mucho más listas. De lo contrario viviremos el resto de nuestras vidas con miedo o no seremos capaces de sobrevivir al mundo sobrenatural.
Poco a poco, Nessa se sintió menos deprimida. Ese era el tipo de efecto que tenía Harper McGregor, con sus ojos brillantes y su mirada dulce, hacía que cualquier problema tuviera solución
—Siempre diciendo las palabras correctas, Har —murmuró Meredith, aceptando su mano.
Las tres continuaron un rato más en silencio, hasta que la misma abrió la boca para decir:
—Esto me ha dado hambre.
Sus amigas se abrían reído de sus palabras, de no ser porque el Sr. Queen tocó a la puerta como si las hubiera escuchado desde el piso de abajo.
—Chicas, hice sándwiches de mantequilla de maní para todas ¿Vais a bajar? —habló desde el otro lado, y antes de que su hija pudiera responder ya Meredith había cruzado la puerta.
—¡Gracias, Sr. Queen! ¡Con permiso, Sr. Queen! —jadeó mientras bajaba apresurada, perseguida por Harper y luego Nessa.
El sheriff frunció el entrecejo, volteándose para mirar con extrañeza el lugar por el que habían desaparecido. Adolescentes, pensó para sus adentros mientras entornaba los ojos y las seguía hasta la cocina.
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