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🔮... capítulo treinta y ocho

Un solo chasquido bastó para que todos despertaran de golpe, viéndose en el suelo, dentro de un espacio reducido que tomaba forma de una circunferencia a su alrededor. Fuera de esta se encontraba la mujer de cabellos platinados, dando vueltas a su alrededor como un gato al acecho. Parecía estarlos estudiando, a pesar de que sus ojos desprendían cierto brillo de superioridad.

Ella señaló el círculo de ceniza con su dedo y Felicity tuvo el deseo de morderle la mano por muy primitivo que sonara. Alexandra exhaló con profundidad:

—Debo decir que sois muy flojos todos para ser criaturas sobrenaturales.

—¿Quién eres? —exigió Noah, ganándose una negación por su parte.

—Aquí las preguntas las hago yo, lobito. Al fin y al cabo, fueron vosotros los que irrumpieron en mi casa.

Fliss se reincorporó como pudo, pues todavía se encontraba un poco débil después de su pérdida de consciencia. Caminó hasta el límite de su jaula e intentó pasar por ella como si realmente no hubiera un muro que se lo impidiera. Pero nada más tocarlo, una corriente electrizante sacudió su cuerpo y la hizo caer al suelo entre gemidos de dolor.

—Yo siendo tu mantendría las manos escondidas. Estáis dentro de un círculo prisión. Solo la persona que lo creó puede abrirlo —le dijo, como si no fuera obvio. La apellidada Corrigan resopló al escucharla hablar.

—Bruja.

—Gracias, cielo. Ahora veamos...

Todos la vieron caminar lentamente, hasta detenerse delante del único de ellos que continuaba sentado en el piso, con su mirada inexpresiva fija en un punto de la pared. Al ella acercarse, la cabeza de Evan se alzó, como si esperara algún tipo de desafío por su parte.

—Aquí estás —la rubia se agachó a su altura, observándolo detenidamente— Es de ti de quien quiero oír las respuestas.

El muchacho podía ver la luz escondida detrás de sus ojos, como un mar en movimiento bajo el cielo del caribe azul. Profundo, profundo, profundo... Casi infinito.

—¿Dónde están mis hermanas? —la pregunta brotó de sus finos labios al igual que si fuera un mandato, exigiendo su respuesta inmediatamente.

Lástima que él no estuviera dispuesto a dársela. Fue su silencio lo que provocó que ella se levantara, volviendo a adoptar los pies de altura que había perdido al agacharse. Sus ojos se posaron de lleno sobre Felicity, y pronto, todos la escucharon quejarse porque su pecho comenzaba a doler.

Evan la miró con preocupación, al tiempo que sus amigos la sostenían para que no cayera. Acto seguido, escuchó otro grito. Esta vez perteneciente a Noah.

—No me importa tener que torturar a todos tus amigos para que hables —lo amenazó.

—¿Por qué habría de decirte? Mi deber es protegerlas a ellas hasta mi último aliento. Principalmente de gente como tú.

Ella ladeó un poco la cabeza:

—No sabes mucho, pero incluso tú sabes que no estoy aquí para eso.

Sus pasos sonaron como martillazos sobre el suelo de madera, haciendo eco por cada parte del salón.

—Vine a esta ciudad para llevarlas conmigo, no para asesinarlas —le dijo— Estarán mucho más seguras fuera de Salem que dentro de ella.

—No puedes obligarlas a irse.

—Tampoco es que tengan otra opción ¿Que no te has dado cuenta? —ella se acercó más— Ya me he expuesto lo suficiente viniendo hasta aquí, así que voy a preguntártelo una vez más ¿Dónde-están-las-brujas?

Evan puso su mentón en alto y sonrió, como si supiera que algo estaba a punto de pasar.

—¿Por qué no lo averiguas tú misma?

De pronto, la puerta de la entrada salió disparada hasta estrellarse contra las escaleras. Una lluvia de astillas se esparció por todos lados, obligándola a cubrirse con los brazos.

—¿Alguien va a decirme por qué no fui invitada a la fiesta? —inquirió Meredith, accediendo al interior con sus sandalias rojo sangre— Porque me apetece prenderlo todo en llamas.

Ella y Alexandra se miraron mutuamente, fuego contra tormenta, al tiempo que por las manos de ambas se iban formando lenguas del poder que la madre naturaleza les otorgó desde su nacimiento. Eran todo un borrón rojo y blanco, pero cuando la mayor dio el primer paso para atacar, otro grito se escuchó dentro de la estancia.

—¡Motus! —Harper arrojó sus brazos hacia adelante, y Alexandra fue arrojada contra una pared.

Evan y los demás se voltearon para verlas allí, apartando sus caras de preocupación. Ellas tenían a Alexandra rodeada.

—Ríndete y no tendremos que herirte —dijo Harper, posicionándose al lado de Meredith.

—Me gustaría verlas intentarlo —respondió la rubia, extendiendo sus manos— Praestrangulo

Al instante, la castaña se agarró la garganta con ambas manos y se dejó caer de rodillas, luchando por respirar.

—¡Harper! —Nate se puso de pie de un salto y Felicity gritó, pero todavía estaba demasiado débil para detenerlo.

—La está ahogando.

Meredith abrió los ojos desmesuradamente, asustada de ver a su mejor amiga caer al suelo, completamente vencida. Giró sobre sus propios talones para lanzar una bola de fuego hacia Alexandra, pero esta la atrapó entre sus manos, como si fuera un balón de fútbol.

Algo dentro de su pecho se agitó.

—Fragmentado —masculló entre dientes, y la pelirroja cayó al suelo, como si toda la energía fuera extraída de su cuerpo. Su cabeza se sentía pesada y toda la habitación comenzó a girar. Ni siquiera era capaz de alzar los ojos.

La apellidada Alberts dirigió sus dedos cargados a la cabeza de Meredith y luego a su corazón, volviéndola tan frágil hasta el punto de casi desmayarse. Ella estaba tan mareada y tan cansada, que creyó que realmente se estaba muriendo. Al mismo tiempo, Harper se retorcía en el piso. Su cara poniéndose de color azul y tosiendo.

—¿Qué haces? ¡Las vas a matar! —gritó Evan, pero ella era imparable. Demasiado fuerte y demasiado poderosa.

Alexandra continuó presionando su magia sobre ambas, hasta el punto de sacar un grito ahogado por parte de los demás al creer que realmente las mataría. Pero no sucedió. De un solo movimiento, ella hizo que la fuerza invisible que la servía desapareciese y con una patada el círculo de ceniza se disolvió. Harper abrió la boca, inhalando y jadeando para llevar aire a sus pulmones. Meredith volvió a levantarse y la abrazó. Poco a poco, todos fueron recobrando sus fuerzas.

—Espero que con esto hayan tenido suficiente —dijo la rubia, siendo la única que estaba en pie— Pensé que erais buenas, pero siguen siendo unas principiantes.

La pelirroja resopló, mirándola con cara de pocos amigos:

—¿Y quién diablos eres tú?

—Mi nombre es Alexandra Alberts —respondió— Descendiente de Sarah Osborne y líder del aquelarre de New Salem.

Evan se levantó de su lugar.

—Tu antepasada fue quien ayudó a la mía. —dijo, provocando que esta fijara su atención en él— Azula Fairfax.

—Así que tú eres el descendiente de la primera conjuradora —ella se mostró impresionada— Eso explica la magia blanca.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué viniste?

—Alguien me llamó.

—¿Quién?

—Eso es información clasificada —ella negó ante la interrogante de Harper— Pero esta persona me dijo que alguien o algo estaba asesinando brujas en la ciudad, así que me moví rápidamente y aquí estoy.

Los chicos intercambiaron miradas entre ellos, uno a uno. Algunos inseguros, sin saber si creer en sus palabras o no. Otros simplemente buscando alguna señal en los demás para seguir la corriente.

Alexandra levantó las manos.

—¿Por qué no nos ponemos cómodos? Esta es una larga historia para contar.

—¿Qué sabes de los cazadores? —la interrumpió Evan, quien no estaba de humor para extender demasiado ese encuentro.

La mujer alzó un dedo, pidiendo que aguardaran un minuto. Fue a la cocina a por un poco de té de hierbas, pasó por encima del desorden cuando regresó y se sentó encima de uno de sus sillones con la taza humeante en sus manos.

Los demás seguían muy quietos.

—¿Qué? ¿Vais a quedaros allí parados todo el rato? Si quieren pueden sentarse, a mí no me molesta —les dijo, dando un sorbo antes de continuar— En fin, voy a contaros quien ha sido la persona que ha estado detrás de todos los asesinatos y el por qué regresó. Pues como ninguno de vosotros sabe, desde que existen las brujas, también están esos hijos de puta que se dedican a hacernos la vida imposible. Mejor conocidos como los cazadores. Ellos también se infiltraron en los juicios de Salem ¿Sabían? Descaradamente a la cara, sentenciando en su mayoría mujeres embarazadas y ancianas. Y sé lo que pensarán ¿Qué clase de persona hace una cosa tan horrible? Obviamente estos impulsores del mal y la matanza...

—Srta. Alberts... —Felicity la interrumpió— Al punto, por favor.

—Cierto —se aclaró la garganta— Uno de los jueces, William Stoughton, era uno de ellos. Sabía exactamente cómo descubrir o hacer que las acusaciones tuvieran sentido para el resto de los pobladores. Las pruebas utilizadas en estos casos incluyeron confesiones obtenidas bajo tortura, supuestos testimonios de testigos presenciales e inspecciones físicas de los acusados. Quizás lo más perturbador fue la admisión de evidencia espectral, o evidencia basada en las visiones o sueños de los acusadores. Sin embargo, las pesas fue sin duda la más inhumana de todas las torturas. Las aplastaban con piedras para que confesaran hasta su propia muerte.

Meredith y Harper sintieron un escalofrío que les recorría la espalda a la vez, erizando toda su piel en el proceso. Las palabras crearon imágenes en sus cabezas y estas eran tan perturbadoras que por un instante creyeron que si seguían pensando se desmayarían.

—En fin, que cuando los juicios culminaron, las brujas que sobrevivieron decidieron que era hora de partir. No sin antes castigar a aquellos que debían pagar por la sangre derramada de los inocentes —Alexandra se levantó de su silla para dejar la taza sobre la chimenea— Tres brujas y un cazador. William Stoughton fue este último, y ellas lo transformaron en una criatura incapaz de tener humanidad.

—¿A qué te refieres?

—El castigo de vagar por la Tierra a través del tiempo desarrolló en él sentimientos de venganza. Los cuales se fueron acrecentando a medida que su alma se consumió con la muerte de todas las personas queridas que veía morir. Su esposa, sus hijos... los perdió a todos —suspiró— Y su odio por aquellas que le hicieron esto nunca ha sido tan intenso como ahora. Por eso ha dedicado su larga existencia a desarrollar el trabajo que considera una profesión de gusto: Matar brujas.

—Pero no merecía vivir —Harper protestó— La muerte hubiera sido un castigo más adecuado para él ¡Mira lo que está haciendo ahora!

—Supongo que nuestros antepasados no lo pensaron así.

—¡Al diablo los antepasados! —tomando impulso, Meredith se puso en pie y cruzó los brazos por encima de su chaqueta escarlata— Vamos a acabar con ese imbécil de una vez por todas ¿Quién es? Dinos ya.

Alexandra se mantuvo en silencio por unos segundos, y luego negó.

—No puedes matarlo. No hay manera.

—¿Por qué?

—Porque él no es solamente un cazador. También es un inmortal —reveló con voz cascada— Un vampiro.

El salón se llenó de un absoluto silencio, salvo por el rugido distante de los árboles con el viento otoñal. El grupo entero estaba de pie, inmóvil, como si esperaran algo que ninguno de ellos podía definir. Antes solo habían leído sobre vampiros en libros para jóvenes o visto películas en la televisión, y a pesar de encontrarse en un mundo donde todo lo que se considerase "sobrenatural" era posible, todavía se sentían demasiado impresionados de pensar que esos también eran parte de él.

—No tenía idea de que existieranv—pronunció Evan.

—Oh sí que existenc—asintió ella efusivamente— ¿Cómo no podrían si nosotras mismas los creamos? Una vez transformaron al hombre en un chupasangre, este descubrió que a través de su mordida podía convertir a otros. Esparcirse por el mundo como una plaga fue prácticamente pan comido.

Harper se mordió la cara interna de la mejilla con brusquedad:

—Tiene que haber una forma de deshacerse de él.

—No la hay, o por lo menos yo no la sé.

—Entonces, si no podemos matarlo con magia ¿Qué más podríamos hacer?

La rubia fue hacia la escalera, y bajo la atenta mirada de todos, levantó una tabla de madera para agarrar algo que se encontraba dentro. Un libro viejo y de material desgastado, sujeto por una cuerda.

—Este es el grimorio de mi abuela —les mostró— Yo sé de un hechizo que servirá para exiliar al enemigo lejos de Salem, pero se necesita de un aquelarre completo para llevarlo a cabo.

—¡Nosotras podemos hacerlo! —Meredith saltó— Harper, Nessa y yo.

—A propósito ¿Dónde está ella? —preguntó Felicity, intercambiando una mirada preocupada con Evan. Este volvió a dirigiese a la pelirroja, haciéndole saber que no tenía idea de dónde estaba.

Ella contuvo el aliento.

—Creímos que estaba con ustedes.

—Bueno, obviamente no lo está —aclaró Nate.

—La última vez que la vi estaba hablando con el Profesor Stanton —Noah levantó una mano, como si quisiera captar la atención de todos de esa forma— Y ahora que lo pienso, parecía bastante seria. Creí que la habían castigado.

—¿Qué acabas de decir? —Alexandra se acercó a él, y todos pudieron ver el miedo en su cara.

—¿El qué?

—La persona que estaba con ella ¿Quién dijiste que era?

—El Profesor Stanton. Se la pasa castigando a toda la clase.

Intentando contener su ira, la rubia se llevó una mano a la frente y comenzó a maldecir con mil palabras en latín que muchos de ellos no pudieron entender.

—¿Qué pasa? —cuestionaron las brujas cuando la vieron tomar el grimorio nuevamente entre sus manos.

—Voy a recitar un hechizo de rastreo. Tenemos que encontrar a vuestra amiga ya mismo.

—También podríamos solo llamarla —sugirió Meredith.

—Y no les responderá porque está en las manos del diablo —espetó, volteándose súbitamente hacia Evan y señalándolo con un dedo acusador— Tú eres su protector. Se supone que debías estar al tanto de estas cosas.

—¿De qué cosas hablas?

—¡William Stanton! ¡Él es el cazador! —gritó, agitando sus brazos— Cambió su apellido para que no pudiéramos sospechar, pero yo llevo días espiándolo. Es él ¡Y ella era su próximo objetivo!

No, no lo hizo, pensó el castaño dentro de sí. Ella no podría...

Pero a medida que sus últimos encuentros con su novia aparecían en su cabeza, se hizo cada vez más claro que lo había hecho. Era la única explicación lógica, y de repente todo tuvo sentido: su silencio y su distancia después de la muerte de la señora Hale, y cómo sus deseos de encontrar una solución a todo ese problema se habían convertido en una desesperada obsesión por ayudar. Hacer algo para protegerlos a todos, había dicho.

Ahora estaba claro, Nessa había ido con William Stoughton. Sola.

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