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🔮... capítulo treinta y nueve


Nessa despertó en el suelo húmedo, tumbada en una cama de hierba cuyos alrededores estaban pintados de negro debido al inmenso muro de árboles que le impedía ver la Luna en aquella parte del bosque.

«¿Dónde es este sitio?» se preguntó cuando no fue capaz de ubicarse, sintiendo el viento frío contra su cuerpo calándole hasta los mismos huesos. A sus espaldas una rama se quebró, pero a diferencia del sonido que sintió de aquella noche en la feria, esta vez el ruido había sido devastador, como las astillas de un tronco al ser comprimidas por algo muy pesado.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no soltar un grito de espanto cuando se volteó y aquellos ojos rojos la recibieron con un brillo infernal, casi maquiavélico, chorreando muerte a través de sus pupilas.

Nessa se preguntó por un segundo qué sería capaz de hacerle con esa mandíbula ¿La destrozaría al igual que sucedió con su mejor amigo? ¿O la devoraría lentamente para hacer de su dolor más duradero? Y es que ella no podía hacer otra cosa más que retroceder y llorar en silencio mientras se le iba acercando, deseando más que nunca que sus piernas reaccionaran para poder escapar. Pero era imposible.

Vio con horror la piel venosa y llena de arrugas de la criarura. Su rostro feo y desfigurado, las patas dobladas, las garras sucias, su melena casi calva... era como una pesadilla que tomaba forma delante de sus propios ojos. Estaba ahí. La había encontrado.

—No hace falta que enloquezcas tanto, Nessa. Mi mascota no actuará a menos que yo así lo ordene.

Esa voz... la reconocía.

Lentamente, otra sombra fue emergiendo de las sombras hasta posicionarse al lado de la bestia, permitiendo así que la claridad de la noche iluminara su figura. Tan alta que casi podía tocar las estrellas. Sus ojos azules eran como faros en medio de la niebla, pero desprendían cierto peligro.

William Stanton, a quien ella conocía como el nuevo profesor de Historia, la había engañado.

—¿Quién eres? —fue una pregunta directa, nerviosa. Ella trataba de ser valiente.

—Alguien en quien desearás no haber confiado jamás, eso puedo asegurártelo —respondió, extendiendo su mano hacia ella para presentarse como un viejo amigo. Sin embargo, Nessa no se movió.

Observó la palma de su mano con asco y luego alzó de nuevo la cabeza.

—Tu eres el cazador.

—Has descubierto el agua tibia demasiado tarde, preciosa —le dijo, agarrando su mano él mismo para depositar un beso en sus nudillos antes de que ella la apartara de un tirón— William Stoughton. Primer juez y dirigente de la caza de brujas en 1693.

Nessa sentía que su estómago se retorcía de pánico mientras su mirada viaja de él a la bestia y de la bestia a él. Necesitaba ganar tiempo, tenía que ser lista.

—Debo decir que esperaba más, pero verte solo te deja en cierta desventaja —le dijo, intentando sonar decepcionada.

—Conozco vuestros trucos, bruja. Y no funcionarán conmigo ¿Ves esto? —señaló la marca en la palma de su mano derecha. La misma runa que él había usado para desarmarla antes— Esto me da la fuerza que necesito para enfrentarlas a todas sin caer en vuestros encantamientos. Además, soy mucho más rápido.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

Fue lo más parecido a un relámpago o un flechazo de luz que ella hubiera visto jamás delante de sus ojos. En un momento él había estado delante de suyo, y en el otro se había acercado tanto que la blancura de sus colmillos casi llegaba a atravesarle la cara. Estos eran afilados, de una longitud increíble, y Nessa pudo sentir como le acariciaban la piel expuesta de su hombro con parsimonia.

El miedo volvió a apoderarse de sus sentidos, al mismo tiempo que miraba a través de esos ojos que ya no eran azules, sino negros. Profundamente negros.

—Así mismo. Es lo que estás pensando —susurró, rozando con sus labios la parte baja de su cuello— Siempre he trabajado solo y no me han hecho falta más criaturas como yo para deshacerme de las tuyas.

—Eres un monstruo.

—Podría decirse. Aunque yo prefiero el término inmortal —lentamente, se separó para dar un paso hacia atrás— Asusto ¿No es así? Deberías haberme visto en mis inicios. Masacré pueblos enteros, chupé hasta la última gota de sangre que había en sus venas, y a pesar de todo nunca lograron capturarme. Debo decir que esto fue más un regalo que una maldición.

—Tú lo mataste —la voz de Nessa sonaba entrecortada, como un chillido patético— Mataste a Raven. Mataste a Jessica.

—A mí no me mires, fue Patricia —bromeó, señalando a la criatura detrás de él. Acto seguido, liberó una sonora y cruel carcajada— Eres hermosa, pero realmente patética ¿Cómo puedes pensar que me tomaría el trabajo de destriparlas a todas? Es asqueroso.

—No podrías haberlo hecho ni aunque te lo hubieras propuesto —ella dijo, nublándose por el asco y el odio que sentía hacia él y hacia sí misma por haber confiado como una tonta— La bestia cumple con tus órdenes. Hace el trabajo sucio para que tú salgas inmune, llevándote el crédito de cazador cuando solo manejas una marioneta.

—Una mordida tiene sus beneficios.

Ella dio un paso hacia el frente, sorprendiéndose por su osadía.

—Hablas de mi siendo patética, pero ¿Quién se esconde en las sombras con una runa de poder para no salir perjudicado? —rió cínicamente, sin reconocerse— Te daré una pista: Eres tu.

Lo próximo que sintió fue como un manotazo, tan potente que la mandó a volar hasta hacerla caer contra el piso otra vez. Ella gritó. Sus extremidades le dolían y se había hecho un corte en el brazo izquierdo, lo cual, llamó la atención del hombre que se subió encima suyo, mostrando aquel par de colmillos que solo había visto antes en películas.

—Bien podría clavarte los colmillos y dejarte seca ahora mismo —la amenazó, su voz era fría como la muerte o el veneno— Pero ¿Dónde está lo divertido en eso?

Sus manos se cerraron con fuerza sobre sus hombros, impidiéndole moverse.

—Ustedes me quitaron todo —volvió a hablar— Mi familia, mi hogar... Creyeron que me estaban condenando, pero me dieron otro regalo, y ahora soy más poderoso de lo que cualquier ser humano en la Tierra podría ser jamás.

—No te tengo miedo —Nessa logró decir— Antes sí, pero ya no. Eres solo un idiota que no puede hacer nada para redimirse a sí mismo.

Vio como su rostro se contraía con rabia, su mano moviéndose temblorosa sobre su mejilla mientras lo escuchaba liberar un suspiro que pareció liberarlo de algún tipo de atracción hacia su cuerpo. Él asintió, apartándose para despojarla de su agarre, que había provocado dos notables marcas en su piel.

—No quería llegar a tales extremos, pero no me has dejado otra opción. Tú, ilusa, no tienes ni idea de lo que puedo hacer, pero lo averiguarás —William se volteó y caminó hacia la bestia— Mátala, pero no te la comas. Todavía necesito su sangre.

Tras escuchar la orden, el animal volvió a apoyarse en sus cuatro patas, rugiendo tan sonoramente que podría haber hecho temblar todo el bosque. Nessa comenzó a dar marcha atrás, y si antes había pensado que tenía miedo, ahora sabía que eso no había sido nada. En esos momentos sintió lo que era el miedo verdaderamente. Sus rodillas eran débiles y el golpeteo de su corazón agitó su cuerpo entero.

«Tengo miedo», pensó «Por favor, estoy asustada».

Sabía los hechizos del Libro de las Sombras, pero no tenía ni idea de cómo usarlos. Su mente estaba en blanco totalmente. La criatura se acercó, y desde su posición ella fue capaz de percibir el olor a carne muerta que desprendía su aliento. A tal punto que casi la hace desvanecerse.

«Eso es todo. Hasta aquí he llegado»

Sus pies se detuvieron cuando supo que no había escapatoria, y entonces, la bestia saltó.

Sin embargo, algo impidió que cayera. Un relámpago blanco y plateado como la luz de la luna que luchó contra la criatura bajo la expresión impactada de Nessa en un reguero de garras y dientes.

Era Felicity.

Su loba estaba peleando para salvarla. La había encontrado. Ella ya no estaba sola.

—¡Nessa! —el grito de Evan la hizo voltearse, justo para ver a su equipo aparecer de entre las sombras.

Ella sonrió al ver a Harper y Meredith correr hacia ella para sostenerla.

Nate y Noah, también en su forma de lobos, se unieron a la lucha. Ellos lo mordían, lo inmovilizaban como la última vez, pero era demasiado fuerte incluso para los tres juntos. De un solo movimiento, lanzó a Noah contra un árbol. El lobo negro chilló un poco, pero se reincorporó rápidamente. Al mismo tiempo, la mandíbula del blanco se cerró en torno al cuello del monstruo y este se quejó, sacudiéndose para deshacerse de ella.

Sangre fue derramada, pero ninguna de las brujas supo decir a quién pertenecía. Todo estaba ocurriendo demasiado rápido.

Otro chillido se escuchó, y Harper contuvo el aliento en su garganta cuando vio que la bestia aplastaba a Nate con su pata. Su lobo se quejaba debido al dolor, de una forma que le heló la sangre a todos. Entonces, Felicity volvió a subírsele encima, clavándole las garras en el lomo y volviendo a arrancarle un pedazo de carne con el filo de sus dientes. Debido a esto, la bestia se lanzó contra el suelo, aplastándola con su peso y dejándola fuera de combate. Cuando todos se dieron cuenta, el cuerpo desnudo de la humana yacía sobre la hierba y su cara estaba doblada en una mueca dolorosa.

Los ojos de su oponente se fijaron en ella. Indefensa, agonizante y cansada.

—¡Desiccare! —gritó Alexandra, y el animal cayó al suelo antes de que pudiera atacar. Sus patas traseras y delanteras se pusieron rígidas como los miembros de un cadáver.

Las brujas vieron el hechizo colapsar su columna vertebral y arrugarse a lo largo de su cuello.

—Fragilis —le siguió Evan, y finalmente, el rostro de la bestia sucumbió al hechizo. Se secó y se arrugó como una pasa, luego se volvió gris y ceniciento, inmóvil como una máscara, excepto por sus ojos, que cambiaron hasta volverse de un color celeste.

La mirada de Felicity chocó directamente con ellos y pudo ver la humanidad encerrada en sus pupilas. Pudo ver el miedo en lo profundo de ese color azul océano tan similar al suyo, hasta darse cuenta de la cruda realidad.

Ella sabía a quien pertenecían esos ojos.

—¿Papá? —su aliento se cortó en el momento exacto que supo a quién había estado a punto de matar, y quién había sido capaz de herirla a ella cuando prometió no hacerlo.

Los ojos azules de Chase Corrigan se desaceleraron hasta detenerse, endureciéndose a un gris pétreo que combinaba con el resto de su cuerpo reseco.

—¡No! ¡Ya para! —gritó hacia la bruja, arrastrándose como pudo hasta llegar a él— ¡Lo vas a matar!

Noah la llamó por su nombre, pero sonó lejano, como si estuviera en el extremo opuesto de un largo túnel. Sabía que los demás estaban allí en el bosque con ella, pero en ese momento parecían pequeños y distantes.

Su mellizo estaba aturdido, entrecerrando los ojos, buscando en el suelo a Felicity, trepando como un ciervo bebé nuevo en sus cascos, y luego gritó, sujetando a su hermana mientras ella abrazaba a su padre con fuerza.

Los demás los observaban, confundidos e impresionados. Nessa no podía creer todavía que esa persona, que ella había visto miles de veces acompañando a los mellizos, fuera el asesino.

—Fue la mordida —explicó Alexandra— La mordida del inmortal tiene efectos múltiples en el resto de las criaturas sobrenaturales. Pero nunca pude imaginar que llegaría a transformar a un alfa en... esto.

Suponían que las cosas debieron suceder antes de lo que todos podían creer, incluso antes de la muerte de Jessica Sanderson. William, impulsado por su deseo de acabar con las descendientes de las brujas de Salem, decidió mantenerse en las sombras y buscar a alguien que pudiera ayudarlo a cumplir con su venganza.Chase Corrigan era el títere perfecto. Nadie nunca sospecharía. Así que lo mordió y se convirtió en su amo, dejando que la ciudad le diera la bienvenida sin saber realmente que él era el causante de todos sus males.

Nessa apretó los labios, saltando en su lugar cuando se dió cuenta de algo que habían dejado pasar: ¿Dónde rayos se había metido Stoughton?

Un alarido proveniente de Meredith los hizo reaccionar a todos. El inmortal la había inmovilizado desde atrás y tenía los colmillos clavados en su pálido cuello. Ella sintió el dolor punzante, pero se mantuvo muy quieta y no profirió más ningún sonido. Dos gotas de sangre recorrieron un camino desde el lugar donde la mordía hasta su clavícula.

—¡¡Aléjate de ella!! —Harper perdió el control, y sus poderes lo mandaron lejos de su mejor amiga hasta estrellarlo contra un árbol.

Evan se impresionó, nunca había visto a la joven McGregor tan furiosa como en ese momento. Pero no era la única. La mirada de Nessa se había oscurecido profundamente, exhausta de aquella persecución y todo el daño que había causado.

Ella observó al señor Stanton —William Stoughton en realidad— y percibió cómo un sentimiento destructor se apoderaba de su mente lentamente. Por él muchas brujas habían muerto, Jessica y Raven estaban bajo tierra, y el padre de los mellizos se había convertido en eso que era. Él tenía la culpa de absolutamente todo lo que había pasado, y eso la estaba sobrepasando.

—¿Crees que puedes matarme? —él se echó a reír, limpiándose la sangre que había robado de Meredith— Me hicieron indestructible. Nada puede conmigo.

—Te equivocas —ella articuló— Yo sí.

Suavemente, elevó su mano como si quisiera atraparlo entre sus dedos, y entonces, la apretó en un puño.

William se tocó el pecho. Su rostro enrojecido a la vez que jadeaba por aire. Pero incluso en medio de su agonía, él pudo regocijarse de lo que estaba consiguiendo.

—¡Eso es, amor! —jadeó— Destrúyeme. Sé como ella. Conviértete en lo que tanto odias.

Los demás chicos observaron horrorizados como algo en ella parecía cambiar. Un rélampago dividió el cielo en dos, haciéndolos saltar en su sitio e iluminando la mirada oscura de la bruja.

—¡Nessa! —Evan gritó— ¡Tienes que parar!

Escuchó sus lamentos, pero no pudo registrar su significado. Todo lo que podía ver era la imagen del enemigo frente a ella, muriendo.

—¡Es Tituba! ¡Es la oscuridad controlándote! —él siguió diciendo— Esta no eres tú, Nessa.

De repente, farfulló, confundida, como si Evan finalmente la hubiera despertado de una pesadilla. Miró alrededor del bosque como nunca antes lo había visto y luego a William, que agonizaba a sus pies. Nessa sintió que su propio interior se hundía. Sus piernas se suavizaron y se sintió mareada. Él estaba en lo correcto. Esta no era ella.

Una mano recayó en su hombro, y cuando se volteó, sus ojos chocaron con la mirada verde de Alexandra Alberts.

—Hay una mejor manera de lidiar con Stoughton —dijo—, puedo mostrártelo. Conozco un hechizo restrictivo.

Ella asintió, avergonzada de lo que había estado a punto de hacer.

Miró hacia atrás, a sus amigos, quienes parecieron entenderla. Meredith y Harper estaban aliviadas y ella corrió para envolver sus brazos alrededor de ellas. Ambas estaban llenas de tierra, suciedad, e incluso de sangre, pero cada una tenía un aroma diferente. Vainilla y cerezas.

—Gracias a la diosa que estás bien —Harper tomó un respiro profundo— Creímos que te habías perdido otra vez.

—¿Y qué hay de ustedes? ¡Meredith, tu cuello!

—Está bien —la tranquilizó la pelirroja— No es tan profundo y tampoco extrajo demasiado. Sanará.

Suavemente, unieron las manos en un nudo fuerte, entrelazando sus dedos entre ellas, y de esa misma forma se voltearon hacia el vampiro. Stoughton seguía con la cabeza en alto a pesar del poder que casi rompe sus huesos, desafiándolas en silencio como si creyera que ellas no serían capaces de hacerle nada.

La señorita Alberts extendió sus manos hacia las chicas para unirse a su círculo y ellas la dejaron entrar. Acto seguido, tomó una piedra y comenzó a dibujar un símbolo sobre el suelo. Nessa podía oler el rastro arcilloso y recordó la salubridad elemental de la tierra, la limpieza del terreno húmedo que pisaban.

Alexandra guió su mano hacia delante, señalando la frente del vampiro sin siquiera tocarla.

—Yo te destierro de Salem, engendro, con el poder de la tierra.

Después, Meredith encendió una llama con la punta de sus dedos y la balanceó sobre su cuerpo, de un lado a otro desde la parte superior de la cabeza hasta la planta de los pies. Las gotas de sangre todavía se deslizaban por su cuerpo, haciéndolo relamerse los labios.

—Yo te destierro de Salem, inmortal, por el poder del fuego.

Entonces imaginó una relajante luz blanca, volviéndose más brillante e intensa hasta que envolvió no solo al claro, sino a ella y a sus amigos también. Luego fue el turno de Harper, quien llamó al poder de su elemento para que las nubes le proporcionaran ayuda, desprendiendo gotas de lluvia sobre aquella parte del bosque.

—Yo te destierro de Salem, William, por el poder del agua.

Y finalmente, llegó el turno de Nessa. Su mirada féretra colisionó con la del hombre a través del espacio que los separaba, viendo su sonrisa ladina al igual que si se estuviera burlando de ella en silencio.

—Sabes que voy a regresar por tí —murmuró— Lo hice una vez y volveré a hacerlo. No voy a detenerme.

—Te estaremos esperando entonces —ella le dijo, alzando la cabeza al cielo para recitar el cántico— Yo te destierro de Salem, William Stoughton, por el poder del aire.

Otro relámpago surcó el cielo y cayó delante de sus ojos. Muchos gritaron detrás suyo, pero Nessa no supo quienes habían sido. Sus manos seguían sujetas a las de sus hermanas al tiempo que una ráfaga de aire azotaba sus cuerpos y las empujaba, las envolvía y las arrastraba. El fuego siseó y crepitó, elevándose desde el suelo para rodearlos. Ascuas al rojo vivo se dispararon como destellos de las llamas. Un humo gris se elevó desde su fuente, cada vez más oscuro, hasta que formó una nube negra como el carbón en lo alto.

Energía oscura comenzó a correr por cada espacio, cada árbol y cada cuerpo que se encontraba cerca. Deslizándose como serpientes reptando sobre sus brazos y extremidades. Nessa pudo notar cómo alguien más se sumaba a su agarre, pero solo ella podía verla.

Jessica estaba allí de pie, su cabello mezclándose con las motas de luz que se colaban por entre las ramas, ofreciéndole su mano, la cual lucía más real que nunca.

Y ella la aceptó.

Te echo fuera de mi tierra

Aléjate para siempre

Por el poder de los elementos

Te maldigo hasta la muerte.

El viento se agitó, haciendo un sonido apresurado a través del aire. Llevaba consigo una extraña sensación de cambio.

William cayó al suelo en un alarido desgarrante, viendo con horror como su pálida piel desaparecía, y mientras lo veía deshacerse, Nessa de repente supo las palabras adecuadas. Llegaron a ella sorprendentemente desde lo más profundo de sus entrañas. Podía saborearlas, amargas como el limón en su lengua.

Abreq ad habra.

El grito de Wilford sonó para que todos lo escucharan. Él ​​no pudo hacer nada para detenerlas, y en el momento en que las llamas crecieron, su cuerpo se puso rígido y, mientras estas ardían, él también lo hizo.

Entonces, todo explotó.

Una niebla cenicienta se elevó como una nube en forma de hongo, arrojando a las chicas hacia el cielo. Aterrizando planas con los brazos abiertos a los costados. Había una calidez antinatural en el rostro de Nessa y una pesadez rara en el aire.

Ella se volteó, parpadeó y miró a su alrededor.

Solo quedaban sus amigos. Todo lo demás se había ido: William, la bestia, e incluso el fuego. Lo habían hecho. En su alma, Nessa sabía que habían ganado.

—¿Ness?

Suavemente, elevó su cabeza y vió que Evan también estaba allí. Sus brazos se abrieron para recibirla y ella pudo jurar que no había otro lugar que la hiciera sentir tan segura.

—Ahora eso está mejor —dijo—. Esta es la chica que conozco y amo.

Trató de absorber la energía positiva de sus palabras, de sentirse como la Nessa que Evan conocía y amaba. Hizo todo lo posible por sonreír.

—Me siento bien —dijo ella— Mejor.

Paseó su vista con reparo por cada uno de los miembros de su equipo, asegurándose de que estuviesen bien. La Srta. Alberts estaba ayudando a Meredith a detener la sangre de su cuello y Harper se había agachado para asegurarse de que Nate no hubiera tenido ninguna herida de gravedad.

Todos parecían tranquilos finalmente, menos dos de ellos.

Los mellizos Corrigan continuaban apartados. Noah aferrando a Felicity contra sí, mientras esta apoyaba su mano contra el pecho de su padre. Cualquier rastro de lo que era antes la bestia había desaparecido y solo quedaba el hombre, cuya respiración era cada vez más entrecortada. Fliss tuvo miedo de que sus párpados no se abrieran y se estremecía a cada segundo que lo escuchaba ahogarse, tratando de atrapar una última bocanada de aire.

—Niños...

—Vas a ponerte bien, papá. No te muevas —ella intentó pensar en lo que había oído hablar de las personas heridas. ¿Qué hacer? ¿mantenerlos calientes? ¿Aplicarle primeros auxilios? Estaba desesperada— ¡Que alguien llame a una ambulancia ahora!

—No —dijo su padre, deteniendo a Noah antes de que pudiera hacer lo que su hermana le ordenaba— N-No hace falta.

—¡He dicho que no te muevas! —espetó frenéticamente— Vas a estar bien, todo va a estar bien...

—No, Felicity. No hay tiempo. Ustedes necesitan escucharme. Tengo algo que decirles.

—Puedes decirnos después.

—No habrá un después.

A pesar de que intentó mantenerse firme, las lágrimas la traicionaron bajando por sus mejillas. Él todavía estaba respirando, aunque esto lo torturaba de alguna manera, pero su voz seguía siendo sorprendentemente fuerte.

—No contaba con tener que despedirme de vosotros tan pronto, pero supongo que este es el momento para decirles que los quiero muchísimo —habló, frotando con cariño las manos de sus dos hijos— Felicity...

—Padre, por favor —lo interrumpió— Por favor, déjanos llamar a la ambulancia. No puedes rendirte...

—No estoy dejando nada atrás. Estoy dándote todo a ti, Felicity, para que puedas continuar con mi lucha. Permíteme hacerlo antes de que muera.

Ella sollozó sonoramente, y los ojos de Chase, oscuros y angustiados, se posaron en su hijo mayor.

—Noah, por favor, promete que cuidarás de tu madre y tu hermana. Si algo llega a ocurrirles...

—No te preocupes, pa —dijo el joven, apretando su mano con resignación y los ojos cristalinos— Estarán a salvo. Me ocuparé de ello.

Entonces, él se volteó débilmente de vuelta a la menor. La pequeña Fliss, quien bajo la luz de la Luna que comenzaba a asomarse parecía más adulta. Ya poco quedaba de aquella niña que se escondía detrás de él, ahora era más lista, más valiente, y se sintió ferozmente orgulloso de ella.

—Ayúdame a acabar con esto hija mía, por favor.

—No puedo... —entre negaciones, su voz sonaba como un chillido bajo y patético— No puedo.

—Si lo haces, si me salvas, volveré ser esa cosa que vieron antes, y no quiero eso —la voz resquebrajada había estado debilitándose poco a poco, pero ahora con dificultad apretaba la muñeca de Fliss contra su cuello— No quiero seguir siendo un asesino. Por favor, Felicity.

Eso era lo que quería. Un último deseo. Una petición que acabaría con su sufrimiento de una vez por todas.

La castaña alzó los ojos para encontrarse con su hermano, quien al igual que ella, estaba llorando, pero resignado a que era lo mejor que podían hacer por él en esos momentos. Para salvarlo.

Entre sollozos, ella dejó que sus garras se enterraran en la tierna carne donde Chase Corrigan aferraba su muñeca. La sangre se deslizó por ellas y los labios de su progenitor se estaban moviendo, pero sólo los más débiles sonidos salieron de él:

—Nos volveremos a ver.

Segundos después, los ojos de su padre estaban abiertos, pero no se movían. Ya no la estaban mirando.

Noah agachó su cabeza, liberando un sonido similar al de un animal herido, al mismo tiempo que la frente de Felicity se dejaba caer sobre el pecho inmóvil de su padre. Las manos del alfa ya no estaban sosteniendo las suyas.

Arriba, una Luna amarilla se alzaba sobre sus cabezas.

La Luna de Luto, pensó Nessa, aferrándose con fuerza al brazo de Evan, y aunque sus ojos estaban secos, había lágrimas formándose en ellos.

Los demás estaban quietos, enfrentando la escena como podían. Observaban el cuerpo y pensaban en lo triste que sería para los mellizos saber la verdad. Saber que alguien había convertido a su padre en un monstruo sangriento.

—Fliss... tus ojos —el murmullo de Noah fue bajo, pero lleno de impresión.

Todos se dieron cuenta rápidamente. Bastaba con solo mirarla y a su mirada cristalizada, cuyos irises se colorearon de un color amarillo intenso, más brillante y más dorado que nunca.

De repente, ella ya no se sentía tan débil, ni tan pequeña. Sino que su fuerza se había transformado, y habría podido hacer temblar el suelo bosque con un solo aullido si hubiera querido.

Todos ahogaron una exclamación cuando se dieron cuenta de lo que significaba.

La ciudad de Salem tenía una nueva alfa.

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