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🔮... capítulo siete

Tuvieron que hacerse mano de una grúa para bajar el cuerpo de la noria. Cosa que en el transcurso de una hora y media le abrió paso a la llegada de los vehículos de la policía, agentes federales y uno que otro vecino de los alrededores que no quería perderse ni un solo detalle de lo que a la mañana siguiente sería el caso más espeluznante de toda la ciudad. Incluso el forense tuvo que apartar la mirada cuando cerró la cremallera del saco donde la guardarían, probablemente sintiendo el mismo asco que el resto de las personas que la habían visto. Un recuerdo difícil de borrar y que rondaría en sus mentes por los próximos días.

La mayor parte de las personas ya se habían marchado, pero Evan y Nessa continuaban sentados en el césped, ignorando el absurdo parloteo de Raven Logan sobre si estaban siendo acechados por una secta de psicópatas asesinos caníbales, e intentando por todos los medios no pensar en lo acontecido. De vez en cuando, ambos se dedicaban una mirada de nerviosa, cuestionándose sin mover los labios cómo se encontraban. En algún momento, él le tomó la mano y le acarició los nudillos en un intento por hacerla relajarse, pero nada en medio de aquel caos era suficiente.

─Ness ─los tres jóvenes alzaron la cabeza, pero solo la chica se puso en pie y caminó lentamente hasta verse siendo abrazada por su padre.

El sheriff la examinó rápidamente, asegurándose de que no le hubiera pasado nada malo.

─¿Te sucedió algo? ¿No te hiciste ningún daño? ¿Dónde estabas cuando se descubrió el cuerpo?

─Estoy bien, papá ─lo interrumpió con voz cansina y su rostro inexpresivo─. Los chicos estaban conmigo. Nada malo pasó.

Benjamin Queen puso sus ojos en Evan y Raven, quienes se habían detenido detrás de su hija, uno mucho más calmado que le otro.

─Vale ─murmuró─. Quiero que regreses ya mismo a casa.

─Pero papá...

─Sin nada de peros. Si hay un asesino suelto en la ciudad me encargaré de tener a mi hija a salvo en casa, y bajo llave si hace falta ─esto lo dijo en dirección de Evan─, Y ustedes la van a acompañar ¿Entendido?

─Señor, sí señor ─respondió Raven, automáticamente levantando su mano para darle un saludo militar.

─SOLO acompañar ¿Ha quedado claro?

─Me ocuparé de que llegue sana y salva a casa, Sr. Queen. No se preocupe ─le siguió el apellidado Fairfax con entera disposición, solo para asegurarle que no haría nada que pudiera molestar a su hija.

Benjamin asintió.

─Eso espero, joven.

─Papá ─Nessa lo llamó─ ¿Quién pudo hacer una cosa así?

Aunque no estaba muy seguro y realmente no tenía cabeza para responder esa interrogante sin antes consultar al doctor encargado de realizar la autopsia, el sheriff quiso decir que quizás estaban delante de un nuevo caso de homicidio. Pero apenas sí pudo mover los labios solo un poco cuando alguien comenzó a gritar a sus espaldas.

Todos los ojos se detuvieron a mirar al hombre que bajó corriendo como un loco de su auto, arrastrando los pies sobre el césped hasta llegar a la escena.

─¡Nooo! ─el Sr. Sanderson cayó de rodillas delante del cuerpo, luchando por abrir la bolsa hasta que el material sedió y el rostro horriblemente mutilado de su hija quedó expuesto ante sus ojos─... Mi niña. Mi pequeña.

Rápidamente, los demás agentes de policía lo rodearon para apartarlo de allí.

─Señor, por favor, necesitamos que se aleje del cadáver.

─Ella no puede estar muerta ─sollozó mientras se lo llevaban a la fuerza, llorando y gritando descontroladamente─. Tiene solo diecisiete años, es una niña todavía ¡Es una niña!

Nessa sintió que alguien la tomaba por el brazo, y cuando se volteó, pudo ver que se trataba de su padre para impedir que diera un paso más.

─¿Qué crees que haces?

─Alguien tiene que ayudarlo ─respondió ella como si no fuese obvio, a lo que el sheriff contestó con un resoplido, empujándola hacia donde los chicos estaban.

Evan la recibió en sus brazos aún conmocionada, observando como el padre de Jessica lloraba con sus manos manchadas con la misma sangre que robó del cadáver, afligido, colérico y sintiéndose culpable por no haberla podido proteger lo suficiente. Su dolor era comprensible, y lo peor es que ninguno de ellos podía hacer nada al respecto para devolvérsela.

─Váyanse de aquí, muchachos ─ordenó el sheriff, señalándoles la salida.

Ella sintió las manos de Evan apartándole el cabello de la frente al tiempo que tiraba de su cintura para llevarla hacia la camioneta, susurrándole con voz calma:

─Vamos, Nessa. Hay que volver a casa.

Cuando ya se encontraban cerca del vehículo y Raven puso en marcha el motor para salir disparados de aquel sitio a toda pastilla, una persona se detuvo delante de ella, sonriendo a medias. Si es que a una mueca se le podía considerar una sonrisa.

─Hey ¿Te encuentras bien?

La mencionada no tuvo ánimos ni deseos de mostrarse extrañada ante la repentina preocupación de Felicity. Pues a pesar de que le resultaba bastante fuera de lugar considerando que no se hablaban desde hacía años, lo único que quería era regresar a casa y hacer de cuenta que aquella noche no había sido otra cosa que un mal sueño.

─Felicity ─exclamó, intentando no sonar muy sorprendida─. Pues, sí. Creo que sí. Algo cansada supongo.

─Ha sido una noche larga.

─Y que lo digas.

La castaña se aclaró la garganta, con las manos tomadas detrás de su espalda.

─Solo pasaba a decir que si necesitas algo, ya sea hablar o cualquier cosa, puedes buscarme.

Atónita, pero igualmente agradecida, Nessa asintió con letanía y subió al coche siendo consciente de las miradas amenazantes que se daban Evan y Felicity. Como perro y gato. Forjando alguna clase de resentimiento que ella desconocía.

No preguntó a que se debía, simplemente apoyó su frente contra el cristal de la ventana mientras se alejaban de la feria, intentando no pensar en Jessica, el cadáver, o el par de ojos amarillos que la habían estado observando desde el bosque.

●●●

Meredith y Harper se habían marchado apenas los vehículos de la policía llegaron a la feria, y eso fue lo único que logró saber de ellas después de lo sucedido.

Era difícil no llevar su mente hacia atrás cuando todo lucía tan espeluznante desde su punto de vista. Empezando por la imagen de la noria que no podía eliminar de su cabeza por mucho que se esforzara.

Nessa no dijo una sola palabra sobre eso que estaba sintiendo, y tampoco Evan mientras los dos caminaban silenciosamente por la acera. Raven los había dejado una manzana antes, y una vez que quedaron frente a la casa de los Queen, ambos levantaron la cabeza para mirarse y suspirar al unísono. Casi como si estuviera planeado.

─Gracias por traerme ─murmuró ella finalmente.

─No ha sido nada ¿Tu... te encuentras bien? Es decir, si necesitas compañía hasta que llegue tu papá no me negaré a esperarlo, aunque después me saque a patadas.

El castaño la escuchó liberar una corta risa, no tan animada como hubiera querido.

─No hace falta. Cerraré puertas y ventanas con seguro.

─Bien. Creo que entonces nos veremos mañana en el instituto.

─Vale ─asintió, pero apenas lo vió cruzar el sendero de regreso sobre el césped, se percató de que necesitaba algo suyo─ ¡Evan!

Él se detuvo, girándose sobre sus propios talones:

─¿Si?

─Solo quería preguntarte ¿Cómo le encuentras sentido a algo que no tiene explicación aparente? O sino... hum, no sé si sabes a lo que me refiero.

─¿Lo dices por lo de hoy?

Ella movió la cabeza con nerviosismo─ En parte.

Él se quedó mirándola, como si divagara antes de dar una respuesta. Lucía como una persona confiable, y no precisamente lo pensaba por la forma en la que parecía preocuparse por ella como si la conociera de toda una vida. No, Nessa no entendía el por qué, pero la familiaridad con la que se trataban y la simpleza con la que sus ojos conectaban en los momentos menos esperados parecía atraerla más a él.

─Pues, no lo sé. La mayor parte de las personas solo creen en las cosas que pueden ver. La realidad es mucho más fácil de enfrentar cuando no nos hacemos demasiadas preguntas ─le dijo─. Pero a veces quiero pensar en que hay algo más detrás de todo eso. Pensar en lo que nos espera detrás de la oscuridad.

«Detrás de la oscuridad» la sola frase hizo que su piel se erizara. Ella sí que no quería saber qué se ocultaba en la oscuridad. De igual forma, esa no sería su hora para ponerse a divagar sobre lo inimaginable.

─¿Segura que no quieres que me quede? ─insistió Evan una vez más, a lo que ella respondió con una negación.

─No, gracias. Estoy bien. Te veo mañana en clase.

─Hasta mañana.

La pelinegra cerró la puerta tras sus espaldas y se mantuvo observando por entre las cortinas de la salita hasta que se marchó, solo para caer en cuenta de que había vuelto a quedarse completamente sola.

No supo si era producto al miedo o alguna clase de juego mental, pero viéndose tan sola en medio de la quietud de su propio hogar, vacío y silencioso, Nessa pudo jurar que una presencia casi fantasmal la estaba acompañando, y eso la hizo correr escaleras arriba hacia su habitación. Allí, deshaciéndose de la ropa que llevaba y poniéndose el pijama, se metió bajo la protección de las frazadas hasta hacerse un ovillo, sin dejar de sentir como todo su cuerpo se estremecía producto a súbitos escalofríos.

No quiso mirar atrás, ni a la puerta, o el espejo, simplemente dirigió su vista al ventanal para clavar sus ojos en la luna creciente, brillante y pura. Pidiendo que las malas sensaciones se esfumaran pronto para así poder cerrar los párpados en paz y quedarse dormida.

Sin embargo, si hubiera confiado un poco más en sus sentidos, probablemente se habría percatado de que no estaba tan sola en aquella casa como creía.

Y claramente, tampoco en su habitación.

●●●


Felicity Corrigan pasó horas removiéndose encima de los edredones, abrazando las almohadas o mirando las sábanas del techo de su cama como si esperara que de la nada comenzaran a saltar ovejas por encima de una valla.

El edor que había captado del cuerpo todavía bailaba dentro de su nariz. Asqueroso como ningún otro que hubiera olido jamás, y eso, ligado a la imagen de lo que había sucedido en la feria y la presencia de aquel desconocido, eran suficientes razones para mantener el insomnio por el resto de la madrugada.

Cuando por fin dió por sentado que no lograría nada quedándose allí, caminó de puntillas hacia el pasillo, deteniéndose en la puerta de la habitación de sus padres para asegurarse que los dos estuviesen dormidos. Su madre parecía joven con la cabeza apoyada en la almohada, aun más joven que ella, antinaturalmente joven. Era como si no fuera la mujer de treinta y siete años que le dió la vida, sino alguna muchacha pequeña con el pelo castaño y los grandes ojos azules que se mantenían cerrados.

Sonaba extraño, pero ambas se parecían demasiado.

Su padre, en cambio, incluso abrazándola por la cintura lucía mucho más mayor. Un gigante si se dejaba guiar por los pensamientos de cuando era niña. El alfa de la única manada de Salem. Era increíble pensar que después de tantos años, ambos siguieran igual de unidos que antes, o quizás también porque los de su especie eran fieles hasta la misma muerte.

Al final, la joven loba terminó yendo al último dormitorio, encontrándose con la silueta de su hermano dándole la espalda. Noah era peor que un oso. Una vez caía sobre una superficie cómoda no había manera de recuperarlo.

Suavemente, apartó el cobertor que lo cubría y se acostó a su lado en el extremo vacío de la cama, buscando su calor con los dedos: Cosa de mellizos.

─No pudiste pegar ojo, a que sí ─lo escuchó susurrar. Felicity sintió la piel de gallina.

─Tengo un muy mal presentimiento, Noah.

─¿En forma de nudo en el estómago?

─Exacto.

─Yo también lo estoy sintiendo.

Ambos guardaron silencio por unos pocos segundos, y luego, ella habló:

─¿Qué tipo de criatura crees que sea?

─No tengo idea, pero no estoy muy seguro que haya sido él ¿Sabes?

─No me refería a Evan Fairfax. Hablo de lo que mató a Jessica.

Al sentir que su cuerpo se crispaba, el rubio se volteó sobre sí mismo y estiró los brazos para recibirla. Felicity le correspondió acercándose más y juntando sus manos en un fuerte agarre.

─Cierra los ojos, intenta dormir ─murmuró sobre su frente─. Mañana será otro día para buscar respuestas.

Ella le hizo caso y dejó que la presencia de su hermano fuera su nana de cuna para finalmente rendirse ante el cansancio de un día agotador.


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