🔮... capítulo once
─¿A dónde me llevan? ─preguntó Nessa después de haber estado en silencio por mucho tiempo. El auto de Meredith había tomado un camino que bordeaba las afueras de la ciudad, en un vecindario donde las casas eran espantosamente viejas.
Podía ver a través de las ventanillas que algunas sí que se mantenían en buen estado, mientras que otras parecían estar a punto de destruirse en cualquier momento.
─Un lugar seguro ─respondió Harper y le tocó el hombro─. Puedes estar tranquila, Nessa. No haríamos nada para dañarte.
─Eres una de nosotras después de todo ─le siguió Meredith, tomando una última curva antes de aparcar delante de la última casa del vecindario.
Cuando las tres se bajaron, Nessa se quedó observándola atentamente. Tenía un techo con una pendiente pronunciada, con varias torres y ventanales que lucían tan limpios como el agua del océano. Había una chimenea alta y a pesar de que las paredes grises estaban raspadas no lucía del todo fea, pero sí demasiado antigua.
─¿Qué es este lugar?
─La casa de mi abuela ─le dijo Meredith mientras abría la puertecilla de la entrada del jardín─. Suelo pasar mucho más tiempo aquí que en mi propia casa. Nana nunca se mete en nuestros asuntos o nos molesta cuando hablamos sobre... ya sabes. Tenemos más libertad aquí que en cualquier otro lugar del pueblo, incluso el río.
La pelinegra todavía se encontraba cohibida, insegura sobre si seguirlas o salir corriendo a toda pastilla. Harper tuvo que ir y tomar su mano para que reaccionara.
─Está bien, Ness. Vamos.
Nessa volvió a suspirar. Si la chica McGregor decía que algo estaba bien, entonces no tendría por qué tener miedo. Al fin y al cabo, ya no necesitaba más explicaciones para creer en todo lo que le habían dicho.
Dentro de la casa todas las cosas lucían mucho mejor que en el exterior, puede que incluso más nuevas. La mueblería estaba forrada con tapicería roja, del mismo color que la gran alfombra de la entrada, y los candelabros del techo eran de oro; o por lo menos de algún material muy parecido porque brillaban ante el desvanecimiento del Sol en el ocaso.
─Meredith ¿Eres tú? ─una anciana cubierta de telas y muy maquillada llegó hasta donde estaban, haciendo que la pelirroja abriera los brazos en su dirección.
─¡Buenas tardes, nana! ─Mer sonrió en medio de su abrazo y, por un instante, Nessa quiso buscar alguna semejanza entre ellas. No encontró ninguna─ Hemos traído una nueva amiga para que conozcas.
─Hola ─saludó cuando supuso que estaban hablando de ella.
─Su nombre es Ernessa Queen.
─La hija del sheriff Benjamin ─la mujer cubrió exageradamente sus labios con asombro, dirigiéndose hacia las otras dos─ ¿Ella también es una...
Ambas asintieron.
─¡Ah querida! ─Nessa sintió los brazos de la anciana alrededor de ella y, mecánicamente, levantó los suyos en respuesta─ Siéntete como si estuvieras en casa. Puedes pedirme lo que sea que quieras, incluso venir cuando Meri no esté. Siempre estoy buscando nuevas compañías para contar historias.
─Gracias... creo.
─Nana ¿Por qué no preparas unas de tus deliciosas croquetas de pollo? ─sugirió la de apellido Blake, recibiendo una efusiva respuesta por parte de la abuela.
─Oh, buena idea ¡Marchando van!
─¿Le puede agregar algo de ketchup?
─No lo olvido nunca, Harper ─resaltó y la castaña le regaló una aniñada sonrisa cuando la vieron desaparecer por el umbral de la cocina
De repente, una pregunta surgió en la cabeza de Nessa.
─¿Ella sabe de vosotras?
Meredith fue quien respondió entre asentimientos:
─Absolutamente todo, pero descuida, no le contará a nadie. Es confiable.
─La abuela de Mer sabe mucho más de las brujas y el resto de las criaturas sobrenaturales que cualquier otra persona en todo Salem, solo que su memoria a veces le falla ─explicó Harper en tono bajo─ Y a veces también un poco la cabeza.
─Eso explica por qué todos comentan que está loca.
Por un momento sintió miedo de que Meredith fuera a gritarle por hablar así de alguien que era su familia, pero en lugar de eso, la escuchó reír graciosamente.
─Todos en mi familia por parte de padre lo están. Ven, vamos a arriba.
Subieron las escaleras lentamente, apoyándose en la barandilla para no caer. Las tablas crujían bajo los pies de cada una y las lámparas en las paredes desprendían una luz tenue. El dormitorio de Meredith parecía más un laboratorio que la alcoba de una adolescente de diecisiete años. Había una cama con un dosel de color verde, un baúl con dibujos raros de ángeles tallados en los bordes y un gran escritorio lleno de hierbas de distintos tipos. Algunas apiladas en montones y otras hechas polvo dentro de frascos que desprendían un olor embriagante.
Para las pociones, fue el primer pensamiento que vino a su cabeza después de verlo.
Como de seguro era costumbre, la pelirroja se lanzó a su cama y estiró los brazos como si fuera una cílfide sobre los campos de Grecia. Poniéndose cómoda al igual que Harper, quien arrastró una silla para sentarse.
Nessa, en cambio, continuó de pie.
─Desde que soy su única pariente viva siempre tengo mi habitación lista aquí para cualquier emergencia ─Meredith se reincorporó sobre sus codos y le señaló un espacio en la cama para que se acercara.
─¿Y tu padre?
─Murió. Mamá nunca ha querido hablarme sobre eso y creemos que tiene algo que ver con nuestra línea de sangre.
─Nana nos ha contado que los antepasados de nuestros padres lograron ocultarse para no ser acusados ─los irises de la apellidada McGregor parecieron igualarse al color de sus pupilas─. El padre de Mer, mi madre y la de Jess eran sus descendientes. Así como nosotras ahora.
─Están queriendo decir que si yo soy una "bruja" ─pronunció la palabra con algo de extrañeza─ Mi madre o mi padre, uno de los dos, podrían serlo también.
─Exactamente.
Vaya ¿Quién lo habría pensado? ¿O era solo su perturbado cerebro intentando asimilarlo todo aunque esto fuera demasiado para su escasa capacidad de reconocimiento sobrenatural? Nessa no lo sabía y le quedaba mucho por aprender todavía. Sin embargo, no podía pedirles que le explicaran todo de sopetón, porque era algo para lo que ni ella misma se encontraba lista aún.
Por el momento, tan solo se conformaba con escuchar su historia.
─Esto es demasiado extraño ─dijo, y estaba siendo todo lo honesta que podía─ ¿Cómo pueden estar seguras de eso siquiera?
─Cuando lo descubrimos comenzamos a buscar información sobre todo lo relacionado con las brujas de Salem, y casualmente, data hasta septiembre de 1693, justo después de las últimas ejecuciones ─pronunció Harper, cada palabra como si estuviera contando la historia de su vida a Nessa─ Debes conocer la razón de cómo y por qué se desataron los Juicios.
─Pues no del todo. Solo lo que han tocado en las clases de historia local. Algo sobre ataques de histeria, convulsiones y delirio entre las mujeres del pueblo. Creyeron que era cosa del diablo.
─Patrañas ─escuchó como Meredith bufaba─ Era todo una mentira para acusar injustamente a aquellas mujeres a quienes envidiaban. E incluso si las verdaderas brujas hubiesen utilizado su magia con las personas, no sería cosa del "Diablo" porque nuestros poderes son otorgados única y exclusivamente por la Madre Naturaleza.
─Solo que en ese entonces no tenían cómo probar lo contrario. Una vez eran acusadas no había escapatoria. Eran sus palabras contra las de miles de pobladores. Tal fue el caso de Bridget Bishop. Nadie le creyó y terminó siendo la primera mujer bruja a la que colgaron.
─Siempre he escuchado que los que fueron condenados a la horca eran inocentes. Se demostró después, o eso pone en algún libro ─dijo Nessa, dominando su propia voz.
─Algunos lo eran, otros no. Aunque siempre ocultaron sus habilidades delante de todos para proteger al resto ─continuó Harper─ Solo hubo una que aceptó haber practicado brujería: una esclava india oriental llamada Tituba. Pero no se volvió a saber nada de ella.
─¿Qué pasó con las demás?
─Después de presenciar la muerte de una de las suyas, las verdaderas brujas se ocultaron. Intentaron pasar desapercibidas por la sociedad, algunas incluso se marcharon del pueblo, pero las que no, solo continuaron viviendo a sabiendas que no podrían usar sus poderes otra vez.
─Entonces es cierto. Entre todos aquellos que fueron colgados habían inocentes.
Hubo silencio y Nessa pudo entender por sus expresiones adustas que esa no era solo una historia para ellas, sino una advertencia de lo que podría sucederles si dejaban de ser cuidadosas.
─Mujeres, hombres y niños. Una pequeña cantidad de brujas sí, pero la gran mayoría seres humanos normales ─Meredith habló calladamente, mirándola de frente con sus ojos aleonados─ El resto solo cerraron sus bocas hasta que los diecinueve últimos fueron ejecutados.
─Y nosotras somos sus descendientes.
─Las últimas ─resaltó, y luego su voz se volvió seria, casi circunspecta─. Pero también estamos siendo cazadas.
Nessa frunció el entrecejo ligeramente.
─¿A qué se refieren?
─Esa cosa que mató a Jessica... creemos que va a por nosotras.
Lo que faltaba.
Ella paseó su vista de una a la otra, buscando una explicación al mismo tiempo que parecía volver a resaltar sus diferencias. Mientras que Meredith parecía ser quien controlaba todo, Harper era el cerebro, y por tanto, la persona en la que más podía confiar a la hora de solucionar una cuestión.
─¿Qué hay de lo que ví hoy? ─interrogó─ A un chico que conozco prácticamente desde que tengo uso de razón convertirse en un perro rabioso.
La castaña hizo un gesto simple con la mano, no luciendo impresionada.
─Los hombres lobo son tan antiguos como cualquier otra criatura sobrenatural. Realmente no nos sorprendió que existieran. Hay toda una manada en Salem.
─¿Nate? ¿Felicity? ¿Ellos también lo son?
Las vió asentir seguidamente, y entonces, algo dentro de su cabeza volvió a latir con la fuerza de un huracán. Sus manos fueron directo a sus sienes.
─¡Por el amor de Dios y todos los santos!
─Eso es algo que yo no recomendaría decir ─se burló Meredith, intercambiando una mirada graciosa con su mejor amiga y la cual esta no le devolvió.
─Al principio creímos que habían sido ellos, pues brujas y lobos nunca se han tratado ni remotamente bien, pero eso fue hasta que encontramos el cuerpo de Jessica ─pronunció Harper entrecortadamente─. No acostumbro a ser negativa, pero creo que hay algo mucho más siniestro detrás de esto.
─Esa es la razón por la cual queremos que seas parte de nuestro equipo ─le siguió Meredith─. Si estamos juntas, nada podrá contra nosotras. Tendremos poder suficiente para luchar.
Ella puso sus pies en el piso nuevamente y fue hacia el baúl para sacar algo que había dentro de él. Cuando regresó, traía el collar de obsidiana que Nessa perdió aquella noche en la feria y se lo dió. La pelinegra lo miró atentamente, dándose cuenta de que era igual de reluciente que el rubí en el cuello de Meredith o el cuarzo transparente en la cadena de Harper.
─Piénsalo, Nessa. Te necesitamos y no solo para unirte a nuestro aquelarre, sino para averiguar qué fue lo que sucedió realmente con nuestra amiga.
Lo pensó, realmente lo hizo.
Pensó en su padre, trabajando día y noche en la comisaría en busca del culpable. Pensó en el pobre Sr. Sanderson, acongojado por la pérdida de su única hija. En el fantasma que había amanecido esa mañana en su cama, sin motivo o explicación. Pensó en las dos chicas que tenía delante, asustadas de solo imaginar que ellas podían ser las siguientes en la lista de muerte, o en los lobos, en la mirada de odio de Noah cuando ella inconscientemente ofendió a los de su especie al culparlos de asesinos, o en Felicity y su expresión lastimera cuando la vió marcharse tremendamente asustada. Su vieja amiga.
Sí, todos estaban buscando, pero pocos podían confiar. En esa búsqueda hasta la persona más inesperada podía ser culpable.
─Acepto con una condición.
Anonadadas, la chica de pelo castaño intercambió una mirada con la pelirroja y luego ambas pusieron sus ojos en Nessa.
─¿Hablas en serio? ─ninguna podía creer realmente lo que escuchaban. Habían pensado que sería más difícil.
─Sí ─Nessa asintió─ Pero antes necesito pedirles algo.
─¿Qué es lo que quieres?
─Accederé a ser parte de su aquelarre solo si ustedes se comprometen a arreglar sus diferencias con los Corrigan.
Decir eso fue como devolverlas al inicio, solo que ahora eran ellas quienes se mostraban renuentes. Pudo atisbar la inseguridad plasmada en los rasgos de Harper y una expresión reacia curvando los labios de la apellidada Blake.
─Sé que puede sonarles mal ahora, pero conozco a Felicity y sé que no es una asesina. Esa es mi condición ¿Lo toman o no?
─Nessa, lobos y brujas son tan incompatibles como perros y gatos...
─Pude notarlo ─las interrumpió─, pero por lo que alcancé a escuchar, ellos también buscan al culpable de todo este lío, y si lo piensan mejor, nos conviene contar con su ayuda que tenerlos como enemigos.
Era una gran idea, y Nessa lo sabía. Lo que no terminaba de entender era cómo rayos había podido figurarse una cosa así. Cuando llegó a aquel lugar, ni siquiera pasó por su cabeza que terminaría haciéndoles tal propuesta.
Harper habló primero:
─Bueno, eso suena como un trato justo.
Meredith dejó escapar un pesado suspiro y una sombra un tanto exhausta cruzó por su rostro.
─Vale ─accedió, parándose delante de las dos─. Supongo que eso es todo. Ahora por favor, me estoy muriendo de hambre ¿Podemos bajar y comer algo ya?
Nessa y Harper se miraron, sorprendidas por su reacción, y luego las tres liberaron una risita nerviosa.
Su yo de un año atrás no podría figurarse nunca que en algún momento terminaría así, riendo con personas que parecían tan inalcanzables como Meredith Blake y Harper McGregor. Pero ahora que lo había hecho, no se sentía tan raro.
Mi gente. Pensó ella, con ese repentino sentimiento de pertenencia.
─Llama a tu padre y dile que te quedarás a cenar ─avisó la pelirroja, tomando a Harper de la mano para salir juntas de la habitación─. Le diré a la abuela que ponga otro plato en la mesa.
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