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🔮... capítulo nueve

Harper llegó tarde a casa ese día, atravesó la puerta sin siquiera detenerse a chequear si su padre había llegado del trabajo, y se encerró en su habitación con las cortinas cerradas.

Aunque era de su preferencia siempre tener cada espacio con luz, extrañamente en ese momento, cuando dejó su bolso encima de la cama y sacó su libro de hechizos para hojearlo hasta llegar a una página en específico, le habría gustado estar dentro de una caja fuerte. Pues sentía que tenía ojos mirándola por todos lados.

Sus dedos acariciaron las viejas escrituras en un patrón que se repitió más de dos veces. Leyéndolas en su cabeza para no tener que recitarlas otra vez.

Luna, luna, poderosa luna,

Más brillante que cualquier estrella,

Diosa de la luz y las runas,

Si puede ser Diana,

Obra por mí y tráeme a mis hermanas.

No lo habían hecho con una mala intención. Solo querían encontrar a más personas como ellas, saber si habían más, crear su propio círculo... Pero solo llegados a ese punto en el que todo parecía salirse de sus manos, Harper consideró la posibilidad real de que el hechizo hubiera salido mal o no resultado en lo absoluto. Al fin y al cabo, no era que ese libro pudiera considerarse un verdadero grimorio, solo un préstamo común de hechizos Wicca sacado de la biblioteca local.

No obstante, no podía pasar por alto el hecho de que a la hora de unirlas en un mismo poder su resultado había sido exitoso. Así que el error fue suyo, indudablemente ¿Sería que, después de todo, realmente había sido su culpa que Jessica estuviera muerta? ¿Fueron ellas quienes invocaron a esa criatura?

Su labio inferior tembló ligeramente, mientras su expresión angustiosa se quedaba varada en medio de un inconsciente silencio, donde solo quedaban ella y una extraña sensación de culpabilidad ¿Y qué tal si Nessa decidía no ayudarlas? ¿Estaría dispuesta a darles la espalda ante su propia desgracia? Ella era, probablemente, su única salida. Y puede que su aquelarre aún distara mucho de estar completo, pero al menos, cumplirían con la Ley de Tres, o como ella prefería llamar: la unión de la no tan sagrada Trinidad, y es que, sin un grupo completo, al menos tendrían la habilidad de protegerse a sí mismas mientras encontraban una forma de averiguar lo que estaba pasando recientemente.

Hubo un golpe en la puerta, y Harper se asustó. Pero era solo el señor McGregor que había subido las escaleras todavía secándose las manos con el paño de cocina.

─Cariño, la cena está lista.

─Bajaré dentro de un rato, papá ─respondió ella, mirando rápidamente el reloj de oro viejo encima de la mesa de noche. Ya eran las siete─ Tomaré una ducha antes.

─La policía vino a buscarme hoy. Querían hablar contigo y les dije que estabas indispuesta.

Eso la hizo sonreír amargamente:

─Gracias.

Elliot asintió, pero al ver la profundidad con la que los ojos de su hija parecían perderse en aquella habitación, se acercó un poco más y la atrajo por los hombros para abrazarla.

─Quiero que te mantengas lejos de cualquier cosa relacionada con el asesinato de Jessica ¿Vale?

─Sí, papá ─la castaña apoyó la cabeza en su hombro y cerró los ojos, aspirando el aroma a menta y la hoja de pino de su colonia.

─No voy a dejar que te acribillen de preguntas con las que no tienes nada que ver ─ambos se separaron y Harper suspiró, elevando el rostro para que él pudiera depositar un beso en su frente antes de salir─. No demores mucho. Hice filete de pollo a la boloñesa, tu favorito.

─Suena delicioso. Bajaré en un momento.

Se apresuró en colocar todas las cosas en su lugar antes de irse al cuarto de baño. El libro de hechizos Wicca ahora reposaba dentro de su gavetero, debajo de un montón de collares y joyas falsas, y la ropa sucia estaba dentro del cesto donde la empleada buscaría sus prendas para lavar a la mañana siguiente. Había decidido quedarse con el top y las braguitas puestas mientras buscaba su toalla, hasta que un súbito pensamiento llegó a su cabeza.

¿Y si volvían a buscarla? Cabía la posibilidad de que terminara aceptando, o no le quedara de otra al saber que incluso ella estaba en peligro ahora.

Harper recogió su móvil sobre la cama y contestó una llamada:

─¿Sí?

─¡Hola, preciosa! No te ví en el entrenamiento y pensé en llamar para saber qué pasó ─era Matt, y casi que podía sentir que sus labios se curvaban en una sonrisa al escucharle─ ¿Cómo está mi chica?

─Tuve un problema en casa.

─Es raro, porque llamé a tu padre y me dijo que no le avisaste.

─¿Has llamado a papá? ─¡Increíble! Iba a ser difícil seguir ocultando su secreto con los celos de su novio trayéndole problemas─ Solo... olvídalo, fue un asunto de chicas. Meredith te podrá explicar bien porque fue con ella.

─¡Oh ya puedo entender! Y no, no hace falta molestar a Meredith con eso. Me llenará el teléfono con mensajes ofensivos después de que me atreva a preguntar ─le dijo entre risas, haciendo una pausa segundos después─ Estaba pensando que tal vez  pase por tu casa más tarde. Podríamos ver una película, o estudiar... o no estudiar o ver películas en lo absoluto ¿Qué dices?

Harper se mostró pensativa, tomándose su tiempo, aunque no tenía que darle muchas vueltas:

─Yo digo que me interesaría.

─Bien. Nos vemos allí, linda ─le envió un beso a través de la línea y ella rio después de colgarle la llamada.

La verdad es que estaba exhausta, desde hacía varias noches no lograba dormir, y nada le apetecía más que tirarse directo a la cama. Pero la presencia de Matt siempre le hacía olvidar todos problemas que la aquejaban, y por eso, si podía dejar su mente en blanco por unos minutos se sentiría bien nuevamente. Bien dicen que el amor ayuda cuando de tiempos duros se trata, pero Harper era demasiado ingenua y fiel como para saber que mientras él le hablaba, otra chica lo esperaba impaciente en los baños de la escuela.

Ése era el tipo de cosas de las que sus amigas siempre habían intentado advertirle, pero de las que, desafortunadamente, nunca se percataba.

●●●

Estaba oscuro, frío y húmedo.

El bosque se sentía como un lugar distinto desde donde yacía recostada, en la tierra, con la extremidades demasiado rígidas y la boca cerrada al igual que si la hubieran cocido con hilos.

Miedo... eso era todo lo que percibía en sus huesos. Pero ¿Por qué?

A medida que luz de la luna se filtraba por entre las hojas, alta en el cielo, finita, llena, y tan lánguida como ella en ese momento, Nessa no fue capaz de moverse siquiera para ver dónde se encontraba. Sus ojos eran la única parte de su cuerpo que se le permitía mover, y eso acrecentaba su horror a grandes niveles. Sus pálidas piernas se aferraban al suelo, sus manos también, y los rizos rubios se desplegaron tiesos por todo su rostro.

Pero ella... ella no era rubia.

De repente, un leve cosquilleo comenzó a recorrerle el cuerpo y su mirada se clavó en la sombra de ojos rojos que se acercaba por entre la maleza. Asechándola. Vigilándola. Percibiendo su humanidad.

Quiso correr, quiso gritar, quiso llamar a alguien. Pero sus labios no se movieron a pesar de sus intentos por levantarse. Estaba claro que no tenía salida. Pero cuando los gruñidos se hicieron más altos, retumbando dentro de su cabeza y siendo sustituidos por un rugido gutural que emitió la criatura antes de lanzarse encima suyo con sus colmillos brillando bajo la nitidez de un rayo de luz, Nesss finalmente logró abrir la boca para gritar con todas sus fuerzas.

Sus piernas patalearon encima de la cama hasta mandar la sábana blanca a volar, al mismo tiempo que el sheriff atravesaba la puerta más asustado que el mismo diablo si la hubiera escuchado chillando desde la otra habitación.

─¡Cariño! ¡Ya basta! ¡Soy yo!

A pesar de que ya la tenía envuelta en sus brazos, ella no podía dejar de temblar como una hoja. Gimiendo dolorosamente como si acabara de sentir su pecho abrirse de par en par, o los dientes de aquella cosa clavándose en su cintura.

En un momento, esta se encogió sobre sí misma para aliviar el fuerte golpeteo de su corazón mientras escuchaba la voz de su padre invitándola a respirar pausadamente. Inhalando y exhalando hasta que pudo calmarse.

─Cariño solo fue una pesadilla, tranquilízate vamos ─dijo su padre con voz suave, tomando su rostro entre sus manos para que ella pudiera verlo─ ¿Te encuentras mejor?

A Nessa le costó volver a pronunciar palabra.

─S-Supongo.

─Cielo Santo... ─murmuró su padre, abrazándola nuevamente─ Ness, si lo que pasó los otros días en la feria te afectó tanto deberías buscar a la psicóloga escolar ¿No crees? En caso de que el trauma pueda agravarse.

─Lo haré ─le dijo asintiendo. Aunque bien sabía que no era solo por culpa del cadáver.

Pudo disfrutar del abrazo de su padre por unos minutos más, pero luego este retornó a su habitación después de preguntarle repetidas veces si se encontraba bien  y Nessa se quedó sola en medio de la oscuridad de su cuarto otra vez.

A través de la ventana, podía ver a la luna cerniéndose sobre el pueblo, cubriendo todo bajo su manto como un ángel de la muerte.

El encuentro con Harper y Meredith aquella tarde la había afectado terriblemente y de tal manera que Nessa no lograba apartar los recuerdos de su cabeza. Sus argumentos eran alarmantes, locos, y de tan extraño resultaba hasta con sentido. No iba a admitir que les creía, porque no había forma que pudiera tragarse aquella mala broma. Su desesperación por saber de dónde venían esa serie de eventos paranormales a su vida no era tan grande como para pensar en la posibilidad de que fuera una... bruja.

Además, todas las pruebas que creyeron tener guardaban una explicación lógica. La explosión de las bombillas en la feria bien podía haber sido debido a un fallo eléctrico, los ojos en el bosque claramente eran por algún animal y el cuerpo en la noria era obra de algún loco homicida igual de desequilibrado que ellas. Sí, eso era.

Ella no era una bruja. No tenía poderes y... ¿Cómo podía explicar el tentáculo de agua que emergió del río cuando Meredith tocó su hombro?

Con esa interrogante entre ceja y ceja se estuvo removiendo sobre la cama por más de una hora. El sueño parecía haberse esfumado y su cabeza cayó nuevamente sobre la almohada, pero mirando hacia todos lados hasta dar con el cristal del espejo.

Allí estaba otra vez.

Aquel espectro cuya mirada oscura volvió a dejarla helada, trayendo una torrente de malas sensaciones por cada parte de su delgado cuerpo.

De haber estado más espabilada, probablemente hubiera vuelto a gritar, pero su vista no lograba enfocarse bien en la mujer del espejo. Solo sabía que su vestido estaba cubierto de manchas color carmesí, que iban desde el vientre hasta el cuello pálido. Tan pálido como el de un muerto. Y su rostro, su rostro era una representación exacta de una pesadilla: No tenía ojos, solo dos cuencas vacías y oscuras, con varias ramificaciones que se deslizaban por sus mejillas.

Y estaba justo detrás de ella.

Instintivamente, Nessa se escondió bajo su nórdico y sacó la mano para agarrar el celular cerca de la lámpara de noche. Pues si algo había aprendido de tanto ver a los hermanos Winchester en acción, era que siempre se podía hacer algo para matar fantasmas, y en este momento, lo único que tenía a mano era su siempre fiel amigo: El Buscador de Google.

Al final, lo único que encontró a su debido alcance fue un hechizo para atrapar un espíritu maligno en un frasco, pero para ello debía salir de la cama y su gallina interior no se lo estaba poniendo nada fácil. Así que inhaló pesadamente, aguantando la respiración por unos segundos antes de salir disparada de la habitación y bajar las escaleras a galope para buscar los ingredientes de la receta. Con suerte, su padre no escucharía el alboroto que estaba armando en la alacena de la cocina.

Primero que todo, debía buscar algo de agua salada. Cosa que se le tornaba complicado debido al hecho de que no vivía cerca de la playa, por lo que simplemente cogió agua de la llave en un vaso y la ligó con sal de cocina. Atacó el rosal de la vecina que cruzaba a su casa, robándose un montón de rosas para arrancarle las espinas y llevarlas a su habitación. Por último, tomó el shampoo de aloe del baño y vació su contenido dentro de un frasco de cristal.

Aún podía percibir el aroma a frutas tropicales de la crema para pelo, y sin siquiera voltearse a mirar el espejo, echó las trece espinas trituradas que pedía el conjuro y luego los pétalos secos para cerrarlo finalmente.

Batió y batió con fuerza, y luego pronunció las palabras que venían en su celular:

─Tú, presencia del demonio ¡Fuera de aquí!

De pie frente a la oscuridad de la habitación, Nessa sostuvo el recipiente entre sus manos, percibiendo como este parecía calentarse desde dentro, como si una hoguera estuviera creciendo en su interior.

El aire chocó contra las ventanas hasta lograr abrirlas. Comenzó como una suave brisa que soplaba desde el Este, pero luego se transformó en una ráfaga, un rugido del viento que golpeaba su rostro, impulsando su larga melena hacia atrás.

─Tú, presencia del demonio ¡Fuera de aquí!

«Esto no es real», se recordó. Era solo un hechizo pagano que estaba recitando para no tener que traer al sacerdote de la iglesia a su casa, pero casi que podía sentir el frío en su espalda, imaginar la pared de viento detrás de ella, corriendo a su alrededor.

De repente, la fuerza del elemento pareció empujarla hacia delante, y Nessa abrió los ojos de golpe, dejando caer el frasco al suelo, el cual se rompió en miles de pedazos.

Ya no había nubes de aire, las cortinas de tul se movían al compás de la leve brisa que entraba por las ventanas y la imagen en el espejo estaba vacía. No había fantasmas en ningún lado.

─Última vez que hago una tontería de estas ─murmuró tras un largo suspiro y se fue a la cama nuevamente. Y por primera vez en toda la madrugada, Nessa logró dormir.

Al llegar la mañana, su habitación parecía mucho más luminosa que nunca. Los pájaros cantaban en el exterior, el olor a waffles llegaba desde la cocina y la pelinegra alzó los brazos para estirarse en medio de un bostezo mientras se decía que todo seguía aparentemente normal.

Entonces se volteó, y su cara chocó con un par de ojos azules.

Jessica Sanderson le sonreía desde el otro extremo de la cama.

─¡Buenos días!

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