🔮... capítulo dos
La habitación de Ernessa Queen se encontraba en un desorden monumental cuando la alarma de su despertador sonó de fondo, deteniéndose un minuto después de que los primeros acordes de Hounds of Love opacaron su tarea de hacerla apresurarse para no llegar otro día tarde a la escuela.
El viento mañanero entró por el único ventanal, moviendo la tela transparente de las cortinas y la mini radio ubicada en una esquina hizo un sonido extraño mientras que el único ser dentro de aquellas cuatro paredes se encontraba próximo a desfallecer dentro de una montaña de prendas de vestir.
La ropa volaba desde el armario hacia cualquier dirección. Desde pantalones caqui hasta medias de colores, minifaldas o suéters a rayas.
─Cariño, el desayuno está frío en la mesa ¿Qué es lo que... ─las palabras del sheriff se vieron interrumpidas cuando un objeto pasó volando delante de sus ojos y casi le golpea la cara─ ¡Ernessa!
─¿Si, papá?
Una cabeza de melena oscura se asomó por las puertas del closet, luciendo casi tan despeluzada como cuando se levantó.
El señor Queen mostró una expresión extrañada, todavía sosteniendo su taza de café en una mano y el vestido que había aterrizado en su cabeza con la otra.
─Creí que ya estabas lista. Te llamé hace media hora y dijiste que solo necesitabas cinco minutos para vestirte.
─¿Y ya pasaron los cinco minutos ─intentó que su aparente desconcierto fuera suficiente para convencerlo de que realmente no se había percatado de la hora que era. Aunque, de hecho, era verdad.
Su padre sonrió con falsa impresión:
─Muy graciosa. Termina y baja en menos de lo que un pájaro cantor puede decir "Guisante".
─Dudo mucho que un pájaro cantor diga eso.
─¡Mira nada más! ─exclamó─ eso te deja un -5 de tiempo para hacer todo lo que tengas que hacer.
─Eso no es justo.
─Es la cuenta final, bebé.
Diciendo esto, le dió un último sorbo a su bebida caliente y cerró la puerta a sus espaldas. Al mismo tiempo, la pelinegra saltó sobre la cama en busca del primer suéter que le apareciera delante, sin fijarse mucho en si combinaba con sus jeans o no.
Iba por el segundo número nueve cuando prácticamente sus pies trastabillaron sobre el suelo antes de volar las escaleras con las agujetas todavía sin anudar.
─¡Esa es mi niña! ─pronunció su padre con orgullo, logrando plantarle un beso en la frente antes de que pudiera salir huyendo otra vez─ Siempre puntual.
─Y una mierda, acabo de morderme la lengua con un bacon ─chistó, viéndolo recoger su saco de encima de una silla─ ¿Qué haces?
─Me voy a la comisaría.
─Pensé que hoy ibas a comportarte como el buen padre que eres y me llevarías a la escuela para que no tuviera que pedalear tantas manzanas hasta el instituto y acabar como un globo desinflado.
─Hum, no esta vez cariño. Ayer recibimos una llamada de parte de Louis Sanderson diciendo que su hija ha desaparecido y los equipos de búsqueda todavía no han encontrado nada.
─Jessica hace eso todo el tiempo ─dijo con simpleza─ Se lía con universitarios y desaparece por varios días. Nada del otro mundo.
─Sí, pero no puedo dar una declaración basados en el testimonio de una chica de diecisiete años. Aunque sea una total personalidad.
─Gracias por el halago, pero me cobraré esta Oficial Queen. Téngalo por seguro.
─¿Cómo?
─A la próxima guardia olvídese de los tacos de queso que venden en el puestecito de comida mexicana.
Benjamin simuló recibir un disparo en el pecho, haciendo una mueca de dolor y cerrando los ojos con algo de dramatismo.
─Auch, eso ha dolido. Eres igual a tu madre, te encanta dar golpes bajos.
─Te veo en la tarde, papá ─Nessa entornó los ojos al tiempo que depositaba un beso en su carrasposa mejilla, tomando seguidamente una tostada de la mesa para darle un rápido mordisco antes de recoger su mochila al pie de las escaleras y finalmente salir.
Como era lo usual, su bicicleta la esperaba encadenada a la puerta de la cochera, luciendo su bonito color rojo bajo la luz de la bombilla. Se subió luego de ver que el reloj de su muñeca marcaba las siete y media, e inició su travesía desde el minúsculo vecindario de Wallisville hacia la Preparatoria North Salem. Con sus audífonos aligerando lo tedioso del viaje.
A sus ojos, ese día parecía iniciar como cualquier otro en el minúscula ciudad que rara vez tenía algo relevante que mostrar, a excepción de los adornos que estaban siendo colocados en honor al día de brujas. Celebración que allí se tomaban muy en serio por toda la historia que lo precedía.
Pero si Nessa hubiera aguzado sus sentidos, se habría percatado de que algo raro abundaba en el aire.
─¡Oye cuidado!
Fue apenas un segundo de distracción, y el cuerpo de otra persona apareció de la nada para hacerla aterrizar en el suelo en su intento por esquivarlo.
Afortunadamente, su cabeza no llegó a dar con el asfalto, pero no podría decirse lo mismo de su dolorida pierna. Un súbito reflejo parecido a un latigazo en los huesos provocó que se levantara con una mueca incómoda en la cara.
─Carajo ¡Mira por donde caminas, caraculo! ─gritó en español─ ¿Qué piensas? ¿Que porque la calle es pública puedes andar como rey?
─Perdona, no ví que venías.
Unos generosos brazos fueron extendidos en su dirección, y Nessa únicamente consciente de que se había lastimado su huesito más alegre, aceptó la ayuda sosteniéndose de ellos y abriendo mucho los ojos cuando se percató de que para lucir algo tiernos estaban bastante bien formados.
De forma automática, su vista se elevó para encontrarse con el noble rostro del idiota que la había atropellado, sin poder evitar que un nudo muy similar al de una culebra apretando sus ovarios comenzara a darle punzaditas en el vientre.
Bueno, podía ser un idiota despistado, pero al menos era lindo. Del tipo de chico que se asegura de pasar desapercibido, pero fácilmente puedes confundir con uno de los pringados del club del coro: Cabello castaño claro, ojos sinceros, aspecto decente. No le sorprendería si en su habitación guardara medallas por el mérito de mejor alumno, pero no era ese su problema, ¿O sí? Posiblemente su problema fuera la torpe sonrisa encantadora y la mirada preocupada que ahora le daba porque ¡Hola! Ella había sido la víctima en ese encuentro.
─Lo siento. No logré entender lo que dijiste al principio, soy muy malo para el español ─le dijo en lo que pareció ser un susurro, regalándole una inocente mirada de disculpas a la que Nessa probablemente hubiese cedido de no ser porque estaba bastante cabreada por el hecho de que casi termina con un pie en urgencias por culpa de aquel chico que nunca antes había visto por los alrededores.
Empinándose en sus propios talones para lucir mucho más alta de lo que era en realidad, la pelinegra lo desafió dando dos pasos hacia delante, con los brazos puestos en jarras, simulando que lo estudiaba.
─Muy bien, muchacho que no conozco y que casi me mata ¿Tienes algo que decir en tu defensa?
Él frunció el entrecejo con algo de gracia, y para su mayor disgusto, liberó una corta risa que hizo que sus mejillas se arrugaran ligeramente.
─No ví cuando venías, de verdad que no ─le dijo─ Soy nuevo aquí, supongo que me entretuve mirándolo todo, es un lugar bastante pintoresco.
¿Acababa de decir la palabra "pintoresco"?
─Te daría una lista larga de adjetivos para describir este lugar, pero sin duda ese no es uno. Oscuro tal vez, aburrido también. Te darás cuenta cuando te acostumbres.
─Un pueblo que oculta tanta historia nunca es aburrido ─agregó, tomándose unos segundos para echarle un vistazo reparador a la chica que tenía delante─ Además, no puedes decir que no es interesante cuando te cruzas con sorpresas como estas.
─¿A qué te refieres?
─Una chica guapa gritándote en medio de la carretera... eso es algo bastante interesante de encontrar.
─Me lleva la chingada, que el corista sabe hasta coquetear.
─Perdón ¿Qué acabas de decir?
─Algo que sabrías si prestaras más atención a la clase de Lengua Española ─espetó a la carrera, desviando su atención hacia un objeto bastante llamativo que se le había caído─ ¿Esto qué es?
Cuando se agachó para recogerlo, a Nessa le pareció ver que la gema artificial del colgante brillaba, como si ocultase una llama inflamable que se acrecentó en el preciso momento en el que sus dedos se cerraron en torno a la cadena. Apenas solo siendo capaz de detallar su tosco color azul cuando le fue arrebatada sin previo aviso.
─Es una reliquia familiar ─explicó el castaño, a la vez que volvía a colocarla en su cuello─ La heredamos de una antepasada que vivió aquí hace muchos, muchos años.
─Oye realmente me agradaría sentarme a escucharte hablar sobre tu árbol familiar, pero voy llegando tarde al cole ─tras decir esto, trató de pasar una de sus piernas por encima de la bici una vez más, pero el dolor la hizo colocar sus pies de vuelta sobre la acera.
Al segundo intento fallido, el castaño hizo el amago de ayudarla, ignorando la expresión de pocos amigos que le dedicó cuando le rodeó la cintura con un brazo mientras que con el otro sujetaba el vehículo de dos ruedas para evitar que volviera a caerse. Ernessa contuvo la respiración cuando lo sintió hacer esto, internamente rezando para que sus nervios no la delataran delante suyo.
─¿Mejor así?
Claro, después de haber tenido la oportunidad de tocarle el trasero hasta ella estaría sonriendo.
─Sí. Podría decirse ─respondió, dándose cuenta segundos después de que él todavía no se apartaba─ ¿El qué?
─Nada. Solo te estaba mirando. Así no me olvido cuando nos volvamos a ver.
La joven alzó ambas cejas.
─Tonto...─murmuró por lo bajo, pero él alcanzó a escucharla. Sin embargo, la dejó marchar sin darle las gracias, teniendo suficiente con verla alejarse dándole caña a los pedales mientras que su rostro expresaba de mala gana toda la molestia que todavía sentía al mover su pierna lastimada.
Ella era incluso más cabezota que las anteriores, pero también la única a la que el medallón había reconocido hasta el momento. Por tanto, debía mantener sus ojos bien abiertos y no perderla de vista.
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