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🔮... capítulo doce

La cena fue tranquila con la presencia de Ginny Blake contándoles historias impresionantes sobre mitos sobrenaturales y leyendas americanas que resultaban ser ciertas. Tomaron té de hierbas que Harper preparó con una vieja receta de su madre y después Nessa se marchó, pero en lugar de caminar hacia su casa, siguió de largo y fue hasta la hermosa residencia de tejado negro y paredes blancas que ahora pertenecía a la familia Fairfax.

Por unos segundos, se preguntó si Evan todavía estaría despierto. No es que fuera muy tarde, pero incluso para ella estar en las calles a esas horas podía ser peligroso. No obstante, sus pies actuaron por sí solos. Pudo escuchar el ruido del timbre en el interior de la bonita casa victoriana cuando lo presionó, diez segundos antes de que abrieran la puerta.

─¡Nessa! ─Evan se mostró impresionado de verla─ Hola, yo... ¿Qué estás haciendo aquí?

En lugar de responderle, ella lo abrazó por los hombros sin darle tiempo a reaccionar. El castaño le rodeó la cintura con los brazos, frunciendo el entrecejo ligeramente por su evidente confusión, manteniéndose así incluso cuando se separaron.

─Necesitaba hablar con alguien ─le dijo en baja voz─ Y tengo una pregunta que hacer.

─¿Sucede algo?

─Qué no sucede se ajusta mejor a mi situación en este momento.

Evan se apoyó de espaldas en la baranda del porche.

─Si puedo ser de ayuda en algo, lo que sea, solo tienes que pedírmelo. Estoy justo aquí.

─Lo sé ─asintió, soltando un suspiro que venía reteniendo desde hacía horas mientras buscaba las palabras adecuadas─ ¿Recuerdas cuando me hablaste de que existía algo detrás de la oscuridad? Si te pidiera que me explicaras ahora a qué te referiste ¿Lo harías? Porque creo que en estos momentos necesito escuchar algo que tenga sentido.

Los ojos nobles y cafés de Evan la estudiaron, intentando descifrar lo que decía al tiempo que ladeaba la cabeza como un cachorro. Pero había algo en ellos, una chispa que denotaba su acierto, y la confirmación de que él había comprendido a la perfección lo que sea que ella intentaba transmitirle.

─Ya lo sabes ─susurró, aunque de sus labios esto había sonado como una confirmación más que una interrogante.

En respuesta, Nessa se quedó petrificada, en parte fascinada y en parte confundida. Preguntándose por primera vez cuánto podía saber él de su reciente secreto. Porque sí. Ella lo había presentido desde la primera vez que se le cruzó en la calle con aquel medallón y su apariencia de no saber nada y a la vez todo.

Evan no era como los demás. Había algo dudoso en él. Algo casi misterioso.

─Tú... ─dijo con voz pausada─ ¿Por qué presiento que no me estás contando algo?

Evan tomó su mano, e instintivamente y por inercia, sus dedos se entrelazaron.

─Ven conmigo ─le pidió, y ella lo hizo su voluntad como si se encontrara bajo un hechizo.

Él la guió escaleras arriba, hacia su habitación, donde las paredes eran blancas y los adornos la gran mayoría parecían hechos de cristal. Algunas cajas de la mudanza estaban apiladas en una esquina, pero el resto del lugar era enorme y brillante, con el mobiliario formal. Sukie, la pequeña cobradora dorada, llegó corriendo hacia ellos para olisquear a la recién llegada y Nessa se agachó para acariciarle el lomo mientras veía cómo el chico se encargaba de cerrar las cortinas de la ventana.

Afuera todo estaba oscuro, pero había un poco de luz de luna, cosa que al cubrir con la tela desapareció por completo.

─¿Qué es lo...

─Shh, solo mira hacia la ventana ─le chitó, tomando sus dos manos entre las suyas─ Muy bien, ahora repite detrás de mí: Luna, poderosa Luna. Más radiante que ninguna...

Nessa no tenía idea de por qué le pedía decir una estupidez como esa, pero confiaba plenamente en Evan. Puede que no se conocieran de mucho, pero algo dentro de sí le hablaba y le decía que a su lado estaba a salvo.

Sus labios se movieron por sí solos:

Luna, poderosa Luna,

mas radiante que ninguna

despliega sobre mí tú energía

has que la noche se convierta en día

De un momento a otro, toda la habitación se vió siendo abrazada por la claridad de un rayo luminoso que venía desde afuera. Al inicio no pudo comprenderlo, porque era de noche y toda esa luz parecía como si el Sol se hubiera posado justo delante de la ventana.

Nessa admiró aquella ráfaga de luz que se ocultaba tras las cortinas, preguntándose si al apartarlas sería tan fuerte como para dejarla ciega.

─Esto es... ─pronunció extasiada─ Es asombroso.

Ella se volteó hacia Evan.

─¿Cómo es que pudiste hacerlo?

─Cuando un ser que domina la magia blanca se encuentra a otro que domina la magia negra, cosas como esta suceden ─le dijo, mostrándole allí donde sus manos seguían entrelazadas en un fuerte nudo─ Un Eclipse.

─No comprendo. Tú sabías que era una bruja desde el principio... ¿Eso quiere decir que también perteneces a este mundo?

Él asintió. Acto seguido, le dió la espalda y con absoluta lentitud comenzó a quitarse la camisa. Por unos segundos, Nessa contuvo la respiración. Su espalda era ancha, con su piel tan pálida como las flores de azalea que ponen en las tumbas, pero habían dos marcas que iban desde los omóplatos hasta el inicio de la cintura. Arrugadas y desiguales, como dos cicatrices.

─¿Ves estas marcas en mi espalda? Muchos en mi familia las tienen. Son un recordatorio. Se dice que nuestro antepasado sufrió a causa de una traición y ahora sus descendientes cargamos con nuestra propia maldición.

La punta de los dedos de Nessa tocaron la zona donde comenzaban las cicatrices, intentando imaginar, y entonces allí estaba. El recuerdo amargo, desprendiendo un brillo poco singular, plateado y reluciente como los ojos de Evan.

─Entonces ¿Eres algo así como un brujo? ─ella lo escuchó reír.

─Podría ser ─respondió─ Aunque yo prefiero el término conjurador.

─¿Como supiste lo que era?

La vista del castaño se detuvo en un objeto de cristal azul que descansaba sobre la superficie de la mesa de noche.

─Mi medallón brilla cada vez que está cerca de una bruja. Fue creado por mi tatara tatara abuela para rastrear los aquelarres ─lo recordaba, aquel artilugio que él siempre traía encima─ Ella encontró en esto una buena forma de reconocerlas. Ustedes son la razón por la cual nos trasladamos de nuevo a Salem.

─¿Por qué?

─Protección. Todos los de mi especie nacen para cumplir con una misma tarea y la mía es guiar a las últimas brujas para que no sucumban ante su lado oscuro.

De repente, las palabras de la adivina llegaron a la mente de Nessa. "Él es el espíritu protecor" pensó inocentemente y una sonrisa se coló entre sus labios. Era increíble que todo eso no le resultara extraño en lo absoluto.

─Vaya... es decir ¡Wow! Desperté esta mañana queriendo sacar este lío de mi cabeza y mira cómo terminé: Descubriendo que el mundo es incluso más descabellado de lo que yo creía.

─Está bien. Entiendo que puede ser difícil de digerir en un primero momento.

─No te equivocas ─se sentó en el borde de la cama y luego él tambien lo hizo─. He tenido que tomar más decisiones arriesgadas en las últimas horas de las que he tomado en toda mi vida.

─Puedes contarme si quieres.

─Tengo que hacerlo. Después de todo, me vas a ayudar con eso.

─¿Ah sí? ─cuestionó, elevando ambas cejas─ ¿Qué es lo que hiciste esta vez, Nessa?

─¡Oye, no la tomes conmigo! Fui empujada a este círculo en contra de mi propia voluntad. ─se quejó, seguidamente dejando escapar otro suspiro cansino que le sacudió los pulmones─ Este sábado será mi noche de Iniciación, pero quería pedir tu ayuda porque necesito crear algún tipo de alianza entre lobos y brujas para que mi entrada al mundo de lo sobrenatural no sea tan desastrosa.

─Ya veo. Aunque me parece que para convencer a los Corrigan necesitarás reclutar al menos a medio ejército de salvación. Tuve un encuentro con ellos en la feria y son la mar de testarudos.

─¿Sabes de ellos también?

─Por supuesto ─exclamó─. Tienen sus ojos puestos en mí desde el primer día que llegué al instituto.

─Felicity ha intentado ser buena conmigo en varias ocasiones y no dejo de pensar que ella de seguro ya lo sabía y quería protegerme de alguna forma. Ella confía en mí incluso después de todos estos años, pero necesito hacer que también los demás lo hagan.

─¿Y qué tienes en mente para eso, Queen?

Ambos se miraron mutuamente, y fue en esos cortos segundos cuando Nessa se dió cuenta de algo.

Él era hermoso. En la pálida luz de la luna que se colaba por entre los bordes de las cortinas, su corto cabello parecía prenderse y sus ojos se oscurecían en un profundo foso que contrastaba con el cielo nocturno ¿Cómo era posible que no se hubiera percatado de que ese chico era diferente desde el inicio? Si su persona parecía irradiar un brillo que ella nunca podría igualar.

Porque él era luminoso como un diamante, y ella oscura, como la piedra de obsidiana.

─¿Crees que puedas guardarme un secreto? ─preguntó, segundos antes de comenzar a contarle todo lo que le había estado pasando en los últimos días y el plan que tenía en mente para el próximo fin de semana.

Por supuesto, excluyó el hecho de haber estado viendo fantasmas.

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