
🔮... capítulo dieciséis
Louis Sanderson tenía una oficina junto al comedor donde acostumbraba a terminar el trabajo que se llevaba a casa en las noches. Harper había estado allí una vez, pero solo el tiempo suficiente para darse cuenta de que el padre de su mejor amiga era un nerd de la literatura y el arte antiguo. Lo cual no vendría siendo una sorpresa por parte de alguien que se decidió a estudiar Historia Antigua en la Universidad de Yale.
Aquel cuarto era un estudio con aires de museo. Habían muchas estatuillas griegas y de madera artesanal en las estanterías junto a los libros, e incluso encima del escritorio. En lo alto de una repisa había un candelabro, un reloj cuco y muchas otras cosas. A Harper siempre le había gustado ese sitio y, contrario a lo que pensaba Jessica, estar allí era emocionante.
Si tan solo hubiera estado sola en ese momento. Sola con el montón de muebles de madera y los viejos ejemplares. Pero no.
De todos los hombres lobo, habría preferido quedarse con el mal humor de Noah Corrigan que compartir la misma habitación que Nate García. Él no parecía ser una mala persona, y ella lo sabía, pero quizás lo que realmente le molestaba era lo poco callado que podía ser. La castaña tuvo que contar hasta cien después de que casi se le cayera una de las figuras de vidrio, y mucho más por cada cosa que hacía, como chocar con absolutamente todo o preguntar por cualquier mínima cosa.
─Este hombre tiene demasiados objetos inservibles en un cuarto tan pequeño ─dijo Nate, observando con atención el librero detrás del escritorio. Los ejemplares parecían algo viejos. Tal vez el Profesor Sanderson ya estuviera pensando en deshacerse de ellos.
Intentó agarrar uno de la fila, pero una telaraña se enredó en sus dedos y lo hizo saltar hacia atrás. El libro cayó al suelo haciendo un estruendo tremendo.
Harper se agachó para recogerlo, resoplando como si estuviera tratando con un niño.
─Hay que cuidar los clásicos. Aunque dudo que sepas la magnitud del significado de esa palabra ─espetó, su tono de voz sonando como el de cualquier persona fastidiada por la ignorancia ajena.
En respuesta, Nate se le quedó mirando con los brazos cruzados contra el pecho.
─Y así vamos adelante, botes contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado ─le dijo, frase que hizo que la castaña se volviera en su dirección.
─¿Qué?
─Es una frase de la novela que tienes en tus manos.
Con el entrecejo fruncido, Harper posó sus ojos en el título que ponía con letras grandes y doradas "El Gran Gatsby". Efectivamente, era Francis Scott Fitzgerald.
─¿Te he tomado por sorpresa? ─preguntó el chico mientras revisaba algunos cuadros que estaban cubiertos en una esquina─ ¿Acaso no te enseñaron a no juzgar un libro por su portada?
─No es eso. Es solo que... vale, no pareces alguien que sepa de ese tipo de libros.
─Mi lista de lectura no es solo Harry Potter y El señor de los anillos, Harper.
─Pero Fitzgerald, Shakespeare, Balzac... esos son otro nivel.
Él se encogió de hombros.
─Mi madre tiene una caja llena de libros viejos en el sótano, y cuando eres un niño que huye constantemente de los maltratos eso es lo único que te ayuda a desconectar ─le dijo, como si fuera de lo más normal andar compartiendo las complejidades de su situación doméstica con todos─ ¿Cual es tu novela favorita? No, espera, déjame adivinar ¡Mujercitas!
Ella negó:
─Jane Eyre.
─¡Oh! La vida es demasiado corta para perderla en odios infantiles y en recuerdos de agravios ─recitó, y por entre los labios de la bruja se dibujó una sonrisa─ ¿Me crees ahora?
Una leve chispa de vergüenza hizo que las mejillas de Harper se colorearan de rosa.
─Lo siento. No tenía que haberte dicho eso.
─Está bien ─él continuó buscando, pero volteó su cara hacia ella. Harper vio que sus ojos eran cafés, tan ordinarios como los suyos, pero estos tenían un brillo distinto ahora─ Supongo que a la mayoría de las personas le resulta difícil pensar que los chicos malos gastamos nuestro tiempo leyendo.
De pronto, su pie chocó contra el plástico de algo y este miró por debajo de la manta para ver de qué se trataba.
─Vaya, esto definitivamente no es un cuadro ¿Me puedes ayudar a sacarlo? ─le pidió, y entre los dos lograron arrastrarlo a un lado para mirarlo bien.
Tal y como había dicho, lo que había detrás no era una pintura, ni mucho menos un lienzo en blanco, sino una pizarra. Esta tenía muchos listones de colores, notas e imágenes recortadas de viejos diarios. Algunas más ilegibles que otras, pero siempre con un mismo tema en común: Brujas.
─Vaya que el Profesor Sanderson se toma los estudios bastante en serio. Mira todas estas notas, los banderines, y... ─la voz de Nate se cortó cuando vio las fotografías pegadas en el centro.
─Somos nosotras ─Harper tragó grueso─ Allí, en las fotos.
Ella miró la suya que se encontraba en el medio, entre Elizabeth Warren y Meredith Blake. Esa había sido tomada el día de su cumpleaños número dieciséis, en la casa de campo de su padre. Abajo ponía su nombre y una larga línea de color negro iba desde esta hasta conectar con otro nombre al pie del pizarrón.
─Mary Walcott ─pronunció el chico a su lado─ ¿Es ese un nombre en clave?
─No. Ella fue una de las chicas afligidas que llamaron como testigos en los juicios de las brujas de Salem.
─¿Cómo eso puede tener algo que ver contigo?
─No lo sé.
Harper recordaba haber leído sobre ella. Era hija del capitán Jonathan Walcott y Mary Sibley, ambos de Salem, y tenía unos diecisiete años cuando comenzaron las acusaciones en 1692. Se decía que su madre había sido como ellas, pero nunca hubo ninguna confirmación en cuanto eso. Hasta el momento.
─Oye, hay más ─dijo Nate, y sus dedos viajaron sobre la superficie del pizarrón─ Meredith Blake... Anne Hale.
─Todas tenemos una ─exclamó la castaña─ Jessica Sanderson/Bridget Bishop.
─Elizabeth Warren/Sarah Good.
Pero había uno que estaba en blanco. Uno que, al parecer, Louis Sanderson aún no había encontrado para la última bruja. Tituba.
─¿Por qué ese espacio está vacío?
─Debe ser el de Nessa ─dedujo.
─Vale. Esto se está poniendo raro ─Nate se estremeció cuando un súbito escalofrío lo recorrió por dentro─ ¿Vosotras estáis relacionadas con todas estas mujeres?
Harper no respondió, puesto que en ese momento se encontraba muy confundida como para hacerlo ¿Cómo era que el padre de Jess sabía del linaje de cada una? O peor aún ¿Por qué lo estaba ocultando tan cuidadosamente al igual que si fuera una investigación para la Universidad de Harvard?
Estaba a punto de decir algo cuando escucharon pasos por el pasillo y ambos se voltearon, sobresaltados.
─¿Qué ha sido eso? ─preguntó Nate en un tono de voz muy bajo. Su respuesta fue dada cuando una sombra se detuvo delante de la puerta del estudio─ ¡Diantres!
Rápidamente, cubrieron el pizarrón con la sábana y en lo que Harper empezaba a mirar desesperadamente hacia todos lados, Nate ya se había escondido debajo del escritorio.
─¿Y ahora qué?
─Cierra la boca y súbete encima de mí ─le ordenó, provocando que esta lo mirara con una expresión de espanto.
─¿¡Qué!? ─murmuró/gritó.
─Solo hazlo.
Él tiró de su mano para agacharla y la castaña casi choca contra el suelo de no ser porque aterrizó sobre sus rodillas. El espacio entre gabinete y gabinete era reducido, por tanto, tuvo que subirse a horcajadas encima del hombre lobo para quedar ambos debajo del escritorio, demasiado juntos para su gusto. Instintivamente, Nate usó las manos para sujetar su cintura y ella apoyó las suyas en la superficie de madera que quedaba justo delante de sus ojos.
─Deja de mirarme las tetas ─se quejó segundos después, haciéndolo aguantar la risa.
─Lo haría si es que tuvieras.
Mal uso de palabras. Lo siguiente que supo fue que alguien lo había pellizcado en el hombro, y había sido un pellizco tan fuerte que casi tuvo que morderse la lengua para no maldecir en alto. Harper lo miró con aire desafiante, y él habría contraatacado de no ser porque se dió cuenta que los pasos ya no se escuchaban.
«Quizás se haya ido a dormir otra vez» pensó el licántropo, sin separar ni un solo momento su mirada de la aterrorizada de Harper. Pero entonces, cuando ambos creyeron que todo había pasado, un sonido similar al de un motor en miniatura comenzó a escucharse.
La castaña supuso que era su celular, y lo confirmó cuando vio el trasto electrónico iluminarse con el rostro se su novio en la pantalla.
─Mierda, mierda, mierda y más mierda.
─¿Podrías dejar de moverte? ─masculló Nate con los ojos muy abiertos─ Vas a hacer que nos descubran ¡Y ya deja de decir mierda!
─Solo tengo que llegar a...
La puerta se abrió de golpe, y por un momento ambos realmente creyeron que era posible que el corazón pudiera detenerse por más que solo segundos. El ruido del dispositivo había cesado, así como sus respiraciones mientras escuchaban que alguien entraba, daba un corto vistazo alrededor y luego de lo que parecieron los segundos mas largos de su vida volvía a marcharse.
Harper recobró la respiración instantáneamente, dejando descansar su cabeza contra la pared del gabinete.
─Si no te importa... ─la voz de Nate sonaba ahogada─ Ahora sí que tienes el busto en mi cara.
Después de un resoplido, ambos salieron de su escondite y Harper recogió su celular, deseando que Matt no se hubiese molestado por no haberle contestado.
─¿Tiempo de fuga? ─preguntó.
─Sí. Tiempo de fuga.
●●●
Nessa y Evan llegaron al punto de encuentro en el bosque justo cuando lo hicieron los demás. Meredith estaba diciendo algo que a Felicity parecía molestarle, pero no le dijo nada y tampoco los demás. Faltaban cinco minutos para la media noche, ya la Luna casi alcanzaba su punto más alto.
─Madre mía, eso ha estado así de cerca ─Nate suspiró cuando los vió llegar.
Después de lanzar una mirada a todos, Evan preguntó:
─¿Qué lograron encontrar?
─Estos pendientes de amatista que Jessica se puso en mi fiesta de cumpleaños. Están preciosos ─celebró Meredith, mostrando su mas reciente adquisición. Los Corrigan le lanzaron una mirada asesina─ ¿Qué? Ella no los va a usar otra vez. Estoy segura que no hubiera querido que los dejara olvidados en el cofre.
─Nate, Harper... ─continuó Evan.
─El Profesor Sanderson nos está estudiando ─dijo la castaña con voz ahogada─ Tiene nuestras fotos conectadas a varios nombres en una pizarra detrás de un mueble. Nombres que pertenecían a varias de las brujas acusadas en los juicios. Lo cual me hace pensar que siempre supo de nosotros y lo ocultó.
─¿Significa que él sí tenía conocimiento de lo que era su esposa y su relación con el resto del aquelarre?
─Al parecer.
Meredith se colocó delante de todos, mirando a alguien en específico:
─Nessa, querida ¿Qué traes ahí?
Inmediatamente todos los ojos se posaron en el objeto que había intentado mantener oculto dentro de su abrigo. Nessa miró a su alrededor y se dió cuenta que no valía la pena ocultarles la existencia del libro, después de todo ellos eran su equipo y merecían saberlo.
Con un asentimiento alentador por parte de Evan y con la atención absorta del grupo, ella hizo un anuncio claro y conciso:
─Encontramos el Libro de las Sombras de los salemitas.
─¿Ustedes encontraron...? Es decir ¿Hablas en serio? ─Harper tartamudeó.
─Cuando estábamos en el ático sentí una fuerte conexión con algo que guardaba magia en su interior, y en efecto, ahí estaba.
Meredith tuvo que apoyarse en Noah para no caer.
─No puedo imaginar la clase de hechizos que deben haber allí dentro ¡Ábrelo Nessa! ¡Ahora mismo! ─ella estaba prácticamente hiperventilando.
Nessa negó con la cabeza.
─No tan rápido, Mer. Estos son verdaderos encantamientos escritos por diferentes autores a través del tiempo, no podemos simplemente practicar sin saber. Además, gran parte de ellos necesitan ser traducidos. Estoy segura de que puedo sentir toda la magia oscura que tiene dentro.
─No es recomendable usarlo sin haberlo estudiado antes ─prosiguió Evan y la pelirroja resopló con enojo.
─Mejor explícate bien ¿Cómo es que tienes una conexión con el Libro de las Sombras y nosotras no?
─Meredith no es momento de ser infantil ─espetó Felicity, y sus ojos se posaron con fijeza en Nessa─ Personalmente, creo que deberían escoger a uno de vosotros para que estudie primero el libro. Es lo que hacemos en la manada cuando se elige a un nuevo líder.
─Creí que tenía que ser el alfa.
─Ser el alfa es un puesto que se gana con esfuerzo, no por nacimiento. Queremos un líder que sepa actuar, no a alguien mediocre.
─El padre de los mellizos ha sido el alfa por años ─agregó Nate─ Él sabe tomar las decisiones. Quizás ustedes deberían tener un líder igual.
─¡Voto por mí! ─la apellidada Blake levantó la mano.
Durante unos segundos, Nessa intentó no pensar. El martilleo de los latidos de su corazón era el único sonido en sus oídos mientras estudiaba la situación. Podía ver las reacciones de todos: la seriedad de Evan, la emoción de Meredith, el terror de Harper, pero sentía que los estaba mirando desde algún lugar en silencio y lejos. Fue espantoso, la forma en que se alteraron los rostros de sus amigos cuando algo llamó su atención en la profundidad de los árboles.
Y entonces, Meredith chilló espantosamente:
─¿¡Qué es eso!?
Nessa volteó su vista hacia el lugar que señalaba y con un horror que enfrió sus huesos, observó el par de ojos rojos que la persiguieron aquella noche en la feria.
Estos pertenecían a una figura alta, musculosa e infernal que no se dejaba mostrar más allá de la oscuridad, pero que si se atrevía a hacerlo, Nessa estaba segura que moriría de miedo allí mismo.
Ella era la única quien parecía estar encarándolo directamente y un repentino pensamiento entró en su mente. Cuando estaba en el aparcamiento de la feria, esa misma criatura parecía estar viéndola, y de nuevo en sus pesadillas, cuando ella se encontraba en el cuerpo de Jessica, esos ojos también estaban mirando directamente a los suyos.
Ella pensó que estaba acercándose, pero quizás era sólo una ilusión.
TU...
Las palabras eran reales y estaban dentro de su cabeza. Ella se sintió paralizada, como si estuviera en peligro y nadie más lo notara. A excepción de una cabellera castaña clara que se interpuso entre ella y la criatura.
Un rugido animal atravesó la garganta de Felicity y repercutió por toda la arboleda. Sus ojos le brillaban de un color amarillo casi dorado, y desde su posición, Nessa podía ver sus garras afuera. Ella lo estaba amenazando para que no se acercara, y eso lo hizo dar media vuelta.
─¡No dejen que escape!
La orden había venido de la chica lobo, quien a una velocidad impresionante comenzó a arrancarse la ropa mientras sus huesos sonaban como ramas partiéndose.
─¡Felicity! ─logró articular Nessa, pero alguien la había sujetado por los brazos para no dejarla acercarse.
─Déjala, va a estar bien.
Por supuesto que lo estaría, estar en la piel de un animal le resultaba tan natural como estar en el cuerpo de una humana, y no solo para ella, los dos lobos que corrían a su lado también lo sentían. La necesidad de cazar, de aniquilar el peligro cuando se sentían amenazados para proteger a los suyos, fue el motor que los hizo correr más rápido que nunca a través de la maleza.
La loba blanca logró saltar sobre su espalda cuando lo alcanzaron, pero una fuerte sacudida la mandó a volar contra el tronco de un abeto entre chillidos. No obstante, ella no estaba sola, otros dos estaban a su lado, uno con el pelaje negro como la noche y otro gris como una nube de humo. Los tres rodearon a la criatura, y juntos, observaron lo horrible que era. No podía decirse que era siquiera humana, ni tampoco animal, porque un ser así solo podía existir en una pesadilla.
La piel arrugada, las venas, el hocico y las patas traseras en las que se sostenía eran como las de un demonio, pero realmente impresionante. Nunca habían visto nada parecido.
Ellos arremetieron contra él, uno detrás del otro, por diferentes lados y a la vez, sin poder ser suficiente contra su descomunal fuerza. Todos cayeron, sintiéndose más débiles que nunca. La espalda de Noah dio contra el suelo frío y áspero, pero con la poca fuerza que le quedaba intentó cubrir el cuerpo de su hermana, escuchando a la criatura aullar en señal de victoria con el sonido más escalofriante que había oído jamás. Y cuando esta clavó sus ojos en ellos otra vez, realmente sintió que le arañaba el alma con cada respiración. Él solo estaba allí y acabaría con su tarea de despedazarlos uno a uno.
─¡Motus! ─Meredith extendió los brazos en su dirección y un látigo de energía mandó a la bestia lejos de ellos.
Detrás, Harper movió sus dedos y una serie de raíces comenzaron a brotar del suelo hasta enredársele en las patas. Las brujas lo vieron retorcerse sobre sí mismo, haciendo una serie de sonidos que se asemejaban al llanto de un león de montaña. Nessa y Evan llegaron después. La pelinegra cayó de rodillas delante de los cuerpos desnudos y sangrantes de los Corrigan y sujetó a Noah contra el suelo para que no volviera transformarse.
El único que no había vuelto a cambiar era Nate, y su lobo gris estaba ahora acompañando al dúo que luchaba por mantener a la criatura bajo fuerza. Esta se echó hacia atrás e intentó dar salto en vano, cayendo de lado, las raíces enredando una de sus patas cortantes. Aquello no lo retendría por mucho tiempo.
─¡Aléjense de él!
Pero ellas la ignoraron, y cuando la bestia tomó las raíces con sus mandíbulas y las rompió con un crack ensordecedor, Nessa sintió que su corazón se detenía. Sin embargo, algo lo alejó de ellos y ninguno supo de qué se trataba hasta que una luz casi cegadora los cubrió por entero.
Evan sostuvo la esfera luminosa con ambas manos. La energía cubría sus extremidades, provocando que la criatura gritase dolorosamente y comenzara correr para alejarse de ellos. Solo así, todos fueron capaces de liberar todo el aire que habían estado conteniendo.
De un segundo a otro, Meredith se echó a llorar sobre el hombro de Harper, seguramente pensando en aquella cosa como la causante de la muerte de su amiga y sintiendo en carne propia todo el miedo que esta debió de haber vivido sola. Nessa intentó tranquilizar a Noah acariciando los mechones dorados de su cabello, tarareando lo que sea que se le ocurriese en ese momento, al tiempo que Nate recogía a Felicity con sus brazos, todavía inconsciente y tan floja como un muñeco sin vida.
Evan tomó una profunda respiración y paseó su vista por todos, asombrado e igual de aterrorizado. Nunca creyó que se enfrentaría a una cosa así, jamás lo habría imaginado. Se sentía asustado, sin poder entender esa clase de miedo.
Entonces, la perpetua oscuridad de la noche los cubrió a todos con su manto.
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