🔮... capítulo dieciocho
Nessa cerró la puerta de su casillero con desgano, abrazando fuertemente el cargamento de libros contra su pecho. En el primer turno de la mañana tuvo que luchar consigo misma para no quedarse dormida en la clase de historia, y el señor Stanton la había mirado raro cuando la encontró medio dormida en su pupitre.
─¿Se encuentra bien, señorita Queen?─le preguntó con aquella voz tan inquisitiva suya, y ella con mucha clase le respondió con un ronquido agudo que le costó las risas de todos sus compañeros.
Tuvo que tomarse unos segundos más antes de pedirle muy amablemente que saliera de la clase, a ver si así podía encontrar un lugar más cómodo que el pupitre. Pero ¿Qué más esperaba? El día anterior tanto Jessica y como ella habían estado despiertas toda la noche tan solo revisando el Libro de las Sombras para ver si lograban traducir algunos de sus conjuros, pero Nessa se dió cuenta de que la mayoría estaban escritos en latín.
Sabía que quizás lo que hizo estuvo mal, pues se suponía que esperaría por el resto de su aquelarre para abrirlo, pero ni siquiera pudo controlar sus propias manos cuando la curiosidad la venció. Podía sentir la emoción correr por sus venas mientras lo leía, percibiendo el significado de todas y cada una de sus marcas, de inicio a fin y de forma inexplicable.
Jessica se había asustado un poco cuando la vió tan concentrada, como si de repente aquel forro de hojas amarillentas se estuviera convirtiendo en una parte de ella, pero Nessa supo detenerse justo a tiempo, antes de que ese oscuro sentimiento comenzara a invadir todo su cuerpo. No obstante, eso no evitó que ella volviera a tener pesadillas. Esta vez más horribles y espantosas, con la voz de una mujer que se desvanecía tras el llanto insoportable de un bebé y era consumida por las llamas mientras la multitud gritaba en alto "¡Muerte a la bruja!".
Nessa se había despertado con la frente perlada de sudor, preguntándose si aquello tendría algo que ver con la conexión que tenía con el Libro.
─¡Nessa! ─escuchó una voz que la llamaba desde atrás.
─Hola Harper ─saludó sin siquiera voltearse.
La castaña de ojos marrones se detuvo delante de ella con una sonrisa. Ese día se veía particularmente bella, vistiendo una chaqueta de gamuza negra con una blusa de seda azul debajo y unos vaqueros negros. Nessa podía notar cómo los demás estudiantes se quedaban mirándolas, al igual que si quisieran ser parte de la conversación. Probablemente porque todos amaban a Harper y como ahora ella se había convertido prácticamente en su nueva mejor amiga, había ganado tanto caras de admiración como de odio.
─¿Cómo va todo?
─Regular. Hoy traté de mover mi champú sin levantarme de la tina y acabé explotando todos los frascos del baño.
─Suele pasar ─le dijo─ Una vez quise cambiar el color de un vestido y en lugar de eso le prendí fuego.
─Si viniste a decirme algo en referencia al libro...
─No, no, nada de eso. Solo quería decirte que esta tarde estaremos organizando todos los preparativos para el Baile de Halloween en el gimnasio y si te soy sincera, no me vendría mal un poco de ayuda.
─¡Oh! ─la pelinegra exclamó─ En ese caso...
─Genial. Mer y yo hemos estado hablando de las formas en las que podríamos decorar todo y hacer un pequeño altar en honor a Jess y la Sra. Warren. Meredith tiene muy buenas ideas y su madre es excelente con los arreglos florales ¿Alguna vez has visto Practical Magic? Porque creo que podríamos ponerle nombre al baile basados en la película...
Ella hablaba sin parar, totalmente indiferente al resto de las chicas a su alrededor que escuchaban atentamente a su monólogo, asintiendo con la cabeza como si hubieran sido invitadas también. A Nessa no le importaba el hecho de que Harper atrajera mucho la atención, así como tampoco que las personas la odiaran por ser su amiga, aunque la diferencia era notable en su forma de tratarla. La gente pasaba junto a ella y le murmuraba cosas como "¿Estas bien?" y "¿Qué estas haciendo?" o "¡Me encanta tu suéter!" Cosa que nunca hicieron antes de que ellas la agregaran a su círculo.
─Ya debo irme. Matt debe estarme esperando para ir a su práctica, pero te veré en el gimnasio más tarde ─Harper se despidió, y solo hasta entonces Nessa fue consciente de que no había escuchado el resto de sus palabras.
Ella miró hacia todos lados, como si de pronto se hubiera perdido de algo. Quizás Rave sí que tenía razón después de todo ¿En qué momento su vida ordinaria se había convertido en eso? Claro estaba que ser amiga de Harper y Meredith le había dado algo de prestigio pero ¡Wow! Era increíble lo que esto podía hacer.
─¿Qué quería Harper? ─Evan se detuvo a su lado, ambos viendo a la castaña marchar, siendo detenida por alguien a cada tres pasos.
─Algo sobre la fiesta de Halloween.
─¿Y vas a ir?
─Bueno... ─ella se balanceó sobre sus propios pies, haciendo una mueca─ No tengo pareja.
─Una lástima ─dijo el castaño tras un suspiro.
─¿Por qué?
─No nada ─sonrió, y a Nessa le pareció el tipo de sonrisa que siempre oculta algo detrás─ Solo tenía curiosidad por saber, pero creo que ahora me reservaré mi propuesta.
─¿Qué tipo de propuesta?
Una sonrisa torcida había tocado los labios de Evan, como si él estuviera respondiendo automáticamente a su pregunta.
─No creo que te agrade.
─Has el intento.
Y ahí estaba de nuevo, esa clase de sensación que se acumulaba como burbujas en su estómago. Era ver solo a través de esos ojos tormentosos suyos y la claridad de su persona para que ella se sintiera perdida, sin saber de qué se trataba esa conexión que les impedía pasar mucho tiempo lejos el uno del otro.
─Ven conmigo.
Evan tomó su mano y ella podría haberlo seguido hasta el fin del mundo si se lo hubiera pedido. Porque se sentía bien a su lado, plena, y más ella que con ninguna otra persona. No entendía cómo sin siquiera saber nada de él, a excepción de que era un ser especial como ella y le gustaba la música tanto como los deportes, podía llegar a sentir esa especie de hilo invisible tirando por ambos lados. Quizás por el hecho de que él era su guía, o quizás por algo más que aún no descubría, pero tenía cierta curiosidad por saber.
Ambos se encaminaron hacia la salida del North Salem High, juntos, entablando una divertida conversación, sin saber que de lejos alguien los miraba.
Felicity tragó grueso, sintiendo un agujero en el pecho que se iba abriendo dolorosamente a medida que los veía alejarse.
Lo odio, pensó. Y era un pensamiento tan aterrador y tan frío como la muerte misma, haciéndola apretar sus puños con el sabor amargo de aquel sentimiento maligno que solo cubría su corazón para soportar el dolor.
Un dolor que ella misma se hacía sentir.
Evan no era malo para Nessa. De hecho, era como el chico más bueno de la historia, era de los suyos, se preocupaba por ellos, era el nuevo amigo de su novio. Porque sí. Nate era su novio. Era la persona que que ella había elegido y Evan no era ningún rival en su relación de amistad con Nessa. Así que ¿Por qué simplemente no podía dejar de pensar de aquella manera? ¿Por qué sentía como si la despedazaran cada vez que los veía juntos?
Alguien la tomó por la cintura y ella se giró en medio del abrazo para encontrarse con la sonrisa de Nate, sus ojos oscurecidos, y los labios que se encontraron con los suyos. Nate era la persona a quien ella debía buscar, no a nadie más, muy a pesar de que se sintiera culpable por lo que dictaban sus sentimientos.
─Hola tú ─él la saludó, y ella se vió obligada a sonreírle de la misma forma─ Te he estado buscando por todos lados.
─Perdón. Acabo de salir de clase y estaba buscando a Noah.
─¿Estás bien?
Al parecer, él sí que podía notar la sombra que invadía sus ojos azul tormenta mucho mejor de lo que ella podría hacer jamás, ¿Acaso eso significaba que estaba triste?
─Solo estoy abrumada y tengo sueño ─dijo Felicity rápidamente. Ella no quería hablar de lo que él percibió. Era demasiado vergonzoso.
La angustia cruda barrió todo lo demás dentro de su cuerpo, y se dijo, que no podía permitir que Nate sufriese por como ella se sentía en cuanto a terceros. No iba a dejar que sus inseguridades lo alejaran de su lado, así tuviera que jurárselo más de una vez a sí misma.
●●●
Marissa era un demonio encerrado en el cuerpo de una niña de trece años. Esa era una creencia que por muy incierta que fuera, para Meredith siempre sería su más real descubrimiento.
Y su madre siempre se ponía de su parte. Claro, tanto defiende el gato a su cría que esta termina arañando todos los sillones, pero si había algo en el jodido mundo que la pelirroja nunca permitiría, era que su insoportable hermana menor se metiera con sus cosas. Afortunadamente, su padrastro tenía un poco más de sentido común como para aceptar que en este caso debía darle la razón a ella. Marissa no tenía por qué entrar a su habitación y tocar sus pertenencias, por tanto, no iba a salvarse del castigo de su vida después de esto.
─¡Pero papá... ─protestó la menor, pero Meredith tan solo la miró con el mentón en alto, luciendo victoriosa.
El alcalde Northan servía como escudo delante de su hijastra, sosteniendo a la más pequeña de los hombros.
─¿Vas a pedirle o no disculpas a tu hermana?
─Ni siquiera miré sus cosas, solo quería buscar el brillo de labios.
«Que te compre quien no te conozca, bicho» pensó Meredith para sus adentros. Si Marissa hubiera ido solo a por maquillaje, no habría encontrado los cristales que tenía en el fondo de su gabinete.
─Marissa si no te disculpas con tu hermana mayor, me veré obligado a prohibirte ir al baile de este fin de semana.
Ouch, eso debía de doler, porque la cabeza de Marissa en lugar de parecer una zanahoria, ahora era como un tomate a punto de reventarse.
─No puedes hacer eso ─masculló con enojo.
─Oh, sí que puedo.
─¡Mamá! ─la llamó, pero Kenna no dijo nada, solo se mantuvo de brazos cruzados en el umbral de la habitación. Sabía que no tenía cómo defenderla.
Cuando la mirada del señor Northan se hizo más severa, a Marissa no le quedó de otra que agachar la cabeza en señal de rendición, y con un tono muy fastidiado se dirigió a su hermana mayor.
─Perdón por entrar a tu habitación, Meredith.
─¿Disculpa? ─la apellidada Blake puso una mano en su oreja─ Creo que no te he escuchado bien.
Marissa bufó:
─Lo siento. No debí entrar ni revisar tus cosas.
Meredith sonrió abiertamente, sus labios rojos curvándose con cierta satisfacción.
─Bueno, hoy me siento misericordiosa, así que tus disculpas son concedidas ─dijo, recogiendo la caja de madera que había dejado sobre la cama minutos antes de que toda esa discusión se desatara.
Su madre frunció el entrecejo:
─¿A dónde vas con eso?
─¿No es obvio? Después de darme cuenta de que no puedo tener privacidad en mi propia casa, prefiero mudar todo a lo de la abuela Blake antes de que a tu hija le dé por robarme el poco espacio que me queda.
Antes de marcharse, se acercó para dejar un beso de despedida en la mejilla carrasposa del alcalde.
─Gracias por la ayuda, papá.
─Ten cuidado y regresa para antes de la cena.
─Vale.
A Meredith le gustaba mucho el uso de los cristales en cada ritual. De pequeña, su abuela le había contado que las gemas se habían utilizado desde el principio de la historia de Estados Unidos por los antiguos pueblos y, a veces, incluso por las brujas. Las piedras y los cristales tenían grandes propiedades energéticas que ayudaban en la meditación, la sanación e incluso la magia debido a que liberaban poderosas energías positivas.
Mientras las organizaba encima del escritorio de su habitación en casa de la abuela Blake, ella iba repasando todas y cada una de sus funciones. Cuarzo transparente, para la protección astral. Cuarzo rosa para el amor (cabe destacar que este siempre lo usaba Harper). También estaba el jade, para mejorar la autoestima. La amatista, para alejar a los malos espíritus. El zafiro, para atraer a los buenos. Y por supuesto, su favorito: el rubí.
Este era bastante poderoso y estimulaba la pasión, por eso siempre lo llevaba consigo, ya fuere en un collar, brazalete o anillo.
Meredith observó el montón de piedras y luego las guardó en la caja de madera con las demás, ocultándolas bajo la cama antes de regresar al piso de abajo para buscar a la abuela. Sus tacones de aguja resonaron sobre los escalones mientras bajaba, moviendo su cabeza alrededor del salón. Finalmente, la halló en la cocina, sosteniendo una bandeja con galletas recién horneadas.
─Abuela... ─dijo, haciendo que la anciana diera un pequeño brinco en el lugar.
─Oh Meri, querida. No me saques esos sustos ─exclamó.
La pelirroja rio y se sentó en la mesa, esperando como cuando era pequeña a que ella terminara de cocinar. El aire dentro de aquellas cuatro paredes olía a chocolate y avena, con una pizca de canela en polvo. Aroma que siempre le hacía agua la boca.
─Nana... ─la llamó─ ¿Puedo preguntarte algo?
─Lo que sea, cariño.
─Sé que me has hablado en varias ocasiones sobre nuestros ancestros, de cómo sobrevivieron a la caza y sobre como muchos dejaron Salem después de esto, pero... ¿Y si uno de ellos no lo hubiera logrado?
Nana alzó la cabeza y la miró con su rostro confuso:
─¿A qué te refieres con eso?
─Abuela ¿Qué sabes de Anne Hale?
El silencio fue roto cuando la señora Blake se levantó tan abruptamente que las galletas saltaron en la bandeja.
─Estás metiéndote en terreno de peligro niña. Tú y tus amigas. Así que más les vale salir antes de que sea muy tarde ─le espetó con voz recia. Meredith nunca había visto a su abuela reaccionar tan alocadamente─ Jugar con magia nunca ha sido una buena idea, de lo contrario ustedes nunca habrían caído en desgracia desde el momento de su nacimiento ¡Oh, pobres niñas! No tenéis culpa de nada.
─¿Culpa? ¿Cual culpa? ¿Culpa de qué? ─pronunció impotentemente.
─Son el legado ¡Sangre maldita corre por vuestras venas! Pero ¿cómo impedirlo? Si es que siempre ha estado escrito. Oh diosa ¿Por qué no pudiste proteger a mi hijo? ¿Por qué no las puedes proteger a ellas?
La anciana respiraba rápidamente a través de su nariz, más alterada que nunca, y sus labios estaban presionados en una fina línea. Ella se había sentado delante de su nieta, su expresión volviéndose cada vez más sombría.
─Vosotras pagarán por los pecados de aquellas que no supieron cómo detenerse.
Meredith dejó de respirar, tratando de no sentirse muy asustada, y de repente, la expresión de su abuela cambió. Primero estaba en blanco, luego sonriendo y mirando como si hubiera olvidado algo.
─¿Nana? ─la pelirroja la miró de hito en hito, extrañada, pero la anciana palmeó sus muslos como si nada hubiera sucedido.
─¿Quieres una galleta, querida?
●●●
Ernessa ni remotamente pensó que su supuesta escapada de última hora terminaría convirtiéndose en una visita al lugar menos concurrido de la ciudad.
Ya lo había dicho Hawthorne, ese sitio fue el campo donde la superstición ganó su triunfo más oscuro. Gallows Hill no era muy famoso entre las personas de Salem a menos que se encontraran en esa época del año donde todo se llenaba de turistas. En las mañanas, se decía que la niebla matutina se arremolinaba alrededor de los troncos de los árboles y coqueteaba con las flores, mientras que su pasto se llenaba de rocío húmedo y frío.
Según contaban, la mayoría de las personas supersticiosas que pisaban sus alrededores se sentían inmediatamente consumidos por una sensación de pavor premonitorio. Pero Nessa, para ser su primera vez, no sentía absolutamente nada de lo que las habladurías afirmaban.
─¿Por qué estamos aquí? ─preguntó cuando tanto ella como Evan llegaron al pie de un árbol cuya joroba era inusual.
El castaño se volteó, y una atractiva sonrisa cruzó sus labios.
─Quería llevarte a un sitio especial
─Pero, Evan, este no es precisamente el lugar más romántico que se podría escoger.
─Arruinas la mejor parte ─rio y palmeó un lugar en el pasto para que ella se sentara─ Ni siquiera me has dejado decirte por qué lo escogí.
Nessa entornó los ojos, pero rápidamente tomó asiento a su lado. La tierra no estaba nada fría, tampoco incómoda. Ambos se acostaron y se quedaron mirando al cielo sobre sus cabezas. Le resultaba difícil pensar en los cuerpos colgantes de las brujas estando en un lugar así de pacífico, pero tales imágenes le hacían erizar la piel y ella no quería arruinar el momento con eso.
─Soy toda oídos ─lo alentó, y Evan giró su cabeza para mirarla. En ese momento, Nessa pudo reconocer la emoción que antes había oscurecido esos ojos. No ansiedad, sino devoción.
─Sucedió hace tres siglos atrás, antes de que las personas en el pueblo corrompieran este lugar para convertirlo en la Colina de los Ahorcados ─comenzó a contar, al tiempo que su pecho subía y bajaba con cada respiración─ Exactamente bajo la sombra de este árbol, dos personas se conocieron. Primera vez en verse, última en alejarse.
La luz débil del atardecer se reflejó en su cara y ella observó su rostro mientras lo seguía en cada palabra. Esos pómulos altos, esos labios pequeños, expresivos, sus ojos tan perspicaces y penetrantes como cuando él la había mirado fijamente después de haberle contado la verdad en su habitación.
─Una de ellas, Azula, era luminosa, agraciada, llena de vida; mientras la otra distaba de poseer todas esas cualidades. La sombra que la perseguía era como una capa de estrellas, y ella era una bruja, lo cual causó cierta tristeza a ojos de la segunda ─continuó─ "¿Por qué te ocultas si sabes que puedo verte?" Le preguntó, y ella sonrió solo para que Azula lo hiciera también. Desde entonces, cada una quedó atrapada por la luz y la oscuridad de la otra, y se veían aquí, lejos de Salem y lejos de las cadenas que las ataban a una vida que no querían.
─¿Y qué sucedió?
Lo escuchó suspirar:
─Algunos dicen que el amor tiene fecha de caducidad, pero otros afirman que puede durar cientos de años. Hay amantes que se reúnen en otras vidas, sin siquiera saberlo, sin siquiera esperarlo... en este caso fue así. No era su momento y ellas lo sabían, por lo que hicieron una promesa de volver a encontrarse algún día del futuro, como si fuera la primera vez.
Hubo silencio. Nessa podía oír las hojas de los árboles chocando unas con otras, como en un suave roce, rítmico, claro. Y finalmente, su mirada chocó con la de Evan.
─No veo a este árbol como un símbolo de muerte, sino de magia, de la más pura que hay ─él le confesó, haciéndola reír.
─¿Y qué es la magia en tu idioma?
─Esto ─respondió, tomando su mano por encima del pasto─ Justo así.
Nessa sintió los dedos del chico entrelazándose tímidamente con los suyos, enviando una descarga muy similar a un relámpago que la recorrió por dentro. Evan no reía, pero el brillo de sus ojos era más poderoso y vibrante que nunca.
─Una atracción instintiva, como un cordón que te ata a alguien. Tal y como la primera vez que supe que eras una bruja.
Era como si sus palabras estuvieran conjurando algo mágico que la hacía reaccionar de esa forma. Su respiración se agitó cuando él se reincorporó por encima suyo para hablarle de frente, y ella aún continuaba tirada en el suelo, tan liviana como una hoja.
─Tu no eres como cualquier chica que yo hubiera visto antes. Aceptaste las cosas extrañas sin estar asustada de ellas y no huíste cuando todo se volvió más siniestro. Siempre supe que cuando te enteraras de tu verdadera naturaleza no ibas a retroceder, que si en algún momento decidiera decirte, no me dejarías de lado. Porque eres tú, y eres valiente, y yo amo cada parte de eso.
¿Era verdad? Nessa se preguntó aturdidamente, sin encontrar las palabras exactas para responder, porque no quería quedarse atrás. Ella quería decir algo.
─Confío en ti, Evan ─pronunció con dificultad─ Yo... siento una comprensión especial contigo.
─Yo también ─él confesó, simple y calladamente. Aun si ella se riera, tenía que decirle la verdad─ Pero ese día yo sentí algo más, cómo si nos estuviéramos reuniendo después de pasar un largo tiempo buscando... y sé que no debería sentir eso por una bruja, pero es inevitable. Tú eres inevitable.
Ella estaba mirándolo atentamente, con escepticismo. No entendiendo lo que pensaba que le había oído decir.
─¿A qué te refieres?
Él estaba ahora tan cerca; que podía sentir su calor abrazándola. Entonces despacio, muy despacio, Evan se fue inclinando hasta que sus labios estuvieron sobre los de ella. Atrapándola completamente.
Él olía muy bien, como el eucalipto y la menta juntas. Su corazón estaba golpeando violentamente contra su pecho, excitado, y el de ella también. Era como estar atrapado en un tornado, siendo aspirado, de una forma salvaje e incluso más fuerte que una ola del océano. Cada movimiento era más lento e irresistible que el anterior, reconociendo las caricias de su boca como si fuera a desvanecerse en cualquier momento. Él se agachó por completo sobre ella y Nessa le acunó las mejillas entre sus manos.
Poco a poco, sus respiraciones se fueron normalizando, y fue cuando cayeron en cuenta de lo que había pasado. Nessa sonrió sobre sus labios, pensando en lo loco que era todo.
─Tu sí que sabes cómo encantar a una chica ¿O no, aprovechado?
Ella estaba temblando hasta los huesos. Ningún muchacho la había hecho sentir de esa manera antes.
─Tengo varios trucos bajo la manga ─el sonido de su voz bromista disolvió su corazón y ella supo, indudablemente, que no sería la misma de nuevo.
Evan volvió a besarla, pero esta vez rápido, un choque tímido de labios, antes de preguntar:
─¿Quieres ser mi pareja para el baile?
Nessa observó su rostro noble, como el de un ángel bajo la cálida luz del crepúsculo, y cayó en cuenta de algo.
Se iba haciendo tarde para la cena.
─Sí.
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