🔮... capítulo diecinueve
Nessa tomó una de las percheras que habían en exposición y estudió cuidadosamente el vestido. No se veía mal, tenía una cola que daba hasta los tobillos y a ella le encantaba el azul. Con una sonrisa se lo enseñó, y Felicity le dió una mirada indecisa, como si ella no acabara de comprender que carecía de cualquier sentido de la moda.
─¿No te gusta? ─la pelinegra frunció el entrecejo─ Es un Ralph Lauren en rebaja.
La castaña suspiró. Ni siquiera sabía cómo habían acabado allí. Solo que Nessa se había estampado en la puerta de su casa a las nueve en punto de la mañana, con una ancha sonrisa y pidiéndole que la acompañara a ir de compras. Felicity en su vida había visto esa ala del Centro Comercial que ella le obligó a recorrer de punta a cabo, mucho menos tantas tiendas de Burberry, Tiffany's, Gucci y Coach en una sección de lujo donde no tenían dinero para comprar, pero que igualmente visitaron por insistencia de la pelinegra.
Por un segundo, se preguntó por qué no habría venido con Harper y Meredith, quienes de seguro tendrían gustos muy similares a los suyos, en lugar de ir con ella, que solo podía sentirse enferma de ver a tantas chicas guapas ir de aquí para allá con sus bolsas de colores y tiaras brillantes.
─Esto no es realmente lo mío ─dijo después de unos segundos y Nessa tuvo que apartar la mirada de una hilera de bolsos para poder prestarle atención─ Sinceramente no sé por qué me buscaste. Soy lo peor eligiendo ropa y ni siquiera tengo idea de cómo usar mi propio maquillaje.
La bruja frunció el entrecejo.
─Solo supuse que necesitarías mi ayuda para elegir un bonito vestido para el baile de Halloween ─le dijo.
─Yo tengo vestidos.
─Las sudaderas largas no cuentan, Fliss ─sacó otra perchera y la puso delante de sus ojos, la castaña la miró con fastidio─ Venga, es muy divertido. Hace mucho tiempo que no compartíamos un rato así.
Eso sí que no podía negarlo. Felicity, a pesar de que detestaba hacer ese tipo de cosas, se había sentido felíz cuando Nessa le pidió para salir juntas como en los viejos tiempos, antes de distanciarse.
No iba a negar que la había echado de menos.
─Tienes razón ─sonrió tímidamente─ De paso ¿Por qué estás tan feliz?
Si hubiera sabido desde un inicio la razón por la que el rostro de la apellidada Queen estaba tan radiante, de seguro hubiera preferido reservarse esa pregunta para luego no terminar con un sabor amargo en la boca. Pero ya lo había hecho, era demasiado tarde, y Nessa se encontraba idiotizadamente emocionada como para seguir guardándoselo.
─Vale, te lo contaré ─se giró, susurrando tan bajo que parecía ser que ni siquiera la dependienta de la tienda de ropa estaba aprobada para escuchar su secreto─ Evan me ha pedido ir al baile con él.
─Oh... ─la castaña tragó grueso─ Creí que no te agradaba.
─Al principio, luego nos hicimos amigos y comenzamos a pasar más tiempo juntos. No ha sido mucho, pero nunca me había sentido tan atontada con alguien.
─¿Ustedes ya...
─Nos besamos ─asintió─ Y sí, fue increíble.
Felicity sintió que la saliva se le atascaba en la garganta, y al notar un dije de asombro en su rostro (que en realidad era incomodidad), Nessa pensó que tenía que en aclarar mejor las cosas.
─¡Oh! Perdón si me he pasado. Es solo que... ya sabes, no tenía muchas amigas con las que compartir mis experiencias con los chicos. Rave es genial, pero uno de ellos al fin y al cabo, no me comprendería.
─Puedo imaginar.
─¿Cómo te sentiste la primera vez que Nate te besó? ─preguntó esta vez, provocando que la menor de los Corrigan la mirara confusa─ Ya sabes ¿Tuviste esa sensación que todos comparan con mariposas en el estómago aunque realmente es más como si te agitaran una botella de Coca Cola dentro de la panza?
A decir verdad, Fliss no recordaba haber sentido tanto revuelo. Más bien fue bastante incómodo, puesto que tanto ella como Nate estaban nerviosos sin siquiera admitirlo. Fue en primer año, en una fiesta, cuando ella se le acercó después de que Nate hubiera aceptado que le gustaba y a partir de ahí las cosas fueron avanzando de a poco. Un día pasó de sentirse extraña a ser prácticamente incapaz de no estar a su lado.
Nathaniel la hacía sentir a gusto, segura, y querida ¿Podría haber algo más profundo que eso?
─Sí, claro, podría decirse.
─Vosotros hacéis tan bonita pareja ─Nessa suspiró y la pulsera sencilla de su muñeca pareció brillar─ Recuerdo que cuando comenzaron a salir me preguntaba mucho si de seguir siendo amigas me lo habrías contado todo, porque es lo que las chicas hacen. Aunque no es que nosotras siempre fuéramos fieles al resto ¿Recuerdas cuando nos peleamos con otras niñas en primaria y nos llenamos los uniformes de lodo?
─¿En primaria? Por supuesto. Mi madre se molestó tanto cuando nos vio llegar.
Ambas rieron, justo antes de que Nessa dijera:
─Menudo par éramos ¿eh?
La de apellido Corrigan curvó un poco los labios, y pensó «Extraño esos tiempos». O, más específicamente, a ella. Echaba de menos la forma en la que la hacía sentir, aunque bien sabía que eso no estaba bien. No con su mejor amiga.
Fue esa la principal razón por la cual decidió alejarse. Porque no podía enamorarse de Nessa sabiendo que quizás nunca la aceptaría.
Aquella tarde cuando regresó a casa no se detuvo a saludar a nadie, solo subió a su habitación y se recostó sobre las almohadas hasta que las lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas. Había creído que volver a pasar tiempo con la que fue su mejor amiga no la afectaría en nada. Porque era otra persona muy diferente a la niña que antes fue, pero se equivocó y ahora los sentimientos de envidia y culpa la estaban sobrepasando.
─Hey, Fliss ─escuchó una voz y rápidamente se secó las mejillas. Su hermano estaba parado al lado de su puerta, mirándola─ ¿Puedo pasar?
─Sabes que sí.
Noah se sentó delante de ella en el borde de la cama.
─Mamá me dijo que desde que llegaste no has querido salir ni hablar con ella. Está preocupada.
La castaña negó abatida y sollozó bajito, provocando que él se acercara lo suficiente para tomar su mano.
─¿Sucede algo? ─la pregunta brotó de los labios de Noah, y ella supo que no podía ocultarle nada. Especialmente no a él.
─De hecho sí... ¿Recuerdas eso que sucedió hace años? ¿Lo que creí que podía superar? Pues bien, ha regresado.
─¿Así como así?
─Sí. Así como así.
Si existía alguien en el mundo a quien Fliss podía confiarle todos sus secretos, ese indudablemente era su mellizo. Él lo sabía todo y siempre había estado ahí para sostenerla. Por eso, cuando ella se derrumbó, no titubeó antes de refugiarse en su abrazo.
Se odiaba por mostrarse así de débil. No le gustaba. Felicity siempre fue la más sabia de los hermanos Corrigan, y de no ser porque su mellizo tiró del cordón umbilical a la hora salir del útero, bien habría sido la primera en mostrar sus rechonchas mejillas de bebé al mundo. O eso era lo que decía su madre cada vez que hablaba de aquel día en el que dos luchadores de zumo parecían estarse peleando dentro de su barriga.
Desde entonces, los miembros de su manada los bautizaron como Tom & Jerry por razones más que obvias, aunque actualmente no peleaban tanto como solían hacer de niños. La inclinación de Noah hacia su hermana era algo que iba mucho más allá del respeto y la admiración. Un sentimiento que, a pesar de creer que ella siempre iba a necesitar de su protección, también tenía las armas suficientes para defenderse por sí misma. Y eso era lo que la mayoría de los hombres lobos pensaban de ella. Que era capaz, fuerte, tenaz, y algún día llegaría a ser una gran líder como su padre.
Pero estando allí, no creía ser lo suficientemente fuerte.
─Me siento fatal, Noah. Soy una novia horrible. Nate es muy lindo conmigo y le estoy fallando tremendamente.
─Oye esto no es algo que puedas evitar porque sí. Los sentimientos son muy complicados y nosotros, por mucho que queramos, no podemos mandar sobre ellos.
Ella hipó sobre su hombro.
─¿Qué puedo hacer?
─Lo que creas correcto, tanto para tí como para él.
─Me va a odiar.
─No lo hará. Créeme, podrá enojarse, pero Nate nunca te odiaría ─le dijo, acariciando su cabeza suavemente y dejando un beso sobre ella─ De todas formas, siempre habrá alguien que termine con el corazón roto, y más vale que sea ahora y no después, cuando ninguno se sienta cómodo.
Felicity cerró los ojos y se fue encogiendo de a poco hasta que prácticamente era como un bebé entre los brazos de su hermano. Solo quería permanecer así unos segundos, y ya luego volvería a ponerse su armadura.
Un momento más sintiendo dolor no la haría menos fuerte.
●●●
Meredith se miró en el espejo apoyado en la mesita del cuarto de Harper. Primero por un lado, luego al otro, y frunció sus rojos labios.
Na, no era lo suyo.
Sin mucha convicción mandó a volar el vestido de encaje hacia la cama y continuó buscando entre la pila de ropa que habían sacado mientras su amiga se paseaba por la habitación, solo ella sabía por qué, tan solo con su sujetador y sus bragas. De fondo se escuchaba la voz de Britney en la radio cantando I'm a Slave 4 U, y el aroma de las velas de vainilla que eran la única luz dentro de la habitación comenzó a llenar el aire.
La de melena pelirroja se contoneó sensualmente delante de su reflejo, dejando la marca de sus labios sobre el cristal.
─¿Crees que le guste a Matt? ─preguntó Harper inocentemente, mostrando las plataformas de punta redonda que se puso en los pies.
Meredith se dejó caer sobre la cama:
─Puede.
─¿Qué tal estos? ─le dijo, esta vez con un par completamente distinto de tacones de aguja.
─Pareces tres centímetros más alta con ellos puestos.
─Entonces no. No pienso lucir como un poste de luz ─negó.
─Deberías alegrarte. Ya quisiera yo tener ese par de piernas tuyas ─la animó Mer, observándola y luego al desastre que tenían armado sobre la cama─ ¿Sabes? Es una lástima que Nessa sea quien tenga el Libro de las Sombras, bien podríamos aprender algún hechizo sobre cómo cambiarle el estilo al calzado.
─Evan nos está ayudando, pronto memorizaremos todo sin necesidad de abrir el libro ─comentó─ Recuerda lo que dijo, mientras más nos dejemos llevar por las magia oscura, peor será para nosotros.
Los labios de Meredith se arrugaron en una fina línea, y de repente, un recuerdo vino a su mente.
─Hablando de eso... ayer tuve una conversación con Nana.
─¿Y qué dijo? ─Harper continuaba absorta en sus cosas, buscando el conjunto perfecto para llevar al baile de Halloween.
─Tendrías que haberla visto, parecía que un espíritu la hubiere poseído cuando pregunté por Anne Hale ─exclamó, no como si estuviera preocupada, sino asombrada─ Se quedó de piedra y me advirtió de que teníamos que ser muy cuidadosas porque pagaríamos por algo que otros hicieron.
─¿A qué crees que se refiera?
─No lo sé, pero no me gusta.
Harper emitió un suave suspiro, parecía pálida, a pesar de que su piel siempre había sido ligeramente aceitunada.
─Creo que deberíamos buscar a alguien más. Alguien que sepa...
─¿A quién más podríamos, Harper? Mi abuela es la única.
─¿El Profesor Sanderson? ─sugirió después de pensarlo por varios segundos─ Él estaba estudiándonos. Quizás pueda decirnos algo sobre nuestro linaje, y también explicar el por qué tenía nuestros nombres conectados a los de todas esas personas en su pizarra.
Meredith negó:
─Sabes que siempre te apoyo, Harper. Pero Evan nos dijo que no debíamos confiar en él por el momento, ya sabes, debido a todo el asunto de los cazadores de brujas.
─¿Y qué si alguien más muere?
─Entonces tendremos que ser cuidadosas.
De repente, alguien tocó la puerta y ellas fueron corriendo a ponerse algo.
─Niñas... ─las llamó el Sr. McGregor─ La cena está lista
─¡Ya vamos! ─contestó Harper rápidamente.
Ella se colocó su vestido de dormir color caramelo y cuando quiso recoger las sandalias que estaban al pie de la casa, Meredith la tomó por el brazo.
─Hey ─advirtió─ Ni una palabra de esto a nadie... ni siquiera a Nessa ¿Prometido?
─Tranquila, Mer ─Harper se apartó suavemente─ Está bien.
La pelirroja se alejó de ella para apagar el estéreo, preguntándose si sería buena idea no hablarle de las demás incoherencias que había soltado su abuela en medio de su trance. No quería preocuparla más, y ya bastante tenían con el asunto de la bestia de Salem.
─¿Vienes? ─preguntó la castaña con un pie en el pasillo.
─En un minuto.
Meredith le dedicó una sonrisa antes de soplar con fuerza y extinguir la llama de la vela blanca encima de la mesita.
●●●
«No hay forma fácil de hacer esto... » pensó Felicity desde el inicio, cuando en un arranque de valentía le había mandado un escueto mensaje de texto a su novio para decirle que debían hablar. Aunque llegados a ese punto, le quedaba claro que aquella había sido la parte más sencilla de todas.
Ambos estaban sentados en las escaleras del porche de su casa, uno al lado del otro, pero esta vez no sonreían, ni se tomaban de las manos o se abrazaban. Nate estaba rígido, con la vista perdida en algún punto de la calle que ella no podía encontrar. Sus codos estaban apoyados en las rodillas y el único sonido que se escuchaba en medio del silencio era el golpeteo nervioso de una de sus zapatillas sobre uno de los escalones.
Fliss tuvo que morderse el interior de la mejilla más de mil veces, porque así como sus manos temblaban, también lo hacía su voz.
─¿No vas a decir nada? ─murmuró entrecortadamente, pero no hubo respuesta─ ¿Ni siquiera que me odias? Por favor, Nate.
Él se volteó. Lucía confuso, herido, pero sus ojos seguían siendo nobles.
─¿Acaso no lo has dicho tu? Está más que claro que ya no me quieres.
─No hables así. Por supuesto que te quiero, siempre voy a hacerlo ─habló Felicity─ Pero las cosas han cambiado, por lo menos en mí, y me he dado cuenta de que nunca voy a poder corresponderte de la misma manera.
Era su forma de decirle que no lo merecía, y él lo había captado. Sin embargo, no dejaba de ser todo muy repentino. Hacía solo unos días estaban bien ¿Qué podía haber cambiado de esa forma tan brusca? Felicity era la única con esa respuesta.
─Sigues siendo importante para mí, Nathaniel. Y sé que eventualmente vas a encontrar a alguien que te va a querer muchísimo más de lo que yo alguna vez lo hice.
─¿Por qué? ─logró articular, él necesitaba una mejor respuesta que eso─ Estábamos bien juntos.
─No puedo continuar pretendiendo que todo está bien cuando no lo está ─ella agachó la cabeza─ No puedo hacerlo... y lo siento tanto por eso.
─¿Encontraste a alguien más?
─No. Claro que no ─negó─ Recuerda que acordamos ser sinceros el uno con el otro, y esta es mi verdad. Ya no me siento cómoda con lo nuestro.
¿Sonaría cruel admitirlo? Porque se suponía que después de eso debía sentir algo similar al alivio, pero no era así. Fliss estaba destrozada y no tenía vergüenza de mostrarlo delante de él, pues comprendía que era igual de difícil para cualquiera de los dos afrontarlo.
No era justo. Nate era el chico que le había cantado una canción cuando supo que la quería, y ella en cambio, nunca hizo nada parecido salvo decirle "Te amo" en algún momento que ya no recordaba.
De un momento a otro, él se puso de pie y Felicity alzó la cabeza, asustada:
─¿Nate? ─lo llamó, pero él ya se iba alejando por el camino que había recorrido al llegar─ ¿A dónde vas? Espera ¡Nate!
El chico se detuvo en medio de la acera y le dedicó una mirada lastimera. Felicity supo que no le estaba reclamando nada, pues él nunca la presionaría.
─Necesito estar solo ─tragó grueso, sus ojos estaban cristalizados─ Ya lo dijiste antes, se acabó. Adiós Fliss.
Él se fue y la castaña no pudo hacer otra cosa que llorar en silencio hasta que la noche cayó, cubriéndola con su manto frío en medio de la soledad de aquel pequeño vecindario.
Noah se había equivocado. Fueron dos los que terminaron con el corazón roto esa noche.
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