🔮... capítulo cuatro
Nessa notó como a Evan se le contraían los labios en una mueca de dolor cuando vio a uno de los futbolistas del equipo escolar cayendo de cueces al suelo después de haber sido bruscamente empujado en el entrenamiento. La verdad? a ella ese deporte siempre le había dado igual, pero al parecer, el castaño sí lucía muy interesado.
─¿Sabes que puedes hacer una prueba para unirte al equipo verdad? ─sugirió, haciéndolo posar su mirada de ojos verde selva sobre ella.
─¿Como? ¡Oh no! No lo creo ─negó con una sonrisa que denotaba agradecimiento, a pesar de que no tomaría su sugerencia─. Personas como yo no podemos practicar ningún tipo de deporte extremo que pueda llevar a lastimarnos porque el proceso de recuperación sería jodidamente lento.
Frunciendo el entrecejo, la pelinegra se preguntó a qué se refería cuando hablaba en modo plural ¿Sería que estaba enfermo o que todos en su familia eran unos flojos?
─¿Acaso eres minusválido o algo así?
─Podría decirse ─respondió meneando la cabeza─. Es hereditario, algunos miembros de mi familia lo tienen. Se le llama Osteogenia imperfecta.
─Hostia qué...
─Osteogenia ─aclaró─ También conocido como Huesos de cristal. Es un trastorno genético que impide que el cuerpo fabrique huesos fuertes y eso hace que se fracturen fácilmente.
─¿Y tiene cura?
─No que se sepa aún. De mis primos yo soy quien mejor lo lleva, ellos tienen que estar constantemente haciéndose análisis o estudios de diagnóstico en el hospital. Así que me considero afortunado. Solo tuve que pasar por cirugía una vez, hacer fisioterapia hasta hace unos días y seguir tomando un puñado de medicamentos a determinadas horas del día.
─Vaya... ─Nessa lo miró con pesar, emitiendo un corto suspiro─ No tenía idea, lo siento.
Evans hizo un esto con la cabeza para expresar que no era nada de lo que preocuparse, y volvió a mirar el juego desde su lugar en la cancha, preguntándose internamente si existía otra actividad extracurricular que no requiriera de tanta violencia.
─Quizá puedas ayudarme a encontrar algo más en lo que sea bueno.
─¡¿Yo?! ─exclamó con los ojos muy abiertos─. Si apenas soy capaz de ganar una partida en el Club de Ajedrez, y siendo franca, no te lo aconsejo porque te quedarías dormido en pleno juego.
─Vamos, debe haber algo más en lo que seas buena.
─Claro, acumulando llegadas tarde en el expediente. Me han dado medalla de oro por eso.
El sonido de su risa la contagió, y pronto, ambos estaban riendo.
Cuando Raven los había dejado con la excusa de que tenía práctica de basket después de clases, la de apellido Queen juró por todas las deidades existentes que lo haría pagar de la forma más dolorosa posible por dejarla con la sola compañía del chico nuevo. Aunque después de pasados unos minutos, no podía seguir diciendo que este le desagradaba, porque estaría mintiéndose sí misma.
─Tal vez sí que haya algo que puedas hacer.
─¿El qué?
─Unirte al Club del Coro ─dijo, y en los labios del castaño se dibujó una sonrisa─. Es lo único que no requiere de gran esfuerzo además del ajedrez.
─Suena bien.
─¿Y qué no suena bien para ti, Evan?
Había pensado seriamente en llamarlo El Chico de los ojos curiosos cuando tuviera la oportunidad de volver a tocar el forro de su diario, porque a diferencia de otros que mostraban interés en los deportes, chicas o el gimnasio; Evan se encontraba en el punto exacto donde la masculinidad se cruzaba con lo simple. Una característica muy poco frecuente en los jóvenes de su edad, y que por alguna extraña razón, lo hacía mucho más incomprensible.
Ambos estuvieron charlando por más tiempo, y cuando el timbre los interrumpió, una voz adicional los hizo detenerse en su camino de regreso al interior del instituto.
─¡Ernessa Queen!
─Ese es mi nombre ─saltó.
La persona no era otro sino Louis Sanderson, el padre de Jessica.
Nessa no pudo evitar notar que, a pesar de que estaba aparentando serenidad, sus ojos lucían tan nerviosos como su voz cuando le habló.
─Disculpa que te moleste, no tomará más que unos segundos.
─¿Sucede algo, Sr. Sanderson?
─Solo quería que le dijeras a tu padre, en caso de que encuentre alguna pista del paradero de Jessica, que no dude en avisarme inmediatamente.
Otra persona tendría que haber visto su rostro al igual que ellos para saber qué tan desesperado estaba. Incluso podrían jurar que le temblaban las manos con tan solo mover los labios.
─Seguro que lo hará. Es ética policial mantener los avances de un caso bajo llave, pero usted por ser familiar debe estar enterado ─aportó, esperando que con eso pudiera estar más tranquilo.
─Bien. De todas formas, me harían un gran favor corriendo la voz.
Lo vieron rebuscar entre los documentos de su portafolio para entregarles un papel con el rostro de su hija impreso en blanco y negro, acompañado además por la palabra Desaparecida.
─¡Sr Sanderson! ─la pelinegra lo llamó antes de que pudiera marcharse.
─¿Si?
─Estoy segura de que no fue demasiado lejos. En algún momento volverá.
El mayor emitió un profundo suspiro, regalándole una amarga sonrisa.
─Yo también espero lo mismo, niña.
Un leve escalofrío la recorrió de la cabeza a los pies cuando por su mente pasó la idea de quizá estaba siendo demasiado positiva para un caso tan oscuro. Bajó su vista hacia el papel, y justo cuando sus ojos conectaron con los de la chica en la foto, Nessa pudo jurar que miles de agujas comenzaron a pincharle el estómago. No era una sensación similar a la inquietud o el estrés, sino al miedo, y en esos momentos, creía percibir incluso que donde quiera que estuviese Jessica, estaba aterrorizada.
Un pensamiento bastante horrible.
─¿Te acompaño a tu casa? ─preguntó Evan sujetándola su brazo, de forma que a ella le dió tiempo reaccionar. Antes le habría contestado en mala forma, ahora solo le apetecía asentir.
─No me apetece irme sola, así que... vale.
●●●
─Siento pena por él. Es un padre genial y se preocupa mucho por ella ─arguyó la pelinegra mientras caminaba por la acera. El chico nuevo iba a su lado, llevando su bicicleta por la orilla de la carretera en tanto se dedicaba a escuchar.
Habían estado hablando sobre los grupos escolares, los mejores lugares para visitar en la ciudad, la comida, las fiestas nocturnas que se extendían hasta altas horas de la madrugada, y por último habían vuelto a recaer en el mismo tema del que todos hablaban últimamente.
─¿Crees que algo malo le haya sucedido? ─preguntó él de forma dudosa.
─No lo sé ─negó─. Después de hoy realmente no sé qué pensar al respecto. Nunca había visto al Sr. Sanderson tan preocupado, ni a sus amigas tan misteriosas... creo que hay algo que no me gusta en todo esto. Es como una mala sensación en la boca del estómago.
─Sí. Sé de esas.
Ambos se miraron mutuamente, como si pudieran entender todo lo que el otro pensaba. Nessa apartó entonces su semblante y volvió a concentrarse en el camino.
─¿Has considerado lo del coro?
─Puede que mañana le eche un vistazo.
─Esa enfermedad que tienes ¿Viene de mucho antes? ─preguntó con curiosidad, y automáticamente se regañó por ser tan chismosa, pero eso a él no parecía importarle.
─Pues verás, mis padres han tenido la sospecha de que se remonta a los años 60, cuando el gobierno se inventó toda esa mierda del experimento Filadelfia. Mis abuelos fueron de los pocos voluntarios que sobrevivieron a las atrocidades que se le realizaron en los laboratorios de Montauk. Así que quizás alguno de esos experimentos lo hizo más frágil de lo que era antes, y por tanto, las secuelas nos siguen a los demás miembros de la familia.
─He leído algo al respecto, pero esa es una historia realmente terrorífica.
─No como las que se cuentan de Salem. Lo busqué en Google antes de venir ¿Es cierto que todavía se escuchan los llantos de las brujas en el fondo de los calabozos?
Nessa resopló, entornando los ojos como si estuviera cansada de escuchar las mismas historias.
─Claro que no ¿Por qué siempre terminan relacionándonos con lo mismo?
─Tal vez porque es una de las leyendas más famosas de Massachusetts ¿No te sientes familiarizada con ella?
─Por supuesto que no, si ni siquiera he estado en Gallows Hill. Conozco menos de los juicios de brujas que tú de fútbol.
─Eso ha sido vil. Muy propio de tí por lo que me ha dicho Raven.
─Es lo que se supone ¿no? ─murmuró. Acto seguido, se quedó de piedra en medio del camino─. Oh mierda...
─¿Qué? ─Evan frunció el entrecejo, confundido por su repentino cambio.
─Mi padre.
Los dos observaron al oficial que se bajaba del auto junto a la cochera de la casa de postigos blancos. De fondo, el bosque de álamos altos hacía un contraste genial con su uniforme, y cuando este divisó a su hija que venía acompañada, no pudo evitar que una expresión reparadora se cruzara en su cara.
Evan tuvo que tragar grueso cuando el Sr. Queen caminó hasta ellos con pasos firmes, no pareciendo que fuera directamente a ahuyentarlo. O por lo menos eso pensaba.
─Hola papá ─saludó Nessa, dándole un fuerte abrazo.
─¿Qué pasa, cariño? ¿Cómo fue tu día hoy?
─Lo normal.
─Ya veo ¿Y quién es este chico? ─sabía que no iba a tardar mucho en preguntar─. Perdona, pero no recuerdo haberte visto nunca por aquí, hijo.
Evan extendió su mano muy educadamente para saludar.
─Disculpe, Sr. Queen. Soy Evan Fairfax, mis padres acabaron de mudarse este fin de semana.
─¡Oh, ya recuerdo! Compraron la casa que pertenecía a los Callaghan ¿No? En la comisaría se estaba hablando de eso hace unos días.
─Papá, él es nuevo y en la escuela me pidieron que lo ayudara en su proceso de adaptación ─susurró en tono amenazante─ Porfa, nohagasnadatonto.
─No te crees monstruos, Ness. Solo estaba hablando con el chico ¿No es así? ¿Te gustaría pasar a tomar un café?
─Claro que n...
─¡Por supuesto! ─saltó el castaño rápidamente, provocando que ella abriera los ojos como platos y lo mirara─. Digo, claro me gustaría, sí.
Cielo Santo, Nessa pensó. Ese chico realmente quería morir.
─¿Ya ves, Ness? No hay nada de qué preocuparse ─agregó su padre con su elaborada sonrisa de Pennywise─. Por cierto, bonito medallón ¿Reliquia de familia?
─Algo así.
Mientras su padre lo arrastraba al interior de la casa, Nessa tuvo que contener su molestia y resignarse a la idea de que iba a tener que aguantar historias avergonaznates sobre su niñez por la próxima media hora. Así que negó para sí misma, pero no dijo nada. Evan había caído en la red y era solo cuestión de tiempo para que quisiera salir huyendo de su casa a toda pastilla. Su padre solía tener ese efecto en todos los chicos que se le acercaban.
De pronto, sus ojos vagaron entre los arbustos del bosque hasta detenerse en una figura no tan pequeña que sobresalía de la maleza, con una mirada brillante que parecía asecharla en silencio.
Trató de aguzar la vista para así reconocer a qué o a quién pertenecía, pero tan rápido como le fue posible, ya esta había desaparecido en medio de la nada. Como si nunca hubiera estado ahí.
Nessa se mordió los labios con incomodidad.
A saber qué clase de animal tenía el valor de acercarse a los alrededores del pueblo sin tener la mala suerte de ser pillado por los cazadores.
●●●
Era ya el horario del día donde la tarde acababa y empezaba el ocaso cuando la criatura echó a correr por entre los árboles, con sus patas percibiendo la aspereza de la tierra fría y su vista pasando por cada detalle del oscuro bosque.
A medida que avanzaba, la picazón en su hocico se hacía menos fuerte debido a la escasa luz solar que se coló a través las ramas hasta iluminar los espacios invisibles de su pelaje. No recordaba con exactitud cuando había sido la última vez que se sintió así, y sinceramente, estando allí ya poco importaba.
La emoción de la carrera era suficiente para hacerla distanciarse de su objetivo, y aunque a esas alturas ya estuviera más que entrenada para dejar la tentación de su lado salvaje a raya, a veces le era inevitable no hacer una pequeña pausa.
Continuó su camino saltando por encima de grandes rocas, metiéndose por pequeños escondrijos y escuchando el sonido repiqueteante de los insectos en la cáscara de las raíces hasta llegar a la orilla de la carretera, donde una camioneta se encontraba estacionada.
La loba alzó la cabeza, olisqueando el aroma de los dos jóvenes que bajaron de los asientos delanteros para colocarse delante suyo.
Inmediatamente el cambio comenzó a romperle los huesos, quemándola desde dentro hasta que sus patas fueron sustituidas por piernas y su cuerpo adoptó la delicada forma de una mujer joven.
Felicity Corrigan devolvió la misma sonrisa torcida de su novio, sin importarle mucho el hecho de estar desnuda en medio de la carretera. Pero su hermano no pensaba igual, y le tiró una muda de ropa que sacó de su mochila.
─¿Viste al chico?
─Noah ¿Dónde está el fuego? ¿Por qué no te sientas y esperas a que me vista? ─le regañó, entornando los ojos a la vez que se colocaba la blusa y los vaqueros─ Sí, lo ví. Iba con la hija del sheriff.
Ambos se miraron mutuamente, con esa típica expresión reverente que solo ellos sabían interpretar.
─Ya, lo que tu digas ¿Me dirás ahora por qué se supone que deberíamos desconfiar?
─Porque sé que es uno de ellos ─rebatió en tono cortante─, solo que huele diferente.
─¿Tendrá eso algo que ver con la desaparición de Jessica Sanderson? ─Nate se encontraba dudoso, o casi desconfiado, como siempre solía estar. Felicity ya se había adaptado a ver su entrecejo siempre arrugado debido a esto.
Ella se encogió de hombros, pero Nate no le creyó. La conocía tan bien como para saber que algo más la preocupaba, y no subestimaría sus habilidades porque, de la manada, era la mejor olfateadora con la que podían contar.
Una fresca brisa azotó la copa de los árboles, batiendo las hojas y chocando contra sus mejillas sonrosadas. Los ojos de Felicity se volvieron de un leve color amarillo, e inhaló, profunda y pausadamente, como si quisiera aspirar todo lo que le susurraba la Madre Naturaleza.
─Tengo el fuerte presentimiento de que algo sucederá en este pueblo dentro de poco... solo es cuestión de esperar.
─¿Crees?
─Si, Nate. Creo ─dijo con fastidio─. De todas formas, vamos a mantener nuestros ojos puestos en él. No me inspira confianza.
─Es eso ¿O lo dices porque se acercó a Nessa?
La chica dedicó una mirada asesina a su mellizo.
─Quizá nos estamos adelantando mucho a los hechos. El chico no parece ser una amenaza mayor ─opinó Nathaniel, abrazando a su novia contra su pecho. Permitiéndole, además, reposar allí después de su larga carrera.
Por otro lado, el rubio caminó con impaciencia delante de ellos.
─¿Y si le decimos a mamá y papá?
─Por supuesto que no, este es nuestro ─protestó su hermana─
Voy a probarles que estoy preparada capturando al enemigo.
─Cariño, en todo caso y si llegaras a hacerlo ¿Cómo vas a demostrarlo?
─Mañana en la feria verán ─sentenció con seguridad, trazando el inicio de un plan dentro de su cabeza─. Dicen que las brujas no se resisten a usar su magia cuando se ven amenazadas, pues bien, allí lo obligaremos a hacerlo.
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