𝐈 𝐎𝐧𝐥𝐲 𝐖𝐚𝐧𝐭 𝐦𝐲 𝐛𝐚𝐛𝐲 𝐛𝐢𝐬𝐢𝐝𝐞 𝐦𝐞
Luego de arriesgar la vida en un campo de batalla poco conocido, en una operación que pasó desapercibida para la mayoría, Lisa había aprendido a encontrar consuelo en pequeñas cosas. El calor abrasador de las explosiones había sido parte de su vida, pero ahora, el calor que realmente importaba era el que emanaba de la piel de Jennie. Estar a su lado no solo la hacía sentirse bien, la hacía sentirse viva, humana. En sus brazos, todo lo demás parecía desvanecerse, incluso el recuerdo de lo peor.
Después de esa intensa sesión de besos, Lisa sintió que era el momento de cambiar el ambiente. Se levantó del sofá sin soltar la mano de Jennie, y con una sonrisa tierna, le dijo:
"Acompáñame a la cocina, amor". Jennie, con la misma suavidad, aceptó la invitación sin preguntar. Ambas caminaron hacia la cocina, el aire entre ellas cargado de calma, pero también de algo más profundo, como si el silencio hablara por ellas.
Al llegar, Lisa sacó su teléfono del bolsillo trasero y empezó a buscar un video en su galería. La luz tenue de la pantalla iluminaba su rostro mientras navegaba entre los archivos. Jennie observaba en silencio, intrigada por lo que estaba sucediendo.
"¿Qué estás buscando?", preguntó Jennie con curiosidad, inclinando ligeramente la cabeza, sus ojos oscuros fijos en Lisa, intentando descifrar el enigma detrás de su mirada. Lisa levantó la vista por un instante, esbozando una sonrisa traviesa, una de esas que Jennie conocía muy bien, y luego volvió a concentrarse en la pantalla de su teléfono.
"Es algo que quiero que veas", respondió con tranquilidad, pero con un toque de anticipación en su voz. Sus dedos se movieron con precisión, buscando un video específico en su galería. Cuando lo encontró, hizo una pausa breve, tomando aire como si estuviera saboreando el momento.
Jennie la observaba en silencio, su curiosidad creciendo a cada segundo. Lisa, sin más preámbulos, presionó "reproducir" y giró el teléfono para mostrarle la pantalla. El video era una grabación de seguridad que había llegado como una alerta durante su ausencia.
Al principio, Jennie no entendía qué era lo que Lisa quería mostrarle. Pero, en cuestión de segundos, la imagen en la pantalla se volvió clara, y la sangre comenzó a subirle al rostro. Allí estaba ella, sola en la habitación, tocándose a sí misma, completamente entregada a la pasión, sus suspiros y gemidos entrecortados solo opacados por una palabra: "Lisa". Una y otra vez, su nombre escapaba de sus labios con una necesidad ardiente que ahora resonaba en la mente de ambas.
Jennie sintió un calor intenso subirle desde el pecho hasta las mejillas, su rostro encendiéndose de vergüenza. Abrió los ojos de par en par y su expresión se transformó en una mezcla de sorpresa y vergüenza total. Hizo una mueca, como si intentara negar lo que había visto, pero la evidencia era innegable.
Lisa sonrió, levantando una ceja, su tono cargado de picardía. "Veo que te la pasaste muy bien sin mí", comentó, su voz calmada, pero con una chispa de diversión en cada palabra.
Jennie, todavía enrojecida, soltó una risa nerviosa y negó rápidamente con la cabeza, cruzando los brazos como si eso pudiera borrar lo que acababa de ver. "No, jamás sería bueno sin ti", respondió con una mezcla de sinceridad y vergüenza, sus palabras rápidas, como si quisiera justificarse. Pero antes de que pudiera decir algo más, decidió dejar de lado cualquier intento de explicación.
Se acercó a Lisa con determinación, rodeando su cuello con ambos brazos. Sin decir una sola palabra más, la besó con una intensidad que dejaba claro lo mucho que la había extrañado. Fue un beso necesitado, profundo, cargado de emociones que habían estado contenidas demasiado tiempo. Lisa correspondió de inmediato, envolviendo a Jennie con sus brazos y dejándose llevar por el fuego que se encendía entre ambas, olvidando el mundo exterior en ese instante de pura conexión.
"Así que... esto es lo que haces cuando no estoy", dijo Lisa, su voz suave, pero cargada de picardía, inclinando ligeramente la cabeza mientras sus ojos se clavaban en los de Jennie. "Y aquí yo pensando que solo extrañabas mis abrazos".
Su mujer se llevó una mano al rostro, intentando cubrir su vergüenza, pero Lisa no se lo permitió. Dio un paso hacia ella, retirando suavemente su mano con una sonrisa burlona.
"¿Gritando mi nombre?, ¿eh? ¿Tienes idea de lo mucho que me calentó escuchar eso?", susurró Lisa, con un tono provocador. "¿O es que querías que te encontrara así?"
Abrió la boca para responder, pero solo pudo soltar un jadeo nervioso. "No es lo que parece", intentó decir, pero incluso ella sabía que no tenía forma de salir de esa.
Lisa ladeó la cabeza, acercándose aún más hasta que sus labios quedaron a centímetros del oído de Jennie. "¿No es lo que parece? Porque a mí me pareció... que te lo estabas pasando muy bien", susurró, dejando que la última palabra quedara suspendida entre ellas.
Completamente sonrojada, no pudo soportarlo más. Con un movimiento rápido, rodeó el cuello de Lisa con los brazos, sus labios buscando los suyos en un beso desesperado, necesitado. Lisa rio entre el beso, satisfecha de haber conseguido esa reacción.
"Mmm, así que sí me extrañaste", murmuró entre besos, disfrutando cada segundo mientras Jennie intentaba redimirse de la única forma que sabía.
Lisa sonrió contra los labios de Jennie, sintiendo cómo la tensión entre ambas se transformaba en pura electricidad. Sin romper el beso, deslizó sus manos por la cintura de Jennie, levantándola con facilidad. Jennie dejó escapar un pequeño jadeo de sorpresa, pero se aferró aún más fuerte a su cuello, dejándose llevar por el momento.
Lisa la subió a la encimera con un movimiento decidido, sus manos firmes, sosteniéndola mientras sus cuerpos se alineaban perfectamente. Jennie, sentada sobre la fría superficie, sintió el contraste entre el frío del mármol y el calor abrasador del cuerpo de Lisa contra el suyo. Se estremeció, pero no era por el frío.
Se detuvo por un segundo, apoyando su frente contra la de Jennie, ambas respirando agitadamente. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, no había necesidad de palabras. Jennie sonrió, sus dedos jugueteando con el cabello de Lisa.
"Siempre tan atenta", susurró Jennie, intentando suavizar la situación, pero su voz estaba cargada de deseo.
La militar soltó una risa suave, su mano acariciando la mejilla de Jennie. "¿Atenta? Después de lo que acabo de ver, creo que solo estoy siendo justa". La picardía en su voz volvió a encender la chispa, y antes de que Jennie pudiera replicar, Lisa inclinó la cabeza y la besó de nuevo, esta vez con más intensidad, más profundidad.
Los dedos de Jennie se deslizaron por la espalda de Lisa, tirando suavemente de su camiseta, buscando más contacto, mientras Lisa la rodeaba con ambos brazos, como si no quisiera dejarla ir. El beso se volvió más lento, pero también más profundo, cada movimiento cargado de esa mezcla de pasión y ternura que ambas compartían.
El aire se cargó de una tensión palpable, un deseo que ambas compartían y que ya no podían disimular. Lisa, con la respiración entrecortada, permitió que el toque de sus dedos deslizara suavemente por el rostro de Jennie, reconociendo una vez más la intensidad de lo que sentían la una por la otra. A pesar de que Lisa tenía la costumbre de controlar cada situación, de ser la que lideraba en momentos como estos, había algo en Jennie que le hacía perder toda noción de autoridad, y eso era precisamente lo que más le fascinaba.
Era evidente el control sexual que Lisa ejercía sobre su mujer, pero, a decir verdad, quien mandaba en esa casa sin duda era Jennie. Con su elegancia tranquila y su firmeza, lograba envolverla en un halo de confianza que la hacía rendirse por completo. Nadie lo sabía mejor que Lisa: Jennie podía parecer suave y dulce, pero tenía una fuerza imparable que siempre la guiaba, incluso en los momentos más íntimos.
Pero la ternura y el cariño tomaron un segundo plano, reemplazados por la urgencia de lo que querían compartir en ese instante. Las palabras no eran necesarias, solo el toque de sus cuerpos, la conexión profunda que se hacía cada vez más intensa.
Lisa cargó a su mujer en sus brazos, sin perder tiempo. Había algo en el brillo en los ojos de Jennie que la desarmaba, y no pensaba esperar más. Se dirigió rápidamente hacia su habitación, apenas consciente de los pasos que daba, como si el universo entero hubiera desaparecido para dejar solo el sonido de sus corazones acelerados. De verdad no podía esperar más.
La habitación estaba tenuemente iluminada, con solo unas pocas luces arrojando un resplandor cálido alrededor de la cama, creando sombras suaves que danzaban en las paredes. El aire estaba impregnado con el delicado aroma a flores frescas del aromatizante, que se deslizaba desde e la mesita de noche, acompañando la suave melodía que provenía de sus respiraciones. Las cortinas se movían lentamente con la brisa de la ventana entreabierta, y cada rincón parecía lleno de susurros de promesas no dichas. En la cama, las sábanas caían suavemente, como una caricia, mientras las sombras de la noche se fundían con la luz de la luna, proyectando su reflejo en la piel de quienes yacían allí, creando un ambiente que parecía suspendido en el tiempo.
Lisa colocó con cariño a su esposa sobre la cama, sus movimientos cargados de ternura y una pasión que parecía desbordar cada rincón de la habitación. Sus labios se encontraron en un beso más profundo, uno que hablaba de entrega y deseo. Jennie, con un leve rubor en sus mejillas, correspondió al gesto, mientras sus manos temblorosas se posaban en los brazos de Lisa, sintiendo el calor de su piel.
Las respiraciones de ambas eran cada vez más erráticas, mezclándose en el aire cargado de emoción. Lisa, con cuidado, apartó un mechón de cabello del rostro de Jennie, contemplando sus ojos llenos de confianza y amor antes de inclinarse hacia su cuello, dejando un rastro de besos suaves que hicieron que Jennie soltara un pequeño suspiro. Cada caricia y cada roce parecía sincronizado con el latido acelerado de sus corazones, un lenguaje silencioso que solo ellas podían entender.
Jennie cerró los ojos, permitiendo que la calidez de Lisa la envolviera por completo. Lisa, por su parte, no apartaba la vista de su esposa, atesorando cada expresión, cada sonido, cada instante. Su conexión era más que física; era un encuentro de almas que encontraban en ese momento un refugio perfecto.
Amaba el calor que emanaba del cuerpo de la militar, una calidez que no solo provenía de su piel, sino de la intensidad con la que Lisa la miraba, como si cada segundo juntas fuera un regalo invaluable. Jennie se dejó llevar, sintiendo cómo el peso de los dedos de Lisa, firmest, pero delicados, recorrían su cuerpo con una mezcla de respeto y adoración.
con movimientos lentos y calculados, empezó a despojarla de su ropa, desabrochando cada botón con una precisión que contrastaba con la pasión que había mostrado minutos antes. Sus labios nunca se separaron por mucho tiempo de los de Jennie, y cuando lo hacían, era solo para bajar y depositar un beso en su mejilla, su mandíbula o el hueco de su cuello. Entre cada gesto, la militar le susurraba palabras suaves y reconfortantes, como si quisiera asegurarse de que su esposa supiera cuánto la amaba en cada instante.
Jennie sentía el contraste entre las manos firmes de Lisa, entrenadas por años de disciplina, y la ternura con la que ahora se movían sobre su piel. Cada prenda que desaparecía era acompañada por un beso o una caricia, como si Lisa quisiera compensar con gestos de amor cada centímetro que dejaba expuesto. Jennie no podía evitar estremecerse, pero no de frío, sino por el calor que emanaba de cada contacto, de cada mirada que compartían.
Lisa, con su respiración pesada, se detuvo un momento para admirarla, sus ojos oscuros brillando con devoción. "Eres perfecta", murmuró antes de inclinarse una vez más, dejando un rastro de suaves besos por su clavícula y hombros desnudos, como si quisiera memorizar cada parte de ella.
Lo siguiente fueron besos suaves y delicados sobre la piel sensible de sus senos, cada uno cargado de un cariño infinito que hacía que Jennie sintiera más que el contacto físico: sentía el amor incondicional de su esposa en cada movimiento. Lisa no tenía prisa; tomaba su tiempo, asegurándose de que Jennie se sintiera amada, venerada y completamente segura en sus brazos.
Mientras sus labios dejaban un rastro de ternura, Lisa levantó la vista para observar las reacciones de Jennie. Le encantaba ver cómo su respiración se volvía más profunda y su rostro se iluminaba con una mezcla de timidez y placer. El corazón de Lisa latía con fuerza al ver cuánto confiaba su esposa en ella, y esa sensación la hacía aún más cuidadosa, como si estuviera manejando el más precioso de los tesoros.
No podía dejar de pensar en lo afortunada que era de tener a Jennie a su lado. Sus manos firmes, pero gentiles trazaron el contorno de su cintura, mientras su boca continuaba su dulce viaje. Entre cada beso, Lisa murmuraba palabras cargadas de devoción: "Eres increíble, mi amor... tan hermosa, tan perfecta". Sus palabras no eran solo cumplidos; eran una confesión de lo profundamente enamorada que estaba.
La castaña sentía cómo cada gesto la envolvía en una calidez indescriptible. Para Lisa, su esposa no era solo hermosa físicamente, sino un refugio, una fuente de luz en su vida. Cada curva, cada detalle del cuerpo de Jennie era para Lisa un recordatorio de lo mucho que la amaba, no solo en esos momentos íntimos, sino en cada pequeño instante compartido fuera de esa cama.
Jennie tomó acción con una mezcla de determinación y suavidad. Sus manos temblaban ligeramente al deslizarse por la camiseta de Lisa, pero sus movimientos eran seguros. Al quitar la prenda, dejó al descubierto el torso firme de su esposa, marcado por cicatrices que contaban historias de lucha y valentía. Jennie no apartó la mirada; en lugar de eso, sus dedos trazaron con delicadeza una de las cicatrices que cruzaba debajo de las costillas, justo en el lateral de su cintura.
"Preciosa", murmuró, su voz cargada de admiración. Para ella, cada marca era una prueba de la fortaleza de Lisa, pero también una evidencia de todo lo que había superado para estar juntas. Lisa cerró los ojos por un momento, respirando profundamente mientras el toque de Jennie parecía calmar algo dentro de ella. Había aprendido a convivir con sus cicatrices, pero en los dedos de Jennie, cada una de ellas se transformaba en algo digno de cariño.
Con movimientos cuidadosos, Jennie deslizó sus manos hacia la cintura de Lisa, desabrochando los cordones de su pantalón de chándal con habilidad. Su mirada subió hacia la de Lisa, buscando siempre una aprobación silenciosa. Lisa asintió levemente, dejando que Jennie continuara. El pantalón cayó al suelo con un susurro, dejando a Lisa de pie frente a ella, vulnerable y hermosa.
Cuando Jennie comenzó a acercarse al borde de su bóxer, Lisa la detuvo, sus manos firmes, pero tiernas tomando las de Jennie. "Espera", dijo Lisa en un susurro ronco, su mirada intensa, pero llena de dulzura. Jennie se detuvo de inmediato, sus ojos buscando los de Lisa, preguntando sin palabras si algo andaba mal.
Lisa respiró hondo, acercándose para tomar el rostro de Jennie entre sus manos. "Solo... dame un momento", murmuró antes de inclinarse y besarla suavemente, como si quisiera reafirmar la conexión entre ellas antes de continuar. Jennie, siempre paciente, acarició los brazos de Lisa, dándole el tiempo que necesitara, mientras sus ojos brillaban con comprensión y amor.
Luego de un respiro profundo, Jennie retomó el momento con una delicadeza que hablaba de su amor y respeto por Lisa. Sus manos, cálidas y suaves, se movieron con cuidado mientras bajaba el bóxer, liberando aquello que ambas sabían que representaba más que deseo: confianza absoluta. Jennie lo hizo sin prisa, asegurándose de que Lisa estuviera cómoda en cada instante.
El suspiro que escapó de los labios de Lisa fue largo y profundo, casi como si al dejar ir esa última barrera, también liberara toda la tensión que había contenido hasta ese momento. Su cuerpo, antes algo rígido, se relajó visiblemente, y sus hombros descendieron mientras Jennie le dedicaba una mirada cargada de ternura.
Jennie se inclinó un poco más cerca, acariciando con sus manos las caderas de Lisa, brindándole un contacto tranquilizador. Sus ojos no se apartaron de los de su esposa, como si quisiera recordarle que estaba allí, que la adoraba tal como era, con cada parte de ella. Jennie sonrió, un gesto dulce que hizo que Lisa se sintiera segura, vista y amada de una manera que iba más allá de lo físico.
Lisa, aún con su respiración algo agitada, dejó escapar una risa suave, mezcla de alivio y gratitud. "No puedo creer que todavía me causes nerviosismo", murmuró, inclinándose para besarla nuevamente. Este beso no era apresurado ni lleno de urgencia; era pausado, profundo y lleno de significado, como si quisiera transmitir en él todo lo que no podía expresar con palabras.
Jennie respondió con la misma intensidad, mientras sus manos seguían explorando con cuidado, tomando cada gesto como una oportunidad para demostrarle a Lisa cuánto la amaba, cuánto significaba para ella. En ese instante, no había dudas ni inseguridades, solo dos almas conectadas en un espacio íntimo donde la confianza y el amor lo eran todo.
Lisa tomó su miembro con una mezcla de confianza y cariño, sus dedos rodeándolo mientras lo acariciaba lentamente, casi como si quisiera calmar la tensión que había acumulado en su ausencia. Sus ojos brillaban con una chispa traviesa y sincera cuando, con una sonrisa ligera, murmuró: "Esta gorda polla ha sido un problema para mí cuando estoy lejos de ti". Su tono era juguetón, pero en sus palabras también había una honestidad palpable. Jennie soltó una risita suave, llevándose una mano a la boca antes de inclinarse y sellar los labios de Lisa con un beso profundo y lleno de amor.
Ese beso parecía hablar más que cualquier palabra, transmitiendo cuánto se extrañaban, cuánto se deseaban. Jennie, sintiendo la calidez de Lisa envolverla, volvió a recostarse sobre la cama, sus ojos cargados de confianza y devoción. Sus dedos se deslizaron por la mejilla de Lisa antes de susurrar: "Entonces, ¿qué vas a hacer para solucionar ese problema?"
Las palabras de Jennie encendieron algo en Lisa. La militar se tomó un momento para admirarla, sus ojos recorriendo cada curva del cuerpo de su esposa con una reverencia silenciosa. "Eres hermosa", dijo en un tono bajo, casi como si hablara consigo misma, pero lo suficientemente claro para que Jennie lo escuchara. Jennie, con un leve sonrojo en sus mejillas, sonrió tímidamente, incapaz de sostenerle la mirada por completo.
Lisa no tardó en bajar de nuevo, sus labios dejando un rastro de besos suaves y apasionados por el cuerpo de Jennie. Cada beso era lento, casi como si quisiera memorizar cada detalle, cada textura de su piel. Desde el hueco de su cuello hasta el valle entre sus pechos, y luego descendiendo aún más, Lisa se aseguraba de que Jennie sintiera cada caricia como una declaración de amor.
"Te extrañé", murmuró Lisa contra su piel, su voz cargada de emociones. Sus manos fuertes pero, cuidadosas exploraban el cuerpo de Jennie, trazando líneas invisibles que parecían encenderla en cada rincón. Jennie, completamente rendida al cuidado y devoción de Lisa, dejó escapar un suspiro tembloroso, sus dedos enredándose en el cabello oscuro de su esposa, guiándola y sosteniéndola en ese momento que era solo de ellas.
Dejó que sus labios trazaran un camino lento y deliberado por el abdomen de Jennie, disfrutando de cada reacción que provocaba en su esposa. Jennie arqueó ligeramente la espalda, sus manos buscando instintivamente los hombros de Lisa, como si necesitara anclarse a la realidad mientras su cuerpo comenzaba a rendirse al placer que le proporcionaban esos labios cálidos y esas manos firmes que la sostenían con tanto cuidado.
Cuando Lisa finalmente llegó a su destino, Jennie, con un rubor evidente y una mirada cargada de anticipación, dejó escapar una pequeña risa nerviosa. "¿No vas a comerme, o sí?" Su tono tenía un toque juguetón, pero en sus ojos brillaba la expectación de lo que estaba por venir.
Lisa levantó la vista, sus ojos oscuros y brillantes reflejando una mezcla de deseo y devoción. Con una sonrisa ladeada y un toque de picardía en su voz, respondió: "Oh, amor. Soy una mujer hambrienta... y voy a comer hasta estar completamente satisfecha". Su tono era firme, seguro, pero también suave, como si esas palabras fueran una promesa.
Sin esperar más, Lisa inclinó la cabeza y comenzó a lamerla allí, sus movimientos lentos al principio, explorando cada rincón con cuidado, como si quisiera saborear cada instante. Jennie dejó escapar un jadeo ahogado, sus manos agarrando las sábanas con fuerza mientras su cuerpo reaccionaba instintivamente al toque experto de Lisa. Los primeros movimientos eran suaves, casi provocativos, pero pronto se intensificaron, haciéndose más profundos y rítmicos, como si Lisa estuviera tocando una sinfonía perfectamente ensayada.
Lisa no solo usaba su lengua, sino también sus labios y sus manos, que se mantenían firmemente sujetas a los muslos de Jennie, manteniéndola en su lugar mientras ella se entregaba completamente a darle placer. Cada sonido que escapaba de los labios de Jennie era como un combustible para Lisa, quien no dejaba de murmurar entre movimientos: "Eres deliciosa... no puedo tener suficiente de ti". Su voz era un susurro cargado de deseo que hacía temblar a Jennie, cuyo cuerpo se arqueaba con cada ola de placer.
Jennie cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones, sintiéndose completamente adorada y amada. Su respiración se volvió errática, y entre suspiros logró articular con voz temblorosa: "Lisa... no pares, por favor". Lisa sonrió contra su piel, sin la menor intención de detenerse, determinada a cumplir su promesa de no detenerse hasta que ambas estuvieran completamente satisfechas.
Continuó con devoción, alternando entre suaves lamidas y chupadas profundas, su lengua moviéndose con una precisión que solo el conocimiento íntimo de Jennie le había dado. Cada gesto era una declaración silenciosa de cuánto la conocía, de cuánto deseaba verla disfrutar. Los sonidos suaves que escapaban de Jennie eran música para sus oídos, y Lisa no podía evitar sonreír contra su piel al sentir cómo su esposa se relajaba completamente bajo su cuidado.
Sin dejar de besarla y lamerla, Lisa dejó que una de sus manos viajara hacia abajo, introduciendo con cuidado un dedo, luego otro, en el calor de Jennie. Sus movimientos eran lentos al principio, dándole tiempo a su esposa para ajustarse y disfrutar. "Eres tan perfecta", murmuró contra su piel, su voz ronca y cargada de emoción. Lisa comenzó a mover sus dedos en un ritmo sincronizado con sus labios, sus caricias diseñadas para llevar a Jennie a ese punto de no retorno.
Jennie jadeó, su espalda arqueándose al sentir cómo la atención de Lisa se intensificaba. Sus manos buscaron los hombros de su esposa, aferrándose con fuerza, como si necesitara algo sólido para sostenerse mientras el placer la consumía. "Lisa..." su voz era apenas un susurro entrecortado, pero la intensidad de su tono le decía todo a la militar.
Lisa, siempre atenta, mantuvo su enfoque, adaptándose a cada reacción de Jennie. Su prioridad era clara: no solo quería ser eficiente; quería asegurarse de que Jennie se sintiera completamente adorada. Mientras sus dedos se movían con más seguridad dentro de ella, su boca trabajaba con la misma dedicación, alternando entre movimientos suaves y más intensos, explorando cada rincón con el objetivo de llevar a Jennie al éxtasis.
"¿Así, amor? ¿Te gusta?", preguntó Lisa entre lamidas, su tono cargado de deseo, pero también de ternura. Jennie, incapaz de responder con palabras, asintió frenéticamente, su respiración cada vez más errática. Los gemidos se hicieron más fuertes, más frecuentes, llenando la habitación con una melodía que solo ellas dos podían entender. Lisa no se detuvo ni por un segundo, su energía inquebrantable mientras llevaba a Jennie al borde del placer, asegurándose de que cada momento fuera tan intenso como inolvidable.
Finalmente, Jennie alcanzó su punto máximo, su cuerpo estremeciéndose bajo las expertas atenciones de Lisa. Un grito ahogado escapó de sus labios mientras el placer la envolvía por completo, como una ola cálida y arrolladora. Lisa, siempre dedicada, se aseguró de recibir todo en su boca, no dejando que ni una gota se perdiera mientras seguía con movimientos suaves y calculados, prolongando cada segundo de esa experiencia para su esposa.
Jennie temblaba ligeramente, su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración agitada. Lisa no se apresuró; con varias lamidas adicionales, limpió cuidadosamente, asegurándose de que Jennie se sintiera cómoda y atendida. La ternura en cada movimiento era evidente, y cuando finalmente levantó la mirada, sus ojos estaban llenos de amor y devoción.
Incorporándose lentamente, Lisa se deslizó por el cuerpo de Jennie, sus labios dejando pequeños besos a lo largo del camino, hasta que llegaron de nuevo a los suyos. Jennie abrió los ojos con dificultad, encontrándose con la sonrisa cálida de su esposa antes de sentir cómo Lisa sellaba sus labios en un beso profundo. El sabor y la pasión se mezclaban en ese gesto, transmitiendo todo lo que las palabras no podían expresar.
"Te amo", susurró Lisa contra sus labios, su voz cargada de sinceridad y emoción. Jennie, aún recuperándose, sonrió débilmente, acariciando la mejilla de Lisa con una mano temblorosa. "Yo también te amo", respondió, su tono suave, pero, lleno de significado.
Pasaron unos minutos llenos de intimidad, con Lisa dedicándose por completo a adorar a Jennie. Sus labios se posaban con ternura sobre el cuello de su esposa, dejando un rastro de besos suaves que a veces se transformaban en mordidas juguetonas, lo suficiente para provocar escalofríos sin hacer daño. Después, lamía con cuidado, como si cada beso y caricia fueran una promesa silenciosa de amor eterno. Jennie se estremecía con cada contacto, sus suspiros escapando de sus labios mientras sus manos descansaban en los hombros de Lisa, aferrándose con suavidad como si no quisiera que ese momento terminara.
Entre beso y beso, Lisa murmuraba palabras cargadas de amor y devoción. Su voz, grave y susurrante, acariciaba el oído de Jennie de la misma manera que lo hacían sus labios con su piel. "Eres la mejor esposa del mundo", le dijo, su tono lleno de sinceridad. Jennie soltó un pequeño suspiro, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza al escuchar esas palabras.
Lisa continuó, sus labios aún sobre su cuello mientras sus manos trazaban líneas tranquilizadoras por su espalda desnuda. "Eres mi inspiración, Jennie. Todo lo que hago, todo lo que soy, es porque tengo la suerte de compartir mi vida contigo. Eres mi fuerza, mi refugio, la mujer de mi vida". Su voz tembló ligeramente al final, como si el peso de su amor fuera demasiado grande para expresarlo completamente con palabras.
Jennie abrió los ojos, brillantes por la emoción que la embargaba. Aunque apenas podía hablar por la mezcla de cansancio y las emociones que Lisa despertaba en ella, giró ligeramente el rostro y buscó los labios de su esposa, dándole un beso lleno de gratitud y amor. "Lisa... no sé qué hice para merecerte", murmuró con voz temblorosa, mientras una sonrisa suave se dibujaba en sus labios.
Lisa sonrió también, presionando su frente contra la de Jennie mientras su mano acariciaba su mejilla con delicadeza. "Tú hiciste algo increíble, Jennie", respondió, besándola suavemente antes de agregar con un susurro. "Fuiste tú misma, y eso es todo lo que necesito". Jennie dejó escapar una pequeña risa mezclada con un suspiro, sus manos enredándose en el cabello de Lisa mientras ambas se hundían en el amor infinito que las unía.
Jennie la miró seria un momento. "Ya fuera de broma, te necesito dentro, Lisa. Ha pasado mucho".
Lisa la besó con una intensidad que hablaba de adoración y deseo. "Mmm, ¿mi chica me necesita mucho?", susurró contra sus labios antes de inclinarse hacia su cuello, dejando un rastro de besos que encendían cada fibra del cuerpo de Jennie.
"Sí", jadeó, con la voz temblorosa pero cargada de anhelo. "Por favor".
Lisa sonrió, un brillo pícaro en sus ojos. "Lo que diga mi reina", murmuró, antes de levantarse lentamente, con movimientos que parecían deliberadamente diseñados para mantener la anticipación al borde. Caminó hacia el pequeño cajón junto a la cama y tomó un condón.
Mientras Lisa regresaba, Jennie la observó con un brillo decidido en sus ojos. Al ver lo que sostenía, negó con la cabeza, sus mejillas teñidas de un rubor profundo. "No quiero que te pongas protección", dijo con firmeza, su voz baja pero cargada de emoción. "Quiero tus bebés, Lisa".
Lisa se detuvo, sorprendida por las palabras de su esposa. Una mezcla de amor y preocupación cruzó por su rostro. "Pero, amor", resopló.
Lisa la miró fijamente, procesando las palabras de Jennie mientras sus emociones se entrelazaban entre amor, preocupación y un atisbo de esperanza. Jennie, con sus ojos llenos de determinación y ternura, le transmitía una certeza que Lisa no podía ignorar. Amaba a esa mujer más que a nada en el mundo, y aunque el miedo siempre estaba presente, había algo en la forma en que Jennie la miraba que le hacía sentir que, tal vez, todo saldría bien.
Jennie, sin apartar la mirada, llevó sus manos a las mejillas de Lisa, acariciándolas con suavidad. "Lisa, hemos superado tantas cosas juntas. Sé que es un gran paso, pero confío en nosotras. Confío en ti. No importa cuánto tiempo estés fuera; sé que siempre estarás para nosotras, para mí y para nuestro bebé". Su voz era firme, pero también llena de dulzura, como si estuviera prometiéndole que no tendría que cargar sola con el peso de esa decisión.
Lisa suspiró profundamente, su mirada suavizándose mientras una sonrisa se formaba lentamente en sus labios. Sabía que Jennie hablaba en serio, que había reflexionado sobre esto más de lo que Lisa imaginaba. Dejó el condón a un lado y se inclinó para besarla, un beso largo y cargado de emociones. "Está bien", murmuró contra sus labios, su voz baja, pero llena de resolución. "Tendremos un hermoso bebé".
Jennie sonrió ampliamente, sus ojos brillando con emoción. "Gracias, Lisa. Prometo que haremos esto juntas, que será nuestra mayor aventura". Sus manos se aferraron a los hombros de su esposa, como si no quisiera que ese momento se desvaneciera nunca.
Lisa asintió, sus labios curvándose en una sonrisa más amplia. "Tendremos nuestra propia familia, Jennie. Pero...", agregó con un toque de diversión en su voz, "no olvides que yo soy quien pone las reglas en esta operación". Ambas rieron suavemente, un alivio palpable llenando la habitación mientras Lisa volvía a inclinarse para besarla, esta vez con una pasión renovada.
Jennie se acomodó mejor bajo su cuerpo, dejando que Lisa retomara el momento. Con una mezcla de delicadeza y fervor, Lisa comenzó a explorarla de nuevo, asegurándose de que Jennie supiera cuánto la adoraba. Pero esta vez, todo tenía un significado más profundo; no solo estaban compartiendo su amor, sino también el comienzo de un nuevo capítulo juntas.
Lisa acomodó a Jennie con cuidado, girándola suavemente de lado mientras sus cuerpos se alineaban a la perfección. Jennie dejó escapar un pequeño suspiro, su respiración acelerada anticipando el momento. Lisa, siempre atenta, tomó su tiempo para asegurarse de que Jennie estuviera cómoda, su mano acariciando la cadera de su esposa mientras su otra guiaba con precisión su polla hacia la entrada de su intimidad.
Con un jadeo bajo, Lisa deslizó la punta por el calor húmedo de Jennie, recorriendo lentamente cada rincón. "Siempre tan mojada y caliente, mi amor", murmuró con voz ronca, sus palabras llenas de deseo, pero también de admiración. Jennie gimió suavemente en respuesta, moviendo ligeramente sus caderas como una invitación silenciosa para que Lisa continuara.
Lisa sonrió y dejó que la punta se empapara completamente, pasando su erección por todo el coño de su mujer, asegurándose de mojarla lo suficiente antes de avanzar. Sus movimientos eran lentos y deliberados, construyendo la tensión entre ambas. Cuando sintió que era el momento, comenzó a introducirse poco a poco, su respiración entrecortada mientras se deslizaba dentro de Jennie con una paciencia infinita. Lisa siempre había sido cuidadosa con ella, preocupándose de no causar ni la más mínima incomodidad. Jennie, sintiendo cómo Lisa la llenaba gradualmente, dejó escapar un gemido profundo, moviendo su cuerpo para acomodarse mejor.
Lisa se inclinó, sus labios rozando el oído de Jennie mientras susurraba con una sonrisa: "Nada me vuelve más loca que imaginarte masturbándote mientras piensas en mí". Jennie, con las mejillas encendidas, escondió su rostro en la almohada, dejando escapar una risa nerviosa que pronto se transformó en un gemido más fuerte al sentir cómo Lisa seguía avanzando, centímetro a centímetro.
"Lo hago porque te extraño, Lisa", admitió Jennie entre jadeos, sus palabras llenas de sinceridad. "Porque no puedo esperar a tenerte así de nuevo".
Esas palabras hicieron que el corazón de Lisa latiera aún más rápido. "Y yo vivo por este momento, Nini. Para adorarte así, para hacerte mía una y otra vez", respondió, comenzando a moverse con un ritmo suave, acompañando cada empuje con un beso en el hombro de su esposa. Jennie, completamente rendida, se aferró a las sábanas, entregándose al placer y al amor que solo Lisa podía darle.
Jennie cambió de posición, moviéndose lentamente hasta quedar boca abajo. Su cuerpo se amoldó contra las sábanas, pero mantuvo la cabeza elevada, con el cabello ligeramente desordenado y el rostro encendido, dejando escapar gemidos sin contención. Lisa, viendo cómo Jennie se entregaba completamente a ella, sintió un calor indescriptible recorrer su cuerpo, aumentando la intensidad de su deseo.
Finalmente, Lisa se deslizó completamente dentro de ella, llenándola por completo. Ambas dejaron escapar un jadeo simultáneo, como si sus cuerpos se conectaran de una manera aún más profunda. Lisa se detuvo un momento, permitiéndose disfrutar de esa sensación incomparable, el calor y la estrechez de Jennie envolviéndola. Su respiración se volvió más pesada, sus manos firmemente apoyadas en las caderas de su esposa, sosteniéndola con ternura y fuerza al mismo tiempo.
"Joder", murmuró Lisa, su voz cargada de deseo y admiración. "Nada como estar enterrada dentro de ti. Por más que intente sacar mi mente de ello, nada es igual". Sus palabras salieron entrecortadas, un reflejo de las emociones que la inundaban en ese instante. Jennie, al escucharla, dejó escapar un gemido más fuerte, arqueando ligeramente su espalda en respuesta a esas palabras llenas de honestidad y pasión.
Jennie giró un poco la cabeza, buscando la mirada de Lisa con ojos llenos de deseo. "Entonces, no lo saques de tu mente", respondió con un susurro cargado de sensualidad, su voz temblando por el placer que comenzaba a recorrer cada rincón de su cuerpo. "Porque yo tampoco puedo dejar de pensar en lo que se siente tenerte así, tan dura por mí, Lisa. Completa... mía".
Las palabras de Jennie encendieron aún más a Lisa, quien comenzó a moverse lentamente, trazando un ritmo deliberado que buscaba explorar cada rincón de su esposa. Cada empuje era profundo, calculado, mientras sus manos acariciaban la espalda y los costados de Jennie, transmitiéndole seguridad y amor. Jennie se aferró a las sábanas, sus gemidos cada vez más intensos, llenando la habitación como una melodía que resonaba solo para ellas dos.
Lisa tomó su tiempo, moviéndose con una cadencia pausada y meticulosa mientras se aseguraba de que Jennie sintiera cada centímetro dentro de ella. Sus manos se aferraban suavemente a las caderas de su esposa, guiándola con ternura y precisión para encontrar el ángulo perfecto. Jennie dejó escapar un gemido ahogado, sus dedos aferrándose a las sábanas mientras sentía cómo el cuerpo de Lisa se amoldaba al suyo con una conexión que parecía ir más allá de lo físico.
Jennie, quien normalmente tenía la costumbre de apretarse alrededor de Lisa, haciendo casi imposible cualquier movimiento, esta vez parecía entregarse por completo. Su cuerpo relajado permitía que Lisa entrara y saliera con fluidez, creando un ritmo lento y sensual que arrancaba suspiros y gemidos de ambas. La sensación de sus paredes ajustándose perfectamente alrededor del miembro de Lisa era exquisita, un placer que se intensificaba con cada movimiento.
Lisa bajó la mirada, observando cómo sus cuerpos se unían en perfecta sincronía. "Eres tan perfecta, tan deliciosa", murmuró con la voz ronca por el deseo, su respiración entrecortada mientras su ritmo comenzaba a cambiar. Jennie, con la cabeza girada hacia un lado, le lanzó una mirada cargada de pasión, su boca ligeramente abierta mientras emitía suaves jadeos.
Con cada segundo que pasaba, Lisa aumentaba lentamente la velocidad. Sus movimientos, al principio controlados, comenzaron a volverse más fluidos y seguros, llenos de una confianza que solo su conexión con Jennie le podía dar. Los gemidos de Jennie se intensificaron, su cuerpo respondiendo al cambio con pequeños movimientos de caderas que se alineaban con los de Lisa, amplificando el placer que compartían.
Lisa inclinó su cuerpo hacia adelante, permitiendo que sus manos recorrieran la espalda de Jennie mientras continuaba profundizando cada estocada. "¿Te gusta así, amor?", preguntó entre jadeos, su voz baja y cargada de deseo. Jennie apenas pudo responder, su cuerpo estremeciéndose con cada movimiento más rápido y profundo. "Sí... Lisa, no pares", logró susurrar, su voz entrecortada por el placer que la consumía.
Con el ritmo intensificándose, el sonido de sus cuerpos chocando se mezclaba con los jadeos y gemidos que llenaban la habitación, creando una sinfonía íntima que era solo de ellas. Lisa, completamente perdida en el momento, se concentró en dar todo de sí, asegurándose de que Jennie sintiera cada segundo de esa conexión única y poderosa que compartían.
Mientras aumentaba la intensidad de sus movimientos, sus pelotas comenzaron a chocar contra ella, generando un sonido rítmico y húmedo que llenaba la habitación. Cada golpe resonaba como una sinfonía de placer, arrancando gemidos más profundos y fuertes de Jennie, quien ya no intentaba contenerse.
Incluso se arqueó ligeramente, sus manos aferrándose con fuerza a las sábanas, sus gemidos convirtiéndose en gritos de puro éxtasis. Lisa, al sentir la respuesta de su esposa, dejó que su instinto tomara el control. Sus manos firmes se aferraron al redondeado y suave culo de Jennie, masajeándolo y sosteniéndolo con posesión. Luego, comenzó a mover sus caderas con mayor fuerza y precisión, hundiéndose profundamente en ella una y otra vez, como si quisiera grabar su amor en cada rincón de su cuerpo.
"Joder, Jennie", murmuró Lisa entre jadeos, su voz llena de asombro y devoción. "Este culo tan perfecto, tan mío..." Sus palabras se entrecortaban por el esfuerzo y el deseo, pero nunca dejó de moverse. Jennie gritaba su nombre, su cuerpo estremeciéndose con cada embestida más profunda, mientras sentía cómo Lisa la llenaba una y otra vez.
El sonido de sus cuerpos chocando se intensificaba, mezclándose con los gritos de placer de Jennie y los jadeos profundos de Lisa. Jennie, completamente rendida al placer, giró ligeramente su rostro hacia el lado, sus ojos entrecerrados y su boca abierta mientras su cuerpo se aferraba al de Lisa como si no quisiera dejarla ir nunca.
Lisa, observando a su esposa en ese estado de puro abandono, sintió un torrente de emoción recorrerla. "Jennie, no sabes cuánto te amo", jadeó, inclinándose un poco más para presionar un beso húmedo y apresurado en la espalda de su esposa, sin detener el ritmo frenético que había alcanzado. Jennie respondió con un grito ahogado, su cuerpo temblando mientras el placer la envolvía por completo, como una ola intensa que parecía no tener fin.
Lisa dejó que su cuerpo se inclinara completamente sobre el de Jennie, buscando el contacto más íntimo posible. Su torso desnudo rozó la cálida piel de su esposa, creando una conexión electrizante mientras continuaba moviéndose dentro de ella. Cada embestida era más intensa que la anterior, sus movimientos profundos y sincronizados con los jadeos entrecortados que ambas compartían. Jennie, completamente sumida en el placer, no podía controlar los gemidos y maldiciones que salían de sus labios, su voz temblorosa resonando en la habitación.
Lisa acercó sus labios al oído de Jennie, su respiración pesada y caliente, provocando que su esposa se estremeciera bajo su peso. "Eso es, preciosa", murmuró, su voz grave y cargada de deseo, mientras sus movimientos se volvían aún más enfocados, más urgentes. "Ese coñito apretado me va a ordeñar toda". Las palabras salieron con un tono de adoración y lujuria que hicieron que Jennie gimiera aún más fuerte, sus manos aferrándose desesperadamente a las sábanas mientras su cuerpo se arqueaba ligeramente bajo el de Lisa.
Jennie giró ligeramente la cabeza, buscando con desesperación cualquier contacto adicional, y Lisa, entendiendo el gesto, inclinó su rostro para capturar sus labios en un beso hambriento y caótico. Sus lenguas se encontraron, intensificando la conexión que ya era abrumadora. Cada movimiento de Lisa dentro de Jennie parecía resonar en ambas, sus cuerpos completamente sincronizados en una danza apasionada.
"Lisa... no pares... por favor", jadeó Jennie entre gemidos, sus palabras mezcladas con el sonido de sus cuerpos chocando. Lisa dejó escapar un gruñido bajo en respuesta, su cuerpo tensándose mientras sentía que el placer se acumulaba rápidamente en su interior, llevándola al borde.
"Estoy cerca, amor", confesó Lisa, mordiendo suavemente el lóbulo de Jennie antes de susurrar con un tono ronco y lleno de amor: "Vamos a corrernos juntas. Quiero sentirte conmigo". Sus palabras fueron el detonante que Jennie necesitaba; su cuerpo se tensó, un grito quebrado escapando de sus labios mientras el clímax la golpeaba con una intensidad abrumadora.
Lisa no tardó en seguirla, su cuerpo temblando mientras se enterraba profundamente por última vez, perdiéndose completamente en la sensación de Jennie apretándola con fuerza. Las oleadas de placer que recorrieron a ambas parecían interminables, cada una aferrándose a la otra como si el mundo se hubiera reducido solo a ese momento, solo a ellas.
Lisa no pudo evitar añadir unas embestidas más, lentas pero profundas, llevando a ambas al límite una vez más. Jennie gimió entrecortadamente, su cuerpo temblando bajo el peso de su esposa. Entonces, con un último jadeo profundo, Lisa se retiró con cuidado, sintiendo cómo su semen se derramaba lentamente, dejando un rastro cálido sobre la piel y entre las piernas de Jennie.
Sin pensarlo dos veces, Lisa deslizó un dedo experto hacia la entrada de Jennie, recogiendo el líquido que se escapaba y volviéndolo a introducir con movimientos suaves pero deliberados. Jennie dejó escapar un suspiro prolongado, su cuerpo aún sensible a cada toque. Lisa sonrió ante la reacción de su esposa, inclinándose hacia adelante para besarla con ternura en el hombro desnudo, su aliento cálido rozando la piel de Jennie.
"Perfecta, como siempre", murmuró Lisa contra su hombro, dejando un rastro de pequeños besos que descendían por su espalda. Jennie, todavía recuperándose, giró ligeramente la cabeza para mirarla con una sonrisa perezosa pero, llena de amor.
"No tienes idea de lo bien que me haces sentir, Lili" dijo con voz suave, sus palabras casi un susurro. Lisa respondió con una sonrisa cómplice, su dedo todavía jugando suavemente con lo que había dejado dentro, asegurándose de que no se perdiera ni una gota.
"Es porque eres mi reina", respondió Lisa, retirando su mano lentamente y limpiándola con cuidado antes de rodear a Jennie con sus brazos, abrazándola desde atrás. "Todo lo que hago es para ti". Jennie se acomodó en el abrazo, cerrando los ojos y permitiéndose disfrutar de la calidez del cuerpo de Lisa envolviéndola.
Ambas permanecieron así, con el eco de su amor resonando en la habitación y sus cuerpos relajados después de haber compartido algo tan íntimo.
La habitación estaba en calma, apenas iluminada por la luz tenue que se filtraba desde la ventana. Jennie permanecía acostada, envuelta en las sábanas, pero sus ojos seguían abiertos, fijos en el techo mientras escuchaba los suaves movimientos de Lisa. No había cerrado los ojos ni por un segundo; quería aprovechar cada instante junto a su esposa.
Lisa se había levantado de la cama con cuidado, intentando no despertarla, aunque sabía que Jennie no estaba dormida. Se puso una camiseta suelta y sus pantalones de entrenamiento, dejando que el aire fresco de la noche enfriara su piel caliente tras la intensidad de lo que acababan de compartir. Caminó hasta el rincón donde había dejado su teléfono y lo tomó, soltando un suspiro antes de marcar el número que sabía de memoria. Iba a hacer algo que sabía que era necesario y luego del tan precioso momento que compartió al volver a casa y hacerlo con su mujer, no tenía ninguna duda de ello.
El sonido del tono llenó el silencio mientras Lisa miraba por la ventana, observando cómo la luna iluminaba las calles vacías. Finalmente, la voz al otro lado de la línea respondió, firme y directa, como siempre.
"Comandante Manoban", dijo la voz de su superior. "¿Qué sucede? No esperaba una llamada de usted a esta hora".
Lisa apretó ligeramente los labios, sintiendo una leve punzada de nervios. Respiró hondo antes de hablar. "Señor, necesito solicitar una extensión de mi permiso", comenzó, su voz manteniendo un tono formal. "Me quedaré un mes más del originalmente acordado".
Hubo un breve silencio en la línea, seguido por un tono de incredulidad. "Manoban, sabe que no es común que aprobemos extensiones sin una razón justificada. ¿Cuál es su motivo?"
Lisa giró ligeramente la cabeza, viendo la figura de Jennie aún en la cama, inmóvil pero claramente despierta. Cerró los ojos un momento antes de responder. "Es personal. Mi esposa... necesito estar con ella más tiempo. Lo considero esencial".
El superior soltó un leve suspiro, aunque su voz mantenía la autoridad. "Entiendo. Pero recuerde, Manoban, su deber con la unidad sigue siendo prioritario. Le concederé la extensión, pero asegúrese de que no interfiera con su rendimiento cuando regrese".
"Gracias, señor", respondió Lisa, con un leve alivio en su tono. "No lo defraudaré".
"Espero que así sea. Manténgame informado", concluyó su jefe antes de colgar.
Lisa dejó escapar un suspiro pesado, bajando el teléfono y pasándose una mano por el cabello. Se quedó mirando la pantalla unos segundos antes de volver a la cama. Al acercarse, Jennie giró ligeramente la cabeza hacia ella, sus ojos brillando en la penumbra.
"No dormiste", observó Lisa con una leve sonrisa, sentándose al borde de la cama. Jennie negó con la cabeza y extendió una mano hacia ella, acariciando su brazo con suavidad.
"No quería perderme nada de ti", susurró Jennie, con una sonrisa tierna pero cansada. "¿Qué pasó?"
Lisa tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de ella. "Llamé a mi jefe", dijo, su tono suave pero decidido. "Le dije que me quedaré más tiempo contigo. No me iré hasta que sea absolutamente necesario".
Jennie apretó a Lisa contra su cuerpo, como si temiera que, si aflojaba el abrazo, todo fuera un sueño del que podría despertar. Hundió su rostro en el cuello de Lisa, dejando pequeños besos en su piel mientras sentía el latido constante de su corazón. "No tienes idea de lo feliz que me hace esto, Lili", murmuró contra su piel, su voz cargada de emoción. "Cada día que estés aquí conmigo, siento que puedo con todo".
Lisa cerró los ojos y dejó escapar un suspiro, permitiendo que el calor de Jennie la envolviera. "Quiero que siempre lo sepas, Jennie. Eres mi prioridad. Siempre lo serás", respondió, acariciando suavemente la espalda de su esposa. Sus palabras eran simples, pero cargadas de la profundidad de sus sentimientos, un juramento silencioso que iba más allá de cualquier límite.
Jennie levantó la cabeza, sus ojos brillando con lágrimas que no llegó a derramar. Sonrió con ternura, la luz de la luna reflejándose en su rostro. "Eres todo lo que necesito, Lisa", dijo, sus dedos jugueteando con el borde de la camiseta de Lisa. "No importa cuánto tiempo estés fuera, siempre esperaré por ti. Pero, cuando decides quedarte... eso lo significa todo para mí".
Lisa acarició su mejilla con suavidad, trazando la línea de su mandíbula con el pulgar. "Y yo siempre regresaré, Jennie", aseguró, su voz baja pero firme. "Eres mi hogar. Todo lo que hago es por ti, por nosotras".
Jennie no pudo evitar sonreír ante esas palabras, acercándose más para besarla con dulzura. Fue un beso pausado, cargado de agradecimiento y amor, una forma de comunicarse sin necesidad de palabras. Lisa respondió con la misma intensidad, perdiéndose en la suavidad de los labios de Jennie, sintiendo cómo todo a su alrededor desaparecía excepto ella.
Cuando se separaron, Jennie apoyó su frente contra la de Lisa, ambas respirando al unísono. "Lili, no quiero que esta noche termine nunca", susurró con una sonrisa perezosa, dejando que sus dedos dibujaran círculos perezosos en el brazo de Lisa.
Lisa sonrió, su mano bajando para entrelazar sus dedos con los de Jennie. "No tiene que terminar", respondió. "Mientras estemos juntas, cada momento es eterno". Y con esas palabras, la rodeó con más fuerza, llevándola aún más cerca, como si quisiera grabar ese momento en su piel.
El silencio se instaló entre ellas, pero no era incómodo; era reconfortante, cargado de emociones que no necesitaban ser dichas en voz alta. Jennie cerró los ojos, permitiéndose descansar finalmente, segura entre los brazos de la mujer que era su todo. Lisa la observó por un momento más, sus labios curvándose en una sonrisa suave antes de recostar su cabeza junto a la de Jennie, jurándose a sí misma que haría todo lo posible para que su amor siempre estuviera a salvo.
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