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SpecialZ

Gojo al principio no se había dado cuenta, sin embargo cuando lo hizo, no pudo evitar reírse de la situación.

Después de su última misión como guardaespaldas del recipiente del plasma estelar las misiones que les habían tocado a Geto y a él habían disminuido drásticamente a tal punto que, en realidad por varios meses no habían visto la cara del otro.

Por supuesto Gojo había despotricando su ira a los viejos seniles que movían los hilos detrás escena. Tratar de aislarlo para mantenerlo controlado no era algo que no hubieran intentado antes, no obstante darse cuenta que Geto lo estaba evitando activamente fue de hecho una refrescante sorpresa.

Gojo Satoru sabía que era fuerte, él había nacido con los 6 ojos; un dios prácticamente con la piel de un humano, intocable y envidiable, nadie podría comparársele y aun así había colocado a Geto como su igual.

Se suponía que eran los más fuertes y aun así, Geto simplemente lo estaba evitando.

El fiasco de su última misión había sido un mal sabor de boca para los dos al haber fracasado. Gojo tuvo que admitir que se había confiado demasiado y si debía agradecerle algo a fue el hecho de poder dominar la técnica reversible tras su pelea con él.

Así que prácticamente ¿No había sido lo suficientemente malo o sí? La gente muere todo el tiempo ¿No? ¿Además ser el recipiente de una entidad cósmica realmente hubiera hecho feliz a Riko? ¿O es que había pasado algo más en ese momento?

Las preguntas se arremolinaron en Gojo ante la distancia que se había interpuesto entre ambos. Y es que Geto podía sonreír con tanta facilidad, bajar las defensas de los demás con su falsa cordialidad, y la gente simplemente se lo compraba.

No obstante Gojo podía ver fácilmente a través de sus mentiras, aunque no por ello se entrometía en sus asuntos. Sin embargo Geto lo estaba evitando, como si fuese un extraño más le sonrió con esa sonrisa falsa y le ofreció palabras amables totalmente vacías que no significaron nada.

—Estoy bien, no deberías preocuparte —dijo y Gojo lo hubiera dejado pasar al instante porque los problemas mundanos no eran lo suyo, los humanos solían preocuparse demasiado, un ejemplo claro era Nanami, si seguía manteniendo su mal humor correría el riesgo de que las arrugas en su frente se volvieran permanentes, pero una vez más, no se trataba de cualquier otra persona, sino de Geto, Geto que había desviado la mirada hacia abajo, mientras sus labios se torcieron en mueca tratando de imitar una sonrisa divertida solo para fracasar irremediablemente ante lo rota que se encontraba.

Geto no estaba bien, las bolsas debajo de sus ojos se habían profundizado y había perdido algo de peso a pesar de querer disimular con la ropa holgada que usaba en ese momento. Claramente se encontraba cansado, ¿Pero de qué? ¿De las misiones? ¿De ser un hechicero? ¿De las maldiciones? ¿De lo rastreros que podían ser los humanos? Pero Geto era la voz de la razón, después de todo Gojo se lo había preguntado en ese entonces; "¿Los mato?"

En ese momento el ruido no disminuyo la frialdad de sus palabras mientras sostenía el cuerpo de Riko y la gente alrededor aplaudía ante su fracaso resonó con fuerza como un chubasco presagiando la tormenta.

Uno.

Dos.

Tres.

Cientos de aplausos formando un sonido estridente, como gotas de lluvia cayendo a su alrededor, y este solo se disipo cuando Geto abrió la boca y le ató una vez más a su humanidad.

Gojo de alguna forma quiso devolverle el favor, pero ¿Desde cuándo él se había vuelto el tipo de persona que reconfortaría a otra?

Y aun así...

—No parece ser el caso —las palabras de Gojo hicieron en medio del gimnasio vacío. Por un momento Geto pareció sorprendido, y Gojo lo odio, ¿Acaso pensó que no lo notaría?

Geto sonrió y de sus labios una sonrisa lastimera se escapó, mientras se ponía de pie y soltaba un bajo, pero audible: "Si, puede que tengas la razón" antes de retirarse, pero Gojo no lo dejo ir, no lo dejaría ir esta vez, no después de mucho tiempo, no, porque algo parecía decirle que si lo hacía sería el final aunque no sabía de qué o porqué.

—¿Satoru? —Geto lo miro directamente a los ojos, y Gojo tuvo que admitir a regañadientes que había extrañado más de lo que pensó escuchar su nombre salir de sus labios, generando que casi se sintiera como en los viejos tiempos donde por un momento actuaban como chicos de su edad aunque solo fuese una mentira— ¿Qué se supone que estás haciendo?

—¡Esa es mi línea, Suguru, después de todo me has estado evitando! —la mano de Gojo había bloqueado su camino, colocándose a la altura de su rostro, Geto lo miro con indiferencia como si fuese alguien más del montón, ¿No se suponía que eran iguales?

—No sé de qué hablas, Satoru, ¿Las misiones al fin te han empezado a afectar o tu ego es demasiado grande para tu cuerpo que ha empezado a erosionar tu cerebro? Sea como sea no es mi problema.

La ira retumbó con fuerza en todo su cuerpo, y su bonito rostro se torció en una mueca fea, mientras sus labios se arquearon hacia abajo mostrando así su creciente enojo. Sin embargo, tan rápido como está precaria apariencia apareció se esfumó cuando el sonido de su propia risa ahogo el silencio dentro del gimnasio.

—Suguru, ¿Realmente quieres jugar este juego? —sus ojos brillaron intensamente, para cualquiera que lo mirara de cerca podría asegurar que dentro de ellos las galaxias se encontraban escondidas, Geto creyó en ese momento que tal vez ese era el rasgo de divinidad de Gojo Satoru; el Dios hecho hombre en ese mundo plagado de maldiciones más pesadas de las que podría tragar, no obstante Geto no se dejó engatusar por su mirada, aunque la emoción de la batalla próxima hizo que sus dedos se movieran a sus costados— Tratar de mentirle a alguien que puede ver todo solo hará que el resultado final se postergue y como sabes, odio perder el tiempo a menos que haya sido idea mía hacerlo.

Geto rio, y por un momento Gojo se estremeció, esa no era la risa falsa que solía mostrarle a la gente sino la que solo usaba con él cuando se encontraban solos y las apariencias no tenían razón de ser, este era su "Suguru", el que no había visto por mucho tiempo.

—Sí, supongo que tienes razón, ¿Por qué nada se te escapa no es así? —Geto suspiro con resignación— ¿Entonces por qué evitar lo que desde un principio estuvo destinado a ser? —Geto endureció su mirada y una sonrisa cruel se perfiló en sus labios finos— Este cuerpo —hizo una pequeña pausa, su mano se arrastró por sobre su pecho para puntualizar los hechos, Gojo permaneció en su lugar, mientras lo miro expectante— Mi cuerpo, no —negó— Si dijera que solo es mi cuerpo, te estaría mintiendo, yo mismo, Satoru, creo que ya no puedo ser yo mismo, o... —bajo la mirada, el recuerdo de la sangre cubriendo sus manos seguía intacta, para su consternación no hubo un sentimiento más allá además de la indiferencia.

Cuando le pregunto a Tsukumo sobre como detener las maldiciones, muy en el fondo espero la fatídica respuesta que sepultaría sus últimos rastros de esperanza.

«No hay forma»

Sin embargo, para su infortunio, su esperanza como odio había sido alimentado ante una simple propuesta, ¿Por qué si las maldiciones nacían de los humanos, no era más sencillo erradicar a los propios humanos para darle fin a las maldiciones de una vez por todas? Después de todo ¿Realmente los humanos merecían ser salvados? Humanos que herían y dañaban a otros siendo conscientes y por diversión. Humanos que realmente no podían denominarse más que otra cosa que Monos, seres inferiores e incivilizados. Y cuando al fin puso en práctica la teoría, Geto sabía que no había forma de volver atrás.

—¿Suguru? —la voz de Gojo lo regreso al presente, una risa baja escapo de sus labios antes de levantar la mirada y encontrarse con la mirada de Gojo.

—Afirmar que estoy cambiando tal vez es algo presuntuoso de mi parte, ¿No sería mejor decir que esto era lo que trataba con tanto empeño de no descubrir de mí mismo, Satoru?

—¿Qué quieres decir? —Geto pudo ver algo más allá de la socarronería de Gojo en sus palabras, el desliz de un Dios volviéndose humano ante la conmoción, de alguna forma se sintió satisfecho de ello.

—Satoru ¿Y si te dijera que encontré la forma de poner fin a este tedioso trabajo de acabar con las maldiciones? —a pesar del tipo de hombre que se esperaría que fuese Gojo Satoru al pertenecer a una familia importante, Gojo siempre había sido una persona demasiado expresiva, usar las expresiones como una máscara para ocultar sus intenciones no era del todo diferente a la cordialidad falsa que solía mantener él con la gente, sin embargo para Geto la mejor expresión que podía sacar de Gojo era cuando la máscara caía y mostraba su lado más humano, la sorpresa genuina en su rostro contorsionado a tal punto de mostrar una mueca de asco e ira le hizo querer reír desde lo más profundo de su corazón — ¿Qué con esa expresión, Satoru? Déjame adivinar lo que estás pensando en este preciso momento; "¿Suguru está desvariando a tal punto de estar diciendo cosas sin sentido, no?" ¡Y la verdad es que, solo estaba bromeando! ¡Vamos, si hubieras visto tu cara ahora mismo! —palmeo su hombro— Ahora apártate, quiero dormir un poco, creo que es más que obvio que no he dormido bien —bajo su brazo y emprendió camino, para Geto no había razón para quedarse más tiempo ahí. Pero Gojo no pensó lo mismo.

—Suguru —la mano de Gojo tomo su muñeca en un fuerte agarre— Lo que paso hace un momento, tu...

—Calma, solo fue una tonta broma —dijo, Gojo miro su espalda, su cabello negro esta vez se encontraba recogido como solía usarlo cada que salían a una misión, por alguna razón a pesar de estar sujetando al propio Geto no sintió que algo hubiese cambiado, la distancia que había percibido y visto formarse con el paso del tiempo solo se sintió aún más pesada cuando su mano se aferró a su piel y Geto lo miro por sobre el hombro con esa sonrisa estándar que solía ofrecer, Gojo se sintió frustrado. ¿Qué había sido toda esa conversación? ¿Por qué Geto estaba ocultándole cosas? No es como si se dijeran todo, pero ¿Se entendían no es así? Entonces ¿Por qué Geto lo estaba tratando como un completo extraño?, una vez más las preguntas se arremolinaron dentro de él como un enjambre voraz— Hey, Satoru, duele —la voz de Geto le hizo percatarse de lo que estaba haciendo. Su agarre se había fortalecido a tal punto que parecía querer romperle la muñeca, Gojo no podía recordar alguna ocasión en la que se hubiera aferrado a algo o a alguien de esa forma a menos que contara los cientos de maldiciones que pulverizo con sus propias manos. Su agarre se aflojo, sin poder decir algo más observo a Geto sobar la zona donde encontró la marca de los cinco dedos de su mano, como un brazalete sobre la muñeca de Geto, una marca que en realidad no debería existir pero que lo hizo, al menos hasta que Geto la cubrió con la manga de su sudadera negra.

Gojo miro a Geto retomar camino, su espalda alejándose de a poco como la premonición de una catástrofe a punto de suceder, sin embargo ¿Qué catástrofe podría amedrentar al gran Gojo Satoru?

—¡Oi! ¡Aun no has respondido mi pregunta! ¡¿Por qué me has estado evitando, Suguru?!

Geto detuvo sus pasos, sus hombros bajaron y levanto su cabeza mientras miro en su dirección.

—Oh vamos, Satoru, no estas esperando a que este pegado a ti siempre ¿No es así? ¿Además, no es como si necesitara a otras personas el gran Gojo Satoru, verdad?

—¿Qué demonios?

—Hey, pensé que no robaríamos las líneas del otro, después de todo, eso debería de preguntar yo, actuando como un niño malcriado, cuando las cosas cambian solo un poco.

—¿Cambiar un poco? ¡No me vengas con esa basura!

Geto se llevó una mano a la nuca y suspiro —Satoru, las cosas cambian ¿Sabes?

Gojo apretó los dientes, las palabras salieron rasposas —¿Y desde cuando, según tú cambiaron?

—¿Realmente no lo sabes? Después de todo estabas conmigo en ese momento —Geto sonrió maliciosamente.— Cuando los dos enfrentamos a Toji Fushiguro. Cuando todo cambio para los dos. ¿Qué sucede? Parece que el ratón te comió la lengua S-a-t-o-r-u —parafraseo,

Cuando Gojo perdió contra Toji Fushiguro, Gojo renació como el Dios al que estuvo destinado a ser desde el principio y con ello cualquier otra emoción era por supuesto nada para él quien podía ver a través de todas las cosas en el mundo, sin embargo era, en esos escasos momentos donde la humanidad sobresalía por sobre el Dios que su corazón ardía con un fuego más abrazador y ardiente que el del profundo odio que sentía por esos monos disfrazados de humanos, los labios de Geto dibujaron una sonrisa cruel y radiante.

Esa era la catástrofe de la cual Gojo Satoru sabía que ninguno de los dos podría salir ileso.

┅┅┅┅ ◦ ❖ ◦ ┅┅┅┅

—No pareces sorprendida —Gojo siguió leyendo el informe de la última misión de Geto, todo el pueblo había sido masacrado. El uso de energía maldita era de por si sola la prueba suficiente como para declarar a Geto como el perpetrador de los asesinatos. Las palabras que Geto le confió le hicieron apretar el contenido de la carpeta.

"¿Y si te dijera que encontré la forma de poner fin a este tedioso trabajo de acabar con las maldiciones?"

Shoko dio una última calada a su cigarrillo antes de colocarlo dentro del agujero de la lata de refresco que uso como cenicero, los dos se encontraron en una de las bancas del campus, el solitario plantel por un momento pareció ser aún más grande de lo que ya era, (aunque no ayudo mucho el hecho de que no tuvieran demasiados estudiantes).

—Supongo que es verdad —murmuro, su vista siguió mirando al frente, está vez no estuvo el ajetreo diario de Haibara o el comentario mordaz de Nanami quien solía ser la voz de la razón por encima de ella.

El sonido de las cigarras zumbo de forma intermitente, mientras el silencio se estableció entre los dos, Shoko no era del tipo de chica que perdería el tiempo con palabras bonitas para endulzar las cosas a los demás, con su perspicacia fácilmente podía hacerlo, sin embargo no quiso hacerlo, esa había sido a la conclusión que había llegado años atrás y que de alguna forma le facilito las cosas en su trabajo. Después de todo ser un hechicero no era un trabajo para cualquiera.

En ese instante recordó a Nanami, Nanami quien se había quedado solo como único estudiante de su grado. Lo cual no era muy diferente al destino que les deparaba a Gojo y a ella en un futuro.

Shoko suspiro, y su mirada se movió en dirección hacia la lata donde su último cigarro se había apagado y la humedad del refresco lo hizo completamente inutilizable. En ese instante no pudo evitar lamentarse por su accionar precipitado. Su lengua saboreo el sabor amargo. El deseo de otro cigarrillo arremetió con fuerza dentro de su cabeza.

—¿Y bien? —su atención fue atraída por la voz de Gojo quien aún seguía ahí. Shoko parpadeo con incredulidad al verlo aún sentando en el otro extremo de la banca, ante ello Gojo movió sus brazos y manos con exageración— ¡¿No harás nada?!

Shoko sonrió de forma autocrítica mientras miraba a Gojo enfufurruñarse de forma tan animada, eso le hizo sentir que de alguna forma no todo estaba perdido.

—¿Y que se supone que quieres que haga?

—¿Eh?

—Gojo, no puedes tratar a las personas como objetos, debes respetar sus propios sentimientos ¿Sabes?

—¿Que quieres decir? ¡¿Acaso no estás preocupada por Geto?! ¡Solo mira esto! —empujo el documento en su cara— ¿Sabes cómo se ve esto?

—¿Y tú lo sabes? No puedes hacer como que no has visto nada Gojo.

—¡¿Y entonces que quieres que haga?!

—Tratar de entender porque lo hizo si eres consciente que lo hizo.

—¿De verdad tu crees que él podría...?

—Gojo tal vez no te hayas dado cuenta de ello aún ya que fuiste uno de los involucrados, pero ninguno de ustedes dos par de cabezas huecas es el mismo desde esa ocasión ¿Lo entiendes? Tal vez tu lograste superarlo, pero Geto —suspiro— Desde ese entonces no parece el mismo y luego... ¡Ah! ¡Qué exasperante es esto! ¿Porque tengo que tener este tipo de conversación contigo?

—Shoko...

—Gojo ¿Acaso no lo percibes? Pensé que te darías cuenta, dijiste que hablaste con el, pero aún así, ¿Realmente puedes ser tan idiota cuando te lo propones no?

—¡Ey!

—Su olor, ¿No sentiste algo extraño en su olor?

┅┅┅┅ ◦ ❖ ◦ ┅┅┅┅

El primer encuentro de Gojo con alguien del sexo opuesto había sido a los 6 años, la presentación de su prometida en cuestión fue aburrida y tediosa, además no entendía porque debía ser educado con una mocosa demasiado insípida.

Cabello recogido, con un peinado que estaba seguro había sido escogido específicamente para ese momento como su ropa demasiado lujosa y aparentemente poco práctica ya que cada paso que daba parecía una rotunda batalla para no caer de bruces al usar un kimono que no estaba acostumbrada a usar.

Sonrisas falsas y conversaciones superficiales fue el intercambio del primer tiempo antes de que se levantara de la mesa y se fuese de ahí tras declarar que era demasiado aburrido.

Por supuesto los ancianos no estuvieron felices con su actuación, y tampoco fue como si le importara realmente porque después de todo ¿Qué harían? ¿Tratar de hacer al clan más débil de lo que ya era yendo tras su cuello?

Aún así Gojo escucho las palabras que pretendieron ser un regaño para calmar la tensión que crecía dentro de su clan.

"¿No es demasiado impertinente para ser el próximo líder?" "¡Este chico causará el fin del clan Gojo!" "¿No es momento de disciplinarlo?" "¿Como alguien como él pudo ser elegido para tener los seis ojos del clan?"

Gojo sabía que sin importar sus quejas lo necesitaban y para su desdicha de alguna forma él también los necesitaba, por ello "aguanto" (al menos eso se dijo así mismo) el toma y daca en su relación.

Por lo tanto también tuvo soportar las reuniones con presuntos prospectos que nunca elegiría ni en un millón de años.

No era que Gojo no le atrajeran las chicas, en realidad en la adolescencia se hizo con su propia colección de revistas porno.

Sin embargo ¿Compromiso? ¿Que rayos significaba eso? La mayoría de las personas que se le acercaron tenían una intención en manos.

Dinero.

Poder.

Control.

Estatus.

La palabra amor no tenía lugar en su mundo, un mundo donde se mataba para sobrevivir como para sobresalir. Y él ante todo podía ver a través de la falsedad innata del hombre.

Así que, sin importar que estuviera rodeado de gente, Gojo siempre supo que no era a él a quien querían, no era "Satoru" sino al propio clan Gojo o a los seis ojos.

Y luego, cuando pensó que su mundo siempre sería así conoció a Shoko y a Geto. Shoko que parecía importarle una mierda quien era su familia, ya que patearía su trasero sin dudarlo cuando lo mereciera y luego Geto quien lejano a ese mundo de intriga y misterio, se fue colando de apoco con su simplicidad en su corazón sin darse cuenta.

«—¿No se supone que ese es nuestro trabajo? Salvaguardar a los no hechiceros del peligro de las maldiciones»

En sus palabras no hubo deseo, tampoco fanfarronería o soberbia, solo hechos. Algo simple que estaba ahí por sentado sin dobles intenciones como una brisa nueva y novedosa en un mundo que no se había dado cuenta era asfixiante.

Con Geto sintió que podía respirar y hasta sonreír de verdad, y hasta fingir que era un chico más como los demás.

Pero una persona normal no revivía después de morir.

Gojo había muerto a manos de Toji Fushiguro al igual que Riko, pero Riko no volvió y de alguna forma Geto tampoco lo había hecho.

Pero Geto aún respiraba, así que aún podía traerlo de vuelta.

┅┅┅┅ ◦ ❖ ◦ ┅┅┅┅

—¿Quién? ¿Quién lo hizo? —gruño y el aliento de Gojo erizo la piel de Geto.

—Oh, ¿No crees que estás extralimitando con las preguntas personales, Satoru? —se burló. Gojo frunció el entrecejo, sus dientes sobresalieron, mientras sus dedos perforaron la pared del callejón, como dos bloques de hierro lo encerró contra su cuerpo.

El aliento de ambos se mezclo ante la cercanía, una vez más Gojo constató la verdad inequívoca; eran iguales. En ese mundo solo aceptaría a solo un hombre como su igual y ese era Geto Suguru y nadie más.

Geto notó el creciente miasma que se estaba formando a su alrededor, la energía maldita que Gojo estaba desprendiendo sería un problema si no lo detenía en ese momento, sin embargo ver al "Dios" vuelto humano, ver al "Gojo Satoru" que alguna vez conoció y con quien había compartido los momentos más felices como infelices de su vida era algo delicioso de observar.

Sin embargo ese no era el momento ni el lugar para ello, no cuando Geto ya lo había decidido, el recuerdo de dos pequeñas manos aferrándose con fuerza a las suyas en medio del caos y los gritos de desesperación vino a su mente junto a toda la sangre que estaba seguro nunca podría lavar de sus manos.

—¡Suguru! —grito Gojo, la punta de su nariz casi tocó la suya, el rostro de Gojo parecía desesperado, mientras la ira seguía filtrándose.

Geto sonrió, sus labios se curvearon en una sonrisa demasiado amable que solo irritaron a Gojo aún más. Sus cejas se arquearon y lo miraron con compasión.

—Satoru, ya es demasiado tarde —soltó despreocupadamente, cual adulto tratando de calmar el berrinche de un niño asegurándole que todo estaba bien, pero Gojo no era un niño. Era un demonio con la apariencia de un ángel, la promesa del Karma y Dharma hecha carne en esa época, después de todo el era; Un Dios.

Y como tal, era arrogante, testarudo, egoísta, y por supuesto lo suficientemente tonto como para pensar que podría hacer algo en realidad en ese mundo.

Porque la única alternativa para dejar atrás ese ciclo de muerte era acabando de raíz con el problema.

Geto sintió la mirada de alguien, un peatón paso frente al callejón donde Gojo lo había arrastrado tras encontrarlo en medio de la multitud.

Ojos pétreos, debajo de pequeñas arrugas a su alrededor, se trataba de un hombre mayor, con un traje desgastado y portafolio. Un simple asalariado.

Geto recordó a Nanami y las tantas veces que compartió con él el hecho de buscar un trabajo de verdad después de graduarse. Sin querer se preguntó si Nanami algún día llegaría a verse así, pero Nanami era un hechicero y como tal su vida era tan finita como la de un simple pestañeo.

Tal vez ninguno llegaría a convertirse en adultos, pensó.

—Oi —su mentón fue tomada con brusquedad por la mano de Gojo quien le insto a verlo, una vez más sus ojos chocaron contra los de él, negro contra la gama de tonalidades de azul que se filtraban sobre sus iris. Una vez más Geto se dio cuánta al ver su reflejo de lo pequeño que era en comparación al hombre que tenía al frente. Para Gojo todos eran simples hormigas esperando una muerte cruel y sin sentido, si, ese era su destino, el fuerte doblegaba al débil, las diferencias quieran o no generaban divisiones y por ende conflictos, una vez más el recuerdo arremetió contra él, en un pueblo lejano, había una jaula y dentro ¿Que había dentro? Para la gente fuera del mundo de la hechicería solo había horribles monstruos, pero para Geto no eran diferentes a él, solo un par de niñas incomprendidas ante habilidades que ningún humano debería ser capaz de efectuar, y aún así había gente detrás de escena dando sus vidas por simples Monos que no merecían una segunda oportunidad— ¡Oi, Suguru, mírame! —la voz de Gojo resonó con fuerza, su agarre no desistió, fácilmente Gojo podría destrozar su cráneo, y, sin embargo no lo hizo.

Geto no entendía si era una muestra de arrogancia o simple ingenuidad, sin embargo si algo había aprendido era que los errores solían traer consigo consecuencias.

—Satoru —tarareo, su mirada nivelo la de la Gojo antes de sonreír felinamente— ¿Lo hueles no es así? —su mano vago por sobre su pecho hasta su estómago en un gesto sugerente— Mi cuerpo ya no es el mismo —susurro y vio temblar el cuerpo de Gojo en ese preciso instante; furia, confusión, dolor, frustración, cada sensación no paso desapercibido para Geto cuando el olor de Gojo fue expulsado— ¿Qué sucede, Satoru? —canturreo cerca de su oído cuando inclino la cabeza a un lado. El rostro de Gojo había bajado y su flequillo ocultó su mirada, no podía ver su rostro, pero pudo oler la sangre, Gojo había mordido su labio inferior con furia ante la irritación. Geto suspiro— Ahora, a menos que hayas venido para llevarme ante el consejo, realmente desearía evitarme las peleas innecesarias, Satoru —se cruzó de brazos, el cuerpo de Gojo tembló en su lugar sin mover su cuerpo un milímetro— Oi, Sato-

—¡Cállate! —grito, Geto parpadeo confundido cuál búho ante la mirada enojada de Gojo, no era el enojo común que solía mostrar cuando despotricaba por algo banal, ni mucho menos la frustración que a veces llegaba a colmarle cuando las cosas no salían como el quería, esto era diferente, era furia real, una que le hizo temblar y le hizo mostrar una mueca fea en su bonita cara. Geto quiso hablar, las sílabas empezaron a juntarse dentro de su boca sola para ser interrumpidas al instante por la voz de Gojo— ¡Si no dirás como paso, no hables! —demando, Geto lo miro en silencio.

El Dios y el humano se habían ido y solo había quedado frente a él una bestia, una que lo miro con hambre.

Geto no pudo evitar reír. Todo parecía una broma, una demasiado estúpida, pero ¿Qué la vida no era una broma de por si?

Una chica con un destino, una chica que no huyó de él a pesar de no quererlo, risas y diversión antes de la risible tragedia.

Y luego la lluvia había empezado a caer, mientras caras sonrientes lo miraron a los ojos y el peso de un cuerpo frío se encontraba en sus brazos.

Geto sabía que debía darse prisa y volver a casa ya que si permanecía demasiado tiempo ahí presentía que algo terrible ocurriría.

—Satoru, la conversación termino, vine a despedirme, tómalo como un gesto de buena voluntad porque te respeto y te considere como a un amigo, ahora apártate —sus labios se volvieron una línea recta, mientras sus ojos lo miraron en forma de advertencia. No quería pelear, pero si debía hacerlo lo haría.

Está vez fue el turno de Gojo de sonreír, su mano izquierda peino su cabello hacia atrás, el blanco relució cuál plata en medio de la luz intermitente del letrero que estaba a un costado.

Satoru Gojo era hermoso, y aún así, definirlo de tal forma parecía erróneo al quedar la palabra demasiado pequeña para lo que Satoru significa para él.

Con el tiempo Geto supuso que en el mundo no podría haber apelativo alguno que resaltaría su belleza, aunque había un sinfín que definió a la perfección los grandes defectos que lo instaron a meterse con el chico cuando lo conoció por primera vez.

Lo suyo había comenzado como una simple rivalidad que fácilmente escaló a convertirse en el mejor amigo del otro a pesar de contar con personalidades completamente diferentes.

Para Geto, Satoru no solo era su mejor amigo, sino alguien a quien a pesar de ser consciente que nunca podría hacer algo por él, quería al menos protegerlo hasta de si mismo.

Porque lo sabía, el destino de todo hombre y aún más de un Dios era caer.

La sonrisa de Haibara pululo en su mente por un segundo y se pregunto que habría pensado segundos antes de morir, ¿Acaso sonrió como solía hacerlo siempre?

Si, tal vez ese fue el caso, pero él no era como Haibara, tampoco como Nanami ni mucho menos como Shoko que parecía haber aceptado su destino con la mayor facilidad que los demás.

"¿No se supone que salvaguardar a los no hechiceros del peligro de las maldiciones es nuestro trabajo?"

Escucho una voz y por un momento se vio así mismo mirándose. El desprecio destilo de sus ojos, mientras una mueca mordaz se esbozo en sus labios, ese era el antiguo Geto Suguru, el hombre que alguna vez creyó dichas mentiras y se aferró a ellas hasta que vio la realidad del mundo.

Esa fealdad inherente que empapó su cuerpo y lo envolvió de suciedad.

Ese era el Geto Suguru que Gojo estaba buscando no al Geto que tenía al frente, no al Geto que ya había tomado una decisión.

La realidad lo golpeó de frente como una iluminación tardía, efectivamente su reunión no podría salir bien, no se trataba de simplemente cortar lazos y decir adiós para escapar del otro. Esto ameritaba sangre y tal vez hasta muerte.

Geto estuvo a punto de llamar a su primera maldición cuando sus manos fueron sujetadas contra la pared. El agarre fue preciso y aunque tenían casi la misma masa corporal y estatura Gojo aprovecho su descuido.

—Pareces tener prisa ¿Acaso tenías otros planes, Suguru? —sonrió furtivamente, sus ojos brillaron detrás de los lentes depredadoramente. Cualquier otra persona pudo haber terminado intimidado, pero Geto en su lugar rio.

—Si, lo lamento, tenía otros planes.

Gojo tarareo —Sin embargo —dijo— Aún no hemos terminado aquí.

Geto lo miro con irritación.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Suguru, Suguru, Suguru —tarareo— ¿Realmente tengo que explicarlo? Hmm supongo que debería hacerlo ¿No? —su lengua relamió sus labios. Las maldiciones que Geto desato fueron destruidas al instante.

Geto lo supo en ese preciso instante. Uno de los dos caería ese día.

┅┅┅┅ ◦ ❖ ◦ ┅┅┅┅

Por lo regular desde que un bebé nace podía determinarse su segundo sexo mediante pruebas, sin embargo el desarrollo tanto físico como mental conllevaba tiempo, por lo tanto aunque una persona fuese diagnosticada como Alpha u Omega desde su nacimiento su "despertar" a la edad adulta se vería encaminado por una serie de etapas a sobrellevar a lo largo de su vida.

Así que, no era raro conocer a gente después de su adolescencia sin connotaciones distintivas de género ya que el instinto y el desarrollo fisiológico no siempre iban de la mano.

Geto Suguru era un Alpha, nacido de un matrimonio de Betas, si bien sus padres nunca mostraron un interés imperativo sobre su segundo género o alguna preferencia sobre lo que esperaban que fuera en un futuro, Geto se vio así mismo simpatizando con el modo de vida de un Beta común a pesar de haber tenido ejemplos Alpha a quienes seguir.

La lógica predominó por sobre sus acciones al ser consciente de si mismo como de su entorno. A simple vista era llamativo a pesar de su forma tranquila de ser. Sin embargo su personalidad no cambio el hecho de que fuese un Alpha en toda regla, Geto como cualquier otro Alpha común de su edad sufrió la temporada de celo, como también se vio afectado por las feromonas de otros Omegas cuando entraron en su periodo, como de Alphas cuando buscaron pelea contra él. Por supuesto el hecho de perder el control en alguno de estos casos no le enorgulleció.

Geto se rigió bajo la creencia sobre que lo correcto predominó por sobre el deseo y esta creencia solo se volvió más fuerte cuando notó lo diferente que era en comparación con otros humanos.

Con un poder que podría marcar la diferencia, Geto se dijo así mismo que tenía un deber que cumplir.

O al menos ese fue el caso hasta que sostuvo el cuerpo inerte de Riko y la lluvia cayó.

La lluvia no solo cayó sobre sus mejillas cuando cerró los ojos y sus ojos empezaron a picar, mientras aferraba su rostro con fuerza para no gritar en medio de la solitaria habitación, la lluvia cayó por sobre su ropa y empapó cada rincón humedeciendo su cuerpo hasta perforar su carne y llegar a sus huesos, filtrando la frialdad que le hizo temblar de ira, mientras sus puños se aferraron con fuerza a veces de la nada a pesar del cansancio que había golpeado su cuerpo dejando pequeñas bolsas negras debajo de sus ojos que solo crecieron con cada noche cuando las pesadillas atacaron de forma infraganti.

Geto lo sabía, Beta, Omega, Alpha, para él eso no significaba nada, la fuerza con la que había nacido era algo mucho más grande que no podía limitarse ante un título, después de todo los fuertes debían proteger a los débiles.

Y aún así...

Nunca espero cargar el cadáver de una nueva amiga, ni mucho menos ver dos pequeños cuerpos dentro de una jaula.

"¿No se supone que salvaguardar a los no hechiceros del peligro de las maldiciones es nuestro trabajo?"

Pero para ese punto ¿Realmente merecían ser salvados?

La respuesta evolutiva de la vida orgánica ante el creciente aumento de las maldiciones en el mundo había sido el nacimiento de los hechiceros, sin embargo ¿Por qué los hechiceros debían sacrificarse ante seres inferiores como ellos? ¿Si la respuesta evolutiva eran ellos, por qué mermar a su gente? ¿Por qué seguir sacrificándose de forma tan lamentable? Después de todo era natural para los seres vivos preservar su propia vida.

Llámese instinto mezclado con egoísmo, pero en ese instante cuando sus ojos se encontraron en medio del caos un deseo surgió de forma lamentable.

«No quiero que mueran»

Un deseo que nunca se atrevería a decir abiertamente. Un deseo que solo le pertenecía a él, un regalo tardío para las personas que amo y uno que aún podía entregar para las que aún ama.

Nanako y Mimiko, dos pequeñas manos sostuvieron las suyas y luego las aferró como su último sostén con fuerza a pesar no merecer sostenerlas.

Geto suspiro, las manos de Gojo se sentían casi dolorosas sobre su cintura, una de sus manos se deslizó sobre su cadera y serpenteo con lentitud por debajo del elástico de sus pans.

—Satoru —el aliento cálido de Gojo le hizo cosquillas cuando sus labios juguetearon contra su cuello y le hizo soltar una risita baja, casi como cuando solían tontear meses atrás, pero está vez había algo más, la intimidad que nunca se atrevieron a tomar del otro— Deja de jugar —dijo sin mucha resistencia.

—Quiero verlo —susurro en el arco de su oído— Tu cuerpo, el como ha cambiado.

Descarado, impertinente y mezquino, en una simple frase pudo sentir su anhelo ingenuo, Geto quiso reír, burlarse de Gojo, porque era el momento perfecto de hacerlo, de ponerle fin a un juego que no llevaría a nada desde el comienzo, pero en su lugar su cuerpo tembló entre sus brazos.

Geto presintió el desastre que estaba a punto de caer sobre los dos.

Tal vez el peor encantamiento del mundo. Una maldición mucho pero que la muerte.

—Suguru —el nombre fue dicho con tanta dulzura que Geto bajo la mirada, era molesto, Gojo Satoru era molesto, el hombre más molesto que había conocido en su vida, y aún así dejo que Gojo hiciera lo que quisiera con su cuerpo, arrastrándolo más cerca, sus pectorales chocaron el uno contra el otro. Gojo había metido una de sus rodillas entre sus piernas generando que Geto soltara un pequeño chirrido— Tu olor es más dulce —dijo, mientras relamía sus dientes, los caninos se apoyaron por sobre su cuello.

—No seas idiota —regaño, sus manos tomaron los costados de su chaqueta para alejarlo, pero Gojo no se movió— Satoru —advirtió.

Gojo se alejó del cuello de Geto, pequeñas marcas rojas empezaron a asomar por sobre el, Gojo rio, a solo unos centímetros de su rostro sus labios perfilaron una sonrisa llena de bravuconería.

—Estas temblando —fue un hecho, pero no menos vergonzoso, lo que hizo que Geto frunciera el entrecejo— Vamos no me mires así Suguru —canturreo antes de mirarlo fijamente a los ojos, la sonrisa de gillipollas que solía mostrar para molestar a otros se había borrado y en su lugar una línea recta se dibujo en sus labios, sus ojos se volvieron fríos, casi pétreos mientras lo miro— Si vas a actuar como una perra, no puedes dejar que cualquier Alpha te intimide de está forma ¿Verdad? —Geto mostró los dientes— Si, si, lo sé, antes de mostrarte así ante alguien preferirías morir ¿No es así? Así que el hecho de que confiaras mostrarte de está forma ante mi significa que no me ves como alguien peligroso para ti, entonces...

—¡Cállate! —grito Geto, el ataque que lanzo contra Gojo se desintegró al instante cuando entro en contacto con él.

—No gastes energía que no puedes permitirte gastar Suguru, lo sabes ¿No? Nada puede hacerme daño mientras tenga activo mi infinito —Geto chasqueo la lengua— Entonces, ¿Te impregnaste, eh? —Geto guardo silencio.

Impregnarse como erróneamente solía catalogarse al hecho de que un Omega dejara que el olor de un Alpha penetrara su propio olor y lo desplazara creando a su vez una reacción fisicoquímica no solo ameritaba hormonas fuera de control y el despertar sexual como comercialmente los medios solían presentar en la sociedad, en realidad la impregnación era algo recurrente y más natural de lo que se pensaba.

El intercambio de olores no solo englobo el acto íntimo de olerse entre si, sino que, el simple hecho de pasar tiempo con otras personas también generaba un tipo de impresión en un individuo aunque en menor medida.

Geto mentiría si dijera que no dejo algunas veces que el olor de Shoko y de Gojo se mezclarán con el suyo, en realidad el vínculo de los tres casi los pudo haber categorizado como una manada, si es que no fueran un grupo de adolescentes demasiados cínicos como para tomarle importancia a la extraña relación que habían formado.

Después de todo, Geto nunca había sentido la necesidad de dejarse llevar por el instinto sobre esa área, y, sin embargo fue su propio instinto el que le insto a tomar a esas niñas bajo su cargo a pesar de que no tenía relación alguna con ninguna de ellas.

—Sabes, supongo que debo darte crédito —Geto escucho con atención las palabras, sin perderse ninguno de sus movimientos— Al principio pensé que algo había ocurrido entre ese tipo ¿Como se llamaba? ¿Fushiguro? Y tú —sus ojos se volvieron medias lunas por detrás de los lentes— Pero... —inclino su rostro y olió abiertamente a Geto— No hueles a Alpha —sus labios se curvearon en una sonrisa alegre que lo hizo sentir escalofríos— En realidad, ahora que puedo olerte bien, hueles a leche.

—Satoru —advirtió, Gojo tomo la mano que Geto había colocado contra su pecho, la energía maldita se disipo como si un globo de helio hubiera explotado.

—Entonces Suguru ¿Estas jugando a la casita?

—Tú...

—Suguru, Suguru, Suguru, olvidas algo importante, o ¿Acaso no recuerdas que tipo de clan es el clan Gojo? —los ojos de Geto se abrieron con sorpresa, una mueca llena de malestar se dibujo en sus labios cuando Gojo tarareo— Sé que falsificaste el informe, después de todo faltan dos cuerpos, ahora dime ¿Fueron ellas?

Geto gruño mostrando sus colmillos, cuando un cachorro perdía a sus padres o se encontraban en peligro estos solían secretar feromonas en busca de protección, cuando Geto vio a las pobres niñas dentro de las jaulas algo se rompió en él.

Miedo, angustia, dolor mezclado con el olor a las lágrimas y las sangre, fue un olor maloliente que irritó no solo a su Alpha al verlas en tan precaria situación sino así mismo.

¿No se suponía que los seres humanos habían evolucionado lo suficiente como para desarrollar consciencia propia y por lo tanto empatía?

Sin embargo, en aquel acto no hubo compasión, mientras los lugareños le hablaron llenos de congoja sobre el miedo que se apoderaba dentro de ellos por los extraños sucesos que ocurrían en el pueblo solo pudo divisar a la misma gente estúpida que sonrió cuando vieron el cuerpo de Riko siendo llevada entre sus brazos.

No eran humanos.

Y tampoco hechiceros.

No eran más que animales rebajándose más allá de su propia ignorancia. Parásitos que merecían morir.

Fue en ese instante que algo en Geto Suguru había cambiado.

—Oi —Gojo llamo— Estás temblando —dijo una vez más y Geto lo odio. No odio impregnarse de Nanako y Mimiko, y lo que conllevó ese cambio, odio que Gojo ante todo fuese quien lo viera en tal estado, una dulce caricia al costado de su mejilla lo hizo mirarlo con furia y enojo, Geto concluyó que debía marcharse lo antes posible del lugar.

—Supongo que debo darte crédito, hiciste tu tarea, Satoru —sonrió, mientras aferró su muñeca, los dedos de Gojo colgaron a la altura de su mejilla izquierda— Sin embargo eso no cambia nada —su mirada se aguzo— Satoru lo sabes ¿No? Mate a esa gente y no siento remordimiento alguno por haberlo hecho, soy un asesino, estoy seguro que ya enviaron a alguien para acabar conmigo, así que, a menos que estés haciendo tiempo para que vengan los demás y me encierren lo cual dudo ya que eres demasiado egocéntrico como para dejar que alguien más se meta en tus asuntos o estás aquí para matarme lo cual parece menos probable, por lo tanto no veo el caso de perder más el tiempo contigo.

Ante ello Gojo rio.

—Parece que has pensado en todo y aún así te has equivocado terriblemente Suguru —Geto lo miro mal— No he venido a matarte, creo que eso es más que evidente, y mentiría si dijera que vine aquí con intenciones puras.

—¿Qué quieres decir?

—Suguru —inclino su rostro, su voz fue baja y ronca, sus labios acariciaron su oído con suavidad— Déjame cuidarte —susurro, y el olor de Gojo penetró sus fosas nasales dándole escalofríos— Tu cuerpo está débil por los cambios al haberte impregnado, no eres un Omega por lo tanto debe ser doloroso sentir lo que comúnmente un Omega sufre.

Geto gimió cuando la mano derecha de Gojo agarro su cadera y la acerco contra la suya, era una sensación extraña, algo que nunca había sentido antes, no era la excitación como cuando solía usar una revista y masturbarse, no solo se sentía caliente sino débil. Fisiológicamente su cuerpo seguía siendo el de un Alpha, pero su comportamiento era como el de un Omega.

Al haberse impregnado por Nanako y Mimiko no solo se había vuelto su protector sino de alguna forma su madre, y el cambio se había vuelto cada vez más notorio ante los estragos que estaba sufriendo.

Labios suaves se deslizaron en el arco de su cuello, el rostro de Gojo se ocultó en su hombro y empujó más cerca, era demasiado doloroso, la confusión golpeo su mente sin permitirle pensar en algo más allá de como el calor amenazaba con derretirlo.

—Joder, Satoru... Duele...

—Lo sé, Suguru, también es doloroso para mí —su agarre se volvió más fuerte, Geto era consciente que dejaría marcas después, sin embargo no pudo quejarse de ello cuando sintió algo duro frotando contra sus pantalones.

—Esto...

—Shh —mordió el lóbulo de su oreja su lengua jugueteo con el piercing ocasionado que Geto jadeara— Suguru, solo pídelo y lo haré —susurro.

Era terriblemente dolorosa la excitación que solo se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba, Geto se sintió al borde del delirio cada vez que Gojo besaba sus mejillas, orejas y bajaba hasta la curvatura de su cuello deslizando con lentitud su áspera lengua sobre su glándula de olor, mientras su cuerpo se frotaba contra el suyo.

La mano de Geto tembló, está vez Suguru la sostuvo para que no cayera, las mejillas de Geto se habían ruborizado al igual que parte de sus orejas, mientras pequeñas lágrimas empezaron a deslizarse desde la comisura de sus ojos.

Geto Suguru, el epítome del Alpha recto y sereno se estaba desmoronando entre sus brazos, la sonrisa de Gojo solo se profundizó. Debajo de sus gafas ojos depredadores centellearon ante un abrazador deseo.

—Suguru, quiero anudarte —dijo, besando sus lágrimas y acariciando su mejilla.

Las cejas de Geto se arquearon hacia abajo, su rostro lucía lamentable, y sus labios temblaron cuando hablo.

—Por favor —pidió.

Gojo saboreo cada pequeño movimiento en ese efímero instante. La súplica tacita en un susurro mezclado de deseo y lujuria.

Y cuando al fin tomo sus labios su boca supo a gloria, mientras se atrevió a recitarle promesas cual niño que jura las estrellas en el cielo. Palabras que almacenó en lo mas profundo de su corazón y que terminaron derritiéndose junto a su aliento en cada beso.

Su cuerpo empujo aún más, ambos se sentían al borde, Gojo inhaló el olor que Geto desprendió, mientras su rostro empezaba a perderse en medio del salvaje deseo.

Está vez no hubo mentiras o palabras falsas, mientras su cuerpo se volvió arcilla entre sus manos esperando a adquirir su "forma", como un néctar embriagador su olor solo intensificó su hambre, el deseo de devorar, y de poseer.

De perderse dentro de él.

Porque Gojo lo sabía, en ese mundo lleno de incertidumbre que giraba al borde de la locura solo existía una persona que podría tomar como un igual y ese era Geto. Porque Geto era especial.

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