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O2

Quizá no fue buena idea pasar tanto tiempo lastimando sus manos por la impotencia, por no querer volver a escuchar un "Estoy decepcionado de tí" de su padre.

Odiaba eso, odiaba su actual forma de vivir pero debía lidiar con ello, en no ser la favorita de su padre. Pero aun así, podría ser algo feliz con sus hermanos y sus verdaderas pasiones.

Era temprano, tomó sus cosas y salió. Faltaría a sus entrenamientos, corrió hasta la estación de tren. Necesitaba despejarse y no había nada mejor que ir a comprar nuevos perfumes, accesorios y más cosas lindas.

Le regalaría unas flores de fuyumi, para natsuo unos perfumes nuevos y para Shoto algun comic qué le gustase.

La felicidad al estar lejos de casa y los entrenamientos volvió a aparecer, sus labios volvieron a sonreír y sus ojos brillaron.

Camino hacia la tienda de perfumes, la cuál estaba cerca de la tienda de videojuegos del otro día, recordando al muchacho de aquélla vez.

Compraría algo para él, tal vez vuelvan a encontrarse. Ella entró felizmente a la tienda y se acercó rápidamente a lo qué buscaba.

― Quizá deba comprarle un bálsamo sabor a fresa, ¿O le gustará más la cereza? ― Se preguntó así misma.

Decidió comprar de ambos entre dulces risas, siendo admirada por su belleza, buen vestir y dulzura.

Ella fue a pagar rápidamente y se fue, para su buena suerte. Aquél muchacho de la otra vez estaba cerca

― ¡Heeey, holaaa! ― Gritó mientras se acercaba a él.

Él volteó, ella venía a un rápido paso mientras mantenía aquella dulce mirada y tonta sonrisa.

― Tú. ― Dijo secamente.

― Mí nombre es Akemi, justo estaba pensando en tí. Deberíamos ser amigos y juntarnos, creo qué eres algo tímido y a mí me agrada mucho hablar. ― Dijo con una sonrisa.

Él se quedó mirándola, era un poco más baja qué él, su cabello era largo y de un rosa pálido, sus ojos eran azules. Sus labios venían pintados de un bonito rosa pastel, además de aquélla sonrisa tan sincera qué empalagaba.

Ella le extendió una pequeña bolsa de color rosa.

― Estaba comprando cosas para mis hermanos y me dije, ¿Por qué no comprarle algo al chico de ayer?, aunque no pensé verte hoy. ― Habló con rapidez.

Tomura observo aquél regalo mientras lo tomó lentamente, haciendo qué la chica se ponga aún más feliz, irradiando luz.

― Oh, lo siento. No me has dicho tú nombre, ¿cómo te llamas? ― Ella se inclinó para verlo más de cerca.

Tomura pestañeo rápidamente, algo confuso. Fruncio un poco su ceño, ya harto de escucharla hablar.

Tocó ligeramente la mano de la chica con sus cinco dedos, sabiendo qué pronto debía huir pero, no pasó nada.

Su don no había hecho ni una sola cicatriz.

― ¿Quieres tomar mi mano?, ¡Vale! ― Sus mejillas ardieron pero nuevamente su el suave tacto de sus manos volvió a él.

― ...Tomura.― Se presentó.

― Oooh, qué lindo nombre, me gusta. También me gustan tus ojos, son muy lindos. ― Halago dulcemente, sin soltar su mano.

El corazón de Tomura parecía latir más rápido que su cerebro creando preguntas, guardando la impresión.

― Los tuyos también son...lindos. ― Hizo una mueca mientras intenta dar un halago.

Ni siquiera él sabía porque le halagaba de vuelta.

Vio cómo ella se ponía roja y sonreía aún más, riendo nerviosa. Abrazando de forma ligera.

― Te ves un poco más grande qué yo, yo tengo dieciséis. ― Dijo entre pequeñas risas.

Él tenía veinte años, podría quitarse algo de edad.

Pero se quedó callado, haciéndola sentir un poco mal.

― Lo siento, no debí preguntar. ¿Quieres ir a comprar algo?, ¡Te compro una camiseta sí quieres! ― Ella lo tomó del antebrazo y lo jaló.

Tomura olía su perfume, sentía su tacto, su calidez. Veía perfectamente su perfil, su cuerpo, escuchaba su bella voz.

Ambos entraron a la tienda, ella no tardó en elegir algunas prendas para su hermano. Poco después eligió algunas prendas nuevas para Tomura.

¿Por qué era tan dulce con él?, no se conocían de nada.

Ella pagó el almuerzo también, se había ofrecido a darle de comer en la boca pero él declinó la oferta.

Se sentía cómo un perro adoptado.

Él miró sus manos, estaban lastimadas. Sus uñas estaban rotas y sus nudillos maltratados, frunció su ceño al ver algunos golpes por sus muñecas.

― Tomura-kun, mis manos están bien. ― Dijo en voz baja.

Él levantó su mirada para encontrarla nuevamente con esa estúpida sonrisa llena de amabilidad.

Ella le había comprado un postre para llevar, Tomura no sabía cómo sentirse en estos momentos.

Había empezado a llover pero ella traía un paraguas consigo, ambos estaban sentados en una banca bajo el paraguas.

― Tú...¿Qué opinas de los héroes? ― Preguntó, iniciando la conversación por primera vez.

― ...No me gustan los héroes o bueno, no todos. No me agradan del todo porque a veces son muy groseros conmigo y dicen qué soy una niña mimada, incluso algunos aspirantes me tratan un poco mal, no quiero ser una heroína pero mi padre me obliga. ― Contestó mientras volteaba a verlo.

― ¿Y por qué no acabas con todo eso? ― Preguntó Shigaraki.

― Porque tengo miedo. ― Respondió ella con sencillez, volviendo a sonreír.

Él se quedó callado ante ello, ambos se levantaron. Él se iba a ir pero ella lo agarró, dejando el paraguas.

― Gracias por haberme acompañado en esta tarde apesar de haber podido irte o ser grosero conmigo, te quedaste y fuiste muy amable. ― Ella besó suavemente la mejilla del hombre y se marchó.

Él tocó su mejilla mientras veía el paraguas, tomandolo con cuidado. Viéndola correr de la lluvia y protegiendo las bolsas

― Akemi...― Dijo en voz baja.

Él se fue por un callejón, claro qué Babia pensando en tirar los estúpidos regalos de la muchacha pero al recordar su amabilidad y su dulzura, decidió conservarlos.

E incluso, usarlos.

Tomura desapareció por un callejón, atravesando el portal de Kurogiri mientras cerraba el paraguas.

― Joven tomura, ¿Y ese regalo junto a ese paraguas? ― Preguntó Kurogiri.

― Kurogiri, quiero qué investigues sobre una chica llamada Akemi de dieciséis años. ― Dijo.

― Entendido. ― Respondió de inmediato.

Tomura tomó asiento en la barra y sacó sus regalos, ella le comprado cosas para sus labios resecos.

Además de haberle comprado ropa nueva, él se quedó en un profundo silencio sin entender el porque.

Apretó sus labios mientras maldecía, en busca de respuestas pero solo tenía más preguntas sobre quién era ella y porque su don no le afectaba.

La necesitaba, la quería junto a él. Empezó a rascarse, lastimando su piel.

Vio una crema qué había junto a los bálsamos, se colocó un poco en sus zonas afectadas y al parecer, parte de su comezón desapareció.

―....Maldita niña.



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