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8: Yo puedo dedicarte goles

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I've tried playin' it cool
But when I'm lookin' at you
I can't ever be brave
'Cause you make my heart race

—ONE THING, One direction 

゜・。。・゜゜・。。・゜



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CAPÍTULO OCHO
YO PUEDO DEDICARTE GOLES

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Hace cinco años atrás



Lola pensó que Carlos había dejado de comportarse como un idiota y que nunca más a voltearía a ver.

Estuvo equivocada.

El chico solía molestarla y ella podía llegar a tolerarlo, eran bromitas pequeñas con la intención de captar su atención. Hasta ese punto podía mantener una conservación con Carlos sin la necesidad de arrancarle los pelos. Además de que, al parecer, había parado de molestar a Pablo desde aquel incidente.

—¿Qué me dices, Lolita? —la voz de Carlos le hacía rodar los ojos. ¿Acaso nunca se calla?

—Qué perderás el próximo partido —declaró ella sentándose en el pasto sin dejar de rebuscar en su bolso sus audífonos.

—¿Acaso no has me visto jugar? —preguntó con arrogancia.

—Sí, por eso mismo te digo —dejó de hacer lo que estaba haciendo y enfocó su mirada en él—. Te falta más precisión en los pases y concienciación espacial. Por ejemplo; Gavi tiene una forma muy linda de jugar y...

—¿Por qué siempre tienes que nombrar a ese chico odioso? —preguntó de golpe Carlos causando cierto enojo en Lola por el tono en lo que lo dijo.

—Porque es mi mejor amigo y juega mejor que tú. Y mejor vete por donde viniste —enchufó sus audífonos en su celular y se los colocó.

—¿Te molestó que hablara mal de tu amiguito?

—¡Sí! Y vete que ya me amargaste el día —hizo un movimiento con su mano.

Lola siempre tan directa.

Cerró sus ojos y apoyó su cabeza en el tronco del árbol esperando que Carlos desapareciera.

—Solo para que sepas, puede que él juegue mejor que yo, pero yo puedo dedicarte goles.

A pesar de que en su celular ya se estaba reproduciendo "Drag Me Down" pudo escuchar perfectamente las palabras de Carlos. El chico le regaló una sonrisa coqueta, sonrisa que Lola no pudo ver por tener los ojos cerrados. Así mismo, fue cuando Carlos se volteó que Lola mostró su reacción honesta.

Wtf.

—Que le sucede a este chico —rodó los ojos.

Cerró sus ojos dejándose deleitar por las armoniosas voces de los cantantes de One Direction. Escuchar música siempre ha sido su actividad favorita, de hecho, todo lo relacionado con la música le apasiona, incluso podría decir que más que el fútbol, pero le ha aterrado pensar el hecho de que muchas veces deja de segundo plano el fútbol por la música.

Muchas veces llegó a ser regañada por sus profesores de La Masia porque llegaba tarde a los entrenamientos. ¿la razón? Se la pasaba horas en su cuarto grabándose mientras cantaba y tocaba una melodía en el piano, o con la guitarra, y se olvidaba de su responsabilidad principal, el fútbol.

Pero era inevitable para ella. Se podía pasar horas perdida entre las letras y melodías.

—Tierra llamando a Lola.

Abrió los ojos y se encontró con ocho ojos mirándola.

—Chicos —le puso pausa a la música y acomodó mejor su espalda apoyada en el tronco—, ¿qué tal el entrenamiento?

—Normal, estamos emocionados por el partido —contestó Balde sentándose en el suelo. Todos copiaron su acción—. Supongo que tú estabas divertida conversando con tu amigo.

—¿Qué amigo? —preguntó Lola.

—El feo que te estaba molestando —respondió Fermín.

—Ah... —en cuanto la imagen de Carlos vino a su mente, puso los ojos en blanco—. Qué bueno que ya se fue, me dijo algo estúpido.

—¿Qué te dijo? —se interesó Pablo.

—Nada relevante, saben cómo es Carlos, un tontito. ¿Ya hicieron la tarea de matemáticas? —preguntó cambiando de tema.

Entonces las caras de Balde, Xavi y Fermín cambiaron completamente a una de terror y gritaron al unísono:

—¡La tarea!

Con la rapidez de bala, los tres se levantaron del suelo y fueron corriendo a dónde Lola se supone que los dormitorios de la Masia.

—Al menos tú si eres responsable —soltó con una risita acompañada—. ¿Quieres escuchar música conmigo, Pablito?

—Claro.

—Por cierto —captó su atención—. Me preguntaba... ¿qué te gustaría ser de grande?

—¿No es obvio? Quiero ser un jugador profesional del Barcelona —respondió con una sonrisa soñadora—. ¿Y tú? ¿También serás jugadora como Alexia Putellas?

No lo sé... no me veo jugando futbol... no de forma profesional

—¿Entonces? —frunció el ceño—. ¿Qué quieres ser de grande?

Se encogió de hombros.

—No lo sé —musitó.

Si lo sabía, que no lo quisiera admitir en voz alta era otra cosa.

No volvieron a tocar el tema. Pablo aceptó el auricular y recostó su cabeza en el hombro de Lola. Una sonrisa se asomó en sus labios al reconocer que la canción era de Coldplay.

Le gustaba pasar tiempo con Lola, así sea estar en silencio y escuchar música, para él era tranquilidad pura saber que la tenía a su lado sin necesidad de hablar, podría pasar horas con ella y sentirse seguro.

Posó su mirada en el cielo lleno de nubes y dejó que la voz de Taylor suene de fondo mientras proyectaba varias imágenes en su cabeza. Sin embargo, Clocks terminó más rápido de lo que pensaba y, antes de que Lola puedo reproducir la siguiente canción, Pablo habló:

—¿Qué fue lo que Carlos te dijo?

Lola frunció el ceño. No veía la importancia de Carlos. Ciertamente dijo algo fuera de lo usual, ya que él nunca suele portarse así de coqueto con ella, pero tampoco es de su importancia la presencia del chico. Literalmente él podría tirarse de un puente y a Lola le valdría igual porque no es alguien especial en su vida.

No como sus amigos, no como Pablo.

Pablo tiene mucha más importancia en su vida.

Y él lo sabe, pero no le agradaba el cerramiento que últimamente ha tenido con la de cabello negro y ojos azules. Ha notado que ha querido llamar la atención de Lola y, a pesar de que no lo ha logrado, teme que con el tiempo lo logre o, peor aún, que Lola lo cambie por Carlos.

Aunque claro, Pablo nunca lo diría en voz alta.

—No viene al caso, Pablito.

—Pero me gustaría saber, me sentiría más tranquilo sabiendo que no te está molestando.

—No lo sé, dijo algo sobre que él juega mejor que tú y que podría dedicarme un gol o yo qué sé —se encogió de hombros, quitándole la importancia al asunto—. Está loquito, no hay que darle importancia.

—¿Te gustaría que te dediquen un gol? —preguntó curioso el palaciego.

—Bueno —lo meditó por unos segundos—, no te niego que sería muy lindo el gesto... ¡Mira, helado! —señaló al señor de los helados—. Vamos, compremos uno para cada uno, por favor.

Pablo observó cómo los ojos de Lola brillaban de alegría y deseo, muriéndose de las ganas de probar helado. Su boca hizo un puchero, tratando de convencerlo.

Le pareció tierno como trataba de persuadirlo.

—Está bien.












• ──────⚽💜🎤────── •















Lola consideró que estuvo lista cuando se observó en el espejo y le agradó la combinación de su camisa blaugrana de Barcelona con una falda ajustada negra. Guardó en su cartera dinero, celular y botella de agua.

Hoy era un día de partido. Los chicos tendrán un partido contra el Osasuna para llegar a la final. Sus cuatro amigos habían sido los elegidos para jugar y Lola no podía estar más feliz.

—¡Jana, apúrate o nos deja el bus! —gritó Lola estando de pie en la puerta.

Posó su mano sobre la manija, si Jana no aparece en los próximos cinco segundos, se va sin ella.

—¡Aquí estoy, ya estoy lista! —respondió Jana saliendo del baño. Su compañera de cuarto se había estado demorando, peinando frente al espejo y el resultado era increíble.

—Estás guapa, pero ya vámonos o nos quedamos sin partido —dice Lola saliendo del cuarto.

Con mucha prisa llegaron al bus junto a los otros chicos de La Masia que también quieren presencia la semifinal la Liga infantil. Jana y Lola fueron en el camino hablando sobre las posibilidades del partido, quienes podrían anotar goles como también cuanto sería el marcador final.

—Ha venido tanta gente —suelta Jana sorprendida—. Normalmente esto no se llena tanto.

—Bueno, es que los chicos han dejado muchas bocas abiertas durante esta temporada —comenta Lola—. Ojalá ganen, se han esforzado mucho.

—¿Vienes a ver a los monos? —preguntó a sus espaldas.

Rodó los ojos al ver a Carlos sentado detrás de ella. Se había olvidado de que Carlos era una categoría mucho mayor que la de los chicos y hoy él no tiene entrenamiento ni partido, por lo que existía la posibilidad que estuviera presente entre el público.

—Sí, vengo a ver como mis monos golean a los del Osasuna —respondió con orgullo—. ¿Algún problema, Carlos?

—Ninguno...

Lola dejó de prestarle atención cuando vio a los chicos en el campo empezando a calentar.

Se levantó de su asiento y gritó tratando de captar la atención de alguno de ellos. Xavi Simons fue el primero en escuchar su grito escandaloso, Fermín siguió la mirada confusa al neerlandés y, al mismo tiempo, sonrieron. Balde fue golpeado en el estómago con la pelota que Xavi tenía en sus pies. El moreno le iba a reclamar, hasta que entendió que Lola estaba presente entre el público.

Y Pablo fue el último, pero no el menos importante.

Estaba entretenido regateando con la pelota que no había prestado atención al público.

—Gavi, mira al público —le dijo Fermín chocando con su hombro—. Ha venido Lola con Jana.

En cuanto la mención de la chica, Pablo dejó el balón aún lado y la buscó entre toda la gente. Sonrió al verla con la camisa puesta de la temporada pasada.

—La sonrisa que se le ha pintado en la cara al verte —murmuró Jana, pero Lola no la escuchó.

El árbitro dio inicio al partido y Lola sólo podía prestarle atención al balón que constantemente se movía de pies en pies.

El primer gol fue de Barcelona y el público aplaudió de alegría. Lola y Jana hicieron su celebración por el gol.

—Qué tonto es, no sabe ni atarse los cordones, algo tan básico —soltó Carlos en voz alta a su amigo—. Es un bobo de pies a cabeza.

Ella rodó los ojos, apretando sus puños con fuerza. Sabía que hablaba de Pablo que, desde hace ya bastante tiempo del partido, lleva los cordones desatados. Pero era una manía de él y no le impedía jugar increíble.

Lola estaba preparada para voltearse y dar la repuesta más grosera del mundo, pero en entonces Fermín le entregó en un pase filtrado al balón a Pablo. El palaciego se acercó al arco de Osasuna y con el pie derecho mandó volando el balón directo al arco, anotando un gol.

La afición culé se levantó del asiento aplaudiendo de aquel niño sevillano que apenas tenía catorce años y estaba brillando con aquel dorsal diez.

Lola abrazó con fuerzas a su amiga Jana, pero luego se separó confundida al ver como Pablo corría por la cancha con sus ojos fijos en ella y con una sonrisa gigante. El sevillano le lanzó un beso volado a su dirección, formando una "L" con sus manos, señalándola.

Pablo le dedicó un gol.

Era la primera vez que Pablo dedicaba un gol a alguien.

Era la primera vez que alguien le dedicaba un gol a Lola.

Desde ahí supo que Pablo era diferente.

—¡Te dedicaron un gol, hermana! —exclamó Jana en su oído.

Lola se olvidó por completo de la existencia de Carlos, pero tampoco pudo concentrarse en el partido. Su corazón seguía revoloteando por aquel acto del chico.

Y rápidamente el partido se acabó.

Lola bajó corriendo las gradas, esquivando a todas las personas que se le cruzaba en su camino.

—¡Felicidades por la victoria!

Literalmente la chica se lanzó hacia él. Pablo, riendo, la abrazó olvidando lo sudado que está, aunque a ella tampoco le dio importancia a eso.

Al separarse, ambos se miraron a los ojos y soltaron risitas pequeñas con las mejillas rojas.

—¿Te gustó el gol que te dediqué? —preguntó Pablo abrazándola por los hombros y ella se abrazó más al cuerpo del futbolista.

—¿Qué si me gustó? ¿¡Bromeas!? ¡Fue increíble! Es el mejor gol que he visto, sin duda se ha vuelto mi gol favorito —exclamó ella con una sonrisa.

Pablo sintió un cosquilleo en su barriga al escucharla decir aquello. Si hacer goles y dedicárselos hará que Lola lo vea con esa sonrisa hermosa y esos ojos azules brillantes, entonces, si fuese por él, anotaría en todos los partidos.

—Obviamente después del gol de Messi en el 2015 en la Champions contra Bayern Munich —agregó Lola y él soltó una carcajada—. Mil gracias, Pablito —besó su mejilla y el chico sintió toda su mejilla arder—. Eres un lindo solecito, no tenías que hacerlo.

—Claro que sí, eres mi mejor amiga y... —se puso algo nervioso y ella vio cómo él se rascó la nuca— no necesitas a Carlos ni a cualquier otro chico, del mundo que quieras —sonrió levemente.

El corazón de Lola se derritió de ternura por sus palabras. Nunca nadie le había dicho algo tan lindo como eso.

—Vale, me agrada esa idea —afirmó Lola sonriendo—. ¿Vamos dónde los chicos?

Pablo se perdió durante unos segundos en la tierna sonrisa risueña de ella. Podría pagar millones por verla sonreír siempre.

—Vamos dónde los chicos.


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