30. Distanciados
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Outside, they're push and shoving
You're in the kitchen humming
All that you ever wanted from me
was sweet nothing
—SWEET NOTHING, Taylor Swift
゜・。。・゜゜・。。・゜
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CAPÍTULO TREINTA
DISTANCIADOS
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Actualidad
Nunca Pablo había sentido tanto terror en su vida hasta que se presentó ese horrible dolor en su rodilla. Sintió pánico, angustia y miedo. No podía lesionarse, no ahora. No cuando tiene el mundo a sus pies y solo tiene diecinueve años. No cuando recién está empezando la temporada y, a pesar de que su equipo no está en el mejor momento, puede dar lo mejor de sí mismo. Había escuchado como las lesiones dañaban las carreras los futbolistas y conocía a alguien quién había sido víctima: Ansu Fati era un claro ejemplo; Muchos llegaron a compararlo con el mismísimo Messi, pero una lesión llegó y no volvió a ser el mismo de siempre.
Las lesiones eran el enemigo número uno de todo jugador porque estar fuera de la cancha te debilita, te vuelve vulnerable y, en muchas ocasiones, nunca vuelves a ser el mismo.
Pablo temía eso, nunca volver a jugar fútbol como lo sabía hacer, con la misma pasión y garra... aunque tampoco hay que negar que incluso él mismo se lo buscaba porque más de una ocasión había puesto en peligro su vida tratando de mantener el balón a su poder. Tarde o temprano una lesión iba a llegar a su vida.
Pero nadie imaginaba que fuera tan rápido y demasiado preocupante. Nadie creyó que sería noticia por todo el mundo.
Varios jugadores por diferentes partes del mundo le mandaron sus buenos deseos. Pablo era un jugador querido por todos y odiados por muchos. Jugadores como Carvajal y Joselu, del equipo del Real Madrid, mostraron su apoyo al palaciego en redes sociales, dejando de lado la rivalidad.
Y su novia tampoco estaba en la mejor etapa de su vida artística.
Luego de la bomba de video que soltó Tatiana, las redes estallaron en contra de Lola.
La llamaron mentirosa, menospreciaron su trabajo y cuando trató de defenderse a sí misma, más la atacaron.
Le dolió porque había trabajado tanto para tener una buena imagen, una buena reputación, pero todo se fue desmoronando y su reputación se arruinó. Aunque sus amigos y colegas también salieron a defenderla, el público no creía en ella.
Así que, básicamente, ni Lola ni Pablo estaban en el mejor momento de sus vidas. Ambos sentían que su carrera se estaba yendo al demonio. Era una tortura para ambos, estaban cayendo con profundidad al pozo.
Y esa tortura estaba afectando su relación.
Desde que Pablo salió del chequeo médico con el equipo de Barcelona, en donde le dieron la mala noticia oficial de su lesión, tuvo un pésimo humor. Estaba deprimido, no tenía ganas de hacer nada y, por acabar, estaba distante y frío con Lola.
Y en cierto punto ella entendía su actitud, pero ¿por qué ella tenía que pagar las consecuencias?
Aunque en cierta parte la actitud de caída se debía a su lesión, Lola no conocía la otra parte de la situación, en la cual Pablo tuvo una conversación con uno de los subdirectores del Barcelona.
—Se aburrirá de ti, Gavi —soltó Antonio una mañana mientras salían al parqueadero de la ciudad deportiva del Barcelona—. Se aburrirá por tu lesión...
—Mi novia y yo tenemos historia —le interrumpió Pablo, echándole un vistazo de lejos a Lola, la cual esperaba en el coche.
—No te lo digo con mala intención, Gavi, solo para que estés mentalmente preparado. Así son las mujeres, solo les importa el dinero...
Antonio logró lavarle el cerebro a Pablo y causarle inseguridad. Desde aquella mañana, todo había cambiado.
—¿Mañana vas a visitar a tus compañeros a la ciudad deportiva? —preguntó Lola mientras ayudaba a Pablo acostarse en la cama.
—Sí, tengo que hablar con Xavi sobre la lesión —respondió colocando su pierna dañada encima de una almohada.
—¿Quieres que yo te lleve?
—Como quieras —se encogió de hombros.
—¿Podrías dejar de estar así? —se cruzó de brazos—. Yo no tengo la culpa de tu lesión, Pablo.
—¿Así cómo, Lola? —preguntó Pablo frustrado.
Ella soltó un suspiro y se sentó en el espacio vacío de su lado. Esperó que Pablo tomara su mano y le dijera que todo estaba bien entre los dos, que no había que preocupar, pero el contacto nunca llegó y aquella noche parecía que sería como las anteriores; durmiendo, dándose la espalda mutuamente y envueltos en un silencio desolado.
Esa noche esperó que Pablo se durmiera para buscar refugio en el mueble de la segunda sala de la casa. Esta era más pequeña y tenía la vista del comedor. En su celular abrió la aplicación de notas y empezó a escribir como se sentía...
Al día siguiente se levantó por culpa de un pequeño zumbido. Era su celular, una llamada entrante.
—Hola Jana.
—¿Cómo te encuentras, Lolita? ¿Cómo anda Gavichuela con la lesión?
—Te imaginaras que no muy bien.
—Ay, mi Lola... ya verás que las cosas mejorarán para los dos.
—Sí, pero... ¿Por qué Pablo tiene que lesionarse justo ahora que tengo a todo el mundo odiándome? —se restregó su cara entre sus manos—. Siento que no tengo las fuerzas suficientes para apoyarlo...
—Oye, no digas eso —interrumpió Jana con voz cálida—. Eres la chica más fuerte que conozco, ambos saldrán de esta.
—Trato de ser fuerte por él y mostrarle mi mejor versión, sin embargo, estoy segura de que hasta él lo ha notado. Ha estado distante conmigo. Entiendo que no tenga el mejor ánimo porque yo tampoco lo tengo. Ambos estamos en nuestros peores momentos.
—Claro que no. Eres el amor de su vida, Lola, él mismo lo ha dicho ante miles de personas. Ha dejado en claro que te quiere más que nadie y eres super importante en su vida. Y sé que tú también lo quieres con todas tus fuerzas porque estás ahí, con él y tus canciones lo dicen todo.
La llamada terminó a los pocos minutos porque Lola tenía que empezar a cocinar. Colocó algo de música de fondo y se dispuso a trabajar en la cocina.
—Buenos días.
La voz de Pablo llamó su atención cuando estaba sirviendo los platos en el comedor.
Se apoyó en el respaldar de la silla, lo observó nerviosa.
—Hola —musitó Lola con una sonrisa nerviosa—. Te he preparado el desayuno.
—¿Te levantaste temprano? —preguntó Pablo sentándose frente a ella.
—Sí, Jana me llamó preguntando como estábamos, tal vez nos venga a visitar mañana. ¿No te molesta?
—No lo sé, has lo que quieras.
Lola asintió sin saber que decir. Se mordió la lengua y se dio la vuelta para la cocina, más pensativa de lo normal. De pronto, un sabor amargo se sintió en el ambiente, quitándole el hambre que tenía.
Mientras ella se refugiaba en la cocina, Pablo observaba las almohadas y la sábana encima del mueble de la sala. Sin embargo, en cuanto su novia volvió al comedor no dijo nada al respecto. En realidad, no habló durante todo el desayuno, se mantuvo callado mirando el celular hasta que terminaron de desayunar.
—Fermín no puede venir a verme... ¿Te molesta si me llevas a la ciudad deportiva?
—Claro —musitó ella—. Solo... déjame terminar de lavar los platos.
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Entraron hasta donde estaban entrenando los chicos. Cada uno se acercó a abrazar a Pablo para reconfortarlo, a este punto, todo el mundo sabía. Gavi está lesionado y se perderá toda la temporada. Era la noticia lamentable que rondaba por el mundo del fútbol.
Lola se mantuvo parada a la entrada del lugar observando todo. Se le arrugaba el corazón al ver a Pablo siendo abrazado por cada uno de sus compañeros, destrozado porque quería estar ahí como ellos sin muletas.
Cuando terminó de saludar a todos, con ayudas de las muletas, se acercó a Lola con una cara triste. Ella colocó una mano sobre su hombro, dándole una suave acaricia.
—Gavi, ven que quiero hablar contigo en mi oficina —habló uno de los subdirectores del club.
Pablo miró a Lola indeciso. No quería dejarla sola.
—Está bien —murmuró—. Me quedaré aquí sentada, esperándote.
Solo asintió en silencio y se dirigió hacia la oficina.
Pablo no lo decía en voz alta, ni tampoco lo demostraba, pero se sentía más seguro sabiendo que Lola estaba ahí, a su lado acompañándolo. Era consciente de que las cosas entre los dos no estaban del todo bien, pero tenerla a ella era algo reconfortante.
Por eso odiaba cuando las personas opinaban sobre su vida sin que nadie les haya pedido su opinión. En el caso de Antonio, uno de los subdirectores del club, que pareciera que no le bastó abrir la boca aquella mañana que Pablo se hizo el chequeo médico con los doctores del Barcelona y lo hizo nuevamente.
—Ya sabes lo que te dije, Gavi. A esa chica solo le interesa tu fama y tu dinero. Ahora está aquí contigo, pero luego se aburrirá de ti o más bien de tu lesión.
—Lola no haría algo así —musitó Pablo sin expresión—. Ella me ama de verdad...
Pero recordó que durmió en la sala.
—Asegúrate bien de eso. Porque las chicas son muy malas y solo les gusta la fama. Luego se aburren y buscan a otro...
La sangre le hervía totalmente. ¿Qué sabía él sobre su relación de Lola? Habían pasado tanto para volver a estar juntos y darse nuevamente una oportunidad. No sabía ni la mitad de su historia para decir aquellas idioteces.
Pero otra vocecita en su cabeza le susurraba que Antonio tenía razón y que, pronto, Lola lo cambiaría por alguien más... por alguien mejor.
Por su parte, Lola tenía la compañía de Fermín y Balde, quienes hablaban con ella mientras esperaban a que Pablo saliera de la oficina.
—Quería hablar con ustedes de algo —comenta mirando a los dos futbolistas—, me gustaría recibir visitas en casa más frecuentes, a Pablo le subiría el ánimo.
—Hoy ando ocupado, pero mañana puedo ponerme de acuerdo con Cristo y Biel para ir después del entrenamiento.
—¿Y tú, Balde?
—Tal vez hoy en la noche me pase un rato por ahí.
—¿Ya has hablado con Ale y Mario? —preguntó Fermín.
—Sí, ellos llegan el viernes en la tarde y se quedan todo el fin de semana. Recuerden por favor...
—No decir nada —dijeron al unísono.
—Lo sabemos, mi Lolita —Balde rodeando su hombro, abrazándola—. No le diremos nada al Gavito.
—No lo sé, a ustedes se les entra una oreja y se les sale por la otra —señaló ella, ligeramente molesta—. Son pésimos para mentir.
—Venga, que guardaremos la sorpresa por ti.
—¿Y cuándo será la operación?
—Dentro de una semana —hizo una mueca mirando a Fermín—. Estoy algo nerviosa.
—No puedes estar nerviosa —demandó Balde—. Si tú estás nerviosa, lo pones nervioso a él también.
—Entendido, jefe.
—Hablando de jefes... ¿Qué te dijo Abracadabra sobre lo sucedido?
—Ambos coincidimos dejar que la gente hable —se encogió de hombros—. Al final de cuentas, no soy a la única que alguna vez han odiado en internet. Estamos en una época donde quieren cancelar a alguien por cualquier cosa.
—Ni me lo digas —bufó Balde—. Solo por decir que no me gustaba Taylor Swift, las swifties me empezaron a odiar.
Fermín se le rio burlón por la situación, aunque la risa no le duró mucho ya que ambos futbolistas fueron llamados por su entrenador, Xavi Hernández.
—El fútbol llama.
Lola sonrió antes de despedirse de ellos y ver cómo se alejaban jugándose bromas entre los dos. Se distrajo con su celular hasta que sintió como alguien se sentó a su lado. Pensó que era Balde.
—Hey.
Luego se dio cuenta que estaba equivocada.
—Hey.
Lola mostró una pequeña sonrisa débil. Guardó su celular en su cartera y observó al chico, atenta y dispuesta a escucharlo.
—Gavi me ha hablado mucho de ti, Lola —dijo el chico con un acento canario—. Me hubiera gustado que nuestra primera interacción fuera en otra ocasión totalmente distinta.
—A mí también, Pedri —musita Lola con una mueca.
Pedri y Lola nunca habían interactuado directamente entre ellos. Habían coincidido en el mismo lugar, pero nunca habían sido presentado
Lola sabía lo mucho que su novio quería a Pedri; leal y carismático. El canario era más que un amigo o compañero de equipo para Pablo, era como un hermano más.
—¿Cómo está él en casa? —pregunta Pedri con cautela—. No lo sé ve muy bien...
—Pues... está algo distante.
—¿Distante? —preguntó curioso.
—Sí, conmigo... no lo sé, cuando llegamos a Barcelona en la mañana se puso raro conmigo.
—¿Hiciste algo que lo habrá hecho enojar?
—Qué yo sepa soy inocente.
—Deberías hablarlo con él —repuso Pedri—. Gavi es de enojarse, pero solo por ratos por las bromas pesada que los chicos se hacen aquí en el entrenamiento. Él no es de distanciarse por cabreos y menos si se trata de su amada Lola.
La puerta de la oficina se abrió y de ella salieron Pablo y su entrenador.
—Me tengo que ir, Lola —comentó Pedri levantándose de la silla, ella hizo lo mismo que él—. Fue un gusto conocerte —se acercó y dejó un beso en su mejilla.
—Igualmente, Pedri. Cuídate.
Pedri le hizo una seña a Pablo, que se despedía del entrenador.
—Y Lola... —se volteó una última vez Pedri hacia la chica— yo no creo esas cosas que dicen de ti en internet.
Lola sonrió levemente.
Pedri se acercó y abrazó a Pablo, quien no pudo devolver el gesto por culpa de las muletas por lo que solo le dejó un beso en su hombro, mientras le deseaba buena suerte.
Lola se hubiese acercado a él, pero una última persona intervino: Ter Stegen.
Lo abrazó como nunca lo había abrazado a Pablo, entendía esa situación de estar lesionado y no saber que pasará luego en tu futuro. Lo abrazó con mucho cariño.
—No te desanimes, campeón —le dijo Marc-André—. Estarás de vuelta dentro de pronto y serás imparable.
—Eso espero.
Sobó su espalda mientras lo veía con tristeza. Una situación que no se la deseaba a cualquier futbolista.
El portero del Barcelona notó como la mirada de Pablo se desvío hace unos segundos para otro lado. Siguió su mirada y encontró a la joven cantante sentada a unos metros de ellos.
—Ella es Lola, ¿no?
—Sí.
—Tu chica es muy linda.
—Sí, bueno —se rascó la nuca, pensativo—. Antonio dice que...
—Escúchame, Gavi —lo interrumpió amablemente el portero—. Antonio puede ser nuestro subdirector y todo lo que quiera, pero que a él le haya ido mal en el amor no significa que a todos nos irá igual —le dio un suave apretón en el hombro—. En estos momentos difíciles para tu recuperación quién más estará ahí para ti será Lola, no lo dudes.
Ter Stegen y todos los futbolistas fueron llamados para que salgan a entrenar, entonces se despidió de Pablo antes de irse.
—¿Vamos a casa? —preguntó Lola acercándose a Pablo y acariciando su cabello.
—Vamos a casa.
Ambos fueron a casa por el carro que fue maneja por Lola.
Pablo llegó por su cuenta propia a la sala mientras Lola buscaba en la cocina alguna proteína que pudiera comer.
Se sentó a su lado y le entregó la bebida.
—Gracias —murmuró Pablo.
Ella solo asintió y el silencio incómodo reinó en la sala, en su sala.
—Oye... —empezó Lola, jugando con la tela de la almohada— quería sabes si estás enojado conmigo o qué.
Pablo se reincorporó mejor en el mueble. Dejó la botella encima de la mesa de control.
—Claro que no, nunca podría enojarme contigo.
—¿Entonces? ¿Por qué estás así conmigo? ¿Por qué te siento lejos de mí?
—Es verdad que he tenido una actitud de mierda últimamente, pero tú no has tenido la culpa de nada, Lola —explicó mientras tomaba su mano—. Lo siento, tú tienes tus preocupaciones y yo solo hago es causar mierda entre los dos.
—No digas eso —replica Lola—. Claro que no. Es solo que... ni tu ni yo estamos en el mejor momento de nuestras carreras.
—Es verdad —soltó en un pequeño murmuro y su mano no soltaba la de ella— pero cuando regresemos de este golpe volveremos más imparables que nunca.
—¿Cuál "regresemos"? —una pequeña risa incrédula se le escapó entre sus labios— No creo poder salir de esta —opinó Lola, apoyando su cabeza en mueble— o al menos no volver a estar al mismo nivel que antes.
—Claro que sí, te conozco mejor que nadie —aseguró besando su mejilla—. Conozco lo talentosa que eres y la gente recordará eso.
Lola sonrió y miró a su novio a los ojos, diciendo con sinceridad:
—El internet es una mierda.
—Claro que lo es —musitó, y le acarició el brazo con ternura—. Todo mejorará, princesa.
—Lo mismo para ti, bonito —dejó varios besos en su mentón—. Volverás mucho más fuerte que antes, será el mejor jugador de todos los tiempos... y yo estaré ahí para alentarte... e insultarte cuando te comas un gol.
Pablo sonrió y la atrajo hacia él y le llenó la cara de besos.
—¡Pablo, me haces cosquillas! —se quejó Lola riendo en cuánto los besos de Pablo bajaron a su mandíbula a su cuello.
En una pequeña batalla para ver quién tenía el control, Lola besó a Pablo de la forma que solo ella sabía hacer. Las hormonas de Pablo se alborotaron por completo con un simple beso y sus manos recorrieron la piel desnuda de Lola bajo su camisa.
—Sí fuera por mí te comería ahorita —habló en su oído.
—Pablo... ¿qué fue lo que te dijo el doctor? —habló Lola de forma severa, mientras lo sujetaba de los hombros y trataba de mantener distancia.
Pablo hizo un puchero.
—Nada de sexo.
—Eso —le dio dos pequeñas palmaditas a su mejilla y luego dejó un beso en el mohín de Pablo—. Te quiero, bonito.
—Yo te quiero más, mucho más, princesa —aseguró Pablo sonriendo—. Sabes, me he dado cuenta de que cuando tengo un mal día solo necesito de tus simples palabras dulces para sentirme mejor.
Lola lo observó con una pequeña sonrisa embobada. Su corazón se sentía así alegre y contento, a diferencia de hace unos días. Pablo le daba ese calor de calidez y hogar que nunca había sentido, muchas veces la hacía sentir segura.
Entonces su mente empezó a trabajar.
I find myself running home to your sweet sweet nothing...
—Uh, conozco esa mirada —señaló Pablo.
Lola sacudió su cabeza, dejando de mirar el suelo para mirarlo a los ojos.
—¿Qué mirada?
—Esa de "tengo inspiración para escribir algo" o "quiero tocar el piano y componer algo" —explicó él interesado—. ¿Vamos al piano? ¿Tienes algo en mente?
—Sí, bueno... ¿quieres venir conmigo a tocar el piano?
—Sí, quiero verte tocar el piano y —cortó la distancia entre los dos. Un pequeño mechón de cabello se interpuso entre el contacto de miradas, pero Pablo lo resolvió colocándolo detrás de la oreja de Lola—, tal vez, te ayude a componer algo —murmuró cerca de su boca y acariciando su mejilla.
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