23: Juicio nublado
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I'm watching her dance,
dress is catching the light
In her eyes there's no lies, no lies
There's no question,
she's not in a disguise
—WHAT A FEELING, One Direction
゜・。。・゜゜・。。・゜
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CAPÍTULO VEINTITRÉS
JUICIO NUBLADO
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Hace tres años atrás
Otro día más en el conservatorio, otro aburrido lunes normal lleno de clases, explicaciones y actividades. Otro día tolerando la existencia de Andrés. El salón estaba inundando de las piezas musicales de Beethoven hasta que por una equivocación de los dos estudiantes aquella dulce melodía se convirtió en una discusión.
—Cállate un segundo, ¿quieres? Le harías un favor a la humanidad.
—Mejor agarra un balón, vete a una cancha y piérdete un rato.
—Chicos, dijimos que nada de discusiones —habló seriamente el profesor Alberto—. Deben aprender a dejar a un lado sus diferencias y trabajar en equipo.
—Será imposible que trabajemos juntos —dijo Andrés.
El profesor soltó un suspiro pesado mirando a sus dos únicos estudiantes presentes.
—Lo mejor será que tomen un descanso y refresquen sus mentes —habló el profesor de forma más pacífica—. Los quiero aquí en veinte minutos y esta vez sin discusiones ni distracciones.
—Gracias profe, ya me estaba muriendo de hambre —dijo Lola contenta.
Se levantó del banco y empezó a guardar sus cosas. A su lado, Andrés hizo lo mismo con sus pertenencias. El profesor se mantuvo cruzado de brazos mientras los observaba en silencio.
—Lola, quiero hablar contigo. Andrés, puedes retirarte a tu receso.
Andrés les lanzó una mirada curiosa a los dos antes de dirigirse a la salida. El sonido fuerte de la puerta causó que el profesor relajara sus brazos y apoyó sus manos sobre el inmenso piano que ocupaba gran parte del espacio en el salón.
—¿Qué hablamos la vez anterior, Lola?
—No quiero trabajar con él, profesor, prefiero reprobar la materia.
—Pues muy mal, Lola. Así no es forma de solucionar las cosas.
—Tratar con Andrés es demasiado complicado. ¡Nunca lograremos ponernos de acuerdo!
Ella se cruzó de brazos, molesta, e iba a seguir quejándose, pero el profesor alzó su mano, obligándola a que se tragara sus palabras.
—Debes ser más astuta y menos impulsiva porque cuando seas una profesional te tocará trabajar con muchas personas, indiferentemente de si te agradan o no.
Rodó los ojos, ya empezaría con los típicos discursos sobre la vida adulta y la inmadurez de la adolescencia. Ya lo sé, pensó con obviedad. Era una adolescente, pero no una tonta. Cosas así también le habían sucedido sin necesidad de cumplir la mayoría de edad. En su opinión, era sentido común.
Pero entonces el rumbo de la conversación cambió y las mejillas de Lola ardieron.
—Por si no lo has notado, Lola, yo confío en ti —el profesor se señaló a sí mismo—. Yo y todos los profesores confiamos en que serás una gran artista, pero necesitamos que nos demuestres que realmente vale la pena confiar en ti.
Las palabras del profesor la conmovieron.
Que un amigo te diga que te apoyo o cree que vas a ser exitoso es demasiado común. Además, al final del día, si uno triunfa el amigo siempre estará ahí porque, quiera o no, recibirá algo cambió.
Pero el maestro nunca espera nada cambio. Es su obligación, pero también el tiempo, dedicación y paciencia que ejerce sobre el aprendiz. Ellos se aseguran de que aprendas y nunca más vuelven a tu vida. Algunos son bondadosos, otros unos hijos de putas, pero todos te enseñan algo importante para la vida.
—Y yo agradezco que confíen en mí, profesor —fue sincera, observando a adulto con una pequeña sonrisa—. Les prometo que doy lo mejor de mí, lo último que quisiera sería decepcionarlos.
Ya no veía a su profesor, sino a un hombre preocupado por ella y su futuro, alguien que confiaba en ella.
—Nunca nos podrás decepcionar, Lola. Eres talentosísima, lo has demostrado y por eso estás aquí.
Lola asintió sin saber que decir. Sabe perfectamente que es buena en la música, pero que alguien más, adulto y experto, la elogiara de tal manera se sentía como un abrazo al corazón diciéndole que está yendo por el camino correcto.
—Sin embargo, hay cosas que no entiendes porque eres joven, Lola —continuó el profesor—. En el mundo de un artista hay cosas en juego; una reputación, contratos, oportunidades de trabajo... y más cosas que uno no debe de desaprovechar por actitudes inmaduras.
Actitudes inmaduras le decía a su rivalidad con Andrés... ¿Realmente lo era? No le gustaba que profesores la percibieron así, inmadura. Se sentía como un golpe en el estómago. La catalana podía tener momentos de inmadurez estando rodeada con sus amigos en el momento indicado, pero ya en temas de responsabilidad...
Era horrible porque si había algo que le había enseñado el mundo del fútbol era la disciplina.
—Yo... trataré de no discutir con Andrés, al menos hasta que presentemos el trabajo.
—Me gusta escuchar eso —sonrió complacido—. Puedes retirarte, Lola.
Extendió su mano, señalando la salida. Lola tomó sus pertenencias y salió del salón. Y siguiendo el consejo del profesor Alberto, apresuró el paso para alcanzar a su compañero.
—Oye... te invito una empanada —dijo ella cuanto lo alcanzó en la entrada del comedor.
—¿Cómo por?
Lola reprimió sus ganas de rodas los ojos.
—Andrés, tenemos un trabajo en conjunto y no nos hace bien estar discutiendo a cada rato. Tratemos de llevar las cosas en paz, al menos hasta que presentemos el proyecto.
Él frunció el ceño.
—Está bien.
Lola le regaló una pequeña sonrisa y se acercó al bar para pedir dos empanadas de queso con gaseosas. Cuando tuvo el pedido en sus manos se acercó a Andrés, el cual había conseguido una mesa.
—¿Qué tipo de música quieres realizar cuando salgas de aquí? —preguntó Lola luego de un rato para romper el silencio entre ambos.
Allegro es conocido por su capacidad para desarrollar talentosos artistas musicales. Por el conservatorio habían pasado muchos artistas que han tenido impacto en la música.
Ese era el típico sueño del estudiante en Allegro, hacer música al salir de ahí.
—Todavía no lo tengo claro, pero siendo sincero, yo no me veo haciendo música clásica. ¿Y tú?
—Pop mezclado con música clásica.
—Una mezcla un poco rara, ¿no lo crees? —él hizo una mueca.
Ella se encogió de hombros.
—Pero a mí me gusta esa mezcla medio rara —dijo con confianza— y estoy segura de que, si hago todo bien, a la gente también le gustará.
—¿Y qué pasó con el fútbol? ¿Por qué lo dejaste y viniste acá?
—¿Cómo sabes que fui una futbolista? —preguntó asombrada.
—Se recorrió el rumor en los primeros días que llegaste. Dicen que jugabas para el Barcelona y que eras muy buena.
—Era la mejor, y algo conocida —presumió ella—. Clubes como Manchester City y Chelsea tenía sus ojos puestos en mí.
—¿Y por qué cambiaste?
—Me gusta el fútbol, pero la música va más allá. Realmente quiero dedicarme a esto la mayor parte de mi vida, escribir y componer.
Yo no me podía imaginarme a mí en un futuro jugando fútbol profesionalmente, pero ser una artista... ese siempre ha sido un sueño.
• ──────⚽💜🎤────── •
Lola y Tamara estaban reunidas en la casa de la mayor para ir juntas a una junta organizada por un chico de la Masia. Habían acordado reunirse después de clases, almorzar, descansar y luego arreglarse.
Algo que Lola consideraba como su terapia: pasar una tarde entera arreglándose con su amiga para salir.
La idea no puedo ser mejor. Luego de que ambas hubieran tomado sus respectivas duchas y se colocaron mascarillas en la cara, Tamara se encargaba de pintarle las uñas a Lola mientras conversaban de todo un poco, ya sea algo rumor que hayan escuchado en el conservatorio o algo de sus propias vidas.
—...Y cuando estamos solos, Cristo admite que yo le gusto.
—Madre mía, Lola. ¿Y acaso tú nunca te diste cuenta?
—Ni siquiera era mi amigo, yo recién le conozco por Pablo y los chicos.
—Bueno... —musitó pensativa Tamara mientras soplaba con su boca en dirección a las uñas de su amiga— yo creo que tú le gustas a ese chico desde hace mucho tiempo y que recién se anima a decírtelo ya que ni se hablaban.
—También pensé eso, pero lo que no entiendo es porque ahora viene a decírmelo, cuando estamos en una cena con ¡mi novio presente!
Tamara hace una pequeña mueca mirando con lástima a Lola.
—Puede ser que él necesitaba decírtelo para pasar página y aceptar tu relación con Gavi.
—¿Cómo que aceptar?
—Tal vez le era difícil procesar —supone la rubia—. Los amores correspondidos son una cosa bien jodida, Lola, en especial en la adolescencia.
—Ya quiero que se acabe mi vida adolescente, muy complicado —dice frustrada—. En Disney Channel parecía todo más bonito.
Tamara se rio mientras se acomodaba mejor en su asiento y guardaba los esmaltes.
—Yo desearía volver a ser una adolescente como tú.
—Dale tampoco eres tan vieja, estás por cumplir diecinueve.
—Pero ya no soy una adolescente de dieciséis años —respondió sonriendo—. No crezcas porque te llenas de mucha responsabilidad y dolores de cabeza.
—¿Y ya te decidiste si continuarás estudiando derecho?
—Yo no tengo la decisión en mis manos —Lola hizo una pequeña mueca al escucharla—. No me mires con lástima, yo tengo un punto a favor, no veo tanta matemática.
—Pero no es a lo que te querías dedicar.
—Pero cuándo obtenga mi título me independizare y haré lo que quiera.
Lola observó a Tamara con admiración. Le había contado su historia, amaba la música y quería dedicarse a eso, pero sus padres eran unos millonarios abogados que querían que ella se dedicara a algo "serio". Solo le permitían que fuera al conservatorio porque creían que era como su pasatiempo favorito y no comprendían que su talento estaba ahí.
—Me gusta cómo se escucha eso.
—A mí igual. Venga, levantemos nuestros traseros que debemos de irnos rápido antes de que vengan los chicos por nosotros.
Lola se dirigió hacia el armario donde colgaba el vestido que se pondría aquella noche.
Estuvieron dos horas más entre maquillándose y arreglándose el cabello hasta que estuvieron listas. Salieron de la casa de Tamara, despidiéndose de la señora la cuidaba y se montaron al taxi que los esperaba afuera.
—Hola chicos.
Adelante estaba el taxista con Xavi y detrás solo estaba Pablo.
Lola saludó a su chico con un beso en la mejilla y se hizo a un lado para que viera a su acompañante.
—Él es Gavi, mi novio, y él es Xavi, mi mejor amigo —les presentó Lola—. Ella es Tamara, amiga del conservatorio.
—Mucho gusto, chicos.
—Gusto de conocerte, Tamara.
—¿Hemos venido en buen tiempo o querían otra hora más para arreglarse? —molestó Xavi a las chicas.
—Oye que tú seas un hombre aburrido no significa que las mujeres no nos preocupemos en vernos guapísima —replicó Lola rodando los ojos.
—Es que en verdad no entiendo si ya son guapísimas, ¿Qué tanto se arreglan?
—Nunca lo entenderás, Xavi —le dijo Tamara—. ¿Vamos en buen tiempo?
—Sí, que Balde ya está allá con la novia y ha dicho que recién está llegando la gente
—¿Alejandro tiene novia? —preguntó Lola sorprendida.
—Sí, se llama Elena y es media especial la tía.
—¿Es una persona con discapacidad?
—No, ya verás... la amarás.
Lola distinguió el sarcasmo en las palabras de Xavi y pensó que había exagerado... ¿Cómo ella iba a poder odiar a alguien a quien apenas conocería en una noche?
Debió de creerle a Xavi.
Al llegar a la casa de la junta, se abrieron paso entre tanta gente que había, la mayoría era jóvenes de la Masia o compañeros de clases los cuales Lola reconocía.
Xavi y Gavi presentó a Elena, quién se señalaba a sí misma como la novia de Balde, antes de que se fueran a buscar a los demás.
—Yo cumplo en junio. ¿En qué mes cumples tú? ¿Cuál es tu signo zodiacal?
—¿Signo zodiacal? ¿Qué es eso? A mí pregúntame sobre el once titular del Boca Jr.
Lola y Tamara se miraron entre ellas. Había algo en la forma de hablar de Elena que no le gustaba, la forma de expresarse... sonaba muy creída.
—Claro... —comentó incómoda Tamara—. ¿Y cuáles son tus cantantes favoritos? Yo adoro a Ariana Grande.
—Mis favoritos sin duda son Taylor Swift y One Direction.
—A la mayoría de las niñas de mi curso les gusta Taylor, pero a mí no, como yo no soy como las demás prefiero el reggaetón y el trap.
Lola mostró una risa forzada al escucharla. Entonces estaba suponiendo la razón por la cual Xavi le dijo que le caería mal. Elena ella era un Pick me girl.
«Dios sálvame y líbrame» pensó Lola.
—Ehhh... a nosotras también nos gusta un poco el reggaetón y el trap, y no por eso andábamos diciendo que no somos igual al promedio general de chicas.
—Claro, pero a ustedes les gusta lo femenino, maquillarse y todas esas cosas —expresó Elena—. A mí no me gusta estar colocándome demasiadas cosas innecesarias en la cara, prefiero verme más natural, más real, aparte, a los chicos les gustan más naturales.
—¿Y qué tiene que ver si a un chico le gusta o no le gusta? —preguntó tan de golpe Lola.
—Cariño, si nos colocamos un montón de cosas en la cara es para que nosotras mismas nos sentamos guapas, no para agradarle a los demás —completó Tamara la idea de su amiga.
—Claro, claro, solo era uno de varios ejemplos.
—¡Ya llegamos! —escuchar el grito de Xavi fue un alivio.
—Hombre a la hora que te dignas a saludar —soltó la pianista cuando Xavi y Pablo llegaron con Balde.
—Andaba ayudando a un amigo —se excusa Balde riendo—. Y esta guapa de aquí debe de ser Tamara.
—Sí, encantada —respondió ella con un beso en la mejilla—. Con Lola andábamos conociendo a tu novia, Elena es simpática.
Cuando dijo la palabra simpática, Lola miró el suelo.
—Ella es increíble —replicó Balde abrazando a Elena.
—Me alegro por ustedes —dijo la pianista con una pequeña sonrisa que sentía que en cualquier se le iba a desaparecer.
—Tamara, ven conmigo que te voy a presentar algunos chicos de la Masia que tienen tu edad —le dijiste Xavi a la rubia.
Lola le sonrió pícara a su amiga y me picó el estómago.
—Te va a presentar a tu futuro novio —Lola murmuró solo para ella para que nadie más escuchara.
—Lola...
—Serás una wags como yo.
—Mejor ya me voy que andas diciendo muchas boberías —dijo finalizando el tema de conversación causando que Lola riera.
—Dale, yo estaré con Jana y Bruna, tú estate pendiente del celular si te escribo —Tamara asintió a las instrucciones dadas mientras se acercaba al neerlandés—. Me la cuidas, Xavi.
—Hecho, Lolita.
Lola fue recibida por Pablo con un abrazo cuando se acercó a los demás. El sevillano había pasado su brazo por su cintura y la había apegado a su cuerpo mientras que con la otra mano sostenía un vaso con una bebida.
—¿Vamos de vuelta con los chicos? —preguntó Pablo en dirección a Balde.
—Ustedes vayan, nosotros iremos luego —respondió estando también abrazado de su novia.
—Dale.
La nueva pareja se fue entre murmullos y risas hacia donde, según Lola, era la cocina.
Luego fijó la mirada en su novio, el cual le daba un sorbo a su bebida. Se lo veía muy guapo aquella noche, con su cabello recién cortadito a los lados, vistiendo una camisa negra, unas gafas de sol colgando de esta y la fragancia a perfume caro que desprendía de él que lograba hipnotizarla
—¿Qué tomas?
—Cerveza.
—Pablo, no puedes tomar.
—Es un poquito, princesa —dijo relajado—. Además de que mañana no tengo entrenamiento ni partido.
—Pablo eres menor de edad...
—Tarde o temprano terminaría probando —replicó sin preocupaciones—. Vamos con Fermín que está en el patio jugando ping-pong —dijo en un intento de cambiar de tema.
La mención de su amigo le alegró a la ojiazul, estaba predispuesta a aceptar, pero agregó una pregunta curiosa:
—¿Con quién está?
—Con Biel, Leo, Cristo y otros amigos más que no conoces.
—Ehhh...
Ir sería ver a Cristo. Las cosas entre ambos estaban bien, supuestamente, ya que habían llegado a un acuerdo. Pero no tenía ánimos de verle la cara.
Entonces chasqueó sus dedos, como si se hubiera acordado de algo, cuando en realidad se le ideó una excusa.
—Ahora que lo recuerdo, tengo que buscar a las chicas. Ve tú con Fermín y yo te encuentro luego allá.
—¿No quieres que te acompañe? Sé dónde están.
—Vale.
Dicho y hecho, su novio la guio hasta donde estaban las chicas, en una pequeña sala riendo donde había más gente de su misma edad. Se despidió de Pablo con un pequeño beso en los labios.
—Veo que ya conociste a la novia de Balde —comentó Jana estando en el baño.
A petición de Bruna, había a cuarto de aseos para retocarse un poco.
—Jana y yo siempre nos miramos entre nosotras y reímos cuando dice una de sus locuras —comenta Bruna mientras pasaba el labial por sus labios—. No te tomes tan a pecho lo que diga, ya sabes que chicas así solo buscan la atención de los hombres.
—Pero es algo irritable...
—Anda, no te vas a amargar la noche solo por culpa de ella —replicó Jana.
—Exacto.
—¿Y ella de dónde salió? No es de la Masia —cuestionó Lola a lo que Bruna le respondió.
—Al parecer es la prima de uno de los chicos que juegan balonmano.
—Y ya solo por haber ido tres veces al complejo de los chicos se cree que es la única que convive con los monosperros.
—Los chicos no me habían comentado nada de ella antes —murmuró la pianista.
—Por qué no era tan relevante, Xavi sólo habla con ella por amabilidad porque su primo es amigo suyo; Gavi apenas y la mira; Fermín vive enfrascado en el fútbol y Balde le parecía linda, pero le daba relativamente igual hasta que coincidieron en una junta.
—Y en esa junta, al parecer, se conocieron bien y pum, estamos aquí hablando de eso.
—¿Cuánto tiempo llevan?
Bruna se puso a contar con sus dedos.
—Una semana, si mis cálculos matemáticos no me fallan... —Bruna se calló de golpe cuando la puerta se abrió.
—¡Fermín! —gritaron las tres chicas.
—¿Qué hacen en el baño de hombres? —preguntó el recién llegado, verdaderamente confundido.
Bruna soltó una risa incrédula y dijo:
—Fermín, este es el baño de chicas.
—¿En serio? —se asomó y vio el letrero que estaba colgado en la puerta—. Lo lamento, chicas.
Y, con las mejillas rojas, se fue.
—Venga, hay que ir con los demás.
—Esperen que me termino de aplicar el rímel —pidió Bruna mirándose en el espejo aplicándose el maquillaje— y... ¡ya!
—Tomémonos una foto antes de irnos —propuso Jana sacando su celular.
Las tres sonrieron, posando juntas, frente al espejo mientras sostenía su celular en alto y tomaba foto. Luego a cámara frontera y se apegaron aún más para que salieran las tres.
—Está me gusta.
—Pásamela ahorita.
—Te la paso luego, Lola.
—¡Luego te olvidas, Bruna! —exclamó cruzándose de brazos.
—Bueno —se apoyó en el lavamanos, tecleando rápidamente en su celular—y... ya.
—Venga, vamos —dijo Jana abriendo la puerta.
Salieron al mismo tiempo que la puerta de al frente, la cual tenía un cartel que indicaba que era el baño de hombres, se abrió y de ahí salió Fermín.
—Ustedes los hombres sí que orinan demasiado rápido —soltó Bruna con tono de burla.
—Ustedes las mujeres sí que no pueden ir al baño sin compañía.
Las tres se encogieron de hombros, pero fue Lola la que replicó:— Es una ley no escrita de chicas.
—¿Dónde están todos? ¿Siguen jugando ping-pong? —preguntó Jana mientras se colocaba mejor su abrigo.
—No, un grupito de chicos quería jugar al ping-pong y como vimos que la sala con videojuegos estaba despejada les dejamos el pase libre.
—¿Y qué andan jugando ahora?
—Ahora el FIFA, pero con apuestas.
—¿Qué tipo de apuestas? —preguntó preocupada Lola.
—Absurdas y simples que se les ocurre, tampoco algo de otro planeta ni nada peligroso.
Siguieron conversando con Fermín mientras este las guiaba hacia donde estaba los demás. Escucharon gritos eufóricos al acercarse a la pequeña sala. Tamara conversaba sentada con un chico el cual Lola nunca había visto. Xavi reía mientras grababa a Pablo y Leo, quienes jugaban. Y Cristo estaba parado detrás del sofá con los brazos apoyados en el mismo viendo todo.
Cristo fue el único en notar la presencia de los recién llegados. Fermín se situó a su lado, palmeando su hombro. Luego Cristo sonrió en dirección de Lola, quién hizo el amague de justo voltear a mirar la pantalla del televisor donde el Manchester City iba perdiendo contra el Chelsea con un marcador de 3–4.
—Gavi, eres un bobo —decía Elena, golpeándole el hombro como si fueran amigos de toda la vida.
Lola rodó los ojos y se acercó a su novio.
—¿Cuál es tu equipo, bonito?
—City.
—¿Y qué apostaste? —preguntó acariciándole el cabello.
Pablo no respondió, tenía sus ojos bien puestos en la pantalla mientras sus dedos se movían con agilidad sobre la palanca. Estaba tan concentrado y Lola entendió que para él era importante ganar, sin embargo, fue otro que respondió.
—Sí yo hago cinco goles, o más, le pondrán a su primer hijo mi nombre —explicó Leo.
—¿Qué?
Lola volvió a mirar el marcador, en un intento de confirmar que Pablo no era el que estaba perdiendo.
El marcador seguía en cuatro a tres, a favor de Leo.
—¿Estás demente o que, Pablo?
De inmediato se escucharon las risas de los demás, quienes estaban atentos al partido. Lola no le encontraba lo gracioso.
—No te preocupes, amor, le empato y...
—¡GOOOOOL!
—Me cago en mis muertos —exclamó Pablo soltando la palanca y dejándola caer al suelo.
Leo se levantó del sillón contento. Recibió un pequeño abrazo de felicitaciones de parte de Xavi mientras que Fermín,
—Bueno parejita, ya saben que tendrán que hacer dentro de diez años —dijo Leo acercándose a ambos y pinchando la mejilla de Lola.
—Ni siquiera tuve voz en esta apuesta —la chica se cruzó de brazos.
—Venga que su nombre se asemejara al rey del fútbol —dijo riendo mientras despeinaba el cabello del sevillano antes de alejarse—. ¿Quién continúa? —preguntó mirando a los demás
Pablo se levantó del sillón para que alguien más pudiera sentarse y jugar. Tomó a su novia de la mano y la llevó a uno de los sillones individuales que estaba alejados de todos. Él se sentó primero y luego la invitó a que se sentara sobre sus piernas.
—¿Estás enojada por la apuesta? —preguntó abrazando su cuerpo.
—No —respondió dejando un beso en su frente—. Sabes, Leonardo no es un nombre feo, y Leo es un lindo apodo.
—¿Así que si quieres tener hijos conmigo? —Pablo alzó una ceja, divertido.
—¿Y quién más me va a mantener? —bromeó Lola.
—Serás la mujer mantenida más hermosa, corrección: la esposa y madre más guapa.
Pablo subió su mano hasta su cuello y tiró de ella para que sus labios se estrellaran en un fuerte beso. Pasional, pero sin llegar a ser demasiado lujurioso, los labios del sevillano se movían con determinación mientras sus manos tocaban cada rincón de la cintura de su chica y ella correspondió el beso, tirando de su cabello con desesperación.
Al separarse para tomar algo de aire, la pelinegra acarició las mejillas tiernas del chico, mientras ambos se acercaban con normalidad para apoyar sus frentes y murmurar al mismo tiempo:
—Te quiero.
Se acomodó sobre él con un poco de nerviosismo. La temperatura estaba subiendo y los besos estaban llegando a un nivel que nunca habían llegado, ambos saboreándose como si no hubiera un mañana, pero que, sin duda, les encantaba la sensación y el cosquilleo que empezaba por el estómago y se extendía por todo.
Pero debían de parar o ambos se quemarían.
—Lola, vente vamos a la pista de baile —y como si le hubiesen leído la mente, Bruna la llamó, la cual iba abrazada del brazo de Jana.
—¡Voy! —exclamó la pelinegra—. Voy con las chicas a sacudir el cuerpo un rato. ¿Tú te quedas aquí o vienes?
—Me quedo con los chicos, ya sabes que el baile no es lo mío.
—Está bien, no hagas más apuestas.
—Ya —dijo sonriendo—. Estaré aquí, por si necesitas algo.
Lola dejo un beso en los labios del chico y se levantó de las piernas de su chico y se acomodó la falda del vestido y se acercó a sus amigas.
—Le he preguntado a tu amiga, Tamara, dice que se queda conversando que anda muy de risas con García —le comenta Jana cuando Lola estuvo a su lado.
—¿Invitaron a Elena?
—No.
—Venga, invítenla.
—¿Por qué? —preguntaron las dos futbolistas.
—Porque es la novia de mi mejor amigo —ellas se mostraron frustraron, pero no replicaron, Lola se apoyó al sofá y le picó el hombro—. ¿Elena, vienes con nosotras? Vamos a la bailar.
—No, gracias, me quedo con los chicos.
—¡Bueno, diviértanse! —exclamó Bruna tirando del brazo de su amiga, apurada porque se empezaba a escuchar Ella Me Levantó—. ¡Nosotras estaremos abajo!
Tú me dejastes caer, pero ella me levantó
Llámale poca mujer, pero ella me levantó
Tú me dejastes caer, pero ella me levantó
Llámale poca mujer, pero ella me levantó
Bruna era la más emocionada por bailar y cantar la canción. Las luces de colores parpadeaban en la sala, iluminando rostros sonrientes de Lola y Jana, que acompañaban a su amiga en su alegría.
El ambiente mejoró con el pasar de las canciones, las cuales eran adictivas cada vez más. El aire estaba cargado de una mezcla de risas, conversaciones y el latido constante de la música que causaba vibrar el suelo y las paredes.
En algún momento Jana sugirió tomar algo que, en su opinión, no era tan fuerte. Ingenua, Lola aceptó su sugerencia. Con el primer vaso que se tomó todo, Lola hizo una mueca de asco causando la risa de Bruna. Era su primera vez tomando.
—Dale otro sorbo, seguro que ese si te sabe mejor.
Pero el segundo le supo igual que el peor.
—Ser borracha no es lo mío —bromeó Lola dándole el vaso vacío a su amiga—. Voy por algo de agua en la cocina.
—Vale que te esperamos aquí.
Lola fue hacia la cocina. Estaba vacía. Se acercó a la refrigeradora y sacó de ahí una jarra con agua. Buscó un vaso en la alacena y se sirvió un poco de agua.
Le dio un trago y dejó el vaso sobre la mesa, la puerta se abrió.
—Hola Lola.
—¿Qué tal, Cristo? —miró al recién llegado y sonrió—. ¿Te estás divirtiendo?
—Mucho, los chicos saben cómo divertirse.
—Me imagino, y más con eso de que están a nada de ser ganadores de la liga juvenil —dijo mientras se sentaba en un taburete de la cocina.
—No hay quien les quite esa felicidad —soltó riendo—. ¿Dónde consigo un vaso?
—En esa almacena.
—Gracias.
Lola lo observó en silencio como se inclinó hacia la almacena para conseguí un vaso. Luego se acercó al refrigerador y también se sirvió agua.
—Quería seguir tomando más, pero Fermín insistió de que yo ya ando pasado de copas y mañana tengo entrenamiento —explicó con su vaso en manos mientras se sentaba a lado de Lola.
—Tú no juegas con los chicos, ¿no?
—No, soy una categoría menor que ellos —respondió Cristo.
El celular de alumbró, se distrajo por unos segundos respondiendo mensajes antes de volver a mirar a su amigo.
—¿Qué vas a hacer ahora?
—Creo quedarme aquí contigo.
—Pues te morirás del aburrimiento —soltó Lola entre risas.
—Estar contigo es lindo. Además, Fermín ahora está que coquetea terriblemente, tu amiga Tamara está de puras risas con un tal Eric García que está de visita en la ciudad y Elena está muy pegada a Pablo.
—¿Cómo que Elena está muy pegada? —trató de sonar casual, aunque por dentro se estaba muriendo por ir donde estaba Pablo y alejarla de la chica.
—Pues Balde se ha encontrado con unos amigos y Elena se ha quedado conversando con Gavi, los dos solos.
Los dos solos.
«Los celos matan, mujer —se dijo a sí misma—. Pablo está contigo».
—Ya...
—¿No te agrada Elena?
—No mucho... mierda —por accidente, tiró el vaso de Cristo que estaba sobre el mesón, tirándole agua encima—. Lo siento mucho.
—Está bien, no importa.
—Déjame arreglarlo.
Agarro un trapo que estaba por ahí y se volteó hacia él para limpiarle la camisa mientras ninguno decía nada. Tenía la cabeza agacha hacia su camisa y sus piernas chocaban.
—¿Has estado evitándome todas noche?—preguntó Cristo de repente.
Sí.
—No.
—Pues no parece.
—Cristo —dejó el trapo a un lado y lo miró a los ojos—. No quiero problemas.
—Lo lamento... —murmuró acercándose más a ella.
Tal vez fue el efecto del alcohol, pero esos ojos se habían transformado en los de Pablo. La cercanía de Cristo se estaba volviendo más tentadora ante el confuso juicio de Lola.
Cerró los ojos, lo que tal vez se sintió una eternidad, esperando recibir el mismo roce de labios que tanto conocía. Su pulgar acarició la mejilla de ella, fue un toque suave e inseguro, lo que la desconcertó. Ella esperaba algo diferente, sentir un toque delicado y seguro.
Y cuando el aliento de Cristo estaba predispuesto a mezclarse con el suyo, ella se levantó de golpe y caminó hacia el otro extremo del mesón.
—Lo siento, Cristo. Mierda —maldijo para sí misma cuando fue consciente de lo que casi sucede algo que no debía de pasar—. Yo quiero a alguien más, pensé que te había quedado claro.
—Lola...
Trató de detenerla, pero ella salió de la cocina sin escuchar sus palabras. Alguien, sin querer, se interpuso en su camino. Logró sacarle una sonrisa en par se segundos.
—¿Lola?
—¡Ansu!
La pelinegra se alegró demasiado de ver a su viejo amigo de la Masía, que abrió sus brazos y se acercó a él rodeando su cuerpo, palmeando su espalda. Aunque ciertamente no era tan cercana a él, seguía siendo un chico increíble, simpático y no dejaba de ser amigo.
—¿Cómo estás? No sabía que estabas aquí, Ansu.
—Yo tampoco. Recién me enteré de que estás aquí por Jana, que me ha preguntado por ti.
—¿Ella me andaba buscando?
—Sí, sí. Parecía un poquito preocupada, pero ya ves que Jana siempre se preocupa por todo —dice restándole importancia—. ¿Oye pasarás el próximo feriado aquí en Barcelona?
—Lo más probable que sí, ¿por?
—Voy a organizar una pequeña reunión por mi cumple y quisiera que vayas. De igual forma van los chicos, pero que sepas te estoy invitando personalmente para que no me andes luego rechazando invitaciones.
—Qué va, hombre —dijo riendo—. A ti no te puedo rechazar ninguna invitación si ya sé que como te pones luego de pesado.
—Verás que confío en tus palabras, Lolita.
—¿Oye y tú sigues teniendo en mismo número? Porque ya no me salen tus estados de WhatsApp.
—No, hermana, lo he cambiado. Venga, dame tu celular y te lo anoto.
—Ya dale.
Le entrega su celular y Ansu teclea rápidamente. Lola sonríe al ver cómo se ha agregado. Negro loco
—Serás bobo.
—Tengo que ir con unos amigos, te veo despuesito.
—Dale que yo iré con las chicas.
Se despidió de Ansu y caminó de vuelta donde su amigo le había indicado estaban las chicas.
—Al fin las encuentro —exclamó Lola riendo de forma aliviada. Sentía que descubrió América.
—¿Venga donde andabas, mujer? —preguntó Jana cruzándose de brazos—. Ya nos andábamos preocupando.
—Creo que estoy borracha —dijo al recordar lo sucedido en la cocina.
—Anda, pero si solo has tomado como dos vasos —replico Bruna confundida.
—¡Por eso, yo nunca había tomado!
—O que estás demasiado acostumbrada a dormir temprano —sugirió Bruna—. ¿Cuánto dedos ves?
—Tres.
—¿Cuánto es dos más dos? — preguntó Jana.
—Cuatro.
—¿Cuánto es 5 por 9?
—Cuarenta y nueve.
—¿Cuánto es ?
—¿Doscientos cincuenta divido para cinco? ¿Cincuenta?
—¿Cuál es el país que ríe y explota?
—¿Qué? —Lola frunció el ceño.
—¡Ja! ¡Pon!
Entonces Lola rio y sus amigas la miraron extrañadas.
—Definitivamente estás borracha.
—¿Qué?
—Te reíste de un chiste más malo.
—No es... —se interrumpió a sí misma. Se escuchó un ruido fuerte. Las tres miraron en dirección al patio, donde los demás miraban, y la gente empezó a murmurar y a tratar de acercarse para ver que había sucedido.
—Ay Dios mío, están que se golpean —escuchó a alguien decir, causando conmoción en Jana y Lola, y terror en Bruna.
—Le ha golpeado un puñetazo... —decía alguien más que estaba delante de Lola.
—¡Oye, Ansu! —Lola detuvo a su amigo, que pasó a su lado dirigiéndose al patio—. ¿Sabes quienes están discutiendo?
—No, ahora voy a ver.
Y Ansu siguió con su camino, abriéndose paso entre la multitud, pidiendo permiso.
¿Dónde estaba Pablo? ¿Desde hace rato que no lo veía, será que estará metido en...?
La pianista sacudió su cabeza eliminando esas ideas de su mente. Pablo no estaría metido en una pelea, no sería capaz...
—¡Lola!
El grito de Ansu la sacó de sus pensamientos y asustó a sus acompañantes.
—¡Es Gavi! Fermín, Balde y Xavi están tratando de intervenir.
No lo dudo. De forma apresurada, le siguió el paso a Ansu mientras se disculpaba con la gente con la que chocaba, gente de la cual ya estaban en un círculo afuera del patio tratando de ver que sucedía.
—Venga hombre, es suficiente —le decía Xavi mientras tomaba al palaciego de los brazos.
Lola sintió un dolor fuerte en el pecho al ver como la mano derecha de Pablo estaba en forma de puño. Su camisa estaba algo arrugada y, gracias a Dios, su cara estaba intacta. Pero no podía decir lo mismo de Cristo.
Cristo estaba frente a Pablo, siendo ayudado por Fermín para intentar incorporarse. Su labio inferior estaba roto y sangraba. En medio estaba Balde, siendo una barrera para ambos con sus dos brazos extendido a ambos contestados en un intento de evitar que entraran nuevamente en contacto.
—¿Qué mierda les pasa? —preguntó Fermín enojado.
Ninguno contestó, el silencio reinaba, parecía que ninguno estaba predispuesto a hablar. Pablo solo tenía un objetivo, dirigirle una mirada de decepción a su amigo mientras seguían siendo sujetados por sus amigos.
—Traidor —escupió Pablo hacia Cristo.
—Pablo...
La voz de Lola salió en un susurro que él logró escuchar porque sus ojos se miraron por una fracción de segundos antes de que Pablo mirara a Cristo nuevamente.
Lola sintió unas manos sobre sus hombros, era Tamara, había llegado y trataba de reconfortarla.
—¿Estás bien? —le preguntó Tamara en un pequeño susurro. No pudo responder, su mirada se enfocó en su novio.
Pablo, decidido, se liberó del agarré de Xavi y pasó de Lola, abriéndose paso entre la gente.
La pelinegra miró confundida a sus amigos.
—¿Qué pasó?
Miró a Cristo buscando respuestas.
—Eso nos gustaría saber —respondió Fermín.
—Mejor ve traes él, Lola, antes de que haga cualquier tontería.
—Anda, Lola —le alentó Tamara.
Ignorando aquellas miradas de los demás que esperaban con interés saber el contexto de la discusión, Lola se abrió paso entre la gente e iba preguntando a donde se había ido su novio.
—Lo vi salir de la casa, estaba malhumorado.
—Gracias.
Salió de la casa apenas cerrando la puerta. Corrió hacia él, estaba con la espalda apoyada en la pared de brazos cruzados y miraba hacia el suelo.
—Pablo, ¿qué sucedió?
—Nada —dijo seco.
—No me digas esa idiotez cuando te acabas de pelear con tu amigo.
—No quiero hablar sobre eso, ¿de acuerdo?
Ella lo miró extrañada, el sevillano no era alguien de pelea, incluso cuando era más pequeño y lo molestaban, casi nunca se defendía. Siempre fue de evitar los conflictos. Tal vez en la cancha era otro, la adrenalina le subía por las venas y en momentos así solo tiene un objetivo, ganar.
Pero era un contexto diferente, una fiesta, amigos y risas... todo estaba tan bien... y de repente golpeó a Cristo...
—Vamos a la Masia, ya es tarde.
—No quiero ir.
—¿Entonces qué mierda quieres hacer, Pablo?
—Estar lejos de ti.
«Estaba mintiendo —se dijo a ella misma—, él no podría decir nunca algo así»
—¿Qué?
—Se besaron hoy, Cristo me dijo lo que siente por ti.
Ella cerró los ojos con fuerza y se pasó una mano por el cabello, tratando de tranquilizarse.
—Eso no sucedió, Pablo. Él me intentó besar y yo lo alejé en cuanto pude. Le dejé las cosas claras, le dije que yo te quiero a ti.
—¿Y antes? Días atrás te dijo lo que siente por ti y tú nunca me lo dijiste.
—Pablo... es tu amigo, lo último que quería era causar problemas entre tú y él, solo quise llevar la fiesta en paz —murmuró tomando sus manos y pasando su pulgar por los nudillos de él, los cuales estaban rojos—. Tú me importas mucho, tú eres mi prioridad.
Lola se arrodilló frente a él
—Vamos, Pablo. Te llevo a casa.
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Entrar en secreto a la casa de los Páez Gavira nunca había sido tan fácil. La casa estaba vacía ya que la familia estaba en Sevilla y Pablo siempre llevaba consigo una copia de la casa.
El silencio los acompañaba cuando ingresaron al hogar, al igual que el trayecto de camino a casa, Pablo murmuró algo de irse al baño mientras que Lola solo tomó asiento en una de las sillas del comedor y le marcó al neerlandés.
—¿Xavi, me escuchas?
—Fuerte y claro, señorita —se escucha algo de ruido, pero tampoco era impedimento para escuchar al futbolista—. ¿Dónde están tú y el chico que no sabe atarse los cordones?
—Tomamos un taxi y llegamos a su casa.
—Al menos hubieran avisado.
—Lo lamento, es que tuvimos una pequeña discusión sobre lo de hoy... —se pasó la mano por la cara— luego te cuento.
—Dale no te preocupes.
—Hazme dos grandes favores, lleva a Tamara a su casa por mí y cubre a Pablo en la Masia, que no se den cuenta que no está —pidió mientras recostaba su cara en la mesa—. Y como último favor, pásame a Tamara.
Esperó unos segundos y luego escuchó la dulce voz de su amiga.
—¿Qué ha pasado, guapa? —el ruido había disminuido, estaba segura de que Tamara había decidido alejarse totalmente para ser y escuchar mejor—. Te perdí dos segundos y te fuiste de escapada con tu chico.
—Lo siento, mañana te cuento todo, ¿sí? Tuvimos una pequeña discusión.
—No te preocupes, Lolita, que yo entiendo.
—Es que me sabe mal haberte dejado sin siquiera avisarte.
—No te preocupes, Lolita que tampoco me dejaste en mala compañía. Estos chicos son un amor, están pendiente de mí y viendo que no se me acerque cualquiera.
—Así son ellos —aseguró sonriendo—. Prometo recompensártelo mañana.
—No te preocupes, Lola —repitió Tamara con un tono ya hostigada de escucharla disculparse—. En verdad, yo entiendo. Más lamento que te hayas ido, estamos pasando de puta madre con Jana y Bruna, las locas andan sacando sus pasos de baile.
—Me imagino con el alcohol que trae en el cuerpo —rodó los ojos—. Xavi te llevará a casa, cuídate.
—Qué si, flaca —replicó riendo—. Espero que todo se solucione con tu futbolista. Nos vemos mañana.
Lola colgó la llamada soltando un suspiro. Dejó el celular sobre la mesa y subió las escaleras.
Conocía perfectamente el hogar de los miles de veces que había frecuentado. Se dirigió al cuarto de Pablo y empezó a buscar ropa cómoda tanto para ella como para su novio.
Dejó sobre la cama la ropa que era Pablo. Agarró una camisa negra que parecía ser algo vieja... tal vez Pablo podría dormirse con esto...
—Es camisa es para dormir —de repente escuchó la voz de su novio y se llevó un gran susto.
—Me haces asustar, Pablo —dijo llevándose la mano al pecho—. No escuché cuando saliste del baño.
—Lo siento.
Estaba solo con una toalla enrollada en su cintura, su cuerpo trabajado estaba a la vista. Las mejillas de Lola se calentaron.
Tragó saliva y con dificultad, mantuvo sus ojos sobre los de él y no sus abdominales.
—¿Quieres... quieres hablar de lo que sucedió? —preguntó ella en un pequeño tartamudeo causado por el nerviosismo que le había causado verlo sin camisa.
Recibió silencio como respuesta.
Ella soltó un suspiro—. Te busqué ropa para ti, ten...
—Yo ya sabía desde hace tiempo los sentimientos de Cristo hacia ti.
Lola se quedó quieta en su lugar y lo miró con el ceño fruncido.
—Me enteré días después de nuestro primer beso. No sabía qué hacer en ese entonces, valoraba mucho a Cristo como para lastimarlo, pero tú me traías loco desde ya mucho tiempo.
»Y luego se enteró por Xavi que andábamos, reaccionó bien, yo pensé que te había superado. Confíe en él, sabes, me dije a mí mismo que iba a respetar nuestra relación porque soy su amigo. Creí mal.
—Indiferentemente de si sabías o no, debí de contártelo. Lo lamento, mucho por... todo.
Pablo negó con la cabeza y se acercó a ella para abrazarla.
—Tú no tienes la culpa de que nosotros empezáramos a discutir —murmuró—. Lamento haberme portado como un tonto celoso y causar problemas en la fiesta.
—Lamento haberte ocultando cosas.
El dejó un beso en su frente.
—Fue mentira lo que dije, Lola —le acarició la cara con sus pulgares—. No quiero estar lejos de ti, no podría.
—Te quiero y eso es lo único que importa.
Él sonrió mordiéndose el labio y volviendo a besarla con ganas, sujetándola de la cintura para restar distancia. Las manos de Lola bajaron al pecho de Pablo para apoyarse sobre él y se sonrojó al recordar que solo llevaba una toalla de por medio. Sus dedos hicieron contacto su piel desnuda, la cual se sentía cálida y sus músculos duros, y un cosquilleo se hizo presente.
Lola se vio obligada a dejarlo de besar. Lo quería, y demasiado, pero ninguno de los dos estaba de todo en sus cinco sentidos.
Aunque eso le permitió darle un vistazo. Tenía el cabello despeinado, sus pupilas estaban dilatas y un poco sonrojado, pero sus ojos tuvieron nuevamente el atrevimiento de mirar su cuerpo, sus músculos definidos producto del ejercicio. Verlo sin camisa le dejo mal.
Con toda su fuerza, se obligó a mirarlo a los ojos y no sus abdominales.
—Anda, cámbiate y ponte algo cómodo —le mandó Lola, colocando su cabello detrás de su oreja.
—¿Te has puesto roja? —preguntó Pablo tomando su mentón para apreciar bien su rostro.
Lola le esquivó y miró hacia otro lado.
—No —sus mejillas decían lo contrario—. Ya vete a cambiar.
Pablo rio, besó sonoramente su mejilla y le acarició el mismo.
—Te quiero —dejó un beso en su nariz—. Te dejo sola para que te cambies aquí.
Tomó la ropa que Lola le había separado y salió de la habitación. La catalana soltó un suspiro apoyando su espalda en la pared.
Esa noche había descubierto dos cosas. Primero, quería mucho a Pablo, tanto que no tenía ojos para nadie más. Él es príncipe azul que siempre había soñado enamorarse.
Y segundo, Pablo llegaba a causar demasiadas cosas en Lola que ni siquiera ella sabía que podía llegar sentir.
Nota de autora
Triste por la derrota de ayer
Sorprendida porque hice como 7000 palabras en este capítulo. Creo que este es en capítulo más largo que he escrito, así que espero que le den mucho apoyo porque de verdad que me ha costado terminarlo.
Espero que este capítulo les haya gustado, a mí me ha divertido escribirlo. Trato de meterle un poco de drama y salseo a la historia a pesar de que a veces se me dificulta porque no soy la mejor en eso jejeje
El martes toca partido de Champions, espero que ganemos!!!
Espero que les haya gustado, no se olviden de comentar y votar, me ayudarían mucho
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