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14: Lo siento

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I know I try to not face the truth
But no one can love me like you do
Your love is static, it pulls me in
Like a song when it first begins
I just don't wanna let you end, no

—ALL OVER AGAIN, Big Time Rush
゜・。。・゜゜・。。・゜



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CAPÍTULO CATORCE
LO SIENTO

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Hace cuatro años atrás



El primer día siempre será lo mejor y lo peor para un estudiante.

Es el día importante en donde tratas de iniciar con el pie derecho y dar una buena impresión de ti, pero también es horrible al tener que ser la nueva en un lugar completamente desconocido.

Lola apenas recordaba el día que llegó a la Masia, sucedió hace años y era muy pequeña. Tenía la sensación de que, posiblemente, estuvo nerviosa, pero ni siquiera recordaba claramente el primer contacto con Xavi. Simplemente, de un momento a otro, se convirtió en su mejor amigo.

Pero con quince años y llegar al Conservatorio Allegro le causaba terror.

Ser la nueva siempre es complicado.

En cuanto dio un paso adentro sintió un revuelo en su interior. Sus ojos recorrieron el lugar con admiración; sencillamente bonito y elegante.

Sus ojos captaron la lejana mirada curiosa de un chico. Era alto y moreno, atractivo a simple vista. Increíblemente era alguien que lograba destacarse entre tanta gente.

Entonces Lola notó que el chico empezó a acercarse hacia ella. Reincorporó su postura ante los pasos que daba. Él, con una pequeña sonrisa amigable, quedó de pie frente a ella y dijo:

—Hola. Eres la nueva, ¿no?

—¿Tanto se nota? —preguntó Lola con una sonrisa nerviosa.

—Es porque nunca te había visto... y se nota un poco, pero no hay nada de qué preocuparse —se encogió de hombros—. Soy Andrés.

Le ofreció su mano.

—Soy Lola —dijo mientras estrechaba su mano—, Lola Díaz.

—Un gusto, Lola. ¿Eres de aquí, Barcelona, o vienes de otra parte?

—De aquí.

—¿Y qué te trajo a Allegro? —con un movimiento de su mano señaló el lugar.

—Estoy muy interesada en la música —ella sonrió—. Quiero ser una gran compositora, toco el piano.

—Que genial —musitó él—. ¿Qué clase te toca, Lola? ¿Ya tienes tu horario?

—Nop.

—Eres nueva, debes ir a la oficina de la profesora Ortiz para que te de ciertas explicaciones de la institución y tu horario.

—¿Y la oficina queda...?

Andrés soltó una pequeña risa.

—Venga, que yo te llevo.

Lola soltó un gracias mientras le seguía el paso.

—¿Y cuánto tiempo llevas estudiando aquí, Andrés?

—Hace dos años.

Lola dejó de caminar. Un cartel pegado en la pared le había llamado la atención. Andrés notó esto y caminó hacia ella, quedando detrás de ella y observando lo mismo.

—¿Qué es el Premio Revelación? —preguntó Lola en cuanto sintió su cercanía.

Premio Revelación.

Inscripciones a abiertas.

—Uno de los premios más prestigioso de aquí. Yo participaré el próximo año —habló la voz de Andrés a sus espaldas.

Hubo una pizca de egocentrismo al decir su última oración, y Lola lo notó.

—Seguro sí —murmuró ella mientras se volteaba.

—Vamos, la oficina está por acá.

Durante el camino Andrés le fue explicando varias reglas y horarios habituales y los diferentes eventos que se realizan en donde los estudiantes son los protagonistas y aprovechan las oportunidades para demostrar su talento.

—Aquí es.

Andrés le dio dos golpes a la puerta de metálica, en el cuál tenía un letrero "Oficina del Departamento de Piano". Y abrió la puerta al recibir el permiso de la profesora.

Una mujer alta y esbelta, rubia de ojos claros, los recibió en la oficina. La calidez con la que los recibió hizo que Lola se sintiera aún más cómoda. La profesora tendió su mano hacia Lola en forma de saludo formal. 

—Tú debes de ser Lola.

—Sí, mucho gusto profesora.

—Yo debo irme a clases —comentó Andrés dirigiéndose hacia la puerta—. Fue un gusto conocerte Lola.

—Igualmente, Andrés —agitó su mano viendo como el chico desaparecía detrás de la puerta.

—Veo que has conocido al joven Rodríguez —la voz de la profesora sonó en toda la oficina cuando estuvieron solas—. Talentoso y determinado, también es pianista, como tú, y es el hijo del profesor Rodríguez, quién imparte clases de Orquesta.

La joven quedó sorprendida al escuchar a la maestra. Andrés parecía ser un excelente alumno ante los ojos de los profesores.

Entonces la profesora agregó:

—Me sorprende que él haya sido la primera persona a quién conozcas en este lugar.

—¿Qué quiere decir con eso?

La profesora Ortiz sonrió sin mostrar los dientes y se encogió de hombros.

—Simple curiosidad.

No se hizo ni una mención más sobre Andrés. Lola tomó asiento en el escuchó atenta a las indicaciones de la profesora Ortiz.

—Bueno días, alumnos —dijo la profesora Ortiz minutos más tarde al entrar al auditorio que estaba lleno de estudiantes—. Quiero pedirles su atención. Les presento a Lola Díaz, nueva alumna en el conservatorio.

Todos los ojos estaban puestos en ella.

—Antes de sentarte, Lola, toca algo para nosotros —la profesora Ortiz señaló el piano que vació que estaba a unos metros de ellas.

—¿Ahora?

—Por supuesto —respondió con una sonrisa angelical.

Lola soltó un suspiro y se sentó frente al piano. Sinfonía n.º 5. El auditorio estuvo lleno de las melodías de Beethoven. 

Cuando terminó, el lugar se llenó de aplausos y el pecho de Lola se infló de orgullo. Todas las miradas proyectaban admiración, todas menos una.

—Yo me quedé con ganas de más —comentó alegre una chica castaña—. ¡Otra!

Las mejillas de Lola se ruborizaron.

—Nunca debes defraudar a tu público —le dijo la profesora Ortiz.














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La campana sobre la puerta creó un sonido llamativo avisando la llegada de Lola a la cafetería. Cuatro cabecitas se alzaron con entusiasmo y curiosidad.

Lola sonrió al distinguir a sus cuatro amigos sentados en la mesa más grande frente al televisor donde pasaban la repetición del partido del Manchester vs. Chelsea.

—Hola chicos.

—¡Lolita!

Xavi fue el que se levantó del asiento para recibir a su amiga con un cálido saludo. Él la alzó del suelo y despeinó su cabello. Lola le proporcionó un golpe en el hombro antes de alejarse del neerlandés. Después siguieron Fermín y Balde, quiénes la molestaron entre risas y abrazos de su llegada tarde a la cafetería.

Un poco agobiada de tanto recibimiento, ella se separó de sus tres amigos futbolista. Miró por encima del hombro de Balde hacia la mesa.

Y faltaba alguien más...

Pablo, a diferencia de sus amigos, recién se había levantado y no mostraba tanta emoción como los demás.

Eso fue un golpe duro para la catalana.

—Hola.

—Hola.

Aquel saludo se sintió lejano y frío. Totalmente diferente a lo que era habitual.

Entonces se creó un silencio incómodo entre y el contacto visual era escasa entre ambos. Lola observaba cualquier otra cosa que no fueran los ojos cafés del sevillano. Pablo, cual rostro reflejaba indiferencia, mantuvo sus brazos cruzados sobre su pecho.

Por otra parte, los demás estaban de pie, estáticos, sin saber que decir o hacer. Balde carraspeo en un intento de aligerar el ambiente pesado. Fermín miró nervioso a Xavi en busca de alguna solución al pequeño problema notorio que existía.

—Venga, chicos —exclamó Balde rompiendo el silencio y acercándose a ellos—. Dejen sus diferencias a un lado.

Fermín se mostró de acuerdo ante las palabras del defensa, entonces se acercó. Colocó su mano sobre el hombro de Pablo, abrazándolo de lado, y dijo:

—No pueden seguir aplicando la ley del hielo.

—Todos ustedes lo sabían...

—A la mierda si lo sabíamos antes o no —soltó Xavi—. Lo importante es mostrarle todo nuestro apoyo a Lola. Está iniciando una nueva etapa, y como sus amigos debemos apoyarla.

Pablo no dio una respuesta, solo la observó en silencio. Ella soltó un suspiro e interfirió, diciendo:

—Chicos, no tienen que obligarlo a que me dirija la palabra.

Conocía su carácter fuerte y entendía perfectamente su enojo. Ella le había ocultado algo importante. Ella también se hubiera enojado si las cosas hubiesen sido al revés.

Entonces se volvió hacia él y se atrevió a mirarlo a los ojos.

—Pablo, entiendo que estés enojado. Lo siento, Pablo.

—No estoy enojado contigo Lola... solo... sigo procesando todo.

¿El secreto o el beso?

Lola entendía que se refería a ambas.

Ella también había pasado sus días procesando todo... las consecuencias que tuvieron a sus acciones al ocultarlo algo tan importante a Pablo y aquel beso culposo compartieron bajo la lluvia.

—Lo siento.

Logró escuchar el murmullo que se escapó de los labios del sevillano y lo miró confundida. ¿Por qué él se disculpaba? Se supone que el error fue de ella por haberle ocultado sobre su salida de la Masia. Pero nadie más lo había escuchado salvo ella.

—¡Sabía que harían las pases tan rápido! —exclamó contento Balde—. Estoy hay que celebrarlo. ¡Mesero! —llamó al joven trabajador que se encontraba limpiando las otras mesas—. Disculpe, pero ya que vamos a ordenar.

Las cosas no estaban igual que antes, y tanto Pablo como Lola lo sabían. Sin embargo, podían hacer el esfuerzo para que la salida no se transformara incómoda.

El joven mesero llegó rápido al llamado de Balde. Entre todos pidieron hamburguesas y papas con beicon bañadas en queso cheddar. Lola quedó sentada, atrapada en medio de Balde y Xavi y teniendo a Pablo a su frente, el cual estaba sentado con Fermín, que le enseñaba algo en su celular.

—Esta semana ha sido muy tranquila y algunos preguntaron por ti, Lolita.

Ante la voz de Xavi, Fermín apagó su celular y tanto él como Pablo se interesan en la conversación de sus amigos. El onubense sonríe y con una sonrisa burlona, dice:

—Xavi les dijo que te internaron en un psiquiátrico porque estás loca.

—¡Xavi! —Lola miró enojado al neerlandés.

—¿Qué? Solo eran un par de entremetidos, ni siquiera te conocen.

—Pero van a creer que estás loca.

—Lola —Xavi alzó las cejas—, ya lo estás.

Le proporcionó un golpe en el hombro mientras él solo se reía entre dientes.

—¿Te acuerdas de Ansu? Le ha ido increíble —comentó Fermín captando la atención de Lola, la cual dejó en el olvido al neerlandés—. Está entre los seleccionados para, próximamente, debutar en el primer equipo.

Lola sonrío al escucharlo. Ansu Fati es un compañero mayor de la Masia con un gran talento. Él estaba a nada de cumplir el sueño de cualquier niño que pasa por la Masia.

Entonces se maginó un escenario de sus cuatros amigos jugando en el primer equipo y ella estando en las gradas viéndolos con orgullo.

—¿Se imaginan llegar a jugar con Leo Messi? —preguntó con ilusión Lola.

Leo Messi, reconocido por muchos como el mejor futbolista y uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. Pero para Lola, uno de sus grandes ídolos. Un gran ejemplo de persona en todos los aspectos.

—Sería un sueño —aseguró Pablo, mirando fijamente los ojos de Lola.

La hora en la cafetería pasó volando, fue una tarde llena de risas, chisme, papas fritas y hamburguesas. Mayormente, Balde jugando con la comida y robándoles carcajadas a sus amigos.

Para cuando el reloj marcaba las seis de la tarde, todos se tuvieron que ir.

Solo quedaron Pablo y Lola.

El sevillano se había quedado sentado junto a ella en la mesa a petición de la catalana. Quería un momento a solas para discutir con él sobre ellos, lo que sucedió hace una semana y no quería que los chicos fueran una distracción.

Sus dedos jugaron con la tela de su falda mientras esperaba que de su boca saliera alguna palabra.

No sabía cómo iniciar la conversación. En aquellos momentos se estaba replanteando si había sido buena idea o el momento indicado para hablar. Sabía que debía de ser lo más rápido, sin dejar que el tiempo transcurrirá y ellos distanciados, pero no sabía qué hacer.

—Lola.

Ante el suave, casi inaudible, llamado de Pablo, ella lo miró.

—Lo siento.

Ella frunció el ceño.

—¿Por?

—Por haberte besado.

—¿Tú... lo... lamentas? —sentía que no tenía las fuerzas para hablar—. ¿Lamentas haberme besado?

El mismo Pablo Gavi, el cual le había correspondido el beso bajo la lluvia, en estos momentos se mostraba arrepentido frente a ella.

—Sí, las cosas entre nosotros están raras por culpa de ese tonto beso.

Y tenía razón. Lola agachó la cabeza.

—Sin embargo... besarte... fue lo que más había estado anhelando últimamente.

Levantó su cabeza con cierta emoción al escucharlo. Las mariposas rápidamente se instalaron en su estómago revoloteando de alegría.

—Te quiero, Lola, y no de la forma que debería.

—Yo también te quiero, Pablo —murmuró ella con una sonrisa—. Y quiero volver a besarte una vez más.

Antes de que Pablo pudiera replicar, sintió los labios de Lola sobre los suyos. Colocó su mano sobre la mejilla de ella y le acaricio con suavidad mientras el también empezaba a sentir un hormigueo en su estómago.


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