01
Me levanté y fui directo al baño para hacer lo que tenía que hacer.
Cuando salí agarre unos pantalones de mezclilla rasgados, una camiseta blanca con letras negras que decían "Free" y unos Converse negros.
No era tan sofisticado lo que llevaba pero al menos estaba vestida.
Baje a desayunar cuando ví a Catalina con una falda negra de cuero, un top rosa, medias negras y tacones rosa pastel.
— ¿Dónde será el show de modas? —
Dije sirviendo cereal y fruta a mi plato.
— Me haces sentir halagada, hermanita. Pero voy a la escuela con todo mi estilo.
Me metí una cucharada de melón con yogurt a la boca disfrutando del sabor dulce.
María también bajo con un pantalón negro, una camisa azul y unos tenis deportivos blancos junto a su mochila.
Se sirvió cereal y se sentó junto a mi.
— ¿Javier está listo? No hay que llegar tarde el primer día, eso arruinaría mi reputación.
— Tranquila loquilla, ya estoy listo.
Javier bajo vestido de forma excéntrica como Catalina.
Llevaba pantalón negro rasgado, una camisa color perla, tenis negros y lentes oscuros.
— Ya, ¿listos? Vámonos.
María se levantó y dejo su plato en el fregadero, la seguí instantáneamente.
— Tengan un lindo día, Javier! Cuidadas bien.
Julieta abrazo a Catalina y beso mi frente.
Yo me queje al sentir su piel extremadamente fría.
Salimos los cuatro de la casa para subirnos al Porsche rojo llamativo.
— Hagamos esto.
Dijo Javier conduciendo rumbo a la escuela de Forks.
[ ... ]
Cuando llegamos pude ver qué efectivamente todos tenías los ojos sobre nosostros.
Genial.
"Seamos discretos" claaaaro, como si eso pudiera pasar. Nosotros nacimos para brillar.
Bajamos del auto para caminar en el estacionamiento con todas las miradas sobre nosotros.
Podía oír a todos susurrar que quienes éramos.
Mi oído lobuno a veces era una desventaja para mí.
Llegamos a la puerta de entrada para pasar e ir directo a la dirección.
— ¿Son los estudiantes nuevos venidos desde argentina? Aquí tienen sus horarios.
La señorita Josefa Rodríguez los ayudará a encontrar sus salones y a conocer más las instalaciones.
Ella nos sonrió y nosotros solo asentimos con respeto saliendo de allí.
— Emmm... ¿Quién será Josefa?
Dijo Catalina con evidente curiosidad.
— Voltea chica. Ustedes obviamente son los nuevos, pues bienvenidos. Es un orgullo tener más estudiantes hispanohablantes.
Miramos a una chica de bajas estatura pero bonita con acento claramente mexicano.
— ¿Nos juntaremos para decir que Taco Bell es un asco? — Comenté con burla.
— Eso ni lo dudes, querida.
Yo sonreí.
— Ahora! Síganme les mostrare sus primeras clases y en dónde serán.
[ ... ]
En el salón de química todos voltearon a vernos llegar.
— Son los nuevos! Bienvenidos, les diré con quiénes se sentarán. — el profesor dió una pequeña presentación de que habíamos llegado de argentina.
— Ok! Joven Castillo usted se sentará con Manuel Rodríguez, Señorita Catalina con Josefa Rodríguez.
Usted señorita María con la joven Paula Martinez y por último la joven Ximena con la señorita Renesmee Cullen.
Yo solo pase saliva y voltee a ver a la chica de 17 años que levantaba la mano.
Así que me senté junto a ella.
— Hola, soy Renesmee. Renesmee Cullen.
Ella me ofreció la mano y yo dude en tomarla. Hasta que finalmente lo hice rezando para que no preguntara sobre mi temperatura.
Ella la sacudió levemente y sonrió con amabilidad.
— Bueno chicos! Habrán sus libros en la página 12, allí tenemos un proyecto genial que tiene que ver con la ciencia.
Yo abrí el libro con flojera y nerviosismo al escuchar cualquier cosa que pasaba a mi alrededor.
Estúpido oído lobuno.
[ ... ]
Cuando se acabaron las clases y tuvimos la hora del receso camine rápidamente al comedor.
Me moría de hambre por una extraña razón.
Tomé una bandeja y me servi tres manzana, una buena cantidad de ensalada de pollo y dos botellas de agua.
— Wow, ¿todo eso comes?
Voltee detrás de mi y allí estaba Renesmee.
— Sí, soy de buen comer. — dije tomando en un plato pequeño pastel de moras.
— Me recuerdas a un amigo... Él come demasiado, también sus amigos.
Dijo risueña, hablando de su amigo como si fuera su adoración.
— ah, pues hay gente de todo tipo.
Ella parecía algo ofendida con mis respuestas.
No tenía la culpa, me estaba portando impaciente por qué tenía hambre.
Así que sujete su mano y la senté en una mesa para empezar a deborar la comida.
— De verdad que sí te pareces a él. —
Yo voltee la cara como cachorro perdido.
— La misma cara de perrito.
Esta vez la miré con atención, era muy hermosa.
Delicada y con uno que otro movimiento muy elegante pero a la vez torpe.
Yo era torpe y brusca en todo momento por eso me sorprendían humanos de ese tipo.
— Oye! No hemos hablado mucho y ya me caes bien. Me preguntaba si querías ir mañana a la push, es una playa en una reserva no muy lejos de aquí. No tengo tantos amigos aquí en esta escuela así que...
Yo la interrumpí con la botella de agua en mi mano.
— Si hay comida, voy. Me gusta la playa. Pero llevaré a una amiga.
Ella asintió y me miró con curiosidad cuando intento tocar mi brazo.
Ay, no.
No quiero enterrar un cadáver, no de nuevo.
Digo, ¿qué?
— Estas ardiendo, ¿no estarás enferma?
— No! Así soy de ardiente... Ya sabes.
Guiñe un ojo y sonreí como babosa cuando ella río de mi estupidez.
Ella me platico algunas cosas de los lugares cerca y que hace mucho no salía con personas que no fueran sus familiares o amigos de la infancia.
[ ... ]
— Uy! Te vi hablando con esa chica... Bueno, más bien ella hablaba mientras tú comías como el animal que eres.
Le di un puñetazo al brazo de Javier.
— Cállate, se podría considerar una amiga muy rara.
— Mira quién lo dice, la que huele a perro mojado.
Volví a golpearlo.
— ¿Entonces es una cita? — Catalina apareció a mi lado con una sonrisa en su cara.
— No!!! Chicos, apenas la conozco. Si le llame la atención debe ser por qué dicen que las personas que comen mucho son muy simpáticas.
Yo solo rodeé los ojos y miré a Emiliano pidiendo ayuda.
— Chicos paren. Te invito a la push, definitivamente se van a casar ambas. — Emilio sonrió con burla.
— Ay, por mis pulgas!!!
Me tape la cara con mis manos y grité en ellas de frustración.
— Pulgosa.
Susurró Javier.
Ya me cansé.
Me levanté y le di un puñetazo en el estómago a Javier, aunque sabía que eso no lo dejaría desmayado... Al menos le dolería.
— Hijo de perra, cabroncito mijo. — dije con una sonrisa un poco sádica.
Agradecía que Julieta y María estuvieran en el supermercado por qué si no me tendría que tragar mi odio hacía el chupasangre de Javier.
[ ... ]
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