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Incomodidad

— Si no quieres saber como se siente que se te suba un huevo, vas a decirnos que sucedió en aquella fiesta.— amenazó Vegetta al pobre de Juan mientras lo levantaba sin nada de delicadeza y lo apretaba contra la pared de la manera más amenazante posible.
Sabía que no debía actuar así, pero realmente estaba molesto por no entender la actitud que tenía Spreen desde aquella noche.

— Le juro que no sé que pasó con ellos.— queria zafarse del agarre pero sabía que era inútil. Además no solo tenía a Vegetta amenazando, también estaban los padres de Roier.

— No te creo, así que habla o quedarte sin un huevo va a ser el menor de tus problemas.—

El castaño tuvo que cerrar las piernas más asustado, no se ponía a llorar porque ni siquiera le salían las lágrimas por el miedo.

— No sé que pasó con ellos después de meterlos en el armario.— admitió pensando que estaría en el hospital por un largo tiempo.

—¿¡LOS ENCERRARON!? — Juan sintió que se le iba el aire por el agarre.

— ¡No!
Ellos fueron los que estaban ahí.
Estábamos... Estábamos jugando a 7 minutos en el paraíso.
Se supone Roier estaría con Carre pero cuando abrimos la puerta, Spreen estaba ahí y bueno...— dejó de hablar cuando Vegetta le soltó haciéndole caer al suelo.
Estaba intentando asimilar lo que Juan le decía
Su pequeña estuvo en el armario.
A solas.
Con Roier.

Y desde ahí ambos se negaban a mirarse.
¿Acaso...?

Oh Dioses.

Y mientras ellos seguían en shock.
Carre estaba intentando llenar aquellos espacios en blanco de su mente.
Y es que desde aquella fiesta las cosas habían estado bastante incómodas.
Roier y Spreen no se hablaban desde hace días, Carre estuvo confundido por ello porque según él, la fiesta fue divertida. Nada fuera de lo usual.
Aunque tenía momentos difusos después de beber tanto.
Solo recuerda estar en la fiesta, las piñas coladas y luego estar bajo el chorro de la regadera mientras intentaban limpiarlo después de vomitar el auto de los padres de Spreen.

En su defensa, nadie le advirtió que las piñas coladas eran 90% alcohol, 5% piña y 5% coco.

— ¿Alguno va a hablar? ¿O puedo decir algo de la nueva Spreen?— comentó sin dejar de ver a la chica.
Era demasiado raro verla vestirse así sin querer cumplirle el gusto a su padre.
Estaba usando un vestido rosa con brillos, tenía el cabello suelto y... ¿Eso era maquillaje?

¿Quién era ella y qué le pasó a Spreen?

Le asustaba bastante el pensar que algo realmente malo sucedió y no estuvo ahí para presenciarlo.

— No pasó nada, Carre. Solamente ehm
... ¿Es la pubertad?— dijo Roier mientras se encogía de hombros.

Carre rodó los ojos cansado.
Esto no tenía nada que ver con la pubertad.

Miró fijamente a sus amigos, queriendo saber si podía leer sus movimientos corporales a falta de explicaciones.

Spreen miraba a Roier, pero no lo hacía directamente. No tenía su vista fija en su cabello, ni sus ojos.
¿Estaba mirando a sus labios?
Okay, parece que ya tiene algo.

Ahora fue el turno de Roier.
Este se mordía el labio, bajaba la mirada, apretaba los puños y aunque primero penso que estaba mirando el busto de Spreen (y estuvo a poco de golpearlo con el sartén que tiene debajo de la cama), estaba atento a la cintura de la chica, como si quisiera tocarle.

Oh...

— ¿Acaso esto fue por el beso?— soltó de la nada provocando que se sonrojaran completamente.

— ¿¡LO SABÉS!? ¡PERO SÍ ESTABAS DORMIDO!— Ahora Roier estaba más rojo que su sudadera.

— No me dormí apenas entramos al armario, ví a Spreen metida ahí y me hice a un lado cuando me dieron ganas de vomitar, lo cual si termine haciendo en aquel abrigo.
Cuando me dí la vuelta los ví besarse así que les dí su momento, solo que al estar tan oscuro y el piso era tan cómodo, me quedé dormido.— mientras estaba hablando, las expresiones de sus amigos pasaban por todos los estados posibles.— Pero si ví como se comían la boca.

El silencio invadió la habitación por largos minutos. Y ya que nadie más hablaba, Carre iba a seguir.

— No es gran cosa un beso.
Hay amigos que se besan y no por ello dejaban de ser amigos.— queria calmarlos un poco, que tampoco quería que su amistad se viera arruinada por esto.— Y ya que aclaramos esto.
¿Ya podés decir porque andas de princesa?— Carre quería acabar con la incomodidad del beso y empezar con otra. Que no sabía si podían ponerse a hablar de sentimientos y esas cosas cursis. Ya tenía suficiente con verlas en casa todos los días.

La morena los vio a ambos, intentando quitarse el cabello del rostro al no estar acostumbrada a tenerlo suelto, hasta que Roier le ofreció su bandana para amarrarlo.
La tomó sintiendo una pequeña descarga cuando sus dedos se tocaron.

— No podés reírte porque te juro que te rompo el orto.— amenazó mirando mayormente a Carre.— Quise hacer esto para saber si... Bueno.—

Miró el suelo dándose cuenta que estaba hecho de suelo. Muy bonito por cierto.

— Si vos estabas confundido con lo que sentís.— dijo ahora teniendo su mirada de Roier. Quien seguía poniéndose cada vez más rojo.

¿Spreen sabía qué...?
¿Desde cuándo?

— ¿Vos querés esto? ¿Qué sea una "señorita"? Porque no puedo serlo, Rosher... — la forma en que dijo su nombre aceleró el corazón del castaño.— Tenés que aceptar que no soy una princesa como mi pa quiere que sea. Y si me besaste esperando que algo cambiara, estás re mal, capo.

— ¡Te juro que no quiero eso!— Gritó Roier sorprendiendo a ambos.— Me gustas por como eres, desde pequeños es así. Eres Spreen, la chica que escupe a más de un metro, la que sabe subir árboles como una profesional, quien nos rompe el culo en los videojuegos, quien se ha zafado la rodilla más veces de las que puedo recordar.—

Estaba declarándose.
Por fin estaba diciendo sus sentimientos en voz alta.

— Eres Spreen, no Spring. ¿Recuerdas?—

Carre en ese momento estaba comiendo palomitas muy atento al chisme. ¿De dónde las sacó?
De debajo de su cama.
Ahí tenía muchas cosas.

—Claro que el beso no fue planeado. Que sí, iba con la intención de besar a Carre.—

Al escuchar eso el mencionado comenzó a toser.

— Pero me alegra saber que te besé a tí.—

Esto pudo ser un momento bastante romántico, donde se dieran el tiempo de ser honestos con sus sentimientos y saber que es lo que querían ahora, si no fuera que la puerta de la habitación de Carre fue derrumbada dejando ver a los padres de Spreen, Roier y Carre en pánico con muchas cosas en las manos.

— ¡Es hora de la charla!—

Grito Vegetta lanzandoles varios paquetes de condones a los chicos.

¿Qué?

— Sabemos lo que pasó en aquella fiesta y mejor condón en el pene que gorrito para el nene.— dijo Quackity mientras se sentaba a un lado de su hijo y le daba varios paquetes de lubricante.

¿¡QUÉ!?

Los adolescentes estaban con la cara más roja que una manzana.
Mirando todo lo que sus padres traían consigo y... ¿Eso era un...?

Spreen solo se pudo cubrir el rostro con ambas manos, Roier intentado ver si lanzarse por la ventana sería buena idea y Carre...
Bueno, él estaba viendo que tanto se movía aquel "juguete" entre sus manos.

— Debimos hacer esto antes pero seguíamos asimilando que ya no son unos bebés.— Vegetta quiso llorar al recordar lo pequeña que era su hija antes. Y ahora tenía que darle la charla. El tiempo pasa muy rápido. — Pero ahora es buen momento para decirles como cuidarse, los riesgos que hay y demás.
Así que, ¿Quién me presta una banana? Tengo que mostrarles como se debe poner.

Iban a morirse de vergüenza.
¿Qué carajos piensan sus padres que pasó en aquel armario?

Porque ninguno podía hablar para intentar dar una explicación.

— Juan nos contó todo, así que no tienen porque sentirse así. Ahora solo presten atención porque no lo repetiremos dos veces.— Dijo Luzu tranquilamente mientras sacaba un libro de educación sexual, así provocando dos cosas:

Que los chicos después de la charla no pudieran verse a los ojos por una semana.
Y que Juan terminase con una pierna rota cuando fueron a darle las "gracias" por no explicarle las cosas bien a sus padres.

¿Qué tan precoces creen sus padres que son?
Porque hasta tocaron el tema de los tríos...

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