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Cambios extraños.

Roier y Carre no entienden porque después del verano Spreen parecía tan molesta con todo el mundo.
Bueno, más de lo usual.

Primero pensaron que fue que ellos viajaron en vacaciones fuera de la ciudad a visitar a la familia sin poder avisarle antes y con ello arruinando todos sus planes de salir a jugar videojuegos y aprender nuevos trucos en la patineta.

Roier yendo a México aprovechando a disfrutar de las costumbres de ahí, porque eso sí, a veces Luzu parecía querer darle más toque de España y eso no le parecía a Quackity.
Mientras que Carre se iba hasta al pueblo de donde era su papá, un lugar donde el internet no era muy bueno así que muy al tanto de la vida en la red no estuvo.

Al apenas volver fueron rápidamente a la casa de la morena pero está se negó a recibirlos.

— Lo siento, mi niña no tiene ánimos de verlos.— fue lo único que pudo decirles Veg mientras Spreen los veía por la ventana con una extraña expresión.

Pasaron los días e incluso en la escuela eran ignorados.
¿Acaso sucedió algo en esas semanas?

Roier era el que peor se sentía con la indiferencia.
No le gustaba cuando la actitud de las personas hacia él cambiaba.

Haría hasta lo imposible por volver a lo de antes, por lo que justo en este momento está subiendo hasta la habitación de la morena con una nueva patineta y una camiseta con diseño de un gato muy parecido al gato gordo y naranja de su padre Rubius.

Siendo este quien le dejó entrar sin pensarlo tanto.
Él solo quería terminar el videojuego antes de que Veg volviera y lo obligase a hacer algo más productivo.

Quiso tocar antes de entrar pero era tanta su desesperación por arreglar esto que solo empujó la puerta sin pensar.

— Spreen, espero no te moleste que...— sus ojos se abrieron con asombro al notar los dos grandes cambios que parecía haber sufrido la chica.

"¿Tiene pecas ahí también?"

Pensó sin apartar la mirada.
Solo causando que Spreen gritándose mientras intentaba cubrirse con una almohada.

— ¿¡QUE MIERDA HACES ACÁ!?— su cara estaba demasiado roja.
¿Por qué de toda la gente en el mundo tenía que ser Roier quien la veía así?

— Yo quería...y tú...y yo.— su mirada no se alejaba de aquella parte de la anatomía de Spreen.

Y es que jamás se esperó ver algo tan...
¿Voluptuoso?
¿Grande?
¿Redondo?

Eso.

Tan buena suerte tenía que entró a la habitación justo cuando la chica se estaba vistiendo.
No estaba desnuda como tal, tenía el pantalón con gatitos de su pijama y un...
¿Cómo se llamaban esas cosas?
¿Corpiño?
No, no.
Eso se usa con un pecho más pequeño, estaba seguro que era otra cosa.

¿Sostén?
¡Sí!
Un sostén.
Morado.
Y...

Tuvo que bajar la mirada para ver que el piso está hecho de piso.

Su intención jamás fue verla de este modo.
Fue cosa de segundos pero claro que le bastó para notar ese GRAN cambio.

— ¿Por eso haz estado tan molesta?—

Sus neuronas comenzaron a trabajar uniendo todas las piezas.
Era obvio que esto sucedería, ya no eran niños, estaban creciendo.
A él incluso ya le estaba saliendo bigote (uno que más parecía pintado con lápiz pero bigote)

Y es que simplemente había momentos donde olvidaban que Spreen era una chica y debido a la pubertad se empezaría a desarrollar.

No solo era el pecho, sus caderas se veían más anchas, su cintura se marcaba.
Se lograba ver una diferencia en su físico que la morena ya estaba odiando.

Roier volvió a levantar la mirada al escuchar aquellos sollozos.

Oh no.
¿Por qué tenía que ser tan pendejo y arruinar esto?

— Odio esto.— dijo la morena aún cubriéndose con la almohada — Yo no quería un par de tetas así.
¿Sabes lo vergonzoso que fue ir a comprar estás cosas?— señaló la cama donde tenía varias prendas de ropa interior, solo logrando que Roier tuviera que pensar en otra cosa para disimular que otros cambios pasaban en la adolescencia en los chicos.— Es incómodo, rebotan cada que me muevo, la ropa se me ve rara, duelen cuando salto.
¿No podía tener tetas pequeñas?
¿Esto es porque el viejo tiene tremendo par?
Maldigo a mi padre por heredarme sus tetas.

Eso último causó una pequeña risa en Roier, la cual tuvo que disimular con una tos.
No era el momento.

— Y ahora vos me trataras diferente.— tomó su sudadera y rápidamente se la puso para dejar de estar dándole tremendo show al castaño.— Ve y decile a Carre ;
"Por fin se nota que Spreen es mujer."
"Vi mis primeras tetas y fueron las de Spreen. No es lo que esperaba pero sirve."
O lo que se te ocurra.
Me da igual.

Ocultó su rostro con el gorro de la sudadera, no quería ver a nadie.
Ya no quería hablar.
Solo esperaba que la tierra se la tragase.

— Yo no veo razones para dejar de tratarte como antes.— susurró Roier sentándose a su lado.

— ¿Querés que te las muestre más de cerca? — preguntó más cabreada—Dale, así vos entendes que ya nada será igual.
Con tremendos globos de grasa que solo crecieron para joderme la vida es seguro que no podremos seguir siendo amigos.

— Spreen. ¿En serio crees que ya no debemos ser amigos solo porque te desarrollaste?
Es algo normal.
Que le pasa a cualquier adolescente.
Y perdón por mi reacción, es que no esperaba verte así y... Lo siento.
Me sorprendi al entrar y que eso fuera lo primero que veía.

Estaba jugando con sus dedos, moviendolos de un lado a otro y luego entrelazandolos.

Claro que él respetaba mucho a su amiga y aún cuando seguía teniendo otros sentimientos por ella, no quería hacer las cosas incómodas.

Era obvio que Spreen tendría este odio interno por no querer que se le viera diferente.
Ella seguía siendo la misma chica de siempre, solo que con dos... Bueno.
Ya saben.
Y si antes se le veía mal que una niña hiciera cosas de niños, ahora sería peor que una señorita anduviera por ahí actuando como un crío.

— Sigues siendo tú. La chica más ruda que he conocido. A la que nadie le gana en el parkour, que sabe escupir a más de un metro, quien sabe hacer trucos en la patineta con los ojos cerrados y sabe como acomodarse su propia pierna cada que se la mueve de lugar.
Esto no es nada para tí.

Ante esas palabras Spreen solo pudo sonreír levemente.
Era cierto.
No porque su cuerpo estuviera cambiando por fuera, también debía hacerlo por dentro.
Ya encontraría la forma de adaptarse.
Podría pedirle a sus padres que le compraran un bra deportivo para poder continuar con el parkour.
Buscar ropa unas tres tallas más grande para disimular.
O solo mandar a la mierda a la gente que le viese de otra forma.

Ya más tranquila le dió un abrazo a Roier, quien solo se quedó todo tieso sintiendo que podía desmayarse cuando su pecho chocaba contra el de la morena.

Esto si era diferente, pero duda llegar a decírselo.

Apenas pudo cambiar su expresión cuando se vieron nuevamente a los ojos.

— Ahora tú tienes que mostrarme.— soltó como si nada logrando que el castaño se moviese hacia atrás y cayera de la cama.

Ahora él parecía un tomate maduro.

— ¿Qué?— su voz salió tan aguda que le daría competencia a la de Alvin y las ardillas.

— Vos me viste sin camisa, ahora es mi turno. — comentó como si fuera lo más obvio— ¿O qué pensas?
¿Qué otro cambio existe en los chicos?
Porque la barba ya te la veo desde acá y solo faltaría que...

Se quedó callada mientras iba pasando la mirada por el cuerpo ajeno.

— Oh...

Claro que existían otros cambios pero esos no quiere verlos.

Aún.

Quizás luego se verían otras cosas no aptas para toda la famila.

(...)

Y no muy lejos de ahí teníamos a Carre en su casa teniendo una gran revelación al recordar a Spreen aquella vez en la ventana, donde al inicio pensó se encontraba recargandose contra un peluche mientras seguía negándose a salir.
Para al final entender que era lo que realmente vio.

— Se me antojo un melón.
O dos. Pero de otros porque seguramente esos ya los apartó Ro.

Comentó entre risas sin saber lo que sucedió
Porque aún teniendo ya tranquilas las aguas, dos adolescentes se quedaron en la habitación con sus caras tan sonrojadas que parecían a poco de morir de pena.

Porque a pesar de que sus cuerpos iban cambiando, sus pensamientos seguían un poco estancados en lo infantil.

"Cinco segundos antes y Ro me hubiera visto hasta la consciencia."

Pensó Spreen recordando que sobre la cama había dejado otra prenda que ojalá el castaño no hubiese mirado tanto.
O ahí si tendría que cavar un agujero y meterse en el.

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