En el Inframundo...

Una luz negra cae en el castillo de Hades y el alma de Nate se choca con el suelo.

―Ay, eso me dolió. ―Mira a un lado y otro―. ¡Ah! ¡Estoy devuelta aquí! ―Se levanta.

―Nate. ―Oye una voz enojada.

Sonríe.

―Hola, papi.

Hades se acerca y se pone delante.

―¡¿Te moriste?! Eres un incompetente, qué decepción.

―¿Me morí? ―exclama confuso y se señala―. No, yo no me morí. ―Niega con la cabeza―. Debo estar conectado a mi cuerpo porque aún lo siento. ―Se mira las manos.

El dios entrecierra los ojos y lo observa.

―Es cierto. ―Se percata―. Dime ¿Qué pasó?

―Los espectros me quitaron el anillo ―explica.

―Los espectros ―repite y piensa, luego sonríe―. ¿Ella siente algo por ti, cierto? Ellos seguro se dieron cuenta.

Frunce el ceño.

―¿Y qué con eso?

―Ella vendrá por ti, es la perfecta trampa.

―¿Trampa de qué? ¿No la querías viva? ―pregunta confundido.

―En la entrada del inframundo, intercambiarán los votos y entonces no habrá problema, allí los vivos pueden estar.

―¡Espera! ¡¿Qué?! ―Se desconcierta―. ¿Qué quieres decir con eso?

Hades mira a un sirviente.

―Hagan los preparativos, pronto tendremos una boda. Al fin, la Muerte y la Vida, se van a casar y reconstruiremos el Inframundo.

Nate comienza a preocuparse.

―Ay, no.

El dios se ríe.

―Claro que sí.