Ella siempre se había preguntado qué significaba morirse, qué se sentía morir y qué iba a pasar después de morir.

Le aterraba pensar que algún día sus ojos se iban a cerrar y nunca más volvería a ver la luz del sol, que nunca más comería su comida favorita y, sobre todo, le aterraba pensar que después de morir no volvería a tener conciencia. Que iba a dejar de existir. Que ya nadie la iba a recordar. Que iba a morir.

En realidad, lo malo no está en morirse. Morir no es malo. No vas a dejar de existir. Vas a tener conciencia. Vas a abrir otra vez tus ojos.

Lo triste es, lo verdadera y horriblemente triste es, morir sin Cristo. Irte sin Él.

¿Sabes que se sentirá cerrar tus ojos cuando mueres y, cuando lo abras, despertar en un lugar de tormento?

¿Sabes que es abrir los ojos, tener conciencia y, saber que vas a ser castigado por toda una eternidad?
¡Toda una eternidad!

Probablemente no lo sepas, ni yo lo sé y, para ser honestos, no lo quiero saber.

Pero... Eso si es triste, eso si es malo, eso si es doloroso. Irte sin Él.

¿Y sabes que?
No hay tercer lugar.
No hay esperanza después de la muerte.
Ninguna cantidad de plegarias te harán ir al cielo.
Ninguna alma andará en pena buscando paz.

¡Nada de eso es verdad!
Mueres, te vas al cielo o al infierno. Punto.

Que no te miedo morir.
Que no te de miedo pensar en tu último aliento.
Que no te de miedo ser Cristiano.
Que no te de miedo despedirte de este mundo.

Que te de miedo, lo que de verdad debe darte miedo, es que la muerte te visite y tu aun no estés preparado. Por eso, se sabio cada día, se prudente cada día, se santo cada día.

Porque sin santidad...

Busca a Dios todos los días.
Ora todos los días.
Lee todos los días.
Sé santo todos los días.

Cuando la volví a ver, ella ya no temía mas a la muerte. El día que se fue, dijo que se iba feliz, vería a su creador. Vería a Dios.

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¡Dios bendiga tu vida y la de toda tu familia! ♥