Capítulo 20: Nuestra primera cita
Después de la llamada con Lili, entendía que este era mi momento; la hora de la verdad había llegado, convirtiéndose este evento en mi oportunidad. En consecuencia, hoy sería el día en el que podría dar un paso más dentro del alma de mi futura enamorada, así que empecé a calcular algo que pudiese encantarle. En cuanto a nuestra cita, decidimos al final que nos encontraríamos en la plaza central, y como no nos pusimos de acuerdo a qué lugar ir, preferimos poner un punto de partida, por eso elegimos aquel sitio. De cualquier forma, una vez terminamos de charlar, fui a prepararme, y calculándolo desde este momento, tenía más o menos una hora para poder estar listo, ya que para media tarde nos juntaríamos, así que lo primero que se me vino a la mente fue ducharme y que debía elegir la ropa de acuerdo al clima, por consiguiente, tuve que salir a asomarme varias veces por la ventana para medir la temperatura con mi cuerpo. A todo esto, las cosas hubieran seguido con normalidad de no ser porque debajo de mi ventana vi a mi vecina que no dejaba de gritar cada vez que me asomaba, y sin dudas a mí me hacía creer que ella estaba loca. Sin embargo, no le di mucha importancia, ya que estaba demasiado ocupado eligiendo lo que usaría. Para esa cita, no quería verme como un muchacho común, pero tampoco quería ir de traje, eso sería exagerado, por lo que se me dio por buscar algo más simple. Finalmente opté por ponerme lo siguiente: una camisa a cuadros azul y negro que no tenía mangas, unos jeans ajustados con un cinturón marrón (el mismo poseía un broche dorado) y unas botas negras de cuero que atrapaban mis pantalones. Esperaba que ese atuendo no fuera demasiado simplista y que no me hiciera pasar desapercibido. Como toque final, tomé un poco de mi perfume One Million (el cual me salió algo caro), y me lo puse. Para cuando terminé con los preparativos, recogí mi billetera y salí de casa. Ahora, muchos deben de recordar que mi suerte no es la mejor de todas, pues me vivo encontrando con gente extraña, y esta vez no era la excepción. Apenas cerré la puerta detrás de mí, tuve la sensación de que alguien me estaba mirando, lo que hizo que me girara hacia mis alrededores para descubrir entonces que no había nadie, aunque recordaba que la vecina estaba antes a fuera, pero ahora ya no, por lo que volví a restarle importancia a otro de esos raros acontecimientos, así que seguí con mi camino y fui a una florería. Para este punto, no creía que fuese necesario explicar a detalle qué era lo que había comprado, aunque de todas formas lo diré: conseguí unos hermosos tulipanes amarillos que elegí con gran esmero; seleccioné los más grandes y ostentosos, así que quizás era el ramo más bonito que alguien podría adquirir. A lo cual, siendo más específico, preferí en especial esas flores por el significado simbólico que tienen; ella para mí es el amor perfecto, además, creo que son las flores que la describen. Ahora, de acuerdo a mi teoría, yo estaba más que preparado para lo que me esperaba ese día, ahora solo me restaba llegar a la plaza central, y esperar. Una vez ahí, mi ansiedad subió por el hecho de que no podía aguantarme las ganas de verla; sí hubiera sido por mí, simplemente la hubiera pasado a buscar, pero ella no quiso, así que estaba obligado a soportarlo. Para las menos cuarto (la última vez que chequé el reloj), la vi venir corriendo, por eso es que enseguida oculté el ramo detrás de mí, y en consecuencia me detuve a analizar su aspecto. La apariencia que ella tenía ahora era preciosa: sus cabellos estaban sueltos dejando ver algunos de sus bucles danzar en el viento, tenía unas pequeñas botas con tacos de color negro, sus labios estaban ligeramente adornados de rubí, y en su poder se encontraba un vestido verde con unos voladillos al final de éste. Podría entrar en muchos más detalles, sin embargo, creo que no lograría procesarlo, ya que estaba completamente embobado mirándola.
—¡Hola Dalton! —mi amada frenó de repente, haciendo que eso me sacara de mi estupidez—. ¿Te hice esperar mucho? —preguntó algo agitada, y yo moví la cabeza hacia los lados rápidamente.
—¡No, para nada! —le dije un tanto nervioso.
—Me alegra —me sonrió y luego me pareció que me observó un poco, de ahí noté cómo sus mejillas se tiñeron ligeramente de carmín—. Te queda bien esa ropa.
—¿Eh? —musité al escucharla; fue patético por mi parte dejar que ella me hiciera el cumplido primero; tenía que apresurarme y autocorregirme—. ¡Sí, gracias! —hice una leve pausa—. Sin embargo, lo que tú te has puesto es perfecto para nuestra cita. Aunque creo que le falta algo —dije y metí mi mano en el bolsillo; ¿se creían que iba a irme de la casa sin "eso"? Al retirar mi mano del pantalón, le mostré el broche de pelo que le había comprado para navidad. Allí me acerqué para ponérselo, e inesperadamente esta vez no parecía asustada, aunque sí se encogió de hombros para luego bajar un poco la cabeza. De todas formas, le terminé de poner el broche y éste brillaba de una manera esplendorosa bajo los fuertes rayos del sol—. Listo —tomé otra vez distancia, y miré cómo reaccionaba: la vi pasar sus dedos suavemente sobre el accesorio y parpadeó con su rostro enrojecido.
—¿Esto es lo de la otra vez? —preguntó elevando la vista hacia mí, y yo asentí.
—Claro, ¿crees qué se lo daría a alguien más? Fue un regalo que compré solo para ti. Por favor, esta vez no lo rechaces —le dije mientras mis ojos tiritaban un poco junto a los de ella.
—Yo... —su voz se perdió un momento mientras nos veíamos fijamente, y de repente, desviamos nuestros orbes al darnos cuenta de que llegamos en algún punto a tocar nuestras almas.
—No necesitas usarlo si no quieres, pero acéptalo por favor —apreté mi puño un poco para calmarme.
—Lo usaré —me respondió esta vez con una voz más suave. Y eso fue suficiente como para relajarme y sacarme una gran sonrisa, al mismo tiempo, mi valor regresó.
—Me alegra que esta vez lo aceptaras. Pero no es lo único que te traje —le avisé mostrando mi otra mano con el ramo de tulipanes.
—¡Wow!, son hermosos, pero creo que no debería... —mencionó un poco nerviosa mientras se llevaba una mano a los labios.
—¿Por qué no?, son para ti —le insistí acercando las flores a ella, pero al mismo tiempo retrocedió.
—Es que soy alérgica —respondió avergonzada. Ahora me sentía como un idiota al no estar enterado de eso, ya que se supone que yo lo sabía todo sobre mi amada, lo cual convertía ese error en una gran vergüenza para mí.
—Lo lamento, ahora mismo me deshago de ellas —iba a arrojarlas a un basurero cercano, no obstante, ella me tomó de la muñeca impidiéndome hacer eso—. ¿Qué pasa?
—No está bien que las arrojes; quizás luego podemos hacer algo con esas flores —estornudó una vez gracias a la cercanía, y por último sacó un pañuelo para sonarse la nariz. Yo por mi parte me enderecé y la miré seriamente.
—¿Estás segura? —por algún motivo ella parecía estarse tomando con cierta diversión la situación, a lo cual luego asintió con una bella sonrisa.
—Sí.
—Bien, entonces yo las sostendré. ¿Estás lista para qué nos movamos? —le pregunté con un amable gesto en mi rostro mientras extendía mi brazo para que ella lo tomara. Por unos segundos, se quedó mirándome con una clara desconfianza, así que entendí que quizás no quería tomarme del brazo, no obstante, antes de que bajara éste, finalmente me sujetó con cierta timidez, y empezamos a caminar casi al instante.
—¿A dónde vamos? —ella se arrimó un poco a mí, quizás para poder seguir mi ritmo, o no lo sé, pero sí que me regresó el estrés.
—Iremos a las maquinitas, ¿o prefieres un lugar más abierto por el calor?
—Bueno, creo que está bien igual, ya que lo más probable es que tengan aire acondicionado ahí —me respondió en lo que se inclinaba un poco hacia delante para verme.
—Entonces está decidido —así fue como nos trasladamos hacia un shopping cercano, y recorrimos éste hasta llegar a la sección de juegos. La cantidad de maquinitas eran incontables, y afortunadamente para nosotros, teníamos la oportunidad de probar las que quisiéramos ya que había poca gente.
—Sacaré la tarjeta que tengo, la cargaré y empezaremos —ella asintió y mientras yo me ocupaba de lo antes dicho, la observé caminar hacia una de esas consolas de baile. Recuerdo que siempre me dieron un poco de vergüenza usar esas cosas, pero si ella deseaba hacerlo, entonces no me negaría—. Gracias —le dije a la persona que me atendía en cuanto me regresó la tarjeta, y más tarde, me acerqué por detrás de Lili sorprendiéndola—. ¿Quieres que juguemos primero a eso?
—¿Qué? ¡No! Es decir... no creo que sea buena idea —parecía que tenía vergüenza de hacerlo, tanto como yo, pero no podía evitar ver en sus ojos la ansiedad de querer usar el aparato, así que suspiré y sonreí.
—Es mejor no aguantarse, sí quieres usarlo hazlo, nadie te verá además de mí, además, como dije, casi no hay nadie —verifiqué mis alrededores luego de decir esto, y por un momento noté que unos cabellos dorados desaparecieron detrás de unas máquinas; ¿era otro de los clientes quizás?
—No te burlarás de mí, ¿verdad? — me giré ante ese comentario, y me encontré con sus ojos cafés llenos de preocupación. No pude evitar sonrojarme un poco, ya que era como ver un cachorrito pidiendo clemencia.
—No, claro que no —le aseguré, al fin y al cabo, terminó por subirse a eso, y por supuesto, yo no podía faltar. Seguidamente pasé la tarjeta por la ranura, dejé las flores en un lugar donde no salieran accidentadas, y enseguida elegimos una canción. Por la que optamos fue bastante fácil, ya que ni yo ni ella teníamos experiencia en esa clase de juegos, de ahí que los resultados que tendríamos serían los de dos seres humanos que parecían estar solo haciendo monerías. Ahora bien, los demás juegos no necesariamente terminaron tan desastrosamente como fue en este caso del llamado "Dance", así pues, nos trasladamos a otros. Un tiempo después, fue muy sorprendente para mí cuando descubrí las habilidades innatas que tenía Lili al usar la pistola contra los zombis, ya que, hasta ahora, nadie me había igualado, pero admito que era la mejor pareja que había tenido hasta ahora en esto, y por supuesto era mejor que jugar con el tonto de Marco. Ahora que lo recuerdo, ha pasado un largo tiempo desde que hablé con él, ¿estará bien? Sin darme cuenta, desvié mi atención y por eso terminaron por matarme.
—¡Dalton te asesinaron! —dijo exaltada.
—¡Sí, sí, lo siento! —exclamé alarmado y me llevé la mano con la pistola a la cabeza en señal de lamento; ella había notado mi angustia, así que apoyó suavemente su mano en mi brazo para que le prestara atención.
—¿Qué tal si descansamos del juego y tomamos algo? —me preguntó y yo asentí. Me encontraba algo disperso, así que creo que algo de beber me vendría particularmente bien.
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