Capítulo 8: "Retomando"
Una inexplicable calma se instaló en mí después de todo lo ocurrido. Era casi como haber trascendido a una dimensión diferente, pues como dije, la tranquilidad era absoluta. A todo esto, sentir cómo el barco se mecía junto a las olas que rompían contra el casco, mientras que lo único que se escuchaba dentro de este vehículo a duras penas era el motor y nuestro sorber de las tazas, hacían de nuestra estadía algo pasable, hasta que de pronto, una voz rompió el ambiente; era uno de los que estaban bajo el mando de mi hermano.
—Señor, está todo listo para recobrar el rumbo a su destino —declaró uno de los sujetos en lo que elevaba su mano por sobre su cabeza, haciendo un saludo militar.
—Me parece perfecto —una sonrisa se plantó en la faz de Louis, y en eso, yo sostenía mi chocolate caliente con ambas manos, por lo que a continuación lo miré para dirigirme a él.
—Hermano, aún no me has dicho a dónde vamos exactamente —le informé.
La intriga pudo conmigo, al igual que con Dalton, quien ahora terminaba de ser atendido por uno de los tripulantes que estaban a cargo de la nave, y que terminó de vendarle el brazo lastimado.
—Gracias —bajó un poco la cabeza para reverenciar al sujeto, y éste hizo un gesto de humildad antes de retirarse—. Lili tiene razón —agregó a la conversación al mirarnos. Después de revisarse los vendajes, giró hacia nosotros tres—. ¿A dónde se supone que vamos? —repitió después de mí.
—Dada nuestra situación, lo tuve que mantener en secreto hasta ahora, pero ya que estamos con gente de confianza, creo que lo más indicado es soltarlo —Louis observó al heredero de la familia Miracle, es decir, a su novio para cederle la palabra.
—Iremos a Comboya —mencionó Davis acomodando sus manos dentro de su canguro.
—¡A Comboya! ¡Eso está demasiado lejos de Argentina! —expresó Dalton impresionado. Incluso yo estaba impactada, tan así que apenas y pude responder.
—¿Pero acaso no tardaremos mucho tiempo en llegar allá? —esperé una réplica por parte de mi hermano.
—Tardaremos seis días en hacerlo —aclaró él.
—¡Seis días! —repitió Dalton elevando sus manos al cielo, y luego posando bruscamente éstas sobre sus rodillas—. ¿Acaso no podemos ir a un lugar más cercano? ¿No existe la posibilidad de que en el trayecto seamos abordados y asesinados?
Aquello que soltó mi amado, tenía algo de lógica, así que eso hizo que mi hermano hiciera una pose pensativa, no obstante, pareció que era algo que no lo haría cambiar tan fácil de opinión.
—No es posible, principalmente porque sería muy obvio. Piénsalo Dalton. Cuando una persona está escapando de un cierto lugar, ¿acaso no es lo más probable ir a un sitio cercano pero difícil de arribar? —le preguntó, cosa que dejó a la deriva a mi novio.
—Bueno... no soy muy estratega, pero creo que es lo que haría en tal situación —le confirmó.
—Sin dudas eres un inexperto. De no ser por nosotros ya estarías muerto —declaró a ojos cerrados Davis.
—¡No es como si fuera una estratega les dije! —repitió Dalton algo molesto mientras elevaba su puño.
—De cualquier forma, es por eso. Tomaremos un camino más largo a un lugar más remoto, para así evitar ser encontrados con facilidad —notificó mi hermano de nueva cuenta.
—Si eso nos mantendrá a todos a salvo, entonces me parece bien —informé a los chicos con una suave sonrisa.
—Ya veo. ¿Y a qué parte de Comboya iremos? —esta vez al que le tocó hablar fue a Dalton.
—Iremos a la región donde está Angkor —informó Louis.
—¿Pero Angkor no es donde están aquellas ruinas del imperio Jemer? —levantó una ceja Davis mientras decía esto.
—Así es, allí es donde nos trasladaremos para armar un plan —mencionó el bien ataviado de mi hermano.
—¿Unas ruinas? Perdona, hermano, pero no entiendo qué clase de ruinas son —comuniqué elevando ligeramente la mano para escuchar más detalles al respecto.
—Esas ruinas están en peligro, y por eso papá las había comprado para preservarlas y restaurarlas, de modo que será complicado para esa gente saber que estamos ahí de cualquier manera —indició él.
—Ni siquiera yo sabía sobre ese dato; lo deben de tener bien oculto a eso —declaró Davis con una mano en la barbilla.
—De cualquier forma, nos espera un viaje entre ajetreado y pesado. Por ahora vayamos a descansar —anunció mi familiar, y así fue como nos dispersamos entre los camarotes.
Al contrario de lo que pensaría cualquier damisela, yo que estaba con mi novio en aquel barco, decidí que lo mejor era irme al cuarto que me prestaban, y así, descansar, pues la cabeza no me daba para atender todas las cuestiones que tenían que ver con el romance, y menos con el estado de Dalton, así que creía que lo mejor era dejarlo por ahora en paz. Sin embargo, apenas estuve metida entre mis sabanas esa noche, algo tocó a mi puerta.
Al principio me tensé bastante, y dejé que unos minutos pasaran de largo sin moverme aún, pero antes de decidirme a cerrar los ojos de nuevo, escuché ahí el golpeteo otra vez. Fue allí que me senté sobre la cama, bajé de ésta, y lentamente, me acerqué a la entrada.
Las plantas de mis pies tocaron el piso y no me importó pasar frío por los nervios, de modo, que aún con eso, me incliné más tarde hacia la puerta de acero, en donde unos pocos segundos después, ya me encontraba interrogando al ser que se encontraba del otro lado.
—¿Quién está ahí? —murmuré, y la respuesta no tardó nada en llegar.
—Soy yo, Dalton —reconocí su voz enseguida, por lo que abrí medianamente la puerta para ver qué era lo que quería.
—¿Dalton? ¿Qué haces a estas horas de la noche? —le interrogué con la cara llena de preocupación, pues aún tenía en mente su estado.
—Por tu expresión, algo me dice que no me estabas esperando —él sonrió con elegancia, una que quizás le había contagiado mi hermano, y naturalmente, yo me sonrojé a la vez que bajaba mi mirada; no podía verlo directamente a los esmeraldinos ojos que poseía.
—Lo siento, es que... me preocupan tus heridas —le dije por lo bajo, y escuché como acomodaba su ropa, la cual seguía siendo ese traje que tan bien le quedaba.
—Eso no importa realmente —me contestó, y de un momento a otro, me tomó de la mano para luego sacarme del camarote.
—¡Qué haces! —dije sorprendida por el tirón, el cual me destinó a chocar contra su pecho, hasta que al fin terminó ese accionar en un fuerte abrazo que sin darme cuenta correspondí.
—¿Ves que estoy bien? No necesito ni la silla de ruedas, ni descansar tanto como piensan. Louis no hace más que exagerar, al igual que tú —expresó también en un suspiro.
Al comienzo me costó algo de tiempo entender bien lo que decía, más que nada por el contacto que teníamos en ese momento, lo cual provocaba que mi corazón chocara salvajemente contra las paredes de mi caja torácica. Tener estos sentimientos ahora por Dalton, y haberlos desarrollado a lo largo del tiempo, fue sin dudas algo bastante caótico e inesperado para mí, principalmente, porque no creí que alguien como él fuera a gustarme, pero para ser sincera: ¿cómo no enamorarme de alguien tan entregado como él? ¿De alguien tan adorable, pero también, tan valiente y dulce? Sé que su comportamiento rosa las características de un acosador, aunque a mí no me lo parece, pues, por lo que he vivido a su lado, no ha tratado de dañarme en ningún sentido.
—Sé... que lo estás —manteniendo el tono de mi voz, separé mi cara de su pecho, deslicé mis manos desde su espalda hacia sus brazos, y luego, lo miré fijamente a los ojos.
—¿Por qué me miras así Lili? —se dirigió a mí con suavidad.
Su persona me atraía. Dalton no era simplemente un buen hombre, cosa que había demostrado a lo largo de todos los conflictos con Gael, también era atractivo, aunque no me había puesto a meditarlo hasta ahora.
La tela de estrellas que se formaban detrás suyo, junto a la tenue luz que expresaba el barco, más el frío viento que nos acariciaba, le daba un toque más que romántico a la situación, cosa sorpresiva, pues no era mi idea.
—Estaba pensando... que eres un ser maravilloso —entre cerré los ojos sonriendo con dulzura, y de inmediato, algo se posó sobre mis labios; era algo blando como cálido. Por instinto, mi visión se oscureció al cerrarse mis parpados por sí mismos, fue allí, que me percaté de que mi amado, me estaba entregando una encantadora muestra de amor.
Nuestros labios se fundieron profundamente, y nuestros cuerpos apenas se rosaron, haciéndome soltar vagas maldiciones en mi mente, pues deseaban guiarme hacia el pecado. Invasivo como siempre suele ser él, me abordó con todo derecho, para así no ocultar su profundo deseo de mí. Unos minutos apasionados pasaron, hasta que finalmente, el danzar de nuestras comisuras cesaron, dejando así entre los dos un poco de vapor se escapara hacia el aire. Apenas el contacto cesó, un pequeño vacío se me instaló; uno que no sabría explicar, pero que... me indicaba que de cierta forma deseaba más, no obstante, no me animé a decirle eso.
Por consiguiente, las frentes de ambos se juntaron, y cerré los ojos un poco más tranquila, sin embargo, tenía una ansiedad atrevida que me apretujaba el pecho.
—Lili, este es nuestro primer beso, es decir, sé que te he besado antes, pero... esta es la primera vez que lo hago con tu consentimiento. Es la primera vez que lo hago siendo ambos... novios —me expresó de cierta forma para que sólo yo lo escuchara, cosa que casi me hizo saltar de felicidad por la obviedad, aun así... no dejaba de ser especial, después de todo, era nuestro comienzo, y eso era lo que realmente importaba.
—Es verdad, la primera vez salí corriendo —me reí un poco al recordarlo, y Dalton de un momento a otro, se separó de mí y se puso serio.
—Intentaré resolver todo esto antes de que llegue el día de tu graduación —me aseguró él, y yo me relajé aún más, pues confiaba en lo que me decía, así que asentí para luego acercarme, y volver a abrazarlo.
—Sé que puedo confiar en ti, Dalton. Siempre me has salvado de todo, y no creo que me decepciones —afirmé.
Después de eso, la pasamos el resto de la velada juntos a escondidas en la proa del barco, hasta que la luz del amanecer tocó la puerta de nuestros ojos, incluyendo a mi hermano, quien nos regañó por estar a fuera a esas horas. Por otro lado, los días consecutivos, fueron bastante tranquilos, ya que afortunadamente, no nos habíamos topado con ninguna trampa o peligro.
El arribaje a Comboya, fue perfecto, pues de inmediato fuimos guiados a las tremendas ruinas por la mano de los seguidores de mi familia, lo cual no nos permitió darnos el tiempo para preocuparnos de nuestro equipaje. Durante el tramo, tardamos unas significativas horas. Y para cuando llegamos, ya era media tarde. Estar ahora al frente de esa gigantesca estructura, me hacía sentir como si estuviera en un cuento de hadas, pues su vegetación tan enigmática, como también su manera de estar construida, me parecía propio de los lugares de fantasía.
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