Capítulo 37: "El Dios del fuego"
Cambio a narrador omnisciente:
Cuenta la leyenda, que algunas veces los pétalos de las rosas rojas, se tiñen de azul para cumplir un deseo en particular, no obstante, ese cuento es una mentira, pues... las rosas no cambian de color a menos que se les aplique alguna solución en su tierra, aunque en esta ocasión no necesariamente tiene que ser algo químico, ¿o sí? Lo cierto de todo esto, es que la batalla entre el sobrino y su tío era algo inminente, ya que se encontraron cuando el hijo de Clemente se separó de la pareja.
—Parece que era inevitable encontrarnos... Agni —aseguró Malcon.
El castaño sonrió al ver que su familiar se encontraba ahora a su frente con algunos de sus hombres detrás suyo, sin embargo, no se mostraba temeroso para nada.
—El destino puede ser muy desagradable a veces, ¿no es así? —declaró el castaño, quien notó que su contrario le veía la camisa abierta, y reparaba en que estaba ileso.
—Veo que se la has jugado a los estúpidos de mis hombres —declaró el de cabellos lacios.
—¡Nuestro señor...! —iba a excusarse uno de los nombrados, pero fue interrumpido por el brazo de Malcon.
—No importa, la pelea será mucho más interesante al estar ambos en las mismas condiciones —el hermano de Clemente sacó de su bastón su afilada como peligrosa arma, para luego acomodar sus pies sobre el suelo—. No quiero que nadie interfiera, ¿me escucharon? —un sonoro "sí" se manifestó de parte de sus subordinados—. Le enseñaré que no debe meterse con un verdadero Neutraalne —entrecerró los ojos.
—¡Ja! —expresó como si estuviera sorprendido, pero en su lugar mostró una egocéntrica sonrisa, la cual iba acompañada de un ligero tono irónico—. Con que me sigues llamando ilegítimo... —parado ahora cómodamente en la punta contraria, Agni no requirió tomar ninguna especie de posición al respecto, más bien, lo único que necesitó hacer, fue exponer su katana corta con un ligero movimiento de mano, la cual se encontraba bien envainada aún en su cintura, pero lista para ser usada—. Veamos cuanto te durará la risa.
El escenario estaba predispuesto, y con él los personajes que iban a batirse al frente. Listos para una feroz batalla, ambos espadachines de diferentes estilos, esperaron el momento adecuado para interactuar, aunque antes de eso, midieron el espacio a su alrededor por un momento, el cual les brindaría no sólo limitación en sus movimientos, sino que también, sellaría una de las armas de Agni, pues el lugar se prestaba como una desventaja, ya que el pasillo estaba conformado por múltiples ventanales que eran parte del mismo paisaje, y daban directamente a los jardines. Por otro lado, el castaño de mechones albinos no fue el primero en hacer accionar todo, así que veríamos a Malcon adelantarse.
Con el arma ya predispuesta, el mayor de ambos, no dudó en ir a hacerse con la sangre de aquel heredero quien, sin embargo, respondió de una forma impresionante al despojar de su vaina su katana intrépidamente. Las dos navajas chocaron expresando un sonido metálico que hizo estremecer los vidrios, y a continuación, ambas hojas se deslizaron la una contra la otra obligando a Agni a girarse por la presión. Al terminar la vuelta, el chico se cubrió de una nueva ofensiva que quiso realizar su tío con gran habilidad.
—Parece que ahora sí estás peleando enserio, pequeño bastardo —le dijo Malcon a su contrario, mientras ambas armas temblaban bajo el seno de la otra.
—Bueno... la situación es claramente distinta —declaró el otro sonriendo, pero apenas escuchó un clic extraño, Agni retrocedió, aunque no de la misma forma en la que lo hizo Bon en su momento. Este muchacho, dejó que la fuerza de su tío cayera al retirar su arma y, al mismo tiempo, pegó un salto hacia atrás. En cuanto se alejó de él, observó cómo la espada de éste destrozaba parte del piso de madera—. ¡Wow! ¡Eso estuvo cerca!
Antes de darle la oportunidad de enderezarse; Agni rotó sobre sus talones, corrió, saltó contra los bordes de la entrada para impulsarse, dio un giro por sobre Malcon, y quedó así detrás suyo. Poco después, sacó su pistola con su mano disponible, y como es natural, lo apuntó con ésta justo en la nuca.
—Ríndete, y consideraré aplazar tu muerte para hacerla menos patética —le aseguró su sobrino.
—¡Ja! Que considerado eres, pero... —Malcon dio un corte en el aire en cuanto se giró contra Agni, quien no logró del todo esquivarlo, ya que tuvo que soltar el revolver que tenía debido a que el reverso de su mano sufrió una cortada.
—¡Tch! —se le escuchó quejarse con molestia—. Eres terriblemente rastrero —lo vio sostener su pistola, la cual había quedado atrapada entre las ramas de la espada.
—Lo dice quién me acaba de apuntar con esto hace un momento por la espalda —Malcon revoleó con la espada el revolver, el cual cayó ahora entre las manos de uno de sus secuaces—. Es hora de seguir con el juego —yendo otra vez en contra de su sobrino, ambas espadas apenas y se rosaban esta vez, pero eso se debía a que Agni estaba intentando ser lo más cuidadoso posible, pues no podía calcular el largo de dichosa arma, debido a sus amplias ramificaciones que le confundían, e incluso, por ese mismo detalle le provocaban varios rasguños en su ropa como sobre su piel, así que de vez en cuando, entre el ir y venir, recibía más cortadas—. ¡Vamos, vamos! ¿Dónde quedó todo ese entusiasmo de falso heredero que tenías antes? ¡Eh! —se burlaba descaradamente de él Malcon.
—Es fácil decirlo, cuando tienes un arma tan ocurrente como esa —señaló Agni, quien detectó que su tío ahora optaba por cambiar la forma de atacarlo, y probó con rebanarlo de lado, por lo que no tuvo de otra que saltar. Esa acción le permitió esquivar el tan peligroso ataque lateral, y aprovechando ahora la altura, como también los pocos segundos que se le permitía estar en el aire, se aferró con una mano a la cabeza de Malcon, para impulsarse y volver a caer detrás de él, pero antes de que su tío girara, Agni se deslizó por entre las piernas de su rival, para así aprovecharse de la situación, y provocar una gran cortada en uno de sus gemelos con su katana.
—¡Ugh! ¡Desgraciado! —declaró Malcon, quien luego con su puño revestido con su manopla atacó a su sobrino, pero éste se levantó a tiempo dejando que aquel miembro de su familia destruyera el suelo con su mano.
—¡Ole! —gritó victorioso Agni al estar fuera de su alcance, y aprovechando que Malcon tuvo que lidiar unos segundos para sacar su mano del astillado suelo, noqueó al guardia que sostenía su arma y se la arrebató—. Es hora de acabar con esto —recalcó al cargar el arma.
Después de que Malcon sacara su mano de entre los maderos, miró con desdén a su sobrino.
—¿Crees que eso me detendrá? Sabes que soy más rápido que una simple pistola —a lo que Agni sonrió ante sus palabras.
—Lo sé —después de responder eso, desvió el cañón de su arma rápidamente para luego dirigirla a las separaciones de metal que sostenían los vidrios, y calculando la cantidad de balas, no lo pensó dos veces y disparó. Al comienzo Malcon no supo a dónde mirar, especialmente porque el joven heredero se había atrevido a hacer disparos desde otras direcciones muy probablemente al azar, logrando de esa forma que las balas rebotaran en el gran pasillo sorprendiendo de buena gana a Malcon, quien intentó esquivar las seis balas que se le venían de ángulos diferentes. Al comienzo su tío realizó unos buenos movimientos pero que pronto se quedaron cortos frente a su ataque, pues al ser seis los elementos a esquivar, la suerte se le acabó muy rápido.
El pasillo de cristal se empezó a manchar con la sangre de Malcon a medida que las balas lo mancillaban, hasta que, por fin, algunas escaparon destrozando las ventanas, y luego de eso se vio a un derrocado ensoñador caer de rodillas medianamente muerto.
—Des...desgraciado —gruñó con pocas fuerzas, mientras los que se hicieron llamar sus subordinados se fijaban en él con cierto horror, pues sabían que a su amo le quedaban tan sólo unos minutos más de vida. A todo esto, Agni se giró dándole la espalda a su tío, y mencionó lo siguiente con orgullo.
—Ahora lo último que verás, serán los ojos de aquel al que te ha derrotado, pero al que también, llamaste ilegítimo —los ojos marrones del heredero Neutraalne se fijaron en su casi muerto familiar, cruzándose con los esmeralda de su tío, quien al final cayó sobre el piso de madera haciendo resonar su cuerpo en el lugar—. Descansa en el infierno, infeliz —declaró mirando ahora a su frente, y teniendo a aquellos miserables observándolo. Cuando Agni se dio cuenta de la cara de espanto que tenían, él sonrió ladino y luego los llamó a éstos con un dedo.
—Ahora, ustedes... si no quieren terminar como ese saco de basura, más vale que me lleven hacia los prisioneros —aseguró el atractivo muchacho.
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