22
Llego a casa de Tessa una hora después de lo previsto. Sus mensajes no han cesado desde que salió de la estación; no respondí ninguno.
En cambio, sí lo hice con el que recibí por parte de Roni.
Veronika: Día intenso. ¿El tuyo?
Yo: Demasiado, el jefe me ha asignado un caso junto a uno de los detectives más experimentados de la oficina.
Veronika: ¡Eso suena emocionante!
Yo: Lo es. ¿Ya estás en casa?
Veronika: Por fortuna, sí. A punto de cenar. ¿Pedirás a domicilio o te las has ingeniado para alguna de tus creaciones?
Odio no decirle la verdad, metiendo la mentira en la misma bolsa de gusanos que me ha llevado a San Luis.
Yo: Cena con amigos. Poniéndome al día.
La omisión es bienvenida en este momento.
Veronika: Pásala bien. Hablamos mañana.
Yo: Que descanses, nena.
Veronika: Tú también.
Trago y guardo mi celular en mi chaqueta. Debo acabar cuanto antes con Tessa, sincerarme con ella y decirle que lo que sea que nos mantenía enredados ya no será posible. Nunca más.
Toco el timbre de su unidad y me abre enseguida.
El nerviosismo que caracterizó su mañana sigue vigente y me tensa. Le doy un beso en la mejilla y avanzo. Me siento un extraño en su sala a pesar de haberme marchado de aquí hace tan solo unas semanas.
―Tessa, es tarde y mañana mi día comienza temprano. Cualquier cosa que tengas que decirme hazlo rápido porque...
―Tengo un atraso en mi período. ―Lanza, interrumpiendo mi discurso poco amistoso. Abro mis ojos más grande de lo físicamente posible.
―Un atraso.
―Sí. Y dado que has sido el único hombre con el que he mantenido relaciones sexuales, puede que tengamos que hablar seriamente al respecto.
Mi sangre se congela en mis venas, dejándome inerte en su prolija sala de estar y apestando a sándalo. Odio los sahumerios, pero esta es su casa y no puedo impedirle que queme un árbol entero si es lo que prefiere.
―Siempre usamos condón. ―Afirmo en tono neutral.
―Lo sé, pero...
―¿No estabas en control de natalidad cuando comenzamos a frecuentarnos? ―pregunto, sonando acusatorio. Habíamos sido honestos desde un comienzo con respecto a los alcances de nuestra relación. Ella se sonroja, hablando con su cuerpo más que con sus palabras ―.Tessa...―rujo, molesto. Me acerco después de lo que parece una eternidad y sus ojos titilan.
―Sí, pero dejé mis píldoras hace medio año. No pensé que serían necesarias...
―Maldita sea, Tessa. ―Rastrillo mi cabello hacia atrás, casi arrancándomelo de raíz.
―Creí que con el condón bastaría y bueno...
―Bueno, ¿¡qué!?
―Pensé que éramos exclusivos.
―¡Una cosa no tienen nada que ver con la otra!
―Lo siento, ¿de acuerdo? Creí que era absurdo un doble método.
―¡Pues ya ves que no!―mis palabras son dagas, dañinas ―. No hubo un solo condón roto mientras estuvimos juntos. No sé cómo pudo haber ocurrido algo así, entonces.
―No es un método infalible. ―chilla, aferrándose a lo que dicen las estadísticas.
―Tessa, lo siento pero no puedo creer esto.
―¿Desconfías de mí?
Claro que no, y mentiría si no dijera que me sentiría más tranquilo si ella fuera una libertina.
―¿Te has hecho un test casero?
―No...no...aun no.
―¿Y cómo es posible que estemos hablando de un embarazo sin tener certezas?
―Mi regla siempre ha sido puntual. ―lo dice como una obviedad.
―¿Es una ciencia exacta?
―No seas condescendiente, Fabien. No soy una idiota.
―Lo siento, no era mi intención que sonara de ese modo. ―Todo se desmorona a mi alrededor. No es que vaya a abandonarla con un niño si es que está embarazada, pero sin dudas, es algo completamente fuera de los planes.
¿Cómo podría organizar mi vida junto a una mujer que no amo con un niño que no fue buscado?
―Deberíamos ir a una farmacia y comprar algunas de esas varitas donde haces pis. ―Quiero mostrarme resolutivo, que puedo mantenerme bajo control dentro de este desastre.
―Esta mañana compré algunos. Quería que lo descubriéramos juntos. ―Me froto el rostro, rabioso. Ella está haciendo todo esto como si fuéramos una maldita pareja que soñó con una familia perfecta.
Ni siquiera sé si quiero un niño.
Al menos, no ahora.
No con ella de todos modos.
Soy un lío.
―No perdamos tiempo.
Ella se mordisquea el labio y un destello de alegría escapa de sus grandes ojos negros. Sin dudas, no es así como planeaba que sería mi regreso a la estación.
Un minuto después, Tessa se encierra en el baño con dos pruebas de embarazo. Cuando sale, deja la puerta abierta tras de ella, señalando ambas muestras descansando sobre el lavabo.
Debo ponerme los pantalones de adulto y llevarle tranquilidad. No creo que quiera abortar y tampoco se lo pediré. Me aproximo a ella y le subo la barbilla con una mano. La otra va hacia su brazo, el cual froto.
―Tessa, lamento mi comportamiento, pero quiero que entiendas que esto me ha cogido por sorpresa.
―Si el resultado es positivo, tendré al niño, Fabien. No me importa que no estés en la foto. Cuidaré de él ―esa firmeza es admirable. Cualquier hombre querría a una mujer como Tessa Wright en su vida. Cualquiera menos yo, un idiota con un corazón de piedra que ya tiene dueña.
―Te prometo que contarás conmigo, Tessa. No desapareceré.
―¿En serio?
―Por supuesto.
Eso parece tranquilizarla. Yo, sin embargo, estoy aterrado.
La alarma de su celular suena y sé que es el momento de la verdad. Cruzo los dedos imaginariamente y me encomiendo a Dios.
Nunca he sido del tipo cristiano, mucho menos a partir de mi orfandad, pero supongo que un pedido extra no está de más.
Ella camina hacia el baño, mis pasos por detrás.
De pie frente a las muestras, Tessa me da la espalda. No puedo ver el resultado y muero de curiosidad.
―Tessa, por favor, dime. ―Suplico.
―Negativo. Ambos. ¿Cómo puede ser? ―Sería egoísta de mi parte y de mal gusto festejar que no está embarazada, pero en mi pecho se desata una fiesta.
Mis músculos se aflojan como cuando la preparación para un pastel no queda lo suficientemente cocida y al desmoldarlo, cae sin forma.
―Quizás deberías ir a un médico, hacerte exámenes más precisos. ―Apelo al plan B, uno que también me enferma. Estos dispositivos tienen fallas, aunque espero que esta no sea la excepción.
―Debe haber un error, mi regla nunca se retrasa. Y llevo siete días. ―Ahora mismo, su comportamiento es un poco obsesivo. Mi desconfiado ser piensa en que ella quería un positivo que nos atara para siempre. Mira las cajas con las instrucciones, repasándolas varias veces.
Luego, procede a abrir y cerrar los cajones de su lavatorio estilo vintage en una búsqueda frenética y silenciosa que no comparte conmigo. Sale del baño a trompicones y corre hacia su habitación, donde consigue dos cajas más. Las desembala con furia sobre el inodoro y de inmediato, me cierra la puerta en las narices.
Se pasa otros cinco minutos dentro sin hablar.
Yo me quedo congelado frente a la madera blanca, esperando una nueva confirmación del negativo que me ha devuelto el alma al cuerpo.
Tessa abre con gotas de sudor perlando sus sienes. Sus ojos están acuosos, con un llanto a punto de derramarse.
―Negativos. Todos ellos. ―Ella se derrumba en mis brazos, confirmado mis sospechas: deseaba fervientemente obtener un positivo y que su retraso fuera a causa de un bebé por nacer.
―Tessa, cariño...
―¡No me llames cariño! Ambos sabemos que nunca me has querido ―Hace puchero.
―Tessa, por favor, mírame ―encierro su rostro desencajado con mis manos y me mira, resistiéndose ―: Puede que no funcionemos como pareja, pero no significa que no te aprecie.
―Apreciar no es amar.
―Por supuesto que no.
―¿Por qué no puedes amarme?
―Porque el amor no funciona así.
―¿Desde cuando eres un erudito en el tema? ―Bufa con el sarcasmo impreso en sus letras. Lejos de herirme, me da la energía extra que necesito para hablarle sobre Veronika
―No soy un erudito, pero puedo decirte que sé lo que se siente estar enamorado de alguien ―su ceño se frunce y su boca se tensa, no de buena manera.
―Estás ¿enamorado?
―Sí, de una mujer increíble.
―¿Estabas con ella mientras nosotros...? ―su voz tiembla y se aparta de mí como si tuviera la peste para tomar asiento en el sofá de su sala.
―No, la conocí hace poco.
―¡Waw! Para alguien que no sabía lo que era tener un corazón, estar enamorado después de un puñado de días es demasiado intenso, ¿no lo crees?
Sus palabras son afiladas y creo que desconfía de que esté siéndole honesto. Ha estado pendiente de mí por mucho tiempo, esperando por una señal que la habilite a avanzar, esperando porque me enamore de ella.
La miro profundamente y su llanto me dice que, a pesar del descreimiento previo, está considerando que mis palabras son legítimas.
―Tessa, no estoy aquí para que califiques mis sentimientos o analices cuán válidos son ante tus ojos. Esta mujer se ha metido bajo mi piel y haré mi próximo movimiento con ella. No contigo. No con otra.
Su rostro se convierte en un compendio de arrugas y malestar y agradezco que guarde su arma reglamentaria bajo su cama.
Muerde su labio superior con fiereza, arrastra con la misma brusquedad las lágrimas que ruedan sobre sus mejillas y el tic de su mandíbula se profundiza.
―Vete a la mierda, Fabien.
Acepto su insulto, como también entiendo su desesperanza.
―Nunca quise que tus sentimientos para conmigo crecieran en ti. No te di ilusiones, Tessa, lo sabes ―Repito las palabras ya dichas una y otra vez como en un bucle. Me fastidia.
¿Qué más queda por decir?
―Eres una buena mujer. Cualquiera puede verlo.
―Pero no soy suficiente.
―En eso te equivocas: eres suficiente para cualquiera, pero yo no soy la persona indicada.
Mantengo la distancia que ha interpuesto como herramienta para mi salida. ¿Debería quedarme y frotarle la espalda?¿Debería darle más consuelo y prodigar palabras de aliento? ¿Debería insistir con una visita a su médico? Haga lo que haga no quitará esta sensación de culpa en mi pecho ni el desahucio del suyo.
Nuestro tiempo como amantes ha finalizado, no hay vuelta atrás.
―Nos veremos en el trabajo, Tessa ―afirmo mi mano en el picaporte para cuando sus palabras me detienen.
―Tomaré un puesto en Memphis ―Mi rostro se contrae y volteo mi cabeza en su dirección, por sobre mi hombro―. Solo necesitaba el tiro de gracia para darme cuenta de que no hay nadie que me necesite aquí.
Debería girar por completo, regresar a ella y decirle que no es necesario que tome tan drástica decisión. Pero ya me conoce y sabe que no lo haré. Ella estará mejor sin mí y dado que Tessa ha llevado nuestra situación al extremo de obsesionarse con un embarazo, es menester que exista una separación limpia y verdadera.
―Me iré antes de la navidad.
―Éxitos Tessa. Los mereces. De corazón ―digo por sobre mi hombro y el clic del pestillo de la cerradura no se deja esperar.
Creo escuchar que responde con un "no tendrías uno aunque lo pagaras".
***
En la ducha de mi casa, los acontecimientos caen sobre mis hombros como una tonelada de ladrillos.
¿Y qué si Tessa está verdaderamente embarazada y las pruebas arrojaron resultados apresurados? ¿No hay margen de error? ¿Y si compró un lote fallado de pruebas?
Lo que no puedo creer es que me haya engañado con el tema de la píldora. ¿Dejar de tomarlas para tentar a la suerte? Es inadmisible.
Sin embargo, una sonrisa sarcástica tironea mis labios hacia arriba: han querido destronar al "Rey de la mentira".
Patético.
Froto mi cabello rápidamente, me visto con unos pantalones de ejercicio y una sudadera limpia. Mi apartamento está lo suficientemente calefaccionado como para no necesitar de un vestuario más grueso.
Este invierno en Chicago nos está dando una patada en el trasero; la espesa nieve y largas horas de ventisca son una constante desde que llegué hace pocos días.
Misha se hace una bola de pelos junto a mí en el sofá y mis dedos vuelan sobre el teclado de mi teléfono.
―Hola chico bonito― el tono condescendiente de Mitchell me arranca una sonrisa ―. ¿Qué tal te ha ido en tu primer día de trabajo? ¿Te recibieron con pancartas y pasteles de bienvenida?
Exhalo una carcajada irónica.
―Fue menos inofensivo, te lo aseguro. Me hicieron comer donas no aptas para hipertensos, mi jefe me involucró en un caso junto al detective más viejo de la seccional porque quiere ascenderme y una compañera de estación me dijo que podría estar embarazada de mí.
―Mierda. Si eso no es una bienvenida con todas las de la ley, no sé qué es.
―Ya ves que mi juego es a todo o nada.
―¿Y serás padre o qué?
―¡No, por Dios! Era una falsa alarma. ―exclamo, aunque no sería tan dramático si la que me hubiera llamado para hablar sobre el atraso de su regla hubiera sido Roni ―. Tessa es una buena muchacha. Hemos tenido nuestros buenos momentos, pero ella siempre quiso más. Ayer me arrojó la bomba de que sospechaba que estaba embarazada; fui a su casa, hizo cuatro pruebas, todas negativas.
―¿Cuatro?¿Por qué tantas?
―Las dos primeras por seguridad.
―¿Y las dos últimas?
―Porque no podía convencerse de que no esperaba un bebé mío.
―Mmm...espeluznante...
―Quizás. Aunque la entiendo. Se ilusionó con la idea de que tener un niño cambiaría mi perspectiva con respecto a nosotros. Algo que jamás iba a suceder.
―¿Porque no querías avanzar en la relación o porque no querías ser padre?
―Un poco de ambas ―reconozco en voz alta ―. Tessa siempre supo dónde estaban trazados mis límites y no los respetó. Y en cuanto a la paternidad...no lo sé. Siempre he pensado que sería un padre horrible.
―¿Tu padre biológico lo fue?
―En absoluto. ―Sabe la respuesta.
―¿Tu padre adoptivo lo fue? ―También sabe lo que diré.
―Claro que no ―¿Adónde pretende ir con esto?
―Entonces, ¿por qué lo serías? Por breves que hayan sido sus momentos contigo, has tenido no solo uno sino dos buenos padres. ¿Por qué caerías lejos del árbol?
―Porque...porque soy inestable emocionalmente. Me gusta la diversión, la soledad, beber hasta altas horas de la noche, la venganza ha sido mi razón de existir. No sé si podría responsabilizarme por la vida de un pequeño indefenso.
―Fabien ―exhala pesadamente, siendo el preludio de un sermón o una anécdota de vida a punto de derramarse. Me preparo a disgusto ―. Te he hablado mucho de Zachary, ¿cierto? Mi hijo mayor.
―Sí, claro. El que patea tu culo flaco cuando juegan básquetbol ―lo provoco. Su respiración es un soplido simpático.
―Ese mismo. Pues bien: yo sí he sido un padre de mierda. Alcohólico, adicto al trabajo. Barbra estuvo a punto de denunciarme por violento, Fabien. Eso mismo me costó el matrimonio. ―Caray, eso me hace parpadear varias veces ―. He estado en el infierno y regresé cuando un ángel llamado Maya me rescató de él. He trabajado duro cada día de mi puta existencia para ser mejor. Luché contra mis adicciones y me propuse ser un buen padre para Zach. Lo conseguí con la ayuda de mi exesposa, con la de su nueva pareja y la de Maya. Barbra es una mujer increíble, jamás ha sembrado el odio en él, nunca le ha hablado mal de mí a pesar de tener motivos de sobra. Ha dejado que nuestro hijo juzgue por sí mismo. He podido revincularme con él gracias a todo ese soporte que me han dado.
―Eres un buen padre ahora mismo, Gus.
―No tanto como quisiera, pero lo intento. ¿Y sabes por qué? Porque Zach lo necesita. Porque yo lo necesitaba.
―Y ahora velas por dos criaturas...
―Y ahora velo por dos criaturas que son lo más hermoso, junto a Zachary, que me ha sucedido. No puedo decirte que no me cagué en los pantalones cuando Maya me dijo que estábamos embarazados de Hope. Yo acababa de cerrar el caso de su hermana, apenas podía moverme después del ataque y todavía estaba en las nubes porque una belleza como Maya se hubiera fijado en un viejo problemático como yo ―se ríe y lo acompaño. Nos conocemos hace mucho, demasiado, y es la primera vez que abre su corazón, lo cual es una gran muestra de confianza y afecto hacia mí ―. Amigo, nunca estás lo suficientemente preparado. Entiendo tus miedos, comprendo que tu sed de venganza ha ocupado la mayor parte de tus días adultos, pero existe algo más que eso. Hay una vida por vivir. Hay gente por la que vale la pena luchar. No importa que tengas veinte o casi cuarenta. Nunca es tarde.
Trago la bola se sentimientos que se ha atascado en mi garganta. No quiero reconocer que sus palabras me llegan más profundo de lo útil.
―Ahora bien, dicho esto. Tengo novedades para ti.
―Gracias al cielo, pensé que esto era una película de Hallmark.
―¡Hey!¿Me estás diciendo aburrido?¿Viejo sentimental?
―Mmm...
―Pendejo insolente.
Tenemos un intercambio gracioso después de varios minutos emotivos, lo cual sirve para aligerar la atmósfera. Mitch es un tipo duro como yo y sé que le ha costado un mundo entero exponer una parte tan dolorosa de sí.
―Supongo que le has comprado un bonito presente a Veronika.
―¿De qué hablas?
―¿El próximo sábado no es nochebuena?
Cielos, ¡sí!
―Oh, rayos, se me había pasado ―de verdad que sí. Acostumbrado a permanecer en la estación los últimos días de diciembre, todo solía pasar en un borrón. Entumecido por cenar con Harris, olvidé que me encontraría con él cara a cara nada más ni nada menos que en vísperas de navidad.
¿Comprarle un obsequio a alguien? Además de manualidades hechas en el colegio para mis padres, jamás había gastado dinero en algo así.
―Lo imaginé. Tienes poco tiempo, aunque lo suficiente para sacar la cabeza de tu culo y ocuparte del tema. ¿Has conseguido días libres?
―Hablé con un novato que no le importaba trabajar a cambio de un extra de dinero. Un acuerdo justo y útil para mí, realmente.
―Sin dudas, será una cena interesante. ―Y mortificante.
―¿Qué información conseguiste?
De regreso a su traje de investigador privado, arroja los datos sobre Alice Pearce, la pareja de Martin Harris.
―Se la conoce como una importante organizadora de eventos de 55 años, tres veces viuda y que ha tomado el apellido del último de sus esposos. Tiene una fortuna enorme. Sus padres fallecieron cuando ella cumplió la mayoría de edad en un confuso accidente en su casa: un incendio destruyó su propiedad en Los Ángeles. Hija única. Ella heredó una enorme cantidad de ceros que invirtió en bienes raíces, negocios de bajo perfil y viajes alrededor del mundo. Hay una brecha de tiempo en la que desapareció de la escena pública hasta que su primer esposo murió al año de boda.
―Qué trágico.
―O sospechoso, teniendo en cuenta que ella tenía 25 y el sujeto, más de 60.
―Tu eres viejo para Maya ―Me burlo de él, aunque comprendo el punto de referencia.
Resopla y continúa.
―Su segundas nupcias fueron cinco años más tarde. Esta vez, con un magnate griego. Su matrimonio duró otro lustro porque él se ahogó en el Egeo.
―Jesucristo.
―Sí, tétrico. Pero esto no termina allí: una década más tarde se casó de nuevo. Esta vez, con el dueño de una reconocida empresa de telecomunicaciones: Lypton Pearce.
―A que adivino que falleció en un raro episodio.
―Accidente de automóvil. Problemas mecánicos de fábrica. La empresa le pagó una fortuna en concepto de daños a la viuda.
―¿Y cómo es que el padre de Veronika encaja en esto?
―No hay relación directa, aunque podemos unir a las actividades de "Albert Collins" con las de ella.
―Eso quiere decir que se conocen hacen demasiado.
―Quizás los vinculen los bienes raíces o el hecho de que ella es dueña del laboratorio que heredó de su primer esposo.
La revelación no tarda en caer; Mitchell habla por mí.
―Esto nos deja en que tiene fácil acceso a drogas sin pedir permiso, Fabien.
Estático, mi mano deja de acariciar a Misha y mi mandíbula queda colgando con la confirmación de mis pesadillas.
Hace treinta años la mujer heredó un imperio farmacéutico.
Hace treinta años que mi madre murió.
¿Es posible que para entonces Martin Harris ya conociera a Alice Pearce?
―Sé lo que piensas. Se me ocurrió lo mismo pero no hay pruebas que los vinculen en ese momento. Son suposiciones teniendo en cuenta que Martin Harris estaba casado con una chica rica de Cleveland y tú conociste a Albert Collins en Chicago
―Puede que estemos ante algo muy, muy grande.
―Grande y peligroso, Fabien. Lo siento pero me veo en la obligación de preguntarte: ¿estás seguro de que quieres seguir adelante con todo esto?
Muerdo mi labio y no dudo en responder.
―Más que nunca.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro