Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14

Como era de esperar, cuando Fabien pone un pie fuera de mi caravana un mar de lágrimas me llena el pecho y sale disparado por mis ojos.

Caigo de rodillas sobre el piso y desplomo mi torso sobre el colchón haciendo que ambas pilas de ropa doblada caigan parcialmente a mi lado.

Genial. Con lo que odio acomodar la ropa.

No puedo parar de llorar.

Lágrimas y lágrimas ruedan por mi rostro empapando el edredón que ha sido testigo de tantas contiendas.

No se trataba únicamente sobre sexo. Lo sabe mi alma, también mi corazón.

Alguien no puede fingir tan bien, ¿cierto?

Gruño, me enfado conmigo misma por confiar en un tipo que gritaba "no me enamoro" por todos lados.

¿Qué sé sobre él además de que es muy guapo, un semental que me hizo descubrir un lado sensual de mí misma que creí no tener, un policía de Chicago que fue criado por un matrimonio genial y que ha tenido habituales problemas de comportamiento adolescente?

¿Qué más sé sobre este tipo que persigue la justicia, que ha sido partícipe de casos resonantes en su ciudad y que vive con una gata de raza persa?

¿Qué más sé acerca del hombre al que he dejado vivir conmigo por un puñado de días y al que no puedo quitarme de la cabeza, del cuerpo ni de mi mente?

Me prometí no caer por un hombre, juré no liarme con alguien por un buen rato y sin embargo, aquí estoy, mendigándole a uno que se quede conmigo.

Y si aceptaba, ¿qué pasaría al momento de llegar a casa? Él es un jugador de la primera hora, tiene un buen empleo y su hogar está lejos del mío.

¿Podríamos funcionar a la distancia? ¿Tomar un avión todos los fines de semana es posible?

La respuesta sale más rápido de lo que quiero: no. Él no tiene material de novio y pues yo no tengo material de mujer que no se apega.

Como el despojo que me siento me pongo de pie, resoplo y vuelvo a ordenar las prendas desparramadas. Voy al baño, me lavo el rostro y me observo fijamente, encontrando a una mujer distinta.

Recuerdo haber llorado mucho cuando encontré a mi marido siéndome infiel. Me sentí traicionada, acomplejada, culposa. Durante un tiempo, creí ser quien había arrojado a los brazos de otra a mi esposo a causa de mis desatenciones y mi falta de carisma como ama de casa.

Luego, tras aceptar que en una relación las cosas terminan por responsabilidad de ambos, acepté que él ya no me quería como antes y que yo tampoco lo hacía; que lo nuestro había mutado hacia un lado cómodo y aburrido, y que era yo quien se encontraba cómoda en ese aburrimiento.

En este momento, mi llanto se siente diferente.

Fabien se ha mostrado como quien era: un tipo acostumbrado al coqueteo, a mantener a raya su independencia, a satisfacer íntimamente a una mujer con todo su arsenal disponible.

Yo, como tonta, caí en su encanto, en sus caricias territoriales y en su hábil jugueteo verbal. Jamás prometió quedarse a mi lado más de lo necesario, mucho menos trazar planes a futuro.

Me avergüenza reconocer que he pasado algunas noches imaginando cómo sería tener a Fabien como compañero de vida y el pedido que acabo de hacerle no es más que un reflejo de mi necesidad por ser valorada, querida y respetada.

Nunca he tenido un hombre que me pusiera en primer lugar; Robbie dejó en claro que su profesión lo era todo y que yo sería su amiga sentimental.

Yo también era una máquina de trabajar cuando nos casamos, mis jornadas de casi dieciséis horas diarias no daban lugar a encuentros íntimos variados o vacaciones en playas paradisíacas, donde la piel se combustiona con solo mirarse.

Sin embargo, la idea de tener hijos, formar la bella familia que no tuve, era una ilusión que veía como algo lejano aunque no imposible.

Mi realización profesional nunca se sintió como un obstáculo, me creía capaz de compatibilizar mi trabajo con la maternidad, siempre y cuando contara con ayuda.

No era lo que Robbie proponía y lo acepté, yo aún era joven y con mucha vida por delante.

Mis propios deseos enturbiaron mi juicio cuando comencé a conectar con Fabien. Mis sueños postergados, mi búsqueda hacia lados menos explorados de mi profesión, mi necesidad por pertenecer...creí en la mínima posibilidad de que Fabien formara parte de una nueva realidad.

No le mentí en absoluto cuando le dije que con él me sentí feliz. No solo en materia sexual.

Sus chistes sin gracia, su seriedad y extremo análisis sobre todo, sus anécdotas de la academia de policía, su locura por el orden y acomodarlo todo al borde de ser un TOC, las historias de mis pacientes, mi pasado con un padre ausente...

Es la hora de la cena y aunque no tengo hambre, debo llenar mi estómago puesto que me espera un largo camino.

Refresco mi rostro, limpio mi piel pálida y me cubro con mi abrigo. No me interesa lucir bien, tan solo...viva.

Salgo a la carretera con las manos en los bolsillos e inspiro profundo. Mis botas se empolvan con la tierra, mi cabello se enreda a causa de la brisa.

Adiós San Luis, adiós carteles hacia el parque del Oso Yogui. Adiós a tantos pacientes y tantas historias. Adiós a mi primera cesárea fuera de un hospital.

Frente al restaurante de los primos Rusty y Peggy Scheffler, me detengo por última vez. Han sido grandes personas conmigo y aunque Rusty se ha alejado de mi caravana cuando notó que Fabien meaba en mi pierna como a un árbol, reconozco que sus cumplidos me han levantado el ego cuando más los necesité.

El lugar está poco concurrido, pero tengo bien en claro que es solo una cuestión de tiempo. Empujo la puerta e ingreso.

―¡Waw, cariño, te ves como la mierda! ―La pelirroja sexi y su sinceridad me dan la bienvenida.

―Gracias, supongo que tienes razón. ―me apretuja contra sus grandes tetas en un fuerte abrazo y agradezco su calor humano. De inmediato, sollozo e hipo tratando de contener un reguero de lágrimas que humedecen la tela que apenas cubre sus pechos.

Me lleva a un rincón más privado y me eleva el mentón, examinándome.

―¿Estás así porque no sabes cómo vivirás sin todos nosotros o el policía caliente tiene algo que ver?

―¿Ambas? ―admito. Después de todo, ¿qué importa decir que Fabien me ha afectado más de lo que debería? Me marcho en unas horas.

―Estaba segura de que te rompería el corazón. Esa clase de tipos no sabe reconocer a una buena mujer aunque le pasee desnuda frente a sus narices.

―No puedes culparlo...

―Sí, puedo. Y además, es divertido hacerlo. ¡Hombres! Por eso me alejo de ellos con facilidad. ―me estampa un beso inesperado en la mejilla y limpia bruscamente la marca de labial rojo que de seguro ha quedado allí ―. Necesitas un trago lo suficientemente fuerte para que queme tu esófago.

―¡De ninguna manera, Peggy! Son menos de las siete y quiero estar bien descansada para mañana.

―Cierto, nos abandonas ―Finge extrema aflicción, llevándose las manos al pecho.

La sigo hacia una cabina desocupada y tomo asiento.

―Roni, entiendo que no quieras beber, pero no puedes irte de aquí sin despedirte de nuestras tradicionales hamburguesas. ―Lleva sus cejas a la línea de nacimiento de su cabello rojo fuego.

―Por supuesto, sería un delito marcharme sin el mejor plato de la casa bailando en mi estómago ―Mis tripas están anudadas en mi barriga e intuyo que apenas morderé el pan. Se siente mal decepcionarla.

Peggy ha sido amable conmigo y realmente considero pasarle mi número de teléfono por si algún día necesita de una doctora en Cleveland o simplemente, alguien con quien descargarse después de un mal día de trabajo.

O por si quiere despotricar en contra de los hombres.

Sonrío ante mis pensamientos absurdos para cuando Rusty se desliza sobre la banca frente a mí.

―Finalmente, ha llegado el día.

―Sí, tal como lo planeé.

―En nombre de la población de San Luis, agradezco tu solidaridad.

―Y yo a ustedes por su hospitalidad.

―¿A mano? ―literalmente, extiende la suya. La uno con la mía y sonreímos a la par.

―Más que a mano.

―Ahora dime, ¿por qué estás triste? Has venido con un objetivo claro, has hecho feliz a muchas personas e incluso, descubrieron tu hermosa voz ―sonrío a desgano ― . Dejaste tu huella en nuestros corazones, doc ―el muchacho es dulce y sus palabras me conmueven. Sus palmas grandes cobijan mis manos y se las lleva a su boca, besándolas agradablemente.

¡Qué fácil hubiera sido un revolcón con Rusty! Jamás hubiera podido enamorarme de él, no porque no fuera entrañable sino, precisamente, por eso. Lo mío no son los chicos buenos.

―Siempre me entristece alejarme de la gente y de los lugares que me han hecho sentir tan bien. No tenía demasiadas expectativas cuando inicié esta travesía, ¿sabes? Y aquí me tienes...llorando a más no poder.

Tal como su prima, Rusty me analiza. Entrecierra sus bonitos ojos y sonríe de lado, presumiblemente con otro tipo de explicación en mente.

―No insistiré en que me des otra respuesta, porque creo tenerla a pesar de tu silencio.

―Entonces, por favor, no lo hagas. Dejemos las cosas así ―se pone de pie y besa mi sien, alejándose hacia la mesa contigua, ocupada por dos chicas de voz cantarina y coqueta.

Ladeo la cabeza y me entrego al momento.

Adiós a Rusty y a Peggy.

***

Debería estar durmiendo. Necesito imperiosamente hacerlo.

Estar soñando con bambis bebés, que estoy esquiando en Aspen o que firmo el boleto de compra de la bonita cabaña cerca del río que vi en Colorado mientras buscaba una casa que comprar hace tanto tiempo. Que hago angelitos sobre la nieve y armo un enorme muñeco en navidad.

Todos son sueños plausibles y, aun así, no estoy segura de concretarlos. ¿Por qué me lo impido? El dinero no es un obstáculo, cuentos con los medios para hacerlo y sin embargo, parece que una fuerza sobrenatural me detiene.

La cama se siente muy fría en comparación a las últimas noches en las cuales el pecho de Fabien me cobijaba. Arrastro las tímidas lágrimas que asoman en mis ojos y respiro profundo. Estoy harta de llorar.

―Basta, Roni. Es uno del montón. Ya encontrarás a otro, llueven hombres. Ya lo dijo Geri Halliwell en su canción.

Sí, como no.

Siempre he apostado a lo seguro, he tratado de ser la hija ejemplar y la mejor de la clase. Estrategia o no, creí que de este modo mi padre se enorgullecería de mí y se quedaría a mi lado, viéndome crecer, siendo testigo de mi avance académico y profesional.

Apareciendo esporádicamente, escudándose en su trabajo como empresario y diciendo que a lo largo de su vida había cosechado detractores de toda clase, se excusaba.

Apenas me gradué en la preparatoria, me obsequió un apartamento que puso a mi nombre. Cuando hice lo propio en la escuela de medicina, optó por un automóvil que vendí de inmediato.

Pagaba la culpa del abandono con bienes. Lo que nunca entendió, es que yo no quería posesiones materiales, yo solo quería amor.

Con Robbie, pensé que lo había hecho bien: él era el boleto perfecto hacia la vida familiar que buscaba. O al menos eso pensé mientras fuimos novios e incluso, por unos meses después de la boda. Él tenía a su madre insistiendo porque se casara con una chica de bien.

Una vez hecho eso, no dudó en decirme que si quería niños tendría que aceptar que mi carrera pasara a un segundo plano ya que él no estaba dispuesto a abandonar su profesión.

Pongo la tetera y miro a través de la ventana. Las luces lejanas de algunos coches indican que no todos se han marchado del campamento.

He tenido buenos vecinos, nada ruidosos y contemplativos con mi misión. Ojalá no hayan escuchado mis aullidos frenéticos cada vez que tenía sexo con Fabien.

Aunque pensándolo bien, solo un sordo no me hubiera oído.

Mientras que el agua se calienta reviso por milésima vez mi licencia de conducir y los papeles de mi remolque. Los acomodo en la gaveta de la consola y voy a por mi GPS. Introduzco las coordenadas de mi próximo destino e informo a la empresa de rastreo satelital la hora de salida y el punto de llegada.

Extiendo el mapa ajado sobre la mesa y los recuerdos de Fabien saboreándome aquí arriba me invaden. Siento calor, deseo y amargura. Trazo un círculo en esta ciudad y lo pliego, guardándolo junto a los documentos importantes por si el aparato de ubicación se queda sin baterías.

No confío en mi celular, no es un modelo muy actual y suele descargarse con rapidez. Apenas llegue a Cleveland compraré uno más moderno. No soy de las aplicaciones ni juegos, por lo que tener un teléfono básico siempre fue mi único objetivo.

El agua borbotea y me preparo un té de tilo. Me coloco mi fiel abrigo y bajo de la caravana con mis manos rodeando la taza de loza que dice "La mejor doc del mundo". Es un bonito regalo que me hizo Peggy al irme de su restaurante. Rusty, en cambio, me pidió un beso en los labios.

No pude negarme. Fue un roce inocente.

Miro al cielo, las nubes plomizas ocultan las estrellas y sé que tengo un día complicado por delante.

Odio viajar con lluvia, pero no es la primera vez que lo hago, claro.

Una tormenta copiosa, de hecho, me tuvo demorada en una carretera lejana en Dakota del Norte, de camino a Wyoming.

Tomo asiento en la fría superficie de madera contemplando la inmensidad de la naturaleza a mi alrededor. No he tenido la posibilidad de recorrer los sitios que he visitado con mi móvil y esa es una deuda pendiente que tendré que saldar en otro momento.

Para eso necesitaría postergar mis obligaciones en Cleveland.

¿Vale la pena dejar un trabajo tan bien remunerado y por el que he trabajado duro a cambio de una experiencia que he encontrado sumamente gratificante pero nada retribuida económicamente? La medicina al alcance de los más marginados, en lugares distintos; ser una mano amiga que los acerque a los controles médico que, de otro modo, jamás les serían posibles.

Un relámpago en lo alto me advierte cuánto mejor será que ingrese a mi confortable móvil.

―Adiós San Luis, siempre estarás en mi corazón. ―Exhalo con nostalgia anticipada y subo los estrechos escalones hacia mi actual hogar.

No pasa mucho tiempo entre mi ingreso y el aguacero.

Las gotas se estampillan contra las ventanas y romantizo mi situación al hacer una analogía entre la lluvia y las lágrimas que caen sobre mis mejillas. Las arrastro, llevo la taza al fregadero, la lavo y miro el reloj con pena.

Son más de las 11 de la noche y hacia las 4 de la madrugada debería estar lista para partir.

¿Qué estará haciendo Fabien ahora mismo?

¿He sido clara cuando le advertí que no esperaría ni un solo minuto por él?

Decido mantenerme firme.

Ni él ni nadie debería detener la misión a la que me he encomendado desde hace meses. Determinada, regreso a la cama y me cubro hasta la barbilla.

El viento silba y espero que ayude a mi descanso.

Necesito, esta vez, conciliar el sueño y no desear lo que no obtendré jamás.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro