Un sueño 💔
Hola, ¿qué tal están por aquí? Me reporto de nuevo con una nueva actualización. Les pido disculpas por no haber actualizado ayer.
Pero entre una cosa y otra, el capítulo no estuvo listo para la hora habitual. Qué puedo decirles... ¡Este capítulo es bastante sensible! Casi se me salen las lágrimas.
Aunque también tenemos a la jugadora 149 antes de los juegos. ¿Cómo creen ustedes que sea esta aparición?.
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Otro día más, el amanecer llegaba mientras daba vueltas entre sus cobijas. Solo había logrado dormir pocas horas, y nada seguidas. Vio la hora en su despertador: 5:40 am. Quiso volver a darse la vuelta en la cama, enrollándose en las cobijas para volver a dormir, ya que sus ojos comenzaban a cerrarse lentamente por el cansancio.
Sin embargo, de nuevo comenzó a sentir esa sensación de náuseas. Respiró profundamente por unos segundos, pensando que quizás pasaría, pero al ver que no era así, se puso una mano en la boca para evitar vomitar.
Así que se paró muy rápido de la cama, quitándose las cobijas de encima y comenzando a correr casi a tropezones para no chocar con nada en su camino hasta que llegó al baño. Por suerte, la puerta estaba abierta, así que solo se decidió sentarse en el piso para abrir la tapa de la taza del inodoro.
No pasaron ni dos segundos antes de que comenzara con arcadas y vomitara lo poco que había podido ingerir en la cena de anoche. Por los rastros de la comida, creía que también había vomitado lo del almuerzo.
No lo tenía nada claro, y lo único seguro era que detestaba lo que fuera que le estuviera pasando con su cuerpo. Por un lado, pensaba que toda esa angustia por la custodia de su hija estaba afectando su salud.
Pudo meter la apelación de la demanda, pero por ahora solo había conseguido visitas tres veces a la semana.
Volver a recordar esos momentos tan tensos de su vida solo le provocó otra arcada más, en la cual parecía ya no estar botando nada más que solo líquido de su cuerpo. Así que comenzó a respirar bastante lento, quitándose algunos mechones de su cara que estaban pegados por el sudor de haber vomitado. Y al recordar estas cosas, debía pensar en otros temas para mantenerse feliz, como ver a su hija.
Si eso era un tema muy bueno, y para mantenerse feliz debía sonreír ante las adversidades de la vida, no mostrarse débil, y mucho menos los sentimientos.
Esos recuerdos de su pequeña hija, aquellos momentos felices, iban calmando a su corazón. El llegar a poder ir viendo a su pequeña llenaba ese vacío, aunque quien no estaba nada de acuerdo con eso era su ex esposa y se lo hacía saber en cada oportunidad que iba a pasar a recogerla.
Pero eso era lo de menos ahora; él sería capaz de aguantar cualquier cosa, con tal de estar con su hija, hasta los golpes de ser necesarios.
Cuando sintió que su cuerpo no iba a expulsar nada más, se fue sentando en el piso muy lentamente, dejando que todo dejara de dar vueltas a su alrededor antes de volverse a poner en pie e intentar dormir.
Quizás mientras estaba ahí, estiró uno de sus brazos intentando verlo lo menos posible y comenzó a lastimarse un poco esa piel llena de algunas cicatrices con sus uñas. Primero comenzó a rascarse la piel hasta que se cansó de hacerse eso y comenzó a clavarse las uñas.
Cuando vio las gotas de sangre y además de que comenzaba a arder su piel, solo llegó a soltar un ¡carajo! de sus labios antes de que dejara de hacerlo. Aunque él podía con esto y más, sería otra herida más a su piel llena de cicatrices.
—Volviste de nuevo por la custodia de tu hija. Debes verte tan patético justo ahora, Omega, porque no pasas y hablamos sobre otros asuntos.
—Sabías que me imaginaba que ibas a ser mucho más listo y que sabrías que no te convenía intentar luchar por la niña.— le pasó una de las manos por la espalda antes de jalarle el cabello y comenzar a arrastrarlo.
Uno, dos, uno, dos. Debía calmar la respiración. Esto era un recuerdo. No había motivos reales para que lo afectara de esta manera, mucho menos tener que volver a revivirlo. Pero al volver a cerrar sus ojos, estaba de nuevo en ese pasillo, sabiendo lo que venía a continuación, solo por no ser un buen omega.
—Suéltame... quiero irme a mi casa. Ya te he entregado a la niña sana y salva.— iba hablando entrecortadamente al sentir esa presión en su cabello y mucho más la sensación de ser arrastrado.
—Pero mírate aquí, tan patético, tan iluso. Solo eres un estorbo que no sirves para coger, mucho menos para algo más. O de lo contrario, ese alfa patético te hubiera llevado con él, pero estuvo sin hacerlo así.— lo arrinconó en la pared comenzando a cortarle la respiración.—¡Mírame cuando te hablo, imbécil! Solo eres un estorbo. Nadie te quiere. Das asco.
Necesitaba el aire en sus pulmones. Al inicio, intentó luchar con todas sus fuerzas para poder liberarse de la presión, pero sencillamente se le estaba complicando. Y llegar a escuchar como nombraba al alfa fue lo peor. Le hizo cerrar los ojos, imaginando que no era real, que nada de esto lo era. Despertaría en su cama.
—¡Qué asco, Omega! ¿Acaso te has orinado encima de tu ropa? Eres tan asqueroso.— lo soltó, escuchando como comenzaba a toser antes de respirar. Ante eso, sencillamente se iba sacudiendo las manos para quitarse la suciedad.
Fue un estúpido esa noche y todas las demás por haber entrado a esa casa. Sintió cómo la puerta se cerraba detrás de su espalda, mientras intentaba correr para huir. Luego, solo escuchaba los sonidos secos de los tacones acercándose cada vez más hasta que el primer golpe cayó en su espalda.
No, no bastaba. Ya no quería recordar esto. Verse de esta manera tan patética era miserable. Se dejaba hacer cualquier cosa solo por su hija. De nuevo comenzó a clavarse las uñas en su otro brazo, mucho más fuerte, hasta que le salieron las gotas de sangre. Eso calmó su corazón y la respiración agitada que estaba sintiendo justo ahora por la emoción de los recuerdos.
Sí, quizás estaba siendo lo menos práctico para calmar la depresión ligada a la angustia el autolesionarse, pero era lo que lo calmaba en esta clase de momentos en que solo quería acabar con absolutamente todo.
Además de lo que sentía por esa persona que quería olvidar, no podía negar que todavía le dolía lo del alfa. Ni siquiera tenía un nombre o contacto telefónico de aquel que, si era cierto, sencillamente lo había utilizado por sexo. Lo habían dejado solo y tirado en el peor momento de su vida.
Lo peor era que tenía la esperanza de que lo fuera a buscar o que quizás luego se disculpara por lo mal que lo había tratado. Pero no había sido así. En estos tres meses que habían pasado, ni una llamada, un mensaje o una búsqueda. Eso le dolía demasiado a su parte omega y no podía negar que también a él, aunque no iba a dejarse doblegar por el sentimiento de querer llorar justo ahora.
Se fue acostando muy lentamente sobre sus piernas, escondiendo ahí su cabeza. Ya que si no veía su cara, tampoco podría sentir las lágrimas que salían lentamente y mojaban su ropa. Si era capaz de hacer esto, también podía ser capaz de olvidar el sonido de los golpes en su espalda, de los sonidos que nunca llegaron a salir de su boca aquella vez.
Mucho menos el hecho de que su cuerpo se quedara paralizado en esa misma posición, escuchando todos los reclamos hasta que volvió a escuchar los golpes. Era horrible esa sensación. Volvió a sollozar mucho más fuerte esta vez, apretándose los labios para que no saliera un grito.
Estuvo ahí más tiempo del que quiso admitir y lo que lo hizo pararse de dónde estaba fue el sonido insistente de su teléfono.
Le costó un poco pararse y aún más llegar hasta la habitación. Cuando llegó allí, solo se dio cuenta de que eran las seis de la mañana. Se frotó un poco los ojos, intentando calcular lo menos posible cuánto tiempo había pasado en el baño antes de atreverse a volver a acostarse en la cama.
Estaba a punto de volver a arroparse con las cobijas cuando el teléfono volvió a sonar. Así que esta vez lo contestó. Estuvo a punto de decir cualquier tontería al preguntarse quién estaría llamando a esta hora; menos mal que no lo hizo, era su pequeña princesa la que lo estaba haciendo.
—Mamá, te extraño muchísimo y quería preguntarte si hoy vendrás por mí a la escuela. ¿Iremos a comer helado, como me lo habías prometido?
Escuchar la voz tan inocente de su pequeña a través del teléfono le traía tanta paz y tranquilidad a su corazón. Saber que gracias a lo que estaba haciendo, ella no estaba sufriendo esos castigos y mucho menos el maltrato psicológico, le hacía darse cuenta de que estaba haciendo lo correcto al aguantar todo y quedarse callado.
—Claro que sí, mi princesa, mientras nos permitan estas visitas entre ambos. —Tomó una pausa, casi imaginándose la sonrisa de su pequeña al decir esas palabras.— Claro que lo haré, aunque ¿había necesidad de llamar a las seis de la mañana? ¿O querías comentarme algo más?
Comenzó a escuchar la respiración bastante agitada de su pequeña a través del teléfono. Eso lo hizo preocuparse demasiado, imaginando muchos escenarios en los que algo muy malo le hubiera podido pasar o en los que esa mujer se hubiera atrevido a ponerle una mano encima cuando él estaba haciendo todo lo que le pedían.
Demasiadas cosas estaban pasando por su cabeza y comenzaban a alterarlo. Su parte Omega estaba igual o mucho peor, siendo que algo malo estuviera pasando con su hija. Decidió primero tomar una respiración pausada antes de hablar.
—Princesa, ¿tú estás bien? Nadie te está lastimando, ¿verdad?
—Yo no... no quería que me descubrieran hablando por teléfono antes de irme a la escuela. Por eso es que decidí llamarte, aunque si te molesta no lo vuelvo a hacer.
Sintiendo como el alma le volvía al cuerpo, respiró profundamente. Aunque no podía negar que seguía sentado en la cama, haciéndose algunos rasguños en la piel para calmar su ataque de ansiedad, esperó unos minutos más para ver si ella le decía algo más. Al no obtener la respuesta deseada, comenzó a hablar.
—Está bien que me molestes, Seong Ga-yeong. Más bien sabes que me gustan estas llamadas —soltó un bostezo antes de retomar la conversación—. Aunque todavía tengo sueño, pues hasta hace unas horas pude dormir un poco. —Volvió a bostezar, esta vez acostándose en la cama muy lentamente.
Y así, iba cerrando sus ojos muy lentamente, pensando que su pequeña ya había colgado la llamada y podía volver a quedarse dormido, a pesar de tener el teléfono entre sus manos.
—Mamá, tú todavía te sientes mal del estómago, ¿sabes? Deberías ir al médico. No quiero que te pase nada malo, mucho menos que te mueras. Yo te amo muchísimo.
—Tranquila, pequeña. No es nada, solo pasé una muy mala noche y te prometo que si me siento muy mal iré al médico. Nunca te dejaré sola —iba hablando bastante pausado ya que el sueño le estaba ganando—.Y te prometo que estaré cuando salgas de la escuela, aunque por ahora mamá va a dormir.
Lo último que supo fue que escuchó el "te amo" de su pequeña y creyó que él también le había respondido antes de que el teléfono se le soltara de las manos, cayendo en la cama. Y así, sencillamente se fue sumergiendo en el mundo de los sueños, teniendo como recuerdo la cara de su princesa cuando comía helado.
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Comenzó a sentir golpes a lo lejos. Primero pensó que eran en otra casa, aunque luego sintió que lo estaban siguiendo. Algo en su puerta lo hizo despertar a medias, entreabrió los ojos, pero los volvió a cerrar porque la luz lo impactó directamente.
Volvió a darse la vuelta y se arropó de nuevo con sus cobijas para continuar durmiendo. Creyendo que así lo dejarían en paz al no escuchar más los golpes en su puerta ni la voz de la señora, pensó que había ganado la batalla.
— ¡Abre esa bendita puerta! ¡No te hagas tanto del rogar! — dio otros golpes a la puerta, esperando que esta vez le abrieran.
— No estoy disponible por el momento. Vuelva en otra ocasión. Quiero dormir — murmuró más dormido que despierto, pensando que así lo dejarían en paz.
Volvió a cerrar los ojos, pensando que con eso que había dicho la había terminado de alejar para seguir durmiendo. ¿Acaso no entendía que él estaba muy bien lidiando con todo y que solo quería estar en calma? Que los recuerdos dolorosos estuvieran sin atacarle.
—Gi-hun, por el amor de Dios, ábreme esta puerta ya. Llevas más tiempo del necesario durmiendo. Son las 10:30 y el desayuno se te está enfriando.— iba diciendo a medida que iba golpeando la puerta varias veces consecutivas.
Silencio y calma era lo que más quería ahora, pero estaba sin llegar a conseguirlo. Además de que escuchar como lo llamaban por su nombre le hizo recordar bastante a su mamá, algo que lo hizo medio volver a abrir los ojos tratando de volver a imaginar su cara como lo llegaban a regañar.
— Solo cinco minutos más, Jang Gum-ja.— iba diciendo pasándose sus manos por la cara para intentar quitarse el sueño.— Y yo te prometo que te abriré. Solo quiero dormir un poco más.
— Nada de eso, jovencito. Será mejor que abras la puerta.— dejó de hablar unos momentos como agarrando algo del suelo antes de volver a hablar.— O esta vez sí abriré este regalo de tu admirador secreto del cual no me quieres decir nada.
Cualquier cosa menos que le llegaran a ver esos regalos que le hacían sonreír en los momentos de tristezas, calmando a su corazón y también a su parte Omega. Así que se llegó a parar de su cama rápidamente para llegar a abrirle la puerta. Cuando lo hizo, llegó a ver la sonrisa de la señora quien le entregó el regalo entre las manos y ella se iba directo a la cocina.
Él correspondió a esa sonrisa antes de irse a su cuarto, cerrando la puerta con seguro antes de sentarse en la cama y abrir el regalo. Este era un poco más grande; quizás contenía algo más adentro, quizás dulces. Solo de imaginar eso, pensó en el chocolate y cómo comenzó a sentir antojo de ese dulce.
Así que tomó el regalo entre sus manos, absorbiendo un poco las feromonas que estaban ahí, antes de abrirlo con cuidado. Lo primero que vio fue la carta, que estaba bien doblada, y había algo más en el fondo. Dejó a un lado la carta para ver un momento qué era lo que tenía entre sus manos; solo le sacó una sonrisa un tanto melancólica.
Sí, era un dulce, pero no tenía nada que ver con el chocolate que estaba ansiando justo ahora. Así que, sencillamente, lo dejó en la cama antes de agarrar la carta. Primero que nada, la pasó por su nariz, absorbiendo el olor de las feromonas, antes de comenzar a leerlo.
Hola, mi bonito Omega. Aquí te saluda tu admirador secreto con esta nueva carta. Si llevamos la cuenta, sería la número quince desde que te vi y quedé flechado a primera vista. Pero es que eres tan precioso que no puedo esperar el día en que por fin nos veamos frente a frente y te diga cuánto te amo.
Esta vez quise cambiar un poco la rutina y, además de mi carta, te quise dar algo dulce para que, cuando te lo comas, pienses en mí, tu amado alfa, que cuenta los días para verte. No sabes cuánto estoy esperando que llegue la carta treinta para por fin vernos y decirte cuánto te amo. Ni siquiera te lo había dicho antes, mi amor.
Atentamente, tu admirador secreto que te ama.
Terminando de leer la carta, no pudo evitar que se le escaparan algunas lágrimas, las cuales se quitó rápidamente antes de levantarse de la cama y comenzar a buscar la caja donde estaban las demás cartas.
La abrió, viendo lo bonito que lo tenía organizado antes de atreverse a guardar esta [carta] con las demás. Sonriendo un poco, se quedó en esta posición antes de atreverse a guardarla en su escondite seguro.
Si quizás era una tontería el aferrarse a un desconocido, el cual solo se dedicaba a decirte palabras bonitas a través de cartas y del cual ni siquiera sabía quién era o cómo era su rostro. Pero también, en lo más profundo de su ser, quería creer que era ese alfa quien lo había dejado solo cuando más lo necesitaba y que ahora estaba haciendo esto para ganarse su perdón. Era algo que, de cierta manera, llegaba a reconfortar a su parte omega y a él mismo.
Sacándole de esta tristeza que mantenía en lo más profundo de su ser y de la cual, por momentos, quería desaparecer y acabar con todo este dolor.
Y si era el de verdad, lo estaba consiguiendo con este tipo de detalles como las cartas, los dulces, contarle cualquier tontería en las cartas para terminar con palabras de amor. Eso solo lo hacía sentir bonito, amado y, ¿por qué no?, especial. Quería mantenerse bonito para ese desconocido.
Se quitó algunas lágrimas traicioneras que se escapaban al pensar en esta persona, antes de atreverse a salir de su cuarto con el dulce entre sus manos, directo para sentarse en la mesa, la cual estaba llena de comida que soltaba olores deliciosos y otros que le causaban repulsión.
La señora Jang Geum-ja pareció notar sus gestos de repulsión ante esos alimentos, ya que rápidamente los retiró de la mesa para volver a acercarse hasta él, haciéndole esos gestos que tanto odiaba porque los entendía muy rápido. Llegó a subirse la manga de la camisa, viendo cómo le dedicaba una mirada de enojo antes de hablarle.
—Mi niño, hemos hablado sobre lastimar la piel de esta manera. Solo te estás causando mucho daño a ti mismo —iba diciendo a medida que iba tocando las últimas heridas que se había hecho esa mañana.
Quiso reprimir un jadeo al sentir el toque cuando tocaron una de esas heridas recién hechas esa mañana, pero no pudo ser así, ya que de todas formas lo soltó y solo vio cómo la señora soltaba un suspiro antes de continuar tocándolo.
—Detesto que lo hagas y sé que mis palabras ya no tienen el efecto necesario contigo —solo soltó un suspiro de resignación antes de seguir asegurándose de que no hubiera más heridas—. Y solo me queda venir aquí cada mañana para cuidarte, asegurándome de que te mantengas bien, porque créeme que si hubieras aceptado vivir conmigo y mi hijo, te hubiera sacado de esta soledad.
Llegar a escuchar esto último de la señora solo le hizo soltar una sonrisa un tanto melancólica, al recordar cómo la había conocido en ese momento cuando estaba tan destruido por la cena y esas palabras de esa mujer lo habían conducido a esa parada de autobuses con la lluvia, y ella llegando para resguardarlo.
Se encargó aquella noche de sacarlo de ahí, llevarlo hasta su casa, asegurarse de que comiera y se sintiera lo suficientemente bien antes de atreverse a dejarlo ir a su casa. Pensó que la situación se había quedado así, pero cuando comenzó el juicio para la custodia de su hija, se terminó desmoronando de nuevo, sin saber qué hacer o a quién acudir.
Terminó en su casa y ella, de nuevo, lo volvió a aceptar gustosamente. Lo volvieron a cuidar y desde ahí han pasado dos meses que mantienen esta rutina entre ambos. Siempre lo vigilan en sus acciones ya que, cuando había pasado unos días de conocerse, se terminó abriendo ante ella, contando toda su vida o casi todo, obviando los juegos.
—Yo... Yo lo siento mucho. Es algo que sencillamente no puedo reprimir porque los recuerdos me atacan y estoy solo. Solo quiero hacer esto para intentar calmar lo que siento por dentro.
Cuando lo dijo, sencillamente comenzó a soltar las lágrimas a medida que hablaba, recordando lo de esta mañana. Aunque sintió como lo abrazaban al soltar feromonas maternales, algo que lo calmaba porque le recordaban mucho a su mamá, que ya no estaba con él.
—Mi precioso niño, que estás tan destruido por dentro —se atrevió a pasar una de sus manos por la cara del Omega, retirando algunas de las lágrimas—.Yo te prometo siempre estar para ti, siempre —continuó liberando más feromonas—. Sabes que después de que entregues a tu hija, no pises esa casa más de tres minutos. Te vienes directamente hasta mi casa.
El hecho de que lo abrazaran y soltaran estas feromonas lo calmaba muy lentamente, al igual que esas palabras. Él solo se dedicó a asentir ante eso último. Sabía que saldría de ahí destruido y era mejor que no estuviera solo.
— Así me gusta que tengas claro adónde tienes que ir y sabes algo, me importa un carajo que el vago de mi hijo diga algo, tú me necesitas mucho más. — ambos soltaron una risa ante lo dicho por ella antes de separarse para que él comenzara a comer.
— Vamos mi niño, cómete todo tu plato, te quiero ver con esas mejillas regorditas por la comida que te estoy dando y que te está gustando. — iba diciendo a medida que pasaba una de sus manos por las mejillas. — Quiero ver una sonrisa mi niño.
Sintió como el color se le iba subiendo a las mejillas al escuchar este tipo de halagos. Lo hacían volver a sentirse como un niño pequeño a quien estaban cuidando y, en definitiva, le gustaba eso. No querría perder esto por nada del mundo. Continuó dando otros bocados de comida antes de hablar.
— Sí, está demasiado buena la comida, mam... no quiero decir señora. — hizo una pausa sabiendo el error que estaba a punto de cometer. — Yo solo quiero decir muchas gracias por esto. — iba diciendo al agarrar otro bocado que se metía gustosamente en su boca ya que la comida sencillamente era tan deliciosa.
Sinceramente no sabía por qué esa palabra estaba a punto de escaparse de su boca. No podía confundir las situaciones. Una cosa es que lo estuvieran tratando así de bien y se encargaran de cuidarlo, mantenerlo bien y estable, y otra muy distinta que se atreviera a nombrarla mamá. Una cosa que estaba sin tener en cuenta era cómo llegaría a reaccionar ella.
Quizás se lo tomaría bien, quizás lo llenarían más de halagos, pero también estaba la posibilidad de que pudiera acabar este ambiente tan bonito entre ellos y quisiera alejarse de él. Así que se abstuvo de decirlo, metiéndose más bocados de la comida tratando de que sus feromonas no se volvieran agrias.
Continué comiendo su comida a pasos un poco más lentos gracias a esta clase de pensamientos que había tenido, aunque al final sí se logró comer toda su comida. No se atrevió a decir nada más, pero la señora sí se dio cuenta, ya que solo recogió los platos poniéndolos en el fregadero antes de acercarse hasta él para ponerle una de sus manos en su espalda.
—Haber, mi niño, quiero que me digas qué te alteró durante la comida para que tus feromonas se volvieran agrias durante unos segundos.—continuó sobando la espalda y, ¿por qué no?, soltando más feromonas maternales.—Vas a estar tan callado ahora.
—No es nada, solo me puse a pensar en lo que no debía.
—Bueno, pues siendo así, quítate la camisa. Quiero revisarte toda tu espalda.
Al escuchar esas palabras, solo soltó un suspiro antes de comenzar a quitarse la camisa, llegando a revelar su espalda con moretones y su vientre un tanto inflamado, el cual solo pensaba que estaba así por el estrés. Sintió como ella sacó la crema que traía entre sus cosas antes de que comenzaran a hacerle los masajes correspondientes en su espalda, sacándole algunos suspiros de alivio al aliviar esos nudos.
Estuvieron un rato en su espalda antes de que llegaran a pasar en su estómago, donde también se encargaron de masajearlo.
—Todavía está un poco abultado por la última vez que te lo toqué, pero seguramente esto es por la comida que te estoy dando, ya está dando resultados.—toma una pausa buscando otras cosas para limpiar las heridas nuevas de los brazos.—Dime si has sentido algún dolor extraño en tu vientre o no.
—No he sentido ningún dolor extraño, aunque tampoco deberíamos preocuparnos por eso. Yo me encuentro estable por los momentos.—decía al sentir el ardor en sus brazos al ser desinfectados.
Pasaron algunos minutos más en los cuales terminaban de desinfectarlo antes de ponerle unas vendas en sus brazos.
—Y con esto hemos terminado el día de hoy, mi pequeño. Quiero que te cuides mucho el día de hoy y te vienes directo a mi casa. Me voy a encargar de consentirte como te lo mereces.
Cuando terminaron de decir eso, lo volvieron a abrazar durante unos minutos, soltando esas feromonas maternales, antes de que por fin se llegaran a soltar.
Él solo se despidió con una sonrisa un tanto de melancolía antes de cerrar la puerta.
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Y bueno, con esto hemos terminado el capítulo. ¡Cuántas emociones hemos sentido, verdad! Díganme qué les pareció cómo agregué a la ecuación a esa jugadora.
¿Creen que termine bien o mal?
Además, ¡cómo lo cuida! Hasta a mí se me derritió el corazón al escribirlo. Un dato que nadie pidió: ella ya sabe del embarazo, solo que no le va a decir nada hasta que él mismo lo admita.
Por aquí leo sus teorías de quién puede ser ese admirador secreto.
Su amor hacia la jugadora 149.
Sus palabras de aliento hacia Gi-hun son muy conmovedoras, porque todavía se viene un camino muy fuerte por venir.
Un pequeño spoiler: cuando lleguemos a la carta número treinta, van a ser unos capítulos demasiado delicados y fuertes. Esto vamos a considerarlo como lo último antes del cierre de este segundo arco.
Un dato curioso que nadie pidió: su escritora aquí presente sufre de TDA. O sea, en pocas palabras, me cuesta concentrarme en la mayoría de las cosas, además de distraerme muy rápido. Uno de los motivos por los cuales a veces las actualizaciones no están a tiempo.
Dejen muchos comentarios durante el capítulo. Amo leerlos y saber que algunos se acercan y otros se desvían.
¡Los leo!.
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Y si no les abre el link aquí mi número de teléfono: +5804241720472
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