Fetiches 1/2
Esa liberación dentro de Sung Ki-hoon fue sumamente satisfactoria, viendo cómo se retorcía del placer y no ocultaba los gemidos al sentir cómo el nudo liberaba todo su semen dentro de su preciado. Fue magnífico.
A pesar de que el nudo ya había bajado, no quería salirse del interior tan estrecho de su omega. Quería mantenerse más tiempo ahí para continuar disfrutando mucho más de su cuerpo hasta cansarse de su obsesión.
Pero a estas alturas sentía que había perdido el juego, ya que quería tomarlo y llevarlo lo más lejos posible para hacer que se olvidara de buscarlo y acabar con los juegos. Eso, sencillamente, es lo más satisfactorio que existe.
Ver cómo esa gente muere por la ambición del dinero es algo simplemente hermoso de ver, y mucho más si estás en la cima de todo esto.
Soltando un suspiro un tanto lastimero, se salió de su omega para volver a ponerlo boca arriba. Se subió encima de él para comenzar a besar sus labios mientras que, con una de sus manos, continuaba toqueteando los pezones que ya estaban bastante rojos y erectos, listos para ser chupados.
Así se verá de hermoso y lleno su omega cuando llegue a quedar embarazado. Está más que seguro de que todavía se encuentra en una edad bastante fértil para soportar un embarazo nuevamente, contando que no esté tomando anticonceptivos.
Esperemos que no sea así.
De solo pensar en verlo con un vientre abultado y todo gracias a él, le hacía poner su polla erecta nuevamente, la cual hizo fricción con la de su omega. Escuchó un gemido que salió entrecortado de los labios, gracias a que los estaba besando sin piedad, chupándolos hasta que se hincharan y se pusieran de ese rojo tan hermoso.
Decidió dejar los labios en paz al ver que estaban lo suficientemente hinchados. Se acercó hasta su cuello, poniendo su boca y nariz ahí, absorbiendo el aroma a vainilla y excitación que salía de su cuello. Todo en el omega le gritaba que lo marcara y acabara con este sufrimiento para que al fin fuera suyo con todas las leyes.
Era tan fácil, pero tampoco lo terminaba de hacer. No encontraba ese impulso necesario para hacerlo. Solo soltó un suspiro ante sus dudas para salir del cuello de su omega y quedarse viendo fijamente, poniendo una de sus manos en la cara tan frágil y preciosa del mismo.
—Amor mío, ¿qué me dices tú? ¿Te marco y acabamos con toda esta lucha? —pasó uno de sus dedos por los labios hinchados antes de volver a hablar—. O dejo que te entregues voluntariamente a mí sin efectos del celo, mucho menos las drogas.
Esperaba escuchar alguna palabra que lo hiciera calmar las dudas que estaban surgiendo en lo más profundo de su ser. Pero solo ha llegado a escuchar un gemido lastimero por parte del omega al volver a verlo. Solo lo ve con los ojos llorosos y esas mejillas bastante sonrojadas, como esperando algo más.
Ahí entendió lo que estaba pasando: los efectos del acelerador del celo habían pasado y justo ahora estaba comenzando el celo real, que depende de la situación, puede durar los tres días o pueden ser solo un día.
—Ohh, amor mío, entiendo lo que está pasando con tu cuerpo en estos momentos. Necesitas que alguien te folle hasta que pierdas el conocimiento —soltó una risa viendo cómo se continuaba retorciéndose en la cama, intentando liberarse de los amarres que estaban en todo su cuerpo.
Aunque eso sencillamente no iba a pasar, mucho menos bajo su supervisión. Se paró de donde estaba para buscar dentro de unos cajones un tubo con un líquido transparente, el cual solo echó una gran parte en el centro del cuerpo para comenzar a hacerle masajes por todo el cuerpo.
Dejándolo bastante brillante y pegajoso en cada toque. Esto era como una anestesia; se aseguraría de que no le doliera más el cuerpo a su omega y él podría continuar haciéndolo suyo tantas veces como quisiera.
Su cuerpo se inclinó lo suficientemente cerca de uno de los oídos de su amado Sung Ki-hoon para susurrarle algunas palabras:
"Confía en mí, te llevaré al paraíso y cuando aterrices en la realidad no sabrás quién fue, pero estarás con un precioso regalo mío que será nuestro hijo".
Vio cómo el rostro de Sung Ki-hoon se sonrojó mucho más al decir esas palabras, antes de atreverse a chuparle esa oreja a su omega. Escuchó el gemido lastimero que salió de su boca. Esto era más que perfecto y magnífico. Soltó una risa bastante fuerte antes de quitarse de esa posición y volver a hablar:
—Y fíjate para tu suerte, aquí tienes a tu alfa destinado, dispuesto a complacer todos tus caprichos, mi omega que quiere mucho más de mí. —Con todo el cuidado del mundo, esta vez lo volteó para comenzar a echar una gran cantidad de esta crema en la parte de atrás.
Al hacerlo, continuó escuchando esos hermosos gemidos y jadeos por parte de su omega. Sentía cómo estaba tan excitado y sin poder correrse gracias a lo que tenía en su polla, y se encargaría de que estuviera ahí durante todo el celo de su omega.
Continuó dando los masajes por toda la espalda, bajando lentamente y peligrosamente hasta su entrada, viendo lo chorreante que estaba por el semen. Dio algunos toques más ahí antes de continuar bajando mucho más hasta las piernas, en sus muslos, sin atreverse a tocar su polla. Se estaba portando muy mal al no soltar tantos gemidos como quería que los hiciera.
Al pellizcar dentro y fuera de los muslos, continuó bajando hasta llegar a los pies, donde echó más de la crema antes de comenzar a dar algunos lengüetazos. A los cuales sentía cómo su omega se retorcía cada vez más del placer por lo que estaba sintiendo.
Con que esa era su zona erógena, el Omega tenía más placer que en cualquier otra parte de su cuerpo. Interesante dato, lo tomaría en cuenta para futuras ocasiones. Terminando con un pie, se acercó al próximo para realizar el mismo procedimiento, escuchando todos los gemidos que era capaz de soltar Sung Ki-hoon.
¿Cuál sería el punto máximo de placer de su Omega? ¿En dónde lo escucharía gritar por un gemido bastante intenso? Quizás ocurría al hacer que se corra en sus manos.
Sonaba tentador. Pero no lo suficientemente para hacer que llegara a soltar la polla de su Omega que, para bien o para mal, tenía un tamaño bastante promedio para ser un Omega.
Tan perdido estaba en sus pensamientos que no estaba escuchando el insistente golpe en su puerta, mucho menos el sonido de su teléfono. Por Dios, ¿quién estaba siendo el insolente que estaba impidiendo su diversión justo ahora? Decidió hacerle caso al sonido más próximo que, en este caso, fue el de la puerta.
Ahora sí estaba más que molesto con quien fuera que lo estuviera interrumpiendo, y lo pagaría demasiado caro. Al abrir la puerta, se encuentra con la cara totalmente sudorosa y agitada de su hermano, el cual tomaba varias bocanadas de aire antes de hablar.
— Ya es hora de partir antes de que comiencen a sospechar de ti, hermano.
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