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La pesadilla de Gabriel



Beelz terminó de ordenar el material de estudio de su aula y luego suspiró cansado, preguntándose a dónde diablos habría ido Crowley a revolcarse con el profesor Zira que no había vuelto más. Bueno, ya no importaba. Con un suspiro guardó los últimos libros en el armario del fondo y salió de allí bastante apurado, esperando que Gabriel siguiera en el baño esperándolo. Cierto que había demorado más de lo usual, pero...

"Pero no puede dejarme plantado. Más le vale estar ahí" pensó ruborizado mientras subía las escaleras y enfilaba para los baños. Sí, seguro que estaba. Sonrió y pensó en darle una buena recompensa por su espera, quizá unas nalgadas de esas que tanto le gustaban. Tras echar un vistazo a ambos pasillos y comprobar que no había nadie sospechoso cerca, entró al baño abandonado y buscó con la mirada a su enamorado. Pero no lo vio.

-Ey, Gabriel... ¿dónde estás?- susurró echando un vistazo a los cubículos, que estaban todos vacíos. A medida que entendía que el mayor se había ido sin esperarlo, su furia creció a la par que su tristeza. ¿Cómo se atrevía a dejarlo plantado...? Está bien, la limpieza del aula le había tomado más de la cuenta porque lo había hecho todo solo, ¡pero aún así! Cerrando los puños como si quisiera golpearlo, salió del baño hecho un vendaval y bajó a toda prisa hasta la secretaría, ignorando el peligro de correr en las escaleras y el otro peligro mayor de que alguien le preguntara por qué estaba dando vueltas por la escuela solo y con aquella expresión asesina.

(...)

Gabriel miró el reloj e hizo una mueca de espanto, pues ya llevaba media hora atrapado en su propia oficina oyendo a la profesora Miguel, la de Historia, que a toda costa quería hablarle a él de los asuntos que en realidad le correspondían al director. Pero, como todos sabían, Metatron cada vez tenía menos presencia allí y casi todo el peso de la escuela recaía en sus hombros; desde ese punto de vista estaba bien que Miguel lo buscara. Pero, desde el punto de vista de la cita que había concertado con Beelzebub, su presencia era lo más inoportuno del universo.

-Profesora Miguel, de verdad que haré todo lo posible por ayudarla, pero, si me disculpa, tengo algo de prisa...

-¡Espere, señor secretario, solo una última cosa! Verá...

En ese momento la puerta se abrió como si una fuerza sobrenatural la hubiera empujado, y apareció el revoltoso pelinegro de primer año de Literatura, Beelz, que se quedó estático al verlos reunidos juntos. Gabriel se sintió atrapado y más horrorizado que antes al ver la mirada de reproche infinito de su chico, pero Miguel, endureciendo la mirada ante la interrupción, no dudó en pararse y enfrentar al vándalo.

-¿Cómo te atreves a entrar de esa forma a la oficina del secretario, Beelzebub? ¡Eres el niño más insolente que haya conocido! Gabriel- dijo volviéndose hacia él- este chico no para de sobrepasar los límites, en mi opinión, ¡deberías darle un castigo ejemplar...!

-Miguel, por favor, yo me ocupo- fue su respuesta, que sonó segura y un tanto cortante pero que pareció satisfacer a la profesora. Seguramente ella creía que su frialdad se debía también a la brusca aparición de Beelz, pero él sabía, y el menor también, que estaba bien lejos de estar enojado. Cuando Miguel se hubo ido, su expresión dura se deshizo y sus labios temblaron.

-Beelzy... bebé...

-Nunca- interrumpió Beelzebub, él sí cortante como un cuchillo y con ojos que traslucían vergüenza, y deseos de hacerlo pedacitos.- Nunca más te atrevas a dejarme plantado, pedazo de cerdo estúpido. Cómo... ¿cómo te atreviste...?

-¡Pero pequeño, escúchame...!

-¡Cállate!- gritó a punto de golpearlo pero pensándolo mejor.- No, no te daré el gusto. No te mereces ni uno solo de mis golpes, ni mis besos, ni nada. No te mereces nada.

-¡No, por favor, no digas eso! Escucha, fui al baño como me pediste y la profesora Miguel me interceptó, y quería hablar de asuntos de la escuela y no pude...

-¿No pudiste qué? ¿Rechazarla?- se burló con desprecio.- Tuviste tiempo de sobra para despachar a esa maldita vieja y volver al baño, pero no, no lo hiciste. Así que ahora, te aguantas. No quiero saber más nada de ti... eres una decepción.

Gabriel tuvo una milésima de segundo para pensar que aquella rabia de Beelz era exagerada y no debía tomarla tan a pecho, porque seguramente pronto la olvidaría. Pero su mente era débil en todo lo que se refería al pequeño Beelzebub, y sin que se diera cuenta lo abrazó por la espalda con todas sus fuerzas, rogando que lo perdonara. No le importaba humillarse, porque el amor de ese chico era más precioso para él que su dignidad.

-¡Beelzy, mi amor, no me dejes! Te lo suplico, no te enfades conmigo. Sé que fue mi culpa, pero por favor, dame una oportunidad para...

-No te daré nada... ¡suéltame!

-¡No, no! Te lo ruego, mi amor, mi precioso, ¡no me alejes de ti que no podré soportarlo!- Sonaba tan desesperado que a pesar de su enojo Beelz sintió un ligero rubor en sus mejillas. Gabriel, estrechándolo con todas sus fuerzas, le susurró al oído:- haré lo que me pidas, Beelz, lo que sea, con tal que me perdones. Solo dime que quieres y te lo daré.

-No sé... ¿y qué tal que te doy una chance de disculparte y me vuelves a fallar?

-Eso no pasará, ¡te lo juro! Ponme a prueba. Si tengo que dejar que me pisotees como alfombra para que me perdones, lo haré.

-Eso no tiene gracia, a ti te encantaría que te pise como alfombra- objetó Beelzebub sonriendo a su pesar al imaginar a Gabriel tendido en el piso esperando que se le sentara encima. Gabriel, tragando saliva, hundió la cabeza en su cabello negro y despeinado y gimió:

-Mi amor, ¡solamente quiero ser tuyo como siempre, por favor, dime que me perdonarás!

-Lo... lo pensaré. Pero por ahora quita las manos, ya no tenemos tiempo de nada porque tengo que ir con el resto del curso. ¿Te das cuentas de los problemas que causas?- rezongó.- En fin, lo hablaremos más tarde. U otro día. No sé, ya veré de llamarte cuando se me dé la gana.

-Mi amor... qué generoso eres...

-Cállate, ¡y quítame la mano de ahí abajo de una vez! Degenerado- acusó.- No volverás a tocarme hasta que yo decida que has aprendido la lección. ¿Entendiste? Olvídate de los besos y los toqueteos y sobre todo olvídate de que te azote. Tendrás que trabajar muy duro si quieres recuperar esos privilegios.

Gabriel tragó saliva, horriblemente dolido por el tamaño del castigo. Pero, por supuesto, no se quejó. Beelz era su novio, podía hacer lo que quisiera con él. Al quedarse a solas de nuevo, maldijo él también a Miguel y se preguntó por qué diablos había tenido que aparecerse para arruinar su momento a solas con Beelzy. El hermoso Beelzy... con su carita tierna y feroz a la vez, su boca de demonio lujurioso, su cintura delgada y su maravillosa fuerza. Con un suspiro se desabrochó el pantalón y observó su miembro mustio.

-Ni modo, tendrás que esperar a que Beelzebub me perdone si quieres algo de su amor. ¡Maldita sea! Otra vez tendré que recurrir al porno. Bueno... qué remedio. Tal vez pueda acabar si busco videos de twinks e imagino que es mi Beelzy.

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Gabriel está cada vez más pervertido y masoquista... ustedes dirán, ¿no es muy repentino? Respuesta: Gabriel hace alarde de sus conquistas, pero la verdad es que lleva mucho tiempo siendo un solitario cuya única compañía sexual es el porno. La razón de su fracaso en el amor es que sus fetiches suelen espantar a sus ocasionales parejas, por eso al conocer a Beelz el flechazo fue casi enseguida. Beelzebub tiene todo lo que ama, el cuerpo, la actitud, la fuerza suficiente para hacerlo temblar y gozar al mismo tiempo. Él no olvida que es un chico joven al cual debe cuidar, pero su amor es más fuerte. Quiere a Beelz con toda el alma, pero es dramático e inseguro y de verdad teme perderlo y perder esa relación por la que está dispuesto a dejarlo todo.

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