
Soy todas las dudas del mundo
A veces dudo de mí, no sé lo que soy y entonces al fin me reconozco: soy todas las dudas del mundo, todas esas que están apiladas ahí en la silla de mi habitación, las que por más que intento ordenar acaban desordenándome de nuevo.
Las dudas son como aves revoloteándome en los ojos, las dudas llegan y para que se vayan tiene que pasar más de un poema. Entonces dudo también de mis letras, de cada palabra que escribo, dudo hasta de la poesía, esa que ya he dicho un sinfín de veces que es mi única verdad.
Una vez alguien me dijo que en la madrugada, aparte de los demonios, salían todas las dudas a atormentarte, que te martillaban la cabeza con preguntas que no tenían respuestas.
¿Qué hago aquí? ¿Qué se siente ser un gato en enero? ¿Por qué los colibríes se parecen a tus ojos? ¿Por qué cuando crees que lo has entendido todo, el poema desaparece? Preguntas inentendibles, es que las dudas siempre están por ahí, espiando por la ventana y como se llevan bien con la madrugada, aprovechan para salir.
A veces dudo de todo y es casi como un martirio vivir dudando, ¿por qué no puedes solo creer en lo que ves y en lo que sientes? Me dijo ella casi agotada, como un pájaro que se ha cansado ya de volar. ¿Por qué no solo me dedico a ver el mar? Yo me pregunté.
Es que yo a veces dudo de todo y la mayoría de veces dudando acabo entendiéndolo todo también. Como quien sabe que siempre es mejor solo ver el mar, como quien ha entendido que las dudas son como aves que, es cierto, a veces también se cansan de volar. Y como quien ha comprendido que ahí en las preguntas, tal vez es donde están todas las respuestas.
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