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Capítulo 9


Me dolía terriblemente la cabeza, pero no podía quedarme más tiempo en la cama. Tenía que preparar a Aidan para ir al colegio.

- Tranquila, no te muevas.-

Recordaba esa voz, pero sonaba dulce esta vez, y no, no parecía encajar con... Alexander, era la voz de Alexander. Abrí los ojos de golpe, para encontrarlo sentado junto a mi cadera. Sus piernas colgaban elegantemente al costado de la cama, y sus ojos me observaban con ese brillo extraño.

- Mi hijo...-

- Todo está bien, cuando vuelva del colegio pasará a verte.-

- ¿Me he quedado dormida?.-

- Yo más bien diría que si.-

- Lo siento, no era mi intención molestar. Iré a recogerlo, deme unos minutos para prepararme.-

- No vas a ninguna parte, Max se encargará de traerlo.-

Sentí el dolor pulsante en mi cabeza otra vez, así que me recosté de nuevo.

- Creo...creo que he debido pillar uno de esos virus.-

El ceño de Alexander se frunció extrañado.

- ¿Qué es lo último que recuerdas?.-

Intenté hacer memoria, pero imágenes borrosas se mezclaban en mi cabeza. El despacho de abogados, la vuelta al dúplex...

- No...no lo tengo muy claro.-

El asintió y se levantó de la cama.

- Mandaré algo para que tomes. El doctor quería revisarte en cuanto despertaras, así que le haré llamar.-

Creo que me quedé dormida de nuevo, porque no recuerdo ver entrar a Jhon a la habitación, pero sentí dedos arrastrándose por mi piel, y algo clavarse en mi brazo. Cuando abrí los ojos, Jhon estaba allí.

- ¿Cómo te sientes?.-

- Me duele la cabeza.-

- Te daré algo para el dolor. ¿Y el resto de ti? ¿Notas algo más?.-

Aquella pregunta me extrañó, pero no quise profundizar más en ello, mi cabeza estaba como... sobrecargada, mi visión parecía también cansada, porque me costaba enfocar los objetos en un principio, aunque la imagen se aclaraba a los pocos segundos. ¿Era normal escuchar las voces como si estuviera bajo el agua?, si, eso, parecía como si todo mi cuerpo estuviese bajo el agua. Al menos podía respirar con normalidad.

- Estoy algo cansada. Me pesa el cuerpo.-

Jhon asintió y pareció tomar nota en un pequeño cuaderno. No lo había notado antes, o tal vez sí, no estaba segura. Lo guardó todo en una especie de maletín, en el que había un expositor para tubos de muestras. Después lo cerró y lo aseguró con un fuerte click.

- Probaremos con algunos zumos, y después iremos añadiendo otros alimentos.-

Parecía una buena idea, porque por extraño que pareciera, mi garganta se sentía seca y áspera.

- ¿Podría tomar un helado?.-

Jhon miró hacia atrás, y entonces noté que Alexander estaba allí, junto a la puerta. Seguramente era su manera de darnos algo de privacidad, aunque si era vampiro, o parte, sabía que a aquella distancia, su afinado oído no tendría problemas en oír el aleteo de una polilla debajo de la cama. Él inclinó la cabeza sin dejar de observarme, como dando su consentimiento. Jhon se giró hacia mí, y acarició mi mano.

- Pediré que traigan un poco de helado, ¿alguna petición especial?.-

- Fresa, por favor.-

- Veré que puedo hacer.-

Jhon se levantó, recogió sus cosas y salió de la habitación. Pero Alexander no se fue con él, se quedó allí, mirándome con aquellos ojos... ¿Porqué estaba tan segura de que brillaban con destellos dorados?, no lo sé, a aquella distancia, podían ser morados y ni siquiera notarlo.

- ¿Cómo te sientes?.-

Otra vez aquella pregunta.

- Mejor, supongo.-

Intenté incorporarme, y antes de que hiciera el menor esfuerzo, la mano de Alexander estaba detrás de mi espalda, arrastrándome con eficiencia hasta apoyarme contra una almohada del cabecero. Fue rápido, tanto como esperaba, pero me sorprendió aquella muestra de atención hacia mí, aquello no era habitual en uno de ellos.

- ¿Ya llegó Aidan?.-

- Está en la cocina, esperando verte.-

- Sí, me gustaría.-

Alex meditó unos segundos, y después asintió con la cabeza, desapareciendo tras la puerta. No sé si eran mis ganas de ver a mi pequeño, pero creí oírle caminar por las escaleras, desde la planta baja, después por el pasillo, y finalmente a mi habitación.

- ¿Mami?.-

- Si cariño.-

- ¿Ya estás buena?.-

Lo vi acercarse con preocupación en su tierna carita.

- Claro que sí. Ya sabes que a mami a veces se le pone la cara un poco blanca, pero luego me pongo bien, ¿verdad?.-

- Es que no sé si tu cara ya no está blanca, aquí está muy oscuro, y no puedo verlo bien.-

¿Oscuro?, miré hacia las ventanas, donde las pesadas cortinas estaban corridas, la luz principal estaba apagada. Solo la solitaria bombilla de una lamparita, en la mesita del otro lado de la cama, iluminaba toda la habitación. Pero, yo veía con total claridad, como si entrara la luz de medio día por los amplios ventanales. ¿Qué...?.

- ¿Me das un achuchón?.-

- Pues claro.-

Abrí mis brazos, y dejé que su pequeño cuerpo se apretara a mí. Lo rodee con ganas, intentando tomar de él el calor que desprendía su amor. Incliné mi nariz para meterla en su cálido cuello, ummm, olía tan bien, tan... sentí la saliva inundar mi boca, y algo puntiagudo clavarse en la parte interna de mi labio inferior, hambre rabiaba en mi cuerpo, y la necesidad de morder y drenar la sangre de su pequeño cuerpo tomó el control de mi necesidad.



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