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Capítulo 7

Habían pasados tres meses desde aquel llamémoslo "contratiempo", y había vuelto a la rutina habitual, bueno, casi. Leopold me había dispensado de "compartirme" con otra de sus visitas sexuales, aunque no sabía si era para que nadie supiera de lo ocurrido, o si me estaba dando tiempo para recuperarme, y no, no me engañaba pensando que se preocupaba por mi salud, no era porque lo necesitara, era porque uno cuida sus posesiones para que tengan el mejor aspecto posible.

Así que allí estábamos Aidan y yo, escoltados por nuestros perpetuos escoltas, de vuelta de nuestro pequeño "gran día en familia". Eran las cinco de la tarde cuando llegamos a la casa. Los sábados nos gustaba estar todo el día en los centros comerciales. Comprábamos alguna chuchería, algún comic, algo que necesitara para el cole, comíamos y después al cine, hasta que regresábamos a casa por la noche. Pero aquel día, un apagón en los cines nos devolvió a casa antes de lo previsto. Nada más atravesar el umbral, Favio notó que algo no iba bien. Todas las luces estaban apagadas, y la música rebotaba excesivamente alta contra mis oídos. Max, el otro escolta, se quedó a nuestro lado mientras Favio inspeccionaba el lugar. Escuchamos como la música se apagaba, y al poco rato, Favio estaba a nuestro lado. Lo que ocurrió después quedó un poco borroso en mi memoria.

Vino la policía, y un forense. Se llevaron un cuerpo en una bolsa negra. No me dejaron ir al despacho, había mucha sangre me dijeron. Sólo recuerdo el cuerpo tibio de Aidan pegado a mí. Dormimos en un hotel durante dos días, hasta que aparecieron los otros vampiros, los abogados. Legalmente yo era la dueña de todo, pero con la muerte de un vampiro, nada era lo que parecía.

En el despacho de abogados, me llevaron hasta la sala de reuniones. Llevaba a Aidan bien agarrado de mi mano. Tenía miedo, porque ahora no existía un protector tras el que esconderme. Era un billete grande tendido en el suelo. El primero en recogerlo, se lo quedaba. Había un hombre alto mirando por la ventana. Saludé con educación y él se giró. No era un vampiro, no. La luz del sol bañaba su cuerpo, y en su rostro no se reflejaban las quemaduras de la exposición solar. Unos minutos, y su piel sensible se churruscaba como el beicon en una sartén. 20 minutos, y el vampiro era historia. Aunque llevaba gafas de sol oscuras. Aquel hombre tenía una piel un poco más tostada, tal vez bronceada. Se quitó las gafas, y volvió sus ojos hacia nosotros. No eran negros, sino de un cálido marrón, bueno, tal vez cálido no era la palabra. Te miraban como los de un depredador. Abogado, pensé. Tenía el pelo largo y ondulado, con algunos reflejos rojizos, pero no me extrañó. Había muchos humanos al servicio de los vampiros, y si algo sabía, era que no eran seres inocentes. Para trabajar junto con un vampiro, había que tener algo más que aversión a los escrúpulos, y sangre fría. Tenías que ser un ser sin alma, como ellos, sino, te convertías en un siervo, y ese hombre no parecía servil en absoluto.

- Siento su pérdida, señora Montblanc.- incliné la cabeza, y me senté en la silla que indicaba con su mano extendida.

Se sentó frente a mí, frunciendo el ceño cuando vio como sentaba a Aidan sobre mis rodillas. La puerta se abrió y entraron otro par de hombres y una secretaria.

- Bien, ya que estamos todos reunidos, será mejor que procedamos.- extendieron unas carpetas y sobres encima de la mesa, y comenzaron a abrir los sellos.

- Si pueden abreviar, mejor.- él estaba impaciente. Vaya, no era de los que perdía el tiempo.

Se saltaron los prolegómenos, y fueron al grano. En resumen, Leopold tenía un hijo, el cual se convertía en nuestro tutor legal, según las leyes de los vampiros. Cuando los bienes de su padre pasaran a él, conoceríamos nuestro futuro. Básicamente, si el vampiro no nos quería, nos vendería a otro postor. Un frío ártico recorrió mis entrañas. Leopold no era un santo, pero no nos trató mal. Cuidó de sus bienes. ¿Cómo sería nuestro nuevo dueño?. La incertidumbre era una sensación extraña en mí desde hacía 4 años. Hasta el momento, no tenía ni idea de que Leopold tuviese un hijo. ¿Conservaría los bienes de su padre?, ¿tendría deudas que saldar con ellos?, ¿tendría el suficiente poder para protegernos si decidía quedarse con nosotros?. Demasiadas preguntas sin respuesta.

- En resumen, la Fundación Montblanc gestiona todas las cuentas y bienes raíces, inmuebles y demás recursos. BV Laboratories queda igualmente bajo su supervisión y dirección. En ambos casos se ha tramitará su incorporación como Gerente Principal de manera inmediata. Con el personal asistencial, puede decidir si quedarse con él o prescindir de sus servicios, solo esperan sus órdenes. Y en cuanto a su "familia", esperaremos su decisión. Señor Montblanc, ¿podría firmar aquí para la trasferencia de su herencia?.-

¿Montblanc?, ¿él era el hijo de Leopold?. Tenía su apellido, pero... no era vampiro.

- Me gustaría revisar todo con calma.-

- Por supuesto señor. Favio y Max lo acompañarán al dúplex del centro si desea instalarse allí, para su inspección del resto de propiedades.- asintió, dio un paso hacia la puerta y luego se giró hacia nosotros.

- Quiero que me acompañen.- noté un nudo en la garganta, pero mis pies lo siguieron. Éramos "su familia", como había apuntado el abogado, y estábamos pendientes de su decisión.

Al cruzar la puerta de salida, él me sostuvo la puerta con educación, y me cedió el paso. Me sorprendió, un vampiro no tenía esos gestos caballerosos con una humana, a menos que la estuviese engatusando antes de secarla. Al mirar al frente, encontré a otro hombre mirándonos. Asintió hacia el hijo de Leopold, y nos precedió hacia el ascensor. Mientras esperábamos, noté la tensión en ambos hombres, o machos, como quieras llamarlos. Sus puños estaban apretados a ambos lados, y sus mandíbulas estaban muy tensas. Favio revisó el ascensor y entró dentro, después lo hicimos Aidan y yo, como de costumbre, luego lo hizo el hijo de Leopold, después Max y por último, el otro hombre. Noté como se posicionaron al otro extremo del habitáculo, intentando poner la mayor distancia entre ellos y yo.

- Favio, Max, este es mi hombre de confianza, Byron, a partir de ahora, él se encargará de todo lo concerniente a la seguridad. Cualquier problema o eventualidad, se la comunicareis inmediatamente. Os hará algunas preguntas y evaluará vuestra permanencia en la casa. –

- Entendido, señor Montblanc.-

- Alexander, el señor Montblanc era mi padre.-

- Sí, señor.-

Alexander asintió con aprobación y Byron lo miró atento. Ambos salieron los primeros del ascensor, y como nuevos cabecillas de la manada, el resto los seguimos obedientemente.

Cuando atravesamos la puerta del que había llamado hogar aquellos últimos años, mis ojos se dirigieron hacia el despacho. Leopold había muerto allí. El hijo de Leopold se detuvo en mitad del salón, abarcando con la mirada todo lo que le rodeaba.

- Muéstrame la casa.- su voz era profunda, grave, y se dirigía a mí.

Asentí y le mostré una a una cada una de las dependencias. Cuando llegué a la mía, se detuvo un poco más de tiempo en inspeccionarla. Después le mostré la de Leopold, más alejada de las nuestras, lejos de las ventanas. Agradecía que el ama de llaves, se hubiese quedado con Aidan, mientras le mostraba al nuevo amo su propiedad. Se quedó quieto y en silencio unos minutos, como intentando escuchar los ecos de las conversaciones que tuvieron lugar allí. Inhalando profundamente el aire de nuestro alrededor. Después se giró y sus ojos parecieron brillar.

- Acércate, quiero saber lo que he heredado.-

Mis pies se quedaron clavados en el suelo, y antes de que pudiese ordenarles moverse, él estaba sobre mí, aferrando con sus manos mi hombro y mi cabeza, exponiendo mi cuello. Vi los colmillos expuestos en su boca, descendiendo hasta mi carne. Sentí la piel rasgarse, el dolor. Su boca succionó cada vez con más avidez. Mi cabeza comenzó a girar y perdí el conocimiento.

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