Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5

Cuando salí de mi habitación, tomé una profunda respiración. No me gustaba lo que venía ahora, pero tenía que hacerlo, es para lo que estaba allí, para servir de juguete a ese, llamémosle, hombre. Tenía puesto mi corto camisón de seda blanca. El pelo recogido en una elegante trenza elaborada. A Leopold le gustaba el blanco, como a todos los vampiros, les atraía la pureza y el brillo de la seda blanca, sobre todo, porque la sangre resaltaba más su rojo en ella. A ellos, les gustaba más vestir de colores oscuros, creo recordar por algo relacionado con que conservaban durante más tiempo el calor del sol, que era lo más cercano a él que podían estar sin tostarse. Por el contrario, tenían esa fijación por el blanco y su maridaje con la sangre, pero solamente sobre sus presas.

En fin, allí estaba yo, descendiendo por la alfombrada y mullida escalera, que comunicaba los dormitorios de la planta superior con el enorme hall de la planta inferior. A mi espalda, una enorme pared de cristal, con los pesados cortinajes descorridos a los costados. Tampoco es que entrara mucha luz por aquellos cristales polarizados.

Antes de descender el último escalón, la pálida silueta de Leopol caminaba a mi encuentro. Él ya estaba preparado para la larga noche. Su cuerpo desnudo brillaba con los aceites en los que se había ungido. No preguntes, no tengo ni idea si a todos los vampiros macho les gustaban esas cosas, o era un gusto particular suyo, el caso era que formaba parte de su rutina sexual. Cuando se reunían en esas excéntricas bacanales, su actitud parecía más conservadora, más contenida, pero cuando lo hacían de forma privada, parecía que daban rienda suelta a sus inhibiciones. Fuera formalismos, fueran los que fuesen.

- Ven conmigo, ella llegará pronto.-

Tendí mi mano, y noté la tibieza de su piel. No, ellos no estaban fríos, ni emanaba mucho calor. Más parecía que iban perdiendo algunos grados a medida que pasaba el tiempo desde su última ingesta de sangre caliente. Por eso sabía que Leopold comería esa noche, lo que no tenía claro era si sólo se alimentaría de mí, o si su compañera de esta noche compartiría ese honor conmigo. Lo bueno de que follara a otra mujer, era que, dependiendo de su raza, tomaría más o menos de mí, puede que casi nada. Si era una mestiza, no me habría llamado, era una joya demasiado valiosa para compartir con alguien de tan bajo nivel. Así que suponía, que era un pura sangre, un vampiro de raza sin mezclar, alguien con quien presumir, y puede que compartir su tesoro. Habían pasado varias hembras de ambas razas por esa casa, y no me atrevía a adivinar con cual me encontraría, porque, si era por el hecho de ser vampiro o por ser así, Leopold no comulgaba con eso de la exclusividad. Tenía asiduas, descartes, eventuales, últimos recursos, favoritas, tantas categorías como puedas imaginar, pero no una sobre las demás, y mucho menos sólo una. Los vampiros no tienen corazón, no sienten aprecio, no es de extrañar que haya pocos. Se salvan así mismos, nunca piensan en salvar a aquellos que quieren, porque no existen, ni siquiera sus hijos. Bueno, pero eso no es un tema que deba preocuparme en ese momento.

Me llevó hasta la isla de la cocina, y me acomodó sobre la encimera de granito, bien cerca de la orilla. Nada más apropiado, pues iba a comerme, literalmente. Alzó el camisón hasta mis caderas, dejando mi pubis al descubierto. No sonrió, pero sí vi sus ojos brillar. Su lengua humedeció  sus labios en anticipación al festín que iba a saborear. Su cabeza giró rápidamente hacia la derecha, donde segundos después vi aparecer una figura vestida en un sensual vestido negro. Cuando estuvo lo suficientemente cerca la reconocí, era Helena. Su larga cabellera negra estaba atada en una elegante y ceñida cola de caballo, realzando su largo y marmóreo cuello.

- Justo a tiempo.-

- Siempre lo hago.-

Leopold se inclinó, metiendo su cabeza entre mis piernas. Sentí su mano empujar sobre mi pecho, hasta que mi espalda se posó sobre la fría superficie. Giré mi cabeza, intentando no pensar en nada, mientras veía como Helena se deshacía de su ropa, y caminaba hasta Leopold. Se arrodillo cerca de él, y no tuve que ver nada más, las señales estaban claras. Él bebía de mí, ella bebía de él. Mientras Helena le hacía una experta felación a Leopold, este gemía entre lametón y lametón que propinaba a mi vagina. Él buscaba excitarme, lo justo para que mis jugos arrastraran más rápido la menstruación, y así acceder a más de mi sangre, mezclada con el flujo sexual que emanaba de mi cuerpo. Al principio no sabía si eran las dotes amatorias de sus "acompañantes", o por el grado de excitación de Leopold, pero después de muchas experiencias, no tenía duda, de que su extrema excitación era por mi causa. El paraíso en su boca, había dicho más de una vez, el paraíso sexual para ser más exactos.

Después de enroscar y arrastrar su lengua, hasta el último lugar de mi vagina al que llegó, Leopold se incorporó satisfecho y sonriente. Pude ver su dura erección mientras alzaba a Helena sobre sus pies. Ella se arrojó sobre su boca, pero ya sabía que no era porque la pasión la arrastrara a hacerlo, o sí, pero no la que le provocaba Leopold. Tenía plena seguridad de que intentaba rebañar los restos que quedaban de mí, adheridos alrededor de sus labios, de sus mejillas, de cualquier parte de donde pudiese robarlos. Su avidez era bienvenida por Leopold. Más de una vez le había visto meter el dedo en mi vagina, y después untar su miembro con mis jugos y sangre. Así es como consiguió que accediera a su primera felación. Helena era una pura sangre de alto linaje, ella no era de las que se rebajaba a ese acto, no, ella era de las que lo recibía. Por eso a Leopol de gustaba tanto, porque la rebajaba por debajo de él, la dominaba, la plegaba, de alguna manera, la hacía inferior a él.

- Prometiste que esta vez me dejarías probarla.-

- De acuerdo, pero te follaré mientras lo haces.-

Helena dio un alegre salto, una enorme sonrisa de satisfacción en su cara. Había conseguido lo que quería. Sentí sus manos, más pequeñas que las de Leopold, pero más rudas y exigentes, abrir más mis piernas, facilitándola mejor acceso a mi entrada. Ella inspiró profundamente, acercando su nariz. Su lengua no fue tan discreta. Se relamió con satisfacción. Noté la presencia de Leopold detrás de ella, y sentía el tirón que dio a sus caderas, ya que ella estaba sujeta a mis muslos, y me apretó con sus uñas. Cuando la embistió por detrás, ella avanzó hacia delante, siguiendo el ritmo de Leopold. Desplazó sus manos a los costados de la encimera, para tener una sujeción más estable, y después, descendió su rostro hasta hundirlo entre mis piernas. Noté su lengua penetrar en mí, buscando ansiosa el flujo sanguíneo que derramaba lentamente mi cuerpo, intentando alcanzar cualquier gota que Leopold no hubiese recogido, aunque, arrastrar su lengua sobre mi piel, ya era un regalo en sí. Lo sentía, porque arrastraba su áspera superficie con ávida glotonería. Ella no era delicada como Leopold, ella no se deleitaba por cada lamida, saboreando el preciado manjar de mi sabor, no, ella solo quería conseguirlo todo, a cualquier precio, sin descanso, sin cuidado, saqueando. Mordí mis labios con fuerza, no de placer, no, esta vez no. Helena me hacía daño, pero no gritaría, porque sabía que Leopold lo consentía, porque sabía que él lo deseaba, y porque sabía que mi sufrimiento no le importaba. Intenté vaciar mi mente, alejarla del dolor, pero cuando creí que podría soportarlo, un dolor desgarrador atravesó mi carne, sentí como si clavara dos dagas ardientes sobre mi clítoris. Y grité, grité sin pensar que despertaría a mi pequeño, grité sin pensar que enfadaría a Leopold, grité porque me estaban desgarrando viva.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro