capítulo 32 - Segunda parte
Alex
- Los nuevos activos están aquí.-
Me giré para mirarlos directamente. Podía oler en el aire todo lo que necesitaba saber sobre ellos, había aprendido a detectar todos los pequeños detalles, pero quería verles los ojos. Los humanos dicen que la cara es el espejo del alma, ente los vampiros, son los ojos los que hablan de lo que hay dentro. Un vampiro puede parecer el ser más sereno, controlado y civilizado, pero sus ojos revelaran la verdadera naturaleza del monstruo. Lo sé, yo soy la prueba de ello. Antes de conocer a Mira, antes de tenerla en mi vida, veía a ese monstruo interior cada vez que me miraba en el espejo. Ahora, veo otra cosa. Cuando ella está cerca, hay otro animal aquí dentro, uno con un sentido en sus acciones, uno con algo por lo que luchar, y morir. No había entendido eso hasta que ella me rescató de mi mismo. Antes, era un animal que estaba dispuesto a matar por lo que era suyo, ahora había dado un paso más allá, estaba dispuesto a morir por ella si fuese necesario. Daría mi vida por mi familia.
- Bienvenidos.-
Ordené de nuevo los expedientes que estaban sobre mi mesa, aquellos donde toda la vida de esas personas estaba detallada al minuto.
- Sus hojas de trabajo son intachables. El Washington estaban muy contentos con ustedes dos.-
- Sólo hacíamos nuestro trabajo.-
- Si están aquí, es porque son algo más que buenos. Son leales, y eso lo valoro tanto o más que sus otras capacidades.-
- Gracias, señor.-
- Blanche Simone.-
- Sí, señor.-
- Ha trabajado antes como protectora de adolescentes y niños humanos.-
- Sí, señor.-
- Bien, esto va a ser similar. Pero le exigiré más esta vez.-
- Estoy preparada para ello, señor.-
- William Scofield.-
- Sí, señor.-
- Tu trabajaste como escolta de senadores y un embajador extranjero.-
- De Kazajistán, señor.-
- Supongo que un niño es algo nuevo para usted, pero espero que se adapte rápidamente.-
- Lo haré, señor.-
- Bien. Como seguramente saben, mi familia a sufrido varios llamémoslos altercados, que no quiero que vuelvan a suceder. Ustedes están aquí para proteger a mi familia, y antes de que lo averigüen por otros medios, les diré que el niño es humano. Mi mujer era antes una humana normal, pero ahora es una raza, como nosotros.-
- ¿Mestiza, señor?.-
- Conversa.-
- ¿Conversa, eso no...?-
- Es posible. Van a vivir día a día con la prueba viviente de ello. Si tienen algún problema con ello, será mejor que lo digan ahora.-
Sabía que no lo tendrían. Había escogido personalmente a aquellas dos personas. Ambos eran mestizos, y sabían lo que era ser rechazado por su condición. Mestizos. Confiaba más en ellos que en la propia confianza de Mira en sí misma.
- Ninguno, señor.-
- Ninguno.-
- Bien. Puede que tengamos que ampliar el grupo en un futuro, porque la familia va a crecer.-
- ¿Su mujer está embarazada?.-
Que Blance preguntara eso no me sorprendió. Entre los mestizos, tenemos un instinto gregario muy similar al de los lobos. Si yo soy el Alfa de esta manada, al ser mi compañera vinculada, Mira no solo se convierte en la hembra Alfa de la manada. Se convierte en la guía de las demás hembras, la líder. Pero si está embarazada, todos, absolutamente todos los miembros, protegerán su vida a muerte. Era esa lealtad la que buscaba, era esa lealtad la que necesitábamos.
- Sí. Seguramente no tengan mucha experiencia al respecto, pero todos iremos aprendiendo sobre la marcha.-
- Sí, señor.-
- Byron les explicará donde están sus dependencias, las normas y horarios de sus nuevos puestos.-
- Sí, señor.-
Los despedí con un movimiento de cabeza, y me volví hacia el ventanal. Aidan chapoteaba en la piscina exterior, bajo la atenta mirada de su madre. El sol estaba casi oculto por las nubes, y el atardecer estaba llegando. Ella podía soportar la luz mucho mejor que yo mismo, mejor que un mestizo de nivel 1. Ella era una raza, lo decían sus pruebas, lo decía su anatomía, su ADN, pero aún así, había diferencias que la hacían muy diferente, como si su parte humana se hubiese revelado y no quisiera abandonarla del todo. Y eso me asustaba. Si algo la sucedía, si enfermaba, si la herían, e incluso cuando nuestro hijo llegara a este mundo, ¿quién podría ayudarla?, nadie sabría cómo atenderla, cuáles son sus necesidades, porque ella era distinta, única. Y eso me aterraba. Por segunda vez en mi vida, tenía miedo.
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