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Capítulo 26


Veo mi imagen reflejada en el espejo, y no puedo ver la diferencia. Sí, parezco más saludable, mi piel está más iluminada, mis ojos quizás tengan un brillo diferente, pero soy la misma, o eso creo. Deslizo la yema de mis dedos sobre las sonrosadas marcas de mi cuello. Aquellas dos diminutas marcas rosáceas, casi inapreciables, son mi marca, bueno, la de Alexander. Ahora soy una de ellos, y le pertenezco.

Le creo cuando me dice que su marca me protege de los demás, puedo verlo en ellos. Sus ojos brillan con el deseo de sangre, pero su miedo les contiene. Saben que no pueden tocar lo que no les pertenece, pero aún así, creo que le tienen más miedo a Alexander que a la ley de la raza. Si fueran lobos, meterían el rabo entre las piernas, y se alejarían. Los vampiros actúan de otra manera. Los débiles no son capaces de sostenerle la mirada, los fuertes, enderezan su postura y sacan pecho, como si fueran dos pavos. Se observan, se estudian, pero no llegan a nada más. Aunque Alexander no necesita sacar pecho, él ya es impresionante sin necesidad de hacer alarde. Es alto, con el cuerpo de un antiguo estibador del puerto, bien alimentado. Sus músculos no son fruto de sesiones vacías de gimnasio, no, el los trabaja para estar listos, preparados para un único propósito, vencer, dominar.

- Tú también deberías alimentarte.-

Su voz me llegó desde la puerta del baño. Él estaba allí, con el hombro apoyado en el marco, como si nada le preocupara, como si el mundo girara para él. Era su manera de darme órdenes, como si no lo fueran, pero en el fondo ambos sabíamos que acabaría haciendo lo que él quería.

- Luego bajaré a la cocina.-

Sus pies no hicieron ningún ruido cuando se acercó a mi espalda. Podía sentir su calor, su proximidad, su "no" contacto. Sus ojos me buscaron por encima de mi cabeza, y aunque mi ángulo no era bueno, podía atisbar la comisura de sus labios.

- No has vuelto a alimentarte de mí desde...-

- Lo sé.-

- ¿A qué tienes miedo, pequeña?.-

Sus dedos tomaron mis caderas, acercándome más a él. Y como ha ocurrido desde aquel día en el bosque, mi cuerpo responde a él de forma instintiva. Mi espalda se acomoda contra su cuerpo, mi cabeza cae hacia un lado, y se recuesta sobre su hombro, dejando mi cuello expuesto para él, para que se sirva de mí, para que tome lo que quiera. Y siempre lo hace, aunque a su manera. Unas veces bebe, otras tan solo se deleita con mi olor. Le gusta deslizar su nariz sobre mi piel, haciendo que se ericen los capilares a su paso. Lento, sensual, provocativo. Después, desliza la punta de su lengua en aquel sitio, detrás de la oreja, donde la piel es más suave, más sensible, y me saborea. Y como una idiota, respondo a él. Me gusta su contacto, su toque, sentir su necesidad de mí. Por unos instantes, siento que tengo el poder sobre ese macho, aunque sé que no es así, a él nadie le controla, nadie le domina. Sus manos me giran hacia él, y me alza con rapidez sobre la encimera de mármol. Está fría, pero su cuerpo se mete entre mis piernas, haciendo que el calor penetre en cada parte de mí. Sus manos se deslizan suavemente sobre mis rodillas, haciendo su camino ascendente bajo el camisón de seda.

- Sé que aún me tienes miedo. Y sé que en parte es por lo que yo te hice, y en parte por lo que te hizo Leopold.-

- Tú... tú te ocupaste de mí, me mantuviste viva.-

Su frente se apoya en la mía, y veo como sus ojos se centran en sus propias manos, que juguetean con el dobladillo de mi camisón.

- Drenarte de aquella manera, fue el mayor error que he cometido en mi vida. Y aunque te he arrastrado a un mundo que odiabas, no puedo arrepentirme. Sería un hipócrita si lo hiciera. Eres lo que he estado esperando desde que tengo uso de razón. Lo que todo vampiro busca desesperadamente a lo largo de su existencia. Eres mi compañera, la pieza que me completa.-

- ¿Cómo una esposa?.-

- No, no una esposa. Quizás un día entiendas la magnitud de lo que ahora significas para mí. La naturaleza nos ha dado una vida larga, pero eso es porque muchos no puede hacer todo el camino hasta el final. Y no estoy hablando de morir.-

- Entonces, ¿de qué estás hablando?.-

- De encontrar la otra mitad. Lo sé, suena romántico, pero es algo más complicado que eso, es algo más que las dos partes de un alma. Somos un todo mucho más complejo, ya lo entenderás, con el tiempo.-

- Sois.... Somos demasiado complicados.-

- Quizás el haber sido convertida te dé una perspectiva mejor de lo que es ser un vampiro, un miembro de la raza.-

- ¿Qué quieres decir?.-

- Estás cambiando aún. Primero ha sido tu cuerpo, adaptándose a su nueva fisonomía, su nuevo ADN. Después serán las percepciones de lo que tu nueva naturaleza conlleva, aunque en eso también estás muy avanzada.-

Sus dedos se deslizan con suavidad sobre su marca, dejando un camino de fuego sobre mi piel, como si esta lo reconociera.

- Después, tendrás que asumir tu nueva posición en este viejo y nuevo mundo.-

- ¿Cómo el puesto que ocupo en la cadena alimentaria?.-

- Por ejemplo.-

- ¿Y qué sigue después?.-

- Descubrirás que somos mucho más que depredadores. Hay algo en nosotros, que nos mantiene incompletos, y como animales desesperados, buscamos toda nuestra vida esa parte que nos falta.-

- ¿Y cómo sabes que la has encontrado?.-

- No lo sabes, lo sientes.-

- ¿Y qué se siente?.-

- Eso es difícil de explicar. ¿Podrías describir la aurora boreal con una sola frase?. No, tienes que verla para apreciarla de verdad.-

Deslizó su mano sobre la piel de mis muslos, elevando la seda que me cubría, revelando la piel de mi vientre. Sus dedos acariciaron con reverencia las marcas que desfiguraban mi pubis. Eran un recuerdo constante de mi vulnerabilidad.

- Yo nunca te haré daño, no soy él.-

- Leopold... Leopold no lo hizo.-

Su mirada se volvió rápidamente sobre mi rostro, sus ojos duros y brillantes.

- ¿Quién te hizo esto?.-

- Una de sus amantes.-

- ¿Quién, sabes su nombre?.-

- Helena.-

Sus ojos volvieron a posarse sobre aquellas marcas paralelas, donde sus dedos seguían acariciando las marcas, como si quisiera borrarlas con su toque.

- ¿Te compartía con sus amantes?.-

- Sólo lo hizo con ella, no dejó que nadie más lo hiciera. Podían mirar, pero no tocar.-

- Qué considerado por su parte.-

Intenté cubrirme, la vergüenza inundándome. Era denigrante recordar cómo había sido usada por Leopold, y aquellas cicatrices, eran un constante recuerdo. Pero Alexander no dejó que me cubriera. Se inclinó sobre ellas, y empezó a besarlas. Su boca veneró cada parte de la pile expuesta, y después se dedicó a excitar mi cuerpo. Sabía cómo iba a terminar todo aquello, y por primera vez desde hacía mucho tiempo, no solo no me importaba, sino que lo necesitaba. Él no me usaba para conseguir placer, él me lo ofrecía a mí. Cuando estuvo dentro de mí, me aferré a él con fuerza, dejando que el orgasmo se envolviera y me hiciera estremecerme con placer, y sin poder controlarlo, mis dientes se volvieron a clavar en su garganta, y bebí. Y esta vez no sentí repulsión, sino placer absoluto. Susabor era una prolongación del éxtasis, y al morderle, precipité el suyo. 



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