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EXTRA parte II

\*0*/ PAAARTEEE DOOOOOS XD

Está algo largo 😅 así que disfruten, y perdonen a esta pobre escritora si hay faltas, porque esta recien salido del horno xD

¡DISFRUTEEEEN!

Creí que todo eso sería fácil, al menos para mí, pero esta vez no se trataba solo de mí. Debía pensar en todas y cada una de las cosas que Elsa me había dicho en la noche. De hecho, había analizado más lo que yo sentía hacia ella, y me daba cuenta que mientras más la veía, más crecía. Sentía muchas más cosas por Elsa cada día que pasaba junto a su sonrisa.

Mérida e Hiccup habían pasaban los días en casa, salíamos en la noche o a veces, solo Mérida y Elsa para cuchichear entre ellas cosas que no comprendía. Mientras eso pasaba, mi primo y yo hacíamos apuestas en los videojuegos o apostando en otra cosa, inmaduros, lo sé, pero era entretenido ganarle. Habían llegado hace casi dos semanas y era bastante, en parte, divertido para Elsa y para mí.

Era interesante y divertido follar a Elsa mientras ellos estuvieran ahí, interesante en el hecho de que le daba vergüenza que la escucharan gemir, trataba de ser silenciosa; lo cual me frustraba mucho, no me gustaba que fuera silenciosa. Y era irónico que le pasara eso, cuando le había gustado tener sexo en un lugar público, entonces llegué a la conclusión de que le daba vergüenza ser escuchada por gente que la conocía y podía decirle cosas luego, como Mérida, seguramente ella le hacía comentarios incómodos al respecto.

Elsa gemía tan gloriosamente excitante, me ponía solo imaginarla gritando, gimiendo mientras la hacía retorcerse de placer. La dejaba ser silenciosa, se había ganado una buena tortura por hacerlo.

La haría gemir tan fuerte que le daría verdadera vergüenza que la vieran. La sola idea que eso pasara me gustaba.

Estaba en mi oficina en casa, debía hacer algunas cosas y la verdad no quería presentarme al trabajo. Mérida e Hiccup se encontraban en la sala viendo una serie en Netflix, según ellos no se levantarían del sofá hasta que terminara la temporada, eran súper fanáticos de eso, no me importaba mucho.

Elsa estaba conmigo en la oficina, ella quería estar ahí sin importar que yo estuviera trabajando, no me importaba; me gustaba tenerla cerca. Sin embargo, si iba a estar conmigo estaría en la forma que a mí me gustaba verla: desnuda y arrodillada a mí lado. Le había ordenado que se quitara toda la ropa. Una vez desnuda se arrodillo a mi lado con la vista hacia el suelo, parecía una perrita linda y obediente estando así. Lucía preciosa y sumisa. Su cuerpo era hermoso y me enloquecía.

Me habían enviado por correo un contrato renovado de una empresa asociada, que consiguió un lugar en Tokio para expandirnos en ese lugar. Muy probablemente íbamos a tener que viajar, la idea me disgustaba. Viajar era agotador si se trataba de trabajo, y el japonés no era mi idioma favorito, pero la industria tecnológica en ese lugar era asombrosa, si llegábamos a tener una asociación en Japón, daría buen dinero y podríamos beneficiarnos.

Mientras lo leía, y le cambiaba en algunas cosas para beneficio de ambos, sentía la mirada de Elsa, una mirada curiosa y al mismo tiempo como si quisiera algo. Comencé a acariciar el sedoso cabello de mi platinada. Había estado muy callada y pasiva, su respiración era tan tranquila que incluso me pasaba ese sentimiento. Cuando inicie a tocar su cabello, suspiró y apoyó su cabeza a mi rodilla.

Me reí entre dientes — ¿Te gusta?

Asintió — En realidad me relaja, pero me alegra más tener tu atención ahora.

— Estás muy callada.

— Y tu muy trabajador — se rió suavemente — Me gusta verte, aunque si yo fuera tu empleada me dieras miedo.

— ¿De verdad? — sacudió su cabeza en afirmación — ¿Por qué?

Una risilla escapo de su boca — Bueno... he sido tu empleada, pero me refiero a que luces bastante serio cuando te concentras.

No le respondí, comencé a concentrarme en como lucía su cuerpo. Su espalda recta daba esa curva natural a su figura que llevaba a mis ojos a recorrer lo pequeña que lucía su cintura y como la forma de su culo desde mi lugar se miraba deseable igual que siempre. Me gustaba cuando la azotaba ver su piel roja, a veces en un tono rosa. Por eso me encantaba que su tez fuera blanca como porcelana, las marcas se dibujaban rápido. Me excitaba más rápido.

Giré en la silla y Elsa se separó un poco, quedamos frente a frente, en ningún momento ella levantó la mirada, lo cual me satisfizo mucho, pero al mismo tiempo no.

Me incliné hacia adelante, tomé su cabello improvisando una coleta enrollándolo en mi mano. Tiré de él suavemente, por consecuencia su rostro se levantó. Sus labios rojos estaban levemente separados y un mechón de cabello era intruso en su frente. Sus grandes ojos celestes destellaban inocente perversidad, lo cual era hilarante e irónico, lucían expectantes a la espera de algo.

No sabía justamente lo que ella pensaba, pero cuando yo la veía desnuda no pensaba exactamente con la cabeza. Varias cosas se venían a mi mente, la principal era torturarla sexualmente, hacerla rogar por su orgasmo. Se me hacía divertido y excitante hacerle eso. Escucharla jadeante y suplicando era exquisito y me ponía mucho más duro de lo que otra sumisa hubiese logrado.

Comencé a besarla, con el propósito de iniciar a excitarla. Mi oficina estaba algo cerca de la sala, tenía la esperanza de que mi primo y su novia escucharan a Elsa. Que escucharan lo zorra que podía ser mi sumisa y lo descarada que podía ser cuando no le daba su orgasmo y quería conseguirlo. Que escucharan como la hacía mía y solo mía. Elsa se había ganado que yo quisiera eso. Juguetee su lengua y la mía arrancándole jadeos y apenas audibles gemidos, mis labios eran hábiles con los suyos, que no hacían nada más que provocarme.

Bajé mis manos y estrujé sus senos con mis manos, con mis pulgares acaricié sus pezones estimulándolos suavemente, para luego jalar de ellos pellizcándolos con fuerza. Arrancando de sus labios un gemido exaltado.

Los jeans que andaba puestos comenzaron a volverse incómodos. Volví a pellizcar sus puntas dejándolas un poco más rosadas de lo que estaban. Dejé de besarla dándole un suave mordisco a su labio inferior al final.

Ahora en sus ojos se había eliminado todo rastro de aquella inocencia al inicio, lo único lo que reflejaban era lujuria, una fiera con ganas de que la follaran fuerte.

Sonreí ladeadamente ante eso — ¿Quieres jugar un rato, gatita?

Relamió sus labios y asintió — Sí señor.

Deshice el botón de mi pantalón y el cierre, Elsa comenzó a acercarse — Inicia con esto, preciosa, luego te doy tu recompensa.

Se escurrió entre mis piernas y tanto sus manos como su boca tomaron con agilidad mi dura erección. Me tensé al instante y en escalofrío bajó por mi espalda cuando Elsa succionaba mi glande en sus labios húmedos, jugueteaba con su lengua dando lamidas rápidas cuando tomó con su boca completamente. Ver a mi polla entrar y salir de su boca era una maravilla, era caliente verla de esa forma. Era inevitable que de mí no saliera un grave gemido cuando ella se había vuelto en una diosa en la felación.

Recogía su cabello apartándolo a un lado de su hombro cuando le estorbaba a ella, y la excitante vista de ella tragando mi miembro. Una arcada hizo que ella parara de usar su boca, comenzó a utilizar sus manos masturbándome. Dejé caer mi cabeza en el respaldo del asiento, disfrutando como ella volvía a tomarme con su boca. Mi pecho subía y bajaba al tratar de calmar mi respiración, a comparación de mi inexperta Elsa, yo podía soportar mucho tiempo un orgasmo contenido, pero esta mujer era demasiado buena complaciéndome y justo en ese momento cumplía con todo ese sentido de la palabra. Elsa trabajó mi miembro con su boca y sus manos, todo eso se mezcló en mi sistema y terminé corriéndome en su boca.

Jadeante y aun sintiendo las corrientes en mi cuerpo la miré, lamía mi polla llevándose a su boca, su ávida lengua la limpiaba.

Tomé su cabello y tiré fuerte de él, separándola de mí. Su respiración estaba comenzando a ser irregular, y sus mejillas lucían rojas de lo caliente que ella se encontraba. Me incliné besando su cuello, dejando marcas oscuras en él. Mis dedos fácilmente se deslizaron en su sexo, estaba apremiantemente mojada. Introduje dos dedos en ella haciéndola gemir y lo hizo suave, ahogando lo que debió ser un buen gemido.

— De pie — le ordené sacando mis dedos de su interior.

Me alejé un poco para que ella pudiera hacerlo, cuando lo hizo, aparté la laptop hacia la orilla, me puse de pie y la cargué colocándola sobre el escritorio. Me puse entre sus piernas.

— ¿Por qué te da miedo gemir fuerte? — le pregunté burlonamente al mismo tiempo que mi pulgar hacia leves círculos en su clítoris.

Ella se sonrojó más y enrolló sus piernas en mi cadera — E-Es que... podrían escucharme.

— Déjalos escucharte entonces.

— Pero es que... — la penetré con fuerza, improvistamente haciéndola dar un grito adolorido y placentero — ¡Ay, Mmm!

— Cuando digo que eres mía, Elsa, me refiero a todo de ti — volví a embestirla y otro grito salió de su boca — Lo digo porque todo en ti me pertenece. Tu placer es mío, tu voz es mía, tus gemidos son míos. Disfruto cuando lo haces porque sé que lo estás pasando bien, ahora parece que estar más pendiente que no te escuchen que en lo que te hago y eso no me gusta.

Ella negó apresuradamente con su cabeza — N-No es así.

La besé y la envestí esta vez con cuidado y continuamente, me erizaba la piel hacer eso — Siéntete con la libertad de gritar, gemir o lo que sea, cuando lo estemos haciendo no existirán otras personas, solo estamos tu y yo, ¿de acuerdo?

— Sí...

— Buena chica — Salí de su interior, hizo una mueca sintiéndose frustrada — Oh no, preciosa, sabes que mereces sentirte así.

— Es que yo... señor es que...

— ¿Qué?

Tragó fuertemente y muy ruborizada, apretó sus piernas a mi alrededor provocando que nuestros sexos se rozaran. Gruñí involuntariamente — Por favor... solo te quiero dentro de mí.

— Lo sé — sonreí divertidamente — Pero no será.

Nuevamente me separé de ella y la bajé de la mesa, le hice darme la espalda y la empujé hacia adelante pegando su rostro al escritorio. Sus largas piernas se separaron y su monumental culo era mi razón de follarla.

Toqué su húmeda vagina y comencé con a penetrarla con dos de mis dedos, ella comenzó a sollozar de placer, tal como me excitaba escucharla. Con mi otra mano tomé su cabello y la hice levantarse un poco curvando su espalda, chillando un poco cuando me detuvo a introducir un tercer dedo.

— ¿Te gusta? — pregunté con la voz enronquecida, me gustaba hacerla sentir vergüenza.

— S-si — jadeó dejando su boca entre abierta, sacado pequeños jadeos, moviendo un poco su cadera para encontrar su orgasmo más rápido. Le di un azote en el culo, dejo de moverse con gran esfuerzo.

— No hagas eso, yo decido si acabas o no. Recuérdalo — moví rápidamente mis dedos dentro de ella, introduciendo uno más — a menos que quieras suplicarme que te dejé hacerlo. Lo que sería extraño porque habías dicho que no al fisting, ¿no?

Gritó, dejó caer su cabeza hacia adelante mientras jadeaba con fuerza tratando de inútilmente recuperar aire, las paredes de su vagina se apretaban contra mis dedos, construyéndose un orgasmo en ella — ¿Esto es...?

— Parcialmente, sí — susurré con la voz profundizada por el deseo que me embargaba — Estás tan caliente que estoy a poco de meterte mi mano entera, y ni siquiera te importa, solo quieres tu orgasmo, ¿verdad mi zorrita?

— Hazlo, por favor, por favor — sollozó fuertemente, cegada por la lujuria que implanté en ella — Señor, dame mi orgasmo por favor.

Ella me volvía loco. Si me ganaba el infierno, no me importaría arrastrarla conmigo.

Completé el fisting y ella se corrió apenas comencé a mover mi mano dentro de ella. Su sexo se apretó alrededor de mí, y demonios si eso no era lo mejor.

Saqué mi mano y golpeé su trasero, llené su ano con su misma lubricación haciéndola dar un respingo, yo no dejaba que se recuperara de sus sensaciones, era como un juego para mí hacerlo. Además de excitarla más rápido.

— Yo digo que ya estás lista para que te folle aquí, ¿no crees? — metí dos dedos de una vez para estimularla.

— ¡Ah! — gritó con ahogado placer cerrando los ojos, descansó su frente en sus antebrazos pegados a la mesa — Yo... yo creo que sí.

Froté mi pene en su sexo para lubricarme mejor y no hacerle daño, aunque yo sabía que estaba lista, debía tener cuidado. Sabía que le dolería.

Saqué mis dedos y empecé a cambiarlos por mi miembro, que, si bien era por mucho el doble, lo hacía despacio. Ella estaba muy apretada, pero me recibía bien, sin embargo, también iniciaba a quejarse de dolor.

— ¡Duele! — lloró mirándome con los ojos cristalizados.

— Relájate — gruñí, por mi parte, lo sentía jodidamente genial. Ella lo haría pronto.

Terminé por envestirla, Elsa sollozó de dolor al mismo tiempo que yo gemí guturalmente de puro placer. El regodeo que sentía mi polla por sus apretadas paredes era inigualable. Tomé el rostro de Elsa y le apremié con un besó que ella rápidamente siguió, unas pocas lágrimas se deslizaban por su rostro, su labio inferior temblaba un poco, pero sin duda ni ella misma podía negar el rubor en su rostro, que delataba muy descaradamente lo mucho que le gustaba ese dolor. Ya había aprendido todas las clases de reacciones tenía su cuerpo cuando un tipo de dolor le encantaba. La bombardeaba a veces lento, otras rápido y sintiendo cada centímetro de ella. Entonces, después de que se acostumbró a mi tamaño dentro de ella y que su agonía había pasado, comenzó a disfrutarlo verdaderamente. Sabía que aún le dolía, pero a mí zorrita descarada le gustaba. Tomé su cadera y la golpee a un nivel que ella aceptaría y que a mí me complacía, llegamos a ese punto en el coito que ninguno de los dos podía dejar de jadear, gemir o gruñir. Llegué al punto donde quería penetrarla cruelmente y casi imperdonable, pero malditamente me contuve por ella. Elsa se corrió al mismo tiempo que yo, tenía las piernas tan tensar como yo sentía las mías. Nuestras respiraciones eran cansadas y pesadas, que sin duda costaría recuperar. Yo no podría hacerlo, no después de follar tan delicioso culo.

— Deberás acostumbrarte a esto, preciosa — jadee saliendo lentamente de ella para lo lastimarla. Pego un alarido cuando la abandoné. Sobé suavemente su cadera — ¿Estás bien?

Jadeó recostando de nuevo su frente en el escritorio — E-Eso creo.

Me reí entre dientes arreglándome él pantalón, tomé su cintura y su brazo suavemente para enderezarla, cuando lo hizo arrebaté un beso de sus deseables labios hinchados y rojos, se sentían mucho mejor de lo que ella podría imaginar.

La miré a los ojos cuando dejé forzosamente sus labios, se notaba cansada — ¿Por qué no vas a dormir un poco?

Un nuevo rubor embargó su rostro y abrió mucho sus ojos — No quisiera cruzar la sala justo ahora.

— Estás cansada — dije pasando mis manos a sus glúteos apretándolo un poco, nunca me cansaría de eso, pero dio un respigo e hizo una pequeña mueca de dolor cuando lo hice. Su pecho aún subía y bajaba recuperando aire, ciertamente me gustaba mucho verla así.

— De todas formas... — mordió su labio inferior y bajó la mirada — me hablaste de un posible viaje a Japón hace unos días, y si pasa quisiera estar el tiempo que pueda a tu lado.

Sonreí — Te llevaría conmigo si no fueras a la universidad.

— Eso es injusto — murmuró pegando su frente en mi pecho — ¿Irás de verdad?

— Aún no está confirmado, pero creo que sí.

Ella levantó los brazos y abrazó mi cintura acercándose más — No quiero que vayas. Has viajado mucho estos últimos meses.

Cuando Elsa tenía mucho sueño, solía comportarse como una chiquilla que necesitaba atención. Eso me parecía adorable. Besé su cabello, me alejé para atraer la silla en la que estaba, me senté y acerqué a Elsa, aunque se mostró reacia a sentarse. Me reí fuerte — Vas a tener que acostumbrarte.

— Lo sé — se rió suavemente de forma adormitada. Se acercó y finalmente se sentó en mi regazo haciendo una mueca de dolor mientras se acomodaba — Me costará.

— Vas a estar bien... descansa — me gustaba que se durmiera en mis piernas, sentía una extraña satisfacción al verla dormir.

Elsa besó mi mejilla y susurró a mi oído — Gracias.

Fruncí mi entrecejo confusamente — ¿Por qué?

Acomodó su cabeza en mi pecho y cerró los ojos — Por hacerme sentir feliz contigo.

La observé hasta que se quedó completamente dormida, su relajada respiración hacía que su pecho subiera y bajara rítmicamente lento.

Comenzaba a poner en duda lo de no saber que sentía por ella, más bien, lo sabía; pero costaba admitirlo. Sabía que Elsa tarde o temprano se cansaría de esto, que querría probar cosas nuevas o algo mejor, no obstante, prefería mil veces que ella me destrozara el alma antes de que yo se lo hiciera a ella. No podría resistirlo tanto como yo. Era frágil.

Quise distraerme de todo eso volviendo a mi trabajo, pero las letras en la computadora se disolvían en mi mente como agua en la tierra. No prestaba atención porque mi mente estaba aniquilándome.

Recibí un correo quince minutos después de solo mirar a la pantalla, escuchando la fina respiración de Elsa. Lo abrí, era de Rapunzel.

Jack... mira, sé que probablemente no me hayas llamado porque me odias, y entiendo eso, pero te pido que me des la oportunidad de hablarte una vez más cara a cara. Hazlo al menos por el amor que una vez sentiste por mí.

Estoy en Nueva York, estoy hospedándome en el Manhattan Time Square Hotel, tal vez podrías pasarte por acá y hablamos en el bar. Estaré esperándote durante la noche.

El enojo más grande se instaló en mi pecho.

Bien, iría, escucharía lo que tenía que decir y me marcharía. Eso era malditamente todo.

Casi veinte minutos después, Elsa despertó, se vistió y se fue hacía nuestra habitación para volver a dormir, dudaba que fuera a cenar algo.

Luego de pensarlo mucho, y menos enojado decidí levantarme de la silla para ducharme, vestirme y encontrarme con Rapunzel en aquel hotel.

Tomé las llaves del auto de la mesa y tomé mi teléfono, cuando abrí la puerta escuché la voz de Elsa — ¿Saldrás?

Voltee a verla, estaba sentada en la cama, su mirada lucía apagada y cansada.

— Sí, pero volveré pronto.

No respondió de inmediato, su mirada, la cual siempre parecía descifrable no lo fue esa vez — De acuerdo.

Sonreí serenamente en su dirección — Volveré rápida, lo prometo.

Al salir de la casa presencia la culpa en su mera esencia, no controlaba ese sentir, sin embargo, debía tragármelo para hablar con aquella mujer que iba a ser mi esposa. Al menos en su momento lo deseaba.

Me plantee lo que sería verla de nuevo después de casi año y medio, no esperaba que hubiese cambiado mucho, pero no me refería exactamente a eso. Tenía ese resentimiento con ella, aunque no negaba que la había amado demasiado. Eso no me gustaba, sobre todo me enfurecía pensar en eso, no con ella... al menos no del todo, el enojo era más conmigo.

Llegué al hotel y un valet estacionó el auto. La ansiedad apresó mi cuerpo por un momento, Me encontré buscándola y deseando que fuera una mentira, pero no, reconocí demasiado bien aquel cabello largo, dorado y la delicada silueta. Mediante iba acercándome, iba arrepintiéndome.

No sabía cómo hacerme notar, pero diciendo lo que me frustraba parecía bien — Así que, ¿elegiste el lugar y la manera en la que nos conocimos para un reencuentro? — alzó su mirada hacia mí dando un brinco de sorpresa, sus grandes ojos verdes brillaron cuando se toparon con los míos — Admito que es una forma creativa de irritarme.

Ella rió nerviosamente — Yo... creí que sería una forma buena de iniciar, o más bien, para recordar.

Me senté a su lado en la barra, incluso había escogido los mismos asientos escondidos en esa parte del bar — ¿Bueno para ti o para mí?

— Para ambos...

Enarqué una ceja arrogantemente — ¿Por qué creíste eso?

Rápidamente sus mejillas se tornaron coloradas — Al principio me pareció buena idea... — tragó relamiendo sus labios — ¿Cómo estás?

Pedí el trago más fuerte al bartender. La miré de nuevo — Bastante bien, de hecho — respondí sintiéndome tan incomodó como ella — ¿Tú cómo estás?

— Creí que habrías cambiado... físicamente, me refiero, pero estás igual — le dio un trago a su margarita.

— No puedo decir lo mismo que tú — era imposible que no notara la pequeña operación que se había hecho en los senos.

Rió pareciendo que se relajaba poco a poco, y que sus nervios se iban — Sabía que lo notarías — se encogió de hombros — Siempre tuve ese complejo.

— Lo recuerdo.

Asintió levemente con una leve sonrisa en sus labios rosados — Siempre decías que de cualquier forma me veía hermosa, y me hacías sentir así...

— Lo decía porque te amaba — espeté violentamente.

— ¿Ya no es así? — bajó la mirada.

— ¿De qué querías hablar, Rapunzel? — fui directo al grano, antes de que iniciara a remontar el pasado. Algo que sin duda no quería que estropeara mi presente.

— De esto exactamente Jack... quiero que recuerdes aquel tiempo en el que me amabas, para explicarme a mí misma lo estúpida que fue al dejarte — alzó de nuevo la mirada, esperando que yo agregara algo, pero al no hacerlo bebió de su trago y continuó — Me amabas y no lo vi solo porque no quise aceptar más de eso... ya sabes... pero al irme, simplemente me di cuenta del error que cometí. Cuando salí con hombres que no tenían eso que tú tienes era... frustrante.

Solté una risa amarga — ¿Así que es eso? ¿Vienes y me dices que volvamos porque no obtuviste lo que quisiste?

— ¡Estaba furiosa, Jack! — se explicó luciendo desesperada — Yo tenía otra idea de una vida contigo, una que no fuera de látigos y castigos. Cuando ya no lo tuve supe que lo necesitaba. Que te necesitaba a ti. Necesitaba que mi amo me castigara, me amara y...

— Debiste pensarlo antes — apreté la mandíbula conteniendo todo lo que quería decirle, pero sería demasiado inapropiado. Tomé de una vez el fuerte licor que me habían servido.

— Pero no lo hice — su voz se quebró y apartó la mirada — No sabes lo arrepentida que estoy, Jack... día tras día, noche tras noche pienso en el momento en el que te regresé aquel anillo y no puedo sentirme más estúpida... Solo quiero que me des otra oportunidad.

Estaba infernalmente seguro de que eso pasaría... al menos lo presentía. Sin embargo, no podía hacerlo. No, más bien, no quería.

Sostuve sus ojos verdes con los míos — Una oportunidad — bufé con sorna — Sabes que eso no va a pasar.

— Jack... — susurró suavemente — Cometí un error, lo sé y aprendí de él solo... déjame enmendarlo, por favor... No me hagas rogarte.

Volví a reírme, está vez fue una risa bastante sincera para mi sorpresa, lo cual la desconcertó por completo — Escucha, tengo un morbo con que las mujeres me rueguen, pero descuida, no debes hacerlo.

— Recuerdo lo que se siente ser tu sumisa, Jack — habló más discretamente mirándome a los ojos. Entonces movió su silla en mi dirección, bajo la mirada y puso sus manos en sus piernas — Por favor, acéptame de nuevo, amo. Sería capaz de arrodillarme frente a ti este momento para que me perdones y me des otra oportunidad.

Bien eh... eso era malo. Ella, literalmente se estaba humillando a si misma por eso que yo no aceptaría.

Tomé aire y traté de relajarme, ahora no quería ser grosero o arrogante con ella. No era correcto cuando ella estaba prácticamente dominada ante mí. Me incliné un poco hacia ella y alcé su mentón.

— No hagas esto, ¿entiendes? — sus ojos estaban cristalizados — Cuando vine aquí estaba molesto, pero en realidad todo eso ya pasó, no hay razón para seguir enojado.

— ¿Entonces...?

— No voy a volver contigo, pero todo queda atrás... solo avanza.

Lágrimas bajaron por su rostro — Me perdonas, pero no me das una oportunidad...

— Rapunzel yo tengo pareja...

Quizá, solo quizá no debí inclinarme tanto, probablemente fue eso lo que la ayudó a alcanzar mis labios y besarme, rápidamente enredó sus dedos en mi cabello en un intento a que me quedara a responderle ese beso. No fue así. Era incorrecto, y no se sentía nada bien.

— Punz, no te humilles así — negué con la cabeza desaprobatoriamente.

— Te aseguro que ella no podría darte lo que yo — prometió llorando — Sueno como una perra desesperada, pero te necesito. ¡Demonios en serio lo hago! He pasado el último año pensándote y hasta ahora he reunido el valor para decírtelo. No sé quién sea la mujer con la que estás, pero con ella sea como sea no tienes historia alguna. Sé que recuerdas perfectamente cómo nos conocimos justo en este mismo lugar. Sé que recuerdas todo lo que pasamos y lo mucho que nos amamos... con esa mujer nunca lograrás algo como lo que yo te di y quiero darte.

— Eso es mentira — respondí a lo último que ella dijo.

— Quisiera recuperar tiempo perdido, empezar como si nada nos hubiera pasado, como si yo no hubiese sido tan tonta para dejarte... Sé que muy en el fondo, detrás de ese rencor guardado hacia mí, existe el amor que me tuviste una vez.

Sonreí ladeadamente, comprensivo ante un dolor de culpa que ella guardaba, pero no podía darle falsas esperanzas — Escucha... lo que tuvimos fue bueno mientras duro, y si puede que sienta algo por ti, pero es únicamente aprecio a lo que tuvimos, nada más allá de eso — desvié mi mirada de la suya — Debes avanzar Rapunzel... Yo lo hice, y aunque no tenga una historia tan larga con ella como contigo, estoy seguro de que me estoy enamorando de Elsa. Es mi sumisa, es mi pareja y voy a seguir con ella te agrade la idea o no.

— Jack...

— No — me puse de pie y dejé dinero en la barra pagando mi bebida y la de ella. Si me ponía indiferente con ella no me dejaría — Ya fue, Rapunzel, tú eres pasado, Elsa mi presente.

Ella reaccionó, como si hubiera recordado algo — ¿Elsa? — se rió amarga y molestamente. Bebió enteramente su bebida — ¿No es aquella chica de la que me hablaste hace mucho? ¿Aquella sirvienta muerta de hambre de la que te burlaste conmigo porque te pidió tutoría como sumisa?

Bien, eso era todo, se había agotado toda mi paciencia y no iba a ser lindo. Nada lindo — En primer lugar, la que se burló fuiste tú, no yo. Y, en segundo lugar, Elsa es preciosa, no tiene nada de malo que haya sido una sirvienta.

Notaba en sus ojos aquella mirada furiosa que tanto reconocía — Tiene que me estás rechazando por una limpia baños cualquiera, eso pasa.

— Es mucho mejor sumisa y mujer de lo que tú tratarias a ser algún día, ni naciendo de nuevo obtendrías su gracia y belleza — espeté temblando de la ira. Nadie insultaba a mi Elsa. Nadie.

Me gané una cachetada de su parte, no me importó en lo absoluto — No sabes lo mucho que me duele que me cambies por alguien como ella. Lo peor de todo, es que vine dispuesta a humillarme, pero está más que claro que prefieres... — su labio inferior tembló de ira y tristeza — Fue mi error.

— Fue el de ambos. No debí venir a perder el tiempo — ella abrió la boca para decir algo, pero alcé mi mano y la detuve — Suerte, Rapunzel.

Caminé lo más rápido que pude para llegar a mi auto, y, es más, también conduje rápido de lo furioso que estaba. ¿Por qué había ido en primer lugar?

¿Podría sacar algo bueno de eso?... sí, lo único bueno de eso es que, bueno, me di cuenta de que estaba enamorándome peligrosamente de Elsa. Era casi imposible que no lo hiciera, ella era tan... inteligente, hermosa, elegante y al mismo tiempo alocada. La mujer que sonreía y todo parecía ser luz a su alrededor, y cuando lloraba entregaba cada lágrima de su ser. Había sido un imbécil al no notar todas y cada una de las cosas que me gustaban de mi platinada.

Llegué a casa y agotadamente estacioné el auto, entré y vi a Hiccup sentado viendo aun la televisión.

— Por fin llegas — bufó mirándome enojado... ¿Ahora que hice?

— Me entretuve...

— Sí, claro que lo sabemos.

Enarqué una ceja — ¿Y ti que te pasa?

Suspiró pesadamente — Solo sé que vi a tu chica largándose completamente desilusionada diciendo que tu habías ido a encontrarte con tu ex, sabiendo muy bien cómo se sentiría si lo hicieras, porque te lo dijo hace algunas noches. Y no fue nada bonito que minutos antes de saberlo, Mérida reviso sus mensajes y encontró un mensaje de Rapunzel diciéndole que te había citado.

Eso... era una completa mierda.

— ¿Dónde está? — pregunté exasperado.

— Mérida fue con ella, están en un bar, y tengo instrucciones claras de no dejarte ir.

El mundo quería verme sin paciencia. Maldita sea, ¿acaso podría empeorar?

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