Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9

- En la casa hay dos sirvientas, ellas se van a eso de las seis y media. Si yo estoy en casa a esa hora, para iniciar solo estarás en lencería.

Parpadee un par de veces perpleja - ¿Nada de ropa? - Volteé a verlo a los ojos - ¿Quiere que ande así, Señor? - sentí el calor apoderarse de mi rostro.

- Sí - respondió con simpleza - Si yo no estoy, obviamente, andarás con ropa, pero de lo contrario, por ahora te quiero de esa forma.

Tragué y mi color se intensificó.

- ¿Entendiste?

- S-sí señor, ya entendí... es solo que no me sentiría cómoda - respondí con nerviosismo.

- Te vas a acostumbrar, más adelante te pediré que andes sin siquiera la ropa interior - Mierda. Se calló por unos segundos hasta que siguió - Seguirás llamándome como: Señor. En presencia de otros dominantes: Amo - Suspiró - Contrariando todo esto, cuando estemos en público... eventos benéficos u otros lugares así, podrás llamarme por mi nombre...

Fruncí mi entrecejo sin poder entender - ¿Por qué, Señor?

- Cómo sabes, nadie sabe lo que practico y así quiero que se mantenga. Pero, no abuses, será solamente si hay demasiadas personas en el lugar donde nos encontremos, de lo contrario no quiero escuchar mi nombre.

- Está bien.

-Astrid Hofferson será tu entrenadora personal durante las horas en el gimnasio, es buena en lo que hace, pero limítate a hablar con ella solo para lo que le pago: tu entrenamiento.

- ¿Puedo preguntar por qué, señor?

- Ella es buena en lo que hace, por eso la contrato, pero es muy entrometida.

- Bien.

- ¿Recuerdas que te mencioné que tenía planes para ti?

- Ah... Sí, lo dijo cuándo estábamos en su despacho.

- Exacto... esto se lo ofrecí a dos de mis sumisas sin su educación superior, pero rechazaron la oferta.

- ¿De qué se trata?

- Quiero que vayas a la universidad.

Abrí mis ojos con total sorpresa - ¿Qué?

Sonrió con amabilidad - Mi madre me dijo que querías estudiar, voy a pagarte ese estudio, tus notas son bastante buenas, eres inteligente. Eso no puede echarse a perder, pero será solo si estás de acuerdo.

Aun no me lo podía creer. Como si nada estudiaría de nuevo y me encontraba sumamente feliz.

Sonreí de inmediato - Sí, claro, por supuesto, muchas gracias - respondí demasiado feliz.

- Excelente, por fin no una rubia tonta - sonrió con satisfacción - pero hablaremos eso luego y te explicaré mejor.

- Sí, señor - sonreía, estaba malditamente feliz.

- Okay, ahora quiero que me digas que fue exactamente lo que investigaste. Me dijiste que lo habías hecho, o, ¿fue solo sobre las prácticas sexuales? Voy a aclarar las dudas que tengas.

- No, no busqué solo eso en realidad - suspiré y me acomodé sobre el asiento - también sobre cómo debe ser una sumisa y...

- ¿Cómo debe ser una sumisa, Elsa?

- Yo creo que una sumisa debe ser una persona muy sensata, leal, sincera, atrevida - aunque a mí me costaba mucho ser atrevida -, sin miedo a intentar cosas nuevas. Y lo más importante para mí, debe ser muy atenta y respetuosa... ¿Está mal?

- No, todo lo contrario. Tienes una buena base de lo que eres.

- Gracias, señor.

- Ahora dime, ¿Cómo crees que voy a ser yo como amo?

Presioné mis labios. Solté un poco de aire antes de decir lo que había analizado de él hasta el momento - Pienso que usted es: Exigente... controlador, no acepta errores... También comunicativo, seguro, cortés, usted es inteligente... Y muy orgulloso - resoplé una risa. Él también lo hizo - pero hasta el momento me ha demostrado que es muy respetuoso.

Él asintió con su cabeza - a ti, antes de que leyeras el contrato, te dije que iba a ser paciente. Lo haré, cumpliré con mi promesa.

¡Qué alivio!

- ¿De verdad? - enarcó una ceja divertido.

- ¿De qué?

Se río - Acabas de decir "que alivio"

Me ruboricé por completo - No me di cuenta que lo hice.

Se rio a carcajadas - me doy cuenta... ¿por qué no me lo habías dicho?

- Yo... No lo sé. Pensé que no le gustaría escucharlo - susurré apenada.

- Elsa, debes decirme todo lo que te inquieta. De otra forma no voy a saber lo que pasa por tu mente o cómo te sientes. Dímelo todo, ¿entendido? - preguntó amablemente.

- Sí, señor.

- ¿Qué más investigaste?

- Oh... Que hay dos tipos de placer... o por lo menos así lo entendí. Humillación y dolor.

- Sí. Muchas personas se excitan viendo o siendo humillados. Otras infligiendo dolor o recibiéndolo.

- ¿Es mucho dolor? - pregunté preocupada.

Jack me miró por unos instantes, como si analizara lo que acababa de decir - Solo el que este en tus límites. Yo no te infligiría un dolor que tú no fueras capaz de soportar - explicó.

- ¿Así que a usted le gusta más infligir dolor?

- Lo prefiero a la humillación, sí. Aunque esa técnica es buena para los castigos.

Mierda.

- Leí en páginas BDSM que algunos dominantes escupen a sus sumisas como humillación o placer, al igual que golpear solo por placer.

- Sí, algunos lo hacen. Pero para serte sincero lo de escupir me parece denigrante. Y sobre el dolor... son sádicos los que lo hacen solo por placer que como un castigo o disciplina.

- ¿Hay una diferencia entre eso? Me refiero a los dominantes con los sádicos.

- Mucha. Una persona sádica solo busca dar vía suelta a su instinto y va a lo suyo, infligir dolor sin tener en cuenta las consecuencias físicas o psíquicas de sus actos. Un dominante, guía a su sumisa, respeta sus límites y esta para cumplir sus fantasías.

- Así que... un dominante guía, respeta y cumple para el placer de su sumisa y el suyo... un sádico no se preocupa de ninguna.

- Exacto.

Vaya.

- Solo que los sádicos, no tienen sumisas, si no masoquistas.

Fruncí me entrecejo - ¿Hay diferencia?

Sonrio de manera divertida, teniendo que explicármelo todo como cuando una niña hace varias preguntas a mas vez.

-Si,nla hay. En pocas palabras, una sumisa, se entrega y confía por completo. Una masoquista obtiene dolor por placer, siempre y cuando este sea consensuado.

Asentí con entendimiento. No sabía que podía haber tanta diferencia, prácticamente estuve sin saber nada antes de entrar a este mundo. Con suerte él me explicó...

- Los castigos... Van a dolerme mucho, ¿no?

- Creo que eso dependera de la circunstancias.

Bajé mi mirada hacia un punto inexacto del suelo...

- Aunque bien, hay castigos que pueden producirte placer.

Fruncí mi entrecejo - ¿Cómo?

- La noche que te azoté es un ejemplo - me sonrojé - ¿Te dolió, no?

- Sí.

- Pero también te excito. No te hubieses mojado de no ser así.

- Sí pero... Usted me azotaba como castigo, no entiendo por qué... - me costaba usar esos términos.

- Cómo dije, hay golpes que pueden gustarte... Aunque, debo admitir que cuando inicié a azotarte, lo estaba haciendo como castigo, pero al notar cómo te humedecías... Lo estaba haciendo más para estar seguro de que si era cierto lo que veía - sonreía divertido con la situación.

Enarqué una ceja divertida - Así que prácticamente lo hizo apropósito.

- Te gusto, ¿no?

- En ese momento a un no lo sabía.

- Aun así - se inclinó y acarició mi oreja con la punta de su nariz. Un nervio recorrió mi cuerpo, posó sus labios y mordisqueó el lóbulo. Jadeé cerrando mis ojos un momento - En ese momento quería tocarte, aliviarte.

Maldición... Esas solas palabras podían ponerme a cien.

- Tiene mucho autocontrol, señor- susurré.

- No sabes cuánto, pero, en este momento, juro que quiero volver a marcarte ese precioso culo que tienes.

Oh... Santo cielo...

Mordí mi labio inferior, sentí mi cuerpo estremecer. ¿Podrían las palabras excitarme? Al parecer sí... Y a decir verdad, quería aquel cosquilleo que me provocaron esos azotes.

- Hágalo, señor - musité volteando mi mirada hacia la suya.

Él sonrió con malicia - Dime que quieres que haga - ordenó con la voz cargada de lujuria -Dímelo.

Dios... Mis mejillas se encendieron - Quiero que... me azote, señor.

Su mirada cambió de un momento, se volvió más oscura. Con deseo.

- Levántate y cierra la puerta de allá - ordenó señalando la puerta donde había salido la aeromoza.

Me levanté para hacer lo que me había ordenado. Cerré aquella puerta bajando la manija hacia abajo y luego presionando un pequeño botón arriba de ella.

Cuando me di la vuelta, Jack estaba de pie mirándome con atención. Caminé hasta quedarme frente a él.

- Date la vuelta y levanta los brazos.

Me di la vuelta, e hice lo ordenado. Posó sus manos en la cinturilla de la falda e inició a sacar mi camisa y la dejó sobre el sofá. Sus manos recorrieron desde mi cintura, ascendieron hasta que sus grandes manos presionaron mis pechos, fue casi inevitable que de mí no saliera un gemido.

- Shhh. Calla - masajeo y apretó mis senos. Jadeé y mordí mi labio inferior - Me gustan tus pechos. Son grandes y me gusta cómo se sienten.

- Gracias, señor.

- Baja tus brazos - lo hice. Guio a sus manos hasta mi falta, desabrochó el botón y la bragueta, haciendo que la falda callera con facilidad a mis pies.

El calor nuevamente tiñó mi rostro. Era el primer hombre que me veía de esa manera.

Sus manos trazaron un viaje de mi cadera y se detuvo en la curva de mi cintura, luego bajo hasta mi muslo derecho y tiró del elástico del tanga que traía puesto para luego soltarlo. Caminó a mí alrededor, comiéndome con la mirada. Se detuvo frente a mí y no apartó su mirada de mis pechos.

- Me gustas mucho. Tu cuerpo es excepcionalmente precioso, además, tu piel es suave - halagó.

- Gracias, señor - musité.

Alargó sus manos hasta mi sujetador y bajo la tela hasta dejar al descubierto mis dos rozados y doloridos pezones. Detuvo la tela con sus otros dedos y acercó sus pulgares hasta que tocaron mis brotes. Mordí mi labio inferior, para evitar gemir.

- ¿Te gusta? - su voz sonó un grado más bajo de lo normal.

- Sí, señor - rodeó mis pezones y los presiono un poco con sus dedos - Me gusta - jadeé sin apartar mis ojos de los suyos.

Él sonrió de lado con satisfacción.

- Ven aquí - Tomó mi mano y me guio nuevamente al sofá. Él se sentó en él y cómo la última vez, me halo hasta quedar sobre sus rodillas, solo que esta vez lo hizo menos brusco.

Su mano izquierda me sujetaba y la derecha se paseaba por mi trasero, lento, dándole pocos apretones. Luego bajó mis bragas hasta mis muslos.

- Primero voy a darte ocho azotes de castigo, por haber cerrado tus piernas en el auto. Eso créeme que me enojó mucho. Debes contarlas, pero procura no ser muy ruidosa, recuerda que no estamos cien por ciento solos, ¿entendiste?

- Sí, señor.

- Buena chica.

Apretó mi nalga derecha, clavando sus dedos en mi piel, y luego. Lo escuché reír entre dientes.

- Vaya... Ya estas húmeda.

Menos mal él no podía verme. Debía acostumbrarme a esa palabra, de otro modo estaría sonrojada siempre que la dijera.

El primer azote llegó a mi piel duro, dejando ardor y sin aviso, Sobresaltándome y haciendo que me quejara.

- ¡Uno! - chillé. Me había ardido la piel. Primero se sentía dolor en el área, luego solo quedaba el ardor. Su mano era grande y pesada.

- No alces la voz - ordenó severamente. El segundo azote lo dio fuerte en mi nalga izquierda.

Grité silenciosamente y cerré mis ojos con fuerza - ¡Dos!

El tercero lo dio de nuevo en mi nalga derecha. Su mano con cada azote se sentía más pesada y agresiva. La piel en esa zona me ardía, y solo eran tres. La verdad se sentía más fuertes que la última vez. Ahí fue cuando recordé que las anteriores solo fueron para excitarme. El cuarto golpe lo dio en el lado opuesto, con incluso más fuerza que el anterior. El quinto, doloroso y ardido quinto. Ese fue el que particularmente su mano cayó con más fuerza, repartía los golpes en cada glúteo.

- ¡Cinco! - chillé entre dientes... Joder. Esto si había dolido...

El seis y el siete, los dio fuertemente y sin pausa. Maldición su mano era pesada y grande, mi piel quedaba escocida y dolorida, probablemente hasta a él le picara la mano por la fuerza usada. Cuando los contaba, trataba de que mi voz solo solana como un jadeo o murmullo, pero me costaba. Y finalmente el ocho, el fuerte, despiadado, dolorido y ardido azote número ocho.

- ¡Ocho!.... ocho - jadeé. Auch. Solo habían sido ocho y mi piel ardía y dolía.

Su mano acarició la zona afectada - Tu piel se ha puesto rosa, eres sensible.

- O muy blanca - jadeé absorbiendo su caricia.

Se río - También, pero me gusta así. Te marcas más rápido.

La sensación de su mano frotando mi trasero me agradaba mucho, aliviaba poco a poco la picazón que dejaban los azotes. Lo hizo hasta que mi piel dejo de arder, no del todo, ahora simplemente aquel ardor se sentía bien. Me relajé, a decir verdad.

- Bien nena, ahora, te vas a sentir muy bien con lo que voy a hacerte - dijo con voz prometedoramente sensual. Paso su dedo sobre mi sexo sin hacer nada más que pasear su dedo sobre mi raja - ¿Lista, Elsa?

Gemí suavemente - Sí, señor.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro