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8

Poco a poco mis ojos se abrieron con la luz del día. Miré el reloj de mi mesa de noche, marcaba las siete y media. Me levanté de la cama directamente al baño, me tardé un poco ya que... Estaba nerviosa, sabía que, al llegar a Nueva York, Jack iba a tomarme como él quisiera. Ese momento trataba que el agua caliente se llevara mis nervios, pero era en vano. ¡Estaba nerviosa hasta los huesos!

Salí de mi baño con una bata puesta y una toalla enrollada a mi cabello. Revisé mi reloj. Cielos, ¿Tan rápido pasaba el tiempo, o yo pasé mucho tiempo bajo el agua? Eran las ocho quince.

Me puse mi ropa interior y luego de humectar mi piel con mi crema, me coloqué una camisa blanca de mangas cortas y una falda que me llegaba debajo de la rodilla con líneas horizontales azules y doradas y me coloqué unas sandalias de tacón azules. Metí la camisa dentro de la falta y caminé frente al espejo soltando mi cabello, noté que lo tenía largo hasta mi cadera. Lo sequé y lo dejé en mis ondas naturales. Mi maquillaje no era pesado y me gustaba como me veía.

Salí de la habitación para desayunar algo ligero, luego volví a mi habitación para lavar mis dientes y ponerme perfume. Noté que mi equipaje ya no estaba, supuse que ya se lo habían llevado.

Vi mi reloj y marcaba las diez quince. Era hora, observé la habitación detenidamente, suspiré y salí, pero justo cuando salí una palma choco contra mi rostro fuertemente.

Era Lía.

— ¡¿Pero qué te pasa?! — le grité poniendo mi mano sobre el golpe. Su mano era demasiado pesada, mi piel ardía. Me había enojado y mucho, ¿Qué derecho tenía de hacer eso? ¿No le bastaba con todo lo que me había dicho?

— ¡Zorra! — Gritó — ¿Te sientes mejor así? Ahora te iras a Nueva York con uno de los jefes, con Jackson Frost. Cuando sabes que tu maldito lugar está aquí, siendo nada más que una sucia sirvienta.

— Eres una envidiosa — le espeté, ya estaba harta pero iba a mantener lo mejor posible la compostura, no iba a rebajarme a su nivel — No debe importarte si yo he aceptado o no. Él me ha elegido, Y si yo he aceptado no tiene por qué importarte en lo más mínimo. Concéntrate en tu vida, Lía.

— ¿Ves? Es por esto que te necesita, eres tan estúpida — se rio amargamente — Me das lastima ahora, mucho más que antes, serás solo un juguetito para él. Tan estúpida y sumisa. Me das asco y lastima.

Enarqué una ceja — Cualquiera que te escuchara diría que estas celosa.

Me fulminó con la mirada, se removió en su puesto y su entrecejo se frunció. Luego solo suspiró — ¿Piensas que eres la única con deseos? En esta casa yo fui la única que se encargaba de sus cosas, mientras tú jugabas a la sumisa aprendiz, yo trataba de llamar su atención, sacarlo de ese mundo tan oscuro y sucio.

— No te fue muy bien, ¿O sí? — me burlé.

Nuevamente su mano impacto en mi rostro de forma brusca. Me quejé llevando nuevamente mi mano a la cara. Iba a regresarle la cachetada, pero entonces Lía fue tomada por el brazo bruscamente siendo alejada de mí. Jack la veía con una furia inmensa, Lía palideció.

— Recoge tus mierdas y lárgate de la casa en este instante — le espetó soltándola de forma desdeñosa.

— Señor Frost, por favor yo...

— ¡Que te largues! — le gritó señalando el pasillo.

Lía se alejó pálida con lágrimas en sus ojos.

Tenía su ceño fruncido, cuando volteó a verme no dude en bajar mi mirada, me sentí nerviosa. Aunque el enojo no fuera hacia a mí, no pude evitarle sentirme así.

— Mírame, Elsa — ordenó escuchándose más tranquilo. Lo miré. Alzo su mano y el posó en mi mejilla — Te ha dejado una marca - su voz tomó de nuevo ese tono enojado.

— Estoy bien — musité.

Acarició mi mejilla con su pulgar. No aparté mi vista de la suya, ya estaba más tranquilo, creo. Se inclinó para dejar un beso corto en mis labios y mi mejilla. Sus labios volvieron a los míos y su lengua envolviendo mi boca y mis sentidos. Posó sus manos sobre mi trasero acercándome a él y le dio apretón sacándome un gemido en sus labios. Me besó con más fuerza después de eso, me presionó más contra su cuerpo. Pude sentir su palpable y dura erección sobre mi vientre

— Es hora de irnos, por cierto, luces preciosa.

Sonreí tímidamente — Gracias, señor.

Tragué y presioné mis labios antes de decir. Bueno, no sin antes ponerme algo sonrojada, me daba vergüenza, pero quería preguntarlo.

— Señor, ¿Puedo hacerle una pregunta?

— Claro.

— Si... Usted me quería, ¿Por qué no me... Bueno... Después de que firmé? — mordí mi labio inferior sintiéndome roja. Aunque yo no lo decía en voz alta, también lo deseaba, digo, ¿Quién no?

— Te dije, que cuando te lo hiciera, te haría gritar, ¿O no? — sentí esa corriente que se hacía familiar en su presencia — y los sonidos que salgan de tu boca, quiero disfrutarlos solo yo. Hacértelo aquí implicaba tener público... ¿Algo de prisa? — Se burló divertido, me sonrojé mucho más — Descuida, yo estoy igual... O peor... Vámonos ya.

Tomó mi mano y caminamos por el pasillo hasta llegar al salón principal, donde estaba Diane con una sonrisa pintada en su rostro.

— Les deseo un buen viaje — abrazó a Jack, y le susurró algo en el oído.

— Ya veré — él rodo sus ojos y se separó de ella.

Ella suspiró — Esta bien — se acercó a mí y me dio un cariñoso abrazo. Al separarse besó mi frente y puso un mechón de cabello tras mi oreja — Cuídate, Elsa. Mucha suerte.

Me abrazó de nuevo y me dejo ir.

— Buen viaje.

— Gracias, Diane, por todo — Le sonreí y caminé al lado de Jack.

Ella asintió con una sonrisa.

Jack, nuevamente, tomó mi mano y me llevó hacia afuera. Caminamos hasta el frente hasta un elegante auto negro, donde un hombre de ojos verde claros y cabello grisáceo ebrio la puerta para nosotros, estaba por entrar cuando escuché ser llamada.

— ¡ELSA! — giré a ver con mi entrecejo fruncido. Pero me relajé y sonreí al ver a Tadashi corriendo hacia nosotros — ¿Te ibas a ir sin despedirte?

Giré a ver a Jack — ¿Puedo, señor?

Miró a Tadashi por un tiempo y luego volteó a verme — Rápido.

Sonreí — Gracias — caminé hacia Tadd y lo abracé por los hombros y él a mi cintura — Te voy a extrañar.

— Y yo a ti, pero estaremos en contacto, ¿Cierto? — lo abracé con más fuerza. Él había sido el único que no me había juzgado, era de verdad mi único amigo. Lo iba a extrañar mucho — Oye, tranquila, ¿Si?

— Te quiero — susurré al borde de las lágrimas.

— Y yo a tú. Cuídate... mucho.

Me soltó — Sí... Saluda a Honey de mi parte.

— Lo haré, buen viaje.

— Gracias — me di vuelta y entré al auto como de indicó Jack con un gesto. Él entro después de mí y de intercambiar algunas palabras con el hombre de ojos verdes.

Cuando el chofer inicio su partida, no pude evitar ver con melancolía aquella gran mansión. Sabía que solo había sido una sirvienta, pero había sido algo así que como mi hogar. Estando ahí perdí a mi madre y nunca supe de mi padre, es más ni siquiera lo conocía. Perdí también a aquella anciana que tanto había cuidado de mí y me había enseñado a sobre todo, ser humilde. La mansión Frost... Donde mi elección sexual había iniciado y en ese momento, lo que había deseado por años estando en esa casa, se había cumplido y con quien yo había deseado siempre.

— ¿Que te dijo mi madre? — preguntó sacándome de mis pensamientos.

Parpadee — Solo... Me deseó buena suerte.

— ¿Crees que la necesitas? — sonrió de lado.

Suspiré — Yo opino que si la necesito... Y mucho.

Él rio, tomó mi mano y beso mis nudillos — Opino lo mismo. Soy muy exigente, eso debes saberlo... Aunque creo que ya lo sabes.

— Sé que espera mucho de mí — conecté mis ojos con los suyos — Y trataré de darle lo que espera.

Él sonrió satisfecho — Me encanta escuchar eso — Bajó su mano a mi rodilla y subió mi falda poco a poco. Acarició mi piel y le dio un apretón cerca de mis glúteos. Entre abrí mis labios dejando escapar un jadeo.

Él se acercó a mi boca y me besó dejando que su lengua entrara. Nuestras lenguas se rozaban con afán y fogosidad, enviando corrientes nerviosas a mi cuerpo, sus labios mudillos y expertos moviéndose contra los míos con fuerza. Tomó mi cintura y me acercó a él lo suficiente para que mi pecho y el de él se pegaran. Deslizó su boca por mi cuello dejando que su lengua lo recorriera haciéndome estremecer. Sostuvo mi cabeza y la inclinó poniendo más a su disposición mi cuello. Gemí sin poder evitarlo, una corriente se apodero de mi cuerpo, cerré mis ojos ante la sensación de su lengua acariciando mi cuello.

Su mano viajo por mis piernas en un vaivén poniéndome la piel de gallina. Mi falda se subió hasta mis muslos, mi piel estaba expuesta para él, pero ciertamente estaba muy incómoda, no por eso, si no porqué sentía vergüenza de que el chofer pudiera vernos.

Jack volvió a besarme. Su lengua invadía mi boca y gemí. Luego su mano se adentraba entre mis piernas. Pero la vergüenza me ganó y las cerré para que no siguiera avanzando.

Una risita profunda se escucho al tener sus labios a pocos centímetros de mí— ¿Te da vergüenza que te toqué?

Mi respuesta fue sencilla cuando miré al conductor frente a nosotros y volvi mi mirada a sus ojos azules, completamente roja y sonriendo con vergüenza.

—Es que no es el lugar...

Sus labios volvieron a mi boca, alejando sus manos de mis piernas. Al sentarse en su lugar, me miraba como si fuera una cosa blanda e inocente.

— De acuerdo, esperaremos el lugar adecuado, entonces.

Respiré un poco y baje mi mirada a mis manos con una sonrisa avergonzada— Sí, señor.

El auto se detuvo y Aster bajo para abrir la puerta. Ambos salimos, Jack tomó mi mano y caminamos hacia el avión.

Al Subir, me impacté mucho. Aparte de que jamás en mi vida me había subido a uno, no sabía lo lujosos que podían ser. Jack me indicó a sentarme en un sillón grande a su lado.

— ¿Algo de tomar señor Frost? — preguntó una chica castaña uniformada.

— Para mí no, ¿Tú quieres algo? — preguntó.

— Estoy bien, gracias.

Él asintió y despachó a la chica con un gesto con la mano.

— ¿Los que trabajan aquí saben?

— No. Lo saben solo Aster y las dos sirvientas que trabajan en mi casa.

— Han trabajado mucho tiempo para usted, supongo.

— Sí, Tengo su confianza y ellos la mía. Además, les pago muy bien, no tendrían una razón para dejar de trabajar para mí.

De un rato a otro, el capitán del Jet avisó que estábamos por despegar y que, lo más que duraría el vuelo era un día y medio. Pude sentir como despegábamos del suelo y fue realmente horrible. Claro, no estaba acostumbrada.

Luego de un rato, cuando el Jet se estabilizó y el capitán avisó que podíamos movernos por la cabina. Jack se giró a verme.

— Te daré unas indicaciones, son pocas, pero muy importantes. Escucha con atención, porque no voy a decirlo dos veces — dijo seriamente mirándome fijamente a los ojos.

Asentí con mi cabeza.

La verdad, no iban a ser indicaciones, sino más bien órdenes. Y más valía si ponía atención

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