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33

Le sonreía con timidez al ver el desastre que había provocado por culpa mía — Hola... lo siento por este desastre.

— ¡Nah! No te preocupes, es solo un poco de salsa.

Salsa que se veía terriblemente deliciosa... tenía hambre, definitivamente, tenía mucha hambre.

Ladeó su cabeza sonriendo burlonamente — ¿Sales a correr a esta hora? Estás hecha un desastre.

— Gracias Eugene, es lo que toda mujer desea escuchar — suspiré pasando mi mano por la mata de cabello para ordenarlo un poco, pero claramente no era algo que solo podía arreglar pasando mi mano por mis cabellos enredados.

— Oye, no te veo muy seguido en la universidad. ¿Trabajas? — preguntó poniendo la olla con salsa sobre una mesa de madera.

— No... — entrelacé mis brazos bajo mi pecho y encogí mis hombros sin darle mucha importancia. Porque en realidad no era de relevancia — Aunque no niego que a veces extraño trabajar.

Mi estómago hizo un ruido completamente penoso, que se ocultó gracias al constante ruido del parque. Tenía mucha hambre.

— ¿Por qué no trabajas conmigo? Necesitamos a una chica más en el restaurante de la séptima avenida llegando a Times Square— ofreció cortésmente, mostrando esa sonrisa que presumía demasiado. Recordaba eso.

Entrecerré mis ojos y sonreí involuntariamente cómplice — No hagas eso.

Enarcó una ceja orgullosa levantando un poco su barbilla — ¿Qué cosa?

— ¡Eso! — me reí, sinceramente y sin vergüenza — Conozco esa sonrisa a la perfección. Incluso Merida caía ante eso.

— Es mi arma mortal — bufó egocéntricamente divertido, luego simplemente se encogió de hombros — Sería genial trabajar juntos, piénsalo... a menos que lo hagas por tu pareja.

Casi instantáneamente mi sonrisa se borró, dejando solo lo que sería un fantasma de ella. Negué con la cabeza ligeramente, no queriendo meterlo en el tema — Nada de eso... voy a pensarlo, ¿sí? Debo volver a casa.

Tomó mi brazo delicadamente, removiendo su peso a otro pie me dijo — Es un poco tarde para que vuelvas tu sola, Elsa.

— No creo que sea tan tarde. Puedo volver sola.

— Son las siete y media, Elsa — un tono áspero y serio salió de sus labios, como el de un hermano mayor regañándome. Bueno, al menos suponía que así sería. — Te llevaré a casa.

Comencé a ponerme incómoda — Tú estás trabajando.

— No me interesa, ¿sabes cuantas chicas desaparecen todos los días? — negó con la cabeza, probablemente pensando lo peor — Vamos, voy a llegarte a casa.

Respiré profundamente, accidentalmente llevando los exquisitos olores dulces y salados del alrededor. Mi estómago gruñó más fuerte — Puedo ir sola, Eugene. Sé cuidar de mí...

— ¿Tienes hambre? — preguntó mirando en dirección a mi estomagó, su mirada castaña volvió a mi rostro enrojecido vergonzosamente — ¿Por qué no comes algo antes? Yo invito.

Demonios, y yo en serio solo quería llegar a casa. No ignoraba que la oferta de Eugene era algo que principalmente mi estómago no deseaba rechazar, muy tarde me di cuenta que no llevaba teléfono, que no avisé a ninguno de ellos cuando regresaba. No había ninguna señal de Aster, pero apostaba que me buscaba. Y Tiana... posiblemente ya había llamado a Jack. Y por muy cabreada que estuviera con él, no merecía preocuparse de esa manera. Solo esperaba que Tiana no lo llamara.

— Gracias, pero debo volver rápido.

Una mirada insegura cruzó su rostro mientras me observaba profundamente a los ojos. Simplemente no le gustaba la idea.

— No me interesa, iré contigo — se dio la vuelta para avisar algo a un muchacho cerca de él para entonces volver conmigo — Vamos.

*****

Tenía un poco de tiempo sin hablar con Eugene, y tampoco con Tadashi. Yo era una pésima amiga, aunque él tampoco hacía un esfuerzo por llamarme. Supuse que el trabajo con la bebé era más pesado de lo que había imaginado, o al menos, así me había comentado la última vez que hablé con él. Y eso fue hace exactamente dos meses.

Eugene insistía con él tema de trabajar juntos, y francamente la idea no me desagradaba en lo absoluto. Toda mi vida había trabajado... tal vez debía volver a laborar. Asimismo, no me encontraba suficientemente bien emocionalmente como para trabajar y poner el cien por ciento de mi concentración a eso.

— Voy a pensarlo, ¿de acuerdo? — le brindé una sonrisa amable, la mejor que pude — Pero no prometo nada. Quiero... uh, volver a Portland.

Como lo esperé muy en el fondo, sus ojos se ampliaron con impresión a esa noticia. Que a mi parecer no sería algo malo, simplemente sería por el descanso de ciclo, estando en el quinto mes, nada más faltaban unas semanas para terminarlo.

— ¿Te vas?

— Es solo por un tiempo...

— Sé sincera, Elsa — me cortó a medía frase — ¿Es por él?

No me emocionaba que alguien se metiera en mi vida privada — No es así...

— No debo meterme, de eso estoy claro. Pero siempre he creído que él es muy mayor para ti — sus dedos tamborileaban por el forro de cuero del volante — ¿Te lleva por diez años, cierto? No creo que él comprenda mucho de ti.

— La verdad es que no es asunto tuyo — las palabras salieron tan violentas y cortantes como me apreciaba en ese momento — Que me lleve años o no me comprenda, no es asunto tuyo.

Un suspiro breve salió de su nariz — Lo sé. Perdóname... Yo te conozco de toda la vida, y parecería que esa chica de ojos brillantes cada vez está desapareciendo. Y temo que eso pase.

Negué con mi cabeza varias veces para hacerle saber que todo lo que decía era mentira — No, Eugene. Tú conociste a la chica de diecisiete años — miré su perfil mientras su atención estaba en la calle que entraba para llegar a la casa — La que está sentada a tu lado es una completa desconocida para ti.

El auto se detuvo lentamente hasta que el movimiento fue nulo. Aquellos ojos cafés claros se sostuvieron en los míos, por casi interminables segundos sin prenunciar nada. Ninguno de los dos.

— Déjame conocerte, entonces — trazó en sus labios una suave sonrisa, agradable y amistosa, con una que convencería hasta a su peor enemigo — ¿Podríamos salir mañana?

— Yo... — no me parecía nada apropiado, en realidad, no en ese momento que todo era un desastre para mí — Lo siento Eugene, pero no. No estoy... eh, dispuesta por el momento.

No pareció decaerse — Esta bien, pero tú dime si quieres hacer algo y llámame. Estaré ahí para ti.

— Gracias... oh, y gracias por traerme — abrí la puerta del auto y salí de su interior estirando las piernas que me temblaban por el ejercicio no planificado.

— No es nada. Asegúrate de comer algo, te ves terrible — me guiñó un ojo con esa sonrisa con aires divertidos.

Cerré la puerta del auto — Hasta luego.

— Nos vemos, bonita.

Me quedé ahí parada hasta que el auto desapareció girando la esquina.

Los nervios comenzaron a subir considerablemente peligroso por lo que podría pasar al cruzar esas puertas de metal.

Me acerqué a la puerta y la abrí, los pasos apresurados no se hicieron esperar. La primera en salir fue Tiana, obviamente estaba muy preocupada. Me sentí culpable por eso.

— ¡¿Dónde estabas?! — sus manos temblorosas se colocaron en mi rostro. Segundos después Aster y Georgia estaban en la puerta. Aster sumamente aliviado. A la segunda le daba igual — ¡Saliste casi por casi cinco horas!

— ¿Le dijiste a Jack? — pregunté de inmediato. Al no obtener respuesta contigua, me sentí desfallecer — Le dijiste.

— No fue tanto así, tú dejaste el teléfono y él comenzó a llamarte. No contestabas y a la hora llamó a Aster... él tuvo que decirle.

— Demonios — gruñí para mí. Cuando volví la vista a Tiana la abracé rápidamente — Gracias por preocuparte por mí.

Su abrazo lo devolvió mucho más fuerte de lo que yo lo daba, eso me hizo sentir completamente bien — Eres importante para mí, Elsa. Claro que voy a preocuparme mi niña — cuando se separó, me miró con un cariño desconocido para mí. Bueno, no lo era. Pero no me gustaba admitirlo porque era demasiado doloroso — Vamos, apestas a sudor y debes estar hambrienta.

Cerré la puerta de mi habitación después de comer casi dos platos de comida. No había probado bocado durante todo el día y mi estómago me estaba pasando factura. Esperé un poco a que Tiana se fuera. Era renuente a dejarme sola, pero sus hijos la necesitaban. Le dije que se fuera tranquila. Me duché y me acomodé poniéndome un camisón de seda, hacía lo que sea para alejarme de mi teléfono.

Miré al suelo, en busca de mi collar. Lo tiré con tanto enojo olvidándolo todo. Este no estaba en ninguna parte, lo que me hizo razonar que tal vez Jack lo puso en alguna parte. Comencé a buscarlo casi desesperadamente. Terminé encontrando esa importante pieza en uno de mis cajones...

Yo conocía que ese pequeño objeto era algo que me representaba más de lo que debería estar permitido admitir.

Finalmente revisé mi teléfono. Eran más de treinta llamadas, la última había sido hace quince minutos. Le pedí a Aster no decirle nada de mi aparición, porque quería ser yo quien le dijera.

Lo llamé desde WhatsApp y casi de inmediato contestó... y no de una buena manera que digamos. Aunque le daba la razón... yo estuviera igual.

— ¿Dónde carajos estabas Elsa? — respiraba con profundidad, casi podía visualizar su pecho subir y bajar velozmente — Cuando Aster me dijo que...

— Estoy bien — susurré sentándome en la cama interrumpiendo abruptamente lo que decía mientras observaba los detalles del collar — Yo...

— ¿Dónde estabas?

— Solo salí a caminar — me recosté subiendo las piernas al edredón.

Lo escuché mascullar algo en japonés, seguramente alguna grosería. Malditamente odiaba que el pudiera hablar otros idiomas — ¿Por cinco horas? ¿sin llevar tu teléfono? Elsa, no tienes idea de lo que se me ha pasado por la cabeza. Traté de llamarte más temprano, no contestabas y luego... no he podido dormir nada.

Yo odiaba sentirme tan culpable por eso. Tragué fuertemente — ¿Es muy tarde allá?

Bufó — Ya son las ocho de la mañana, ahora te das una idea de cómo estuve todas estas horas.

— No mantuve la noción del tiempo... Deberías descansar... o, ¿tienes algo importante que hacer, señor?

— No, aun no — siseó — ¿Cómo llegaste a casa? Aster dijo que no podía encontrarte dentro de tanto tráfico.

— Eugene me trajo — respondí prosaicamente, ahogando un bostezo en mi boca. No tenía derecho a sentirme tan cansada cuando yo le quite el sueño a él.

Jack no contestó de manera inmediata. Por un momento comencé a creer que lo que yo había dicho le me gustó para nada — ¿Eugene? ¿No es ese él...?

— Es solo un amigo — me apresuré a decir al mismo tiempo que no pude evitar rodar los ojos — Eso lo sabes.

— No me gusta que este cerca de ti.

Malditamente Jackson no tenía ningún derecho a reclamarme nada — ¡Ni siquiera he hablado demasiado con él en estos meses! — pasé mi mano por mi cabello, exasperada. Debía ser una broma.

— De todos modos, no quiero que este cerca tuyo. Menos cuando no estoy cerca — su voz comenzó a sonar... poderosa, como si con solo decir eso me diera una orden directa que yo y solo malditamente yo podía captar. La voz de un amo celoso — Sabes como soy contigo.

— Eugene es mi amigo, incluso mucho antes de lo nuestro, Jack. No voy a dejarlo de lado solo porque tu sientes celos — coloqué el collar en el buró y volví a acomodarme en la cama bajo las sábanas.

Una risa amarga se escuchó al otro lado de la línea. Y eso me irritaba horriblemente — Tal vez tú lo veas como tú amigo. Pero te prometo que ese tipo no te ve con los mismos ojos, Elsa...

— Me tengo que ir, Jack — estaba nuevamente furiosa con él. No entendía el motivo de esos celos estúpidos. Eugene era como mi hermano mayor, ese que nunca tuve lo veía en él — Hablamos mañana...

No escuché nada más que su lenta respiración, esa lenta y pausada respiración que ponía mis vellos de punta — ¿Aun estás odiándome, cierto?

Mi pecho se sintió severamente oprimido — Jack... solo han pasado unas horas. ¿Realmente piensas que salí a caminar por nada? Necesitaba pensar mucho más claro todo esto.

— ¿Y vas a decirme que pasa por tu mente? — y entonces, su voz suave y profundamente tranquilizadora que usaba para hacerme sentir toda una boba idiotizada, sonaba en el teléfono.

Mi garganta inició a cerrarse de nuevo — Jack... siento miedo de esto que siento por ti. Y la idea de irme a Portland ronda mi cabeza más frecuente y...

— ¿Te vas? — la preocupación y el miedo impregnaba su tono. No era difícil de distinguir — ¿Volverás a Portland?

— No lo sé — musité herida — Pero es una posibilidad, Jack... Por alguna razón siento que lo nuestro acabó...

— Eso no es así... me niego a creer que eso es así — Declaró fuertemente — No te vayas. Tal vez tú me quieras lejos, pero... yo no sé cuándo tú te volviste una necesidad para mí. No quiero que te alejes de mí.

El latido de mi corazón recuperó el ritmo indecente que provocaba un hermoso dolor masoquista... Yo no podía librarme de él, aunque quisiera. Y la verdad, yo no trataba de escapar lo suficientemente eficaz. Cualquiera diría que me gustaba estar en la jaula del corazón de mi amo. Pero, una mierda si no era cierto. Eso estaba destruyéndome. Mi masoquismo me destruía.

— H-Hablamos mañana, ¿sí? — por poco y tartamudeo la oración completa. No quería escucharme más débil de lo que me sentía.

— De acuerdo...

— Bien...

— Elsa — llamó mi atención antes de finalizar la llamada — Te quiero, preciosa.

La voz se me había quedado atorada muy en el fondo después de eso.

La llamada finalizó y yo ni siquiera pude contestar, lo cual me hizo matarme en la confusión. Ese hombre iba a provocar que cada una de mis lágrimas tuvieran su nombre. Pero incluso negarlo era mentirme a mí misma.

— Te quiero, Jack — musité tomando el collar de nuevo, poniéndolo contra mi pecho — Malditamente te odio por hacerme quererte de esta manera.

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